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Perspectiva

Estudio en Estados Unidos: la pobreza y la desigualdad social matan

Los estadounidenses pobres tienen casi el doble de probabilidades de morir antes de llegar a mayor edad que los estadounidenses ricos. Esa es la macabra conclusión de un estudio publicado esta semana por la Oficina de Contabilidad del Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés), el brazo investigativo del Congreso, sobre el impacto de las mayores brechas de ingresos y riqueza en Estados Unidos.

El estudio se basa en encuestas de salud y jubilaciones realizadas de manera extensa por la Administración del Seguro Social en 1992 y 2014. Examina un grupo etario de la población, aquellos entre 51 y 61 años en 1992, y lo divide en cinco quintiles de ingreso.

Un hombre sin hogar mueve sus pertenencias de una calle detrás del Ayuntamiento de Los Ángeles al llegar equipos para desocupar el área el lunes, 1 de julio de 2019 (AP Photo/Richard Vogel)

Como lo muestra el gráfico abajo, la GAO halló que casi la mitad de aquellos (48 por ciento) en el quintil más pobre murieron antes de 2014, cuando hubieran tenido entre 73 y 83 años. Del quintil más rico, solo una cuarta parte (26 por ciento) había fallecido.

La conexión entre el ingreso y las tasas de muerte fue impactante e irrefutable: de quintil a quintil, un menor ingreso lleva a una mortalidad más alta. Para el 2014, el segundo quintil más pobre en el estudio tuvo la segunda mayor tasa de mortalidad, del 42 por ciento. Las cifras para el quintil medio y el segundo más alto fueron de 37 por ciento y 31 por ciento, respectivamente.

Mientras que los pobres siempre han llegado a la tumba antes que los ricos, la disparidad relativa se está empeorando. Según varios estudios recientes, el 40 por ciento más pobre de las mujeres tiene esperanzas de vida menores a las de sus mamás, a pesar de los avances en las ciencias médicas de la última generación.

Estas cifras permiten echar un vistazo al impactante costo humano y de largo plazo de la pobreza y la desigualdad.

El reporte señala en términos indolentes y burocráticos, “El análisis de la GAO… muestra que las diferencias en ingreso, riqueza y características demográficas estaban asociadas con disparidades en longevidad”. Traducido a un lenguaje simple: la pobreza y la desigualdad matan.

Otras estadísticas reportadas esta semana proveen más muestras del recrudecimiento de la crisis social en EUA. El informe de la GAO en sí descubrió que, entre 1989 y 2018, la participación en la fuerza laboral para aquellos de 55 años o más aumentó de 30 a 40 por ciento, es decir, un tercio. Esto muestra el impacto del estancamiento de ingresos y la virtual desaparición de los planes de pensiones tradicionales. Los trabajadores mayores se han visto obligados a trabajar hasta mayor edad y posponer sus retiros porque no tenían suficiente dinero para vivir.

En Buró de Censos reportó el martes una pequeña caída en la tasa de pobreza en 2018, pero los otros indicadores sociales no son tan favorables. El número total de personas bajo el nivel de pobreza sigue siendo impactantemente alto, de 38 millones de personas.

La tasa de supervivencia del quintil más pobre y el quintil más rico de estadounidenses entre 51 y 61 en 1992. Para 2014, 48 por ciento del grupo más pobre había fallecido, comparado con solo 26 por ciento del grupo más rico.

El ingreso promedio de los hogares fue de $63.200, esencialmente sin cambiar desde el 2018. En una escala histórica más amplia, el reporte del censo encontró que no ha habido ningún cambio en los salarios reales en los últimos 20 años, desde 1999, ya que los incrementos salariales se han visto borrados por el aumento en el costo de vida.

El número de estadounidenses sin seguro médico aumento sustancialmente en 2018, por la primera vez desde la aprobación de Obamacare en 2010, de 25,6 millones a 27,9 millones, principalmente por la reducción en el número de personas cubiertas por el seguro público Medicaid y el Programa de Seguro Médico de Niños (CHIP, por sus siglas en inglés). Ambas políticas del Gobierno de Trump contribuyeron a este declive: promoviendo nuevas regulaciones estatales para restringir la elegibilidad al seguro público Medicaid y amenazando a los inmigrantes a que apliquen por Medicaid o CHIP con quitarles sus visas de trabajo o “green cards” en el futuro, alegando que son “cargas públicas”.

