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Perspectiva

Nuevos aranceles estadounidenses intensifican la guerra comercial con Europa

El Gobierno de Trump anunció el 2 de octubre que impondría aranceles punitivos a $7,5 mil millones en exportaciones de la Unión Europea a Estados Unidos, con base en un fallo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en contra de los subsidios de la UE a Airbus. Después de que Washington impusiera aranceles a $200 mil millones de exportaciones chinas y un arancel de 25 por ciento al acero de la UE el año pasado, que provocaron aranceles a miles de millones en productos estadounidenses por parte de China y EUA, este nuevo paso encamina a las principales economías mundiales a una guerra comercial de plena escala.

Trump lo llamó “una gran victoria para Estados Unidos”. Los oficiales estadounidenses, quienes también están preparando sanciones para las exportaciones automotrices de la UE, dijeron que impondrían un arancel del 10 por ciento a las aeronaves de Airbus y del 25 por ciento a varios productos agrícolas e industriales de la UE. La empresa manufacturera de aeronaves estadounidense Boeing llamó a cobrarle un arancel del 100 por ciento a los aviones de Airbus, aparentemente para prohibirle el acceso a los mercados estadounidenses.

Los oficiales de la UE, quienes han presentado similares denuncias ante la OMC contra los subsidios estadounidenses a Boeing y están esperando un fallo que autorice aranceles contra los productos estadounidenses, amenazó con represalias. La comisionada comercial de la UE, Cecilia Malmström, declaró, “Nuestra disposición a hallar un arreglo justo no ha cambiado. Pero si EUA decide imponer contramedidas autorizadas por la OMC, le estará forzando una situación a la UE en la que no tendremos otra opción más que hacer lo mismo”.

Camiones frente a contenedores apilados en cinco pisos en una terminal el miércoles 2 de octubre de 2019 en Harbor Island, Seattle (AP Photo/Elaine Thompson)

En un artículo intitulado “Europa puede hacer más de lo que Trump se da cuenta”, el Süddeutsche Zeitung advirtió que los aranceles estadounidenses a $40 mil millones de exportaciones automotrices de la UE “podrían hundir a Alemania en una crisis económica. Sin embargo, advirtió, “Estados Unidos en 2018 le vendió 270 mil millones de euros en productos a Europa, tres veces más que a China. ¿Realmente quiere Trump poner esto en riesgo, un año antes de su intento de reelección? Las represalias a Bruselas podrían dañar seriamente la economía estadounidense”.

Los Gobiernos en ambos lados del Atlántico están actuando con una imprudencia impresionante. Después de la crisis de Wall Street de 2008, las facciones dominantes de la clase gobernante todavía reconocían que las políticas de guerra comercial en el último gran colapso económico capitalista, la Gran Depresión de los años treinta, tuvieron consecuencias económicas y militares desastrosas. El Foro Económico en Davos señaló, “Las políticas proteccionistas ayudaron a precipitar el colapso del comercio internacional en los años treinta y esta contracción comercial fue una semilla plausible de la Segunda Guerra Mundial”.

Sin embargo, una década después, ambos lados están promoviendo las mismas rivalidades económicas a pesar de que, dos veces en el siglo veinte, explotaran en forma de guerras mundiales entre los capitalismos de EUA y Europa.

Los posibles peligros en términos de pérdidas de trabajos y dislocación económica son incalculables. En el mundo de hoy producción transnacional, la imposición de barreras arancelarias en el comercio internacional no solo amenaza los millones de empleos involucrados en el ensamblado final de las aeronaves, automóviles y otros productos manufacturados que luego son exportados. También amenaza con un caos en el resto de la cadena de producción de cada corporación manufacturera, cuyas actividades dependen de armar productos de forma barata y rápida con partes hechas en todo el mundo.

El último año ha visto una ola de advertencias ante la entrada en vigor de los aranceles que podrían empujar a la economía al borde de una recesión como la del colapso de Wall Street en 2008. El reporte de Perspectivas Económicas Globales de 2018 del Banco Mundial señaló: “Un aumento amplio en aranceles mundiales podría tener consecuencias adversas para el comercio y las actividades globales. Una escalada en los aranceles hasta los límites permitidos legalmente podría traducirse en un declive en los flujos comerciales mundiales del 9 por ciento, igual a la caída vista durante la crisis financiera global en 2008-09”.

El golpe sería particularmente serio ante las señales de que el capitalismo mundial ya está cayendo de vuelta en su primera recesión global coordinada desde 2008. Ante la caída en la producción manufacturera en EUA y la entrada de Alemania en una recesión, el crecimiento del comercio global caería este año a 1,2 por ciento, según lo estimado por la OMC, su punto más bajo desde 2008.

Independientemente del resultado inmediato de las distintas disputas arancelarias en EUA y la UE, no habrá ninguna resolución pacífica de largo plazo para estos conflictos. Por el contrario, las relaciones e instituciones globales que han formado el marco de la economía global por décadas se están desintegrando en cara a las contradicciones históricamente enraizadas y objetivas del sistema capitalista.

Trump dijo como candidato presidencial que la guerra nuclear en Europa no estaba “fuera de la mesa” y llamó la alianza de la OTAN con Europa “obsoleta” tras su elección, a lo que las potencias de la UE respondieron prometiendo gastar cientos de miles de millones de euros para construir sus propias fuerzas militares independientes. Desde entonces, Washington y la UE se han impuesto aranceles cada vez mayores, causando el fracaso de la cumbre del G-7 el año pasado y enfrentándose por las amenazas estadounidenses de una guerra neocolonial contra Irán. Con el último fallo arancelario, estos conflictos económicos y militares intratables están alcanzando una nueva y mayor intensidad.

Poco después del establecimiento de la UE en 1992, uno de sus fundadores, el presidente francés, François Mitterrand, le dijo a un periodista en un momento cándido, “Francia no lo sabe, pero estamos en guerra con Estados Unidos. Sí, una guerra económica permanente con un rival sin ninguna baja obvia. Sí, los estadounidenses son muy brutales, voraces, quieren un dominio irrestricto sobre el mundo. Es una guerra desconocida, una guerra permanente, sin muertos visibles por ahora, pero una guerra hasta la muerte”.

El año anterior, la burocracia estalinista había restaurado el capitalismo en la Unión Soviética y Europa del Este. Pero la eliminación de la Unión Soviética como un contrapeso militar y político a las potencias imperialistas tan solo ha recrudecido las contradicciones del capitalismo que subyacen las guerras mundiales y las revoluciones sociales del siglo veinte: entre la economía mundial y el sistema de Estados nación y entre la producción socializada y la apropiación privada de las ganancias. Después de tres décadas de una rivalidad económica interimperialista cada vez mayor, el mundo está nuevamente tambaleándose al borde del abismo.

Lo opuesto al crecimiento del nacionalismo, las guerras económicas y el militarismo es el resurgimiento de la lucha de clases internacional. Desde las huelgas masivas de trabajadores automotores y maestros en América del Norte, a las protestas de los “chalecos amarillos” en Francia, los movimientos masivos contra los regímenes militares en Sudán y Argelia, y las protestas masivas en Hong Kong, el enojo contra la desigualdad social está creciendo entre los trabajadores. La crisis económica presenta a este movimiento emergente con tareas revolucionarias vastas.

En 1934, mientras luchaba por movilizar a la clase obrera contra el peligro de la Segunda Guerra Mundial que se aproximaba, el marxista ruso León Trotsky advirtió: “El Estado nacional, con sus fronteras, pasaportes, sistema monetario, aduanas y ejército para la protección de sus aduanas, se ha vuelto en un impedimento espantoso para el desarrollo económico y cultural de la humanidad”. La tarea que enfrenta la clase obrera, subrayó, era “no cegarse ante el Estado nacional en tiempos de guerra, ni seguir el mapa de la guerra, sino el mapa de la lucha de clases”.

Prevenir otra caída en una depresión económica y guerras requiere una lucha revolucionaria internacional por tomar el poder estatal de manos de las aristocracias financieras que están impulsando las guerras económicas, expropiando su riqueza mal habida y construyendo una sociedad socialista a una escala global.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de octubre de 2019)

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