El reporte del censo también confirmó las dimensiones devastadoras de la desigualdad económica en EUA. Mientras que la quinta parte más pobre de hogares, aquellos con ingresos anuales de menos de $25.600, obtuvo solo el 3,1 por ciento de todos los ingresos nacionales, la quinta parte más rica, con ingresos anuales de más de $130.000 obtuvo el 52 por ciento, más de la mitad. El 5 por ciento más rico, con ingresos de más de $248.700, acaparó el 23,1 por ciento del total.

El aumento en la desigualdad, la persistencia de la pobreza, la caída en la esperanza de vida para el grueso de la población, la desaparición de la esperanza de un retiro cómodo: esta es la realidad de la cual Trump alardea cuando habla de “hacer a EUA grande otra vez”. Los demócratas, quienes controlaron la Casa Blanca por más de la mitad del periodo en cuestión, no ofrecen una alternativa. Ambos partidos en Washington son facciones rivales de la misma élite gobernante, y ambos defienden el capitalismo estadounidense, que constituye la causa subyacente de todos estos malestares sociales.

El reporte de la GAO no fue comisionado por el Congreso para exponer la conexión entre la pobreza y las muertes prematuras. Por el contrario, su propósito era examinar el impacto de los cambios en la esperanza de vida sobre el seguro social y Medicare, para poder facilitar los esfuerzos de ambos partidos en el Congreso de recortar el gasto en estos programas de “garantías” en el largo plazo.

Los autores del reporte son muy conscientes de que los hallazgos podrían avergonzar a sus patrones del Congreso. Por eso se apuran para declarar que solo hallaron una “conexión estadística” entre la pobreza y las mayores tasas de mortalidad, añadiendo que “no podemos determinar de nuestro análisis el grado con el cual el ingreso o la riqueza causan diferencias en la longevidad” (nuestro énfasis).

El reporte luego advierte que, a pesar de la menor esperanza de vida de los pobres, “En total, los individuos pueden vivir un largo tiempo incluso los individuos con los factores vinculados a una mayor longevidad, como un menor ingreso o educación. Aquellos con menores recursos al jubilarse y que viven por un mayor tiempo podrían tener que depender principalmente del seguro social o los programas de asistencia social”. En forma simplificada: los planes para eliminar estos programas podrían enfrentarse a una amplia oposición, ya que se están convirtiendo cada vez más en el último recurso vital en el cual dependen millones.

Estas contradicciones sociales fundamentales son el contexto en el que la clase obrera se moviliza hacia luchas históricas. Cualquier acción industrial importante, como una huelga de los 155.000 trabajadores en General Motors, Ford y Fiat Chrysler, puede ser la señal del estallido de conflictos de clases a una escala no vista en Estados Unidos desde los años treinta.

El capitalismo estadounidense ha estado acumulando las tensiones para tal explosión política por décadas. Los niveles de vida de la clase obrera se han estancado por más de cuatro décadas, con decenas de millones de trabajadores en la pobreza en el país más rico en el mundo y más de un millón de personas sin hogar. La juventud, sometida a trabajos de bajos salarios, es la primera generación de trabajadores estadounidenses cuyo nivel de vida es menor al de sus padres y abuelos. Y estas generaciones mayores, como lo demuestra la GAO, están teniendo cada vez más dificultades para sobrevivir.

La cuestión decisiva es que los trabajadores se liberen de las viejas organizaciones que han sido utilizadas por la élite gobernante para bloquear cualquier lucha contra el sistema de lucro. Esto significa romper con los sindicatos, administrados por títeres corruptos de los patrones corruptos y la construcción de comités de base, controlados democráticamente por los propios trabajadores. Y esto significa romper con la perspectiva nacionalista promovida por los sindicatos, los cuales buscan enfrentar a los trabajadores estadounidenses contra sus hermanos y hermanas de clase en todo el mundo.

El capitalismo es un sistema global y, en todos los países, es imposible combatir a los capitalistas efectivamente sin los esfuerzos unidos de la clase obrera internacional. Para avanzar esta lucha, la clase obrera necesita su propio partido, organizado sobre una base internacional y que luche por el socialismo en cada país.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de septiembre de 2019)

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