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Perspectiva

¡No al fascismo estadounidense! ¡Construyan un movimiento de masas para deponer a Trump!

La respuesta del presidente Donald Trump a la investigación de juicio político iniciada por el Congreso ha asumido un carácter explícitamente fascistizante. En sus discursos la semana pasada en Minneapolis, estado de Minnesota, y Lake Charles, estado de Louisiana, Trump llamó abiertamente a la xenofobia, el racismo y el antisemitismo. Incitó a su audiencia de policías y otras fuerzas derechistas a emprender contra sus oponentes políticos, a quienes denunció como los políticos “ultraizquierdistas” y “socialistas” que “odian Estados Unidos”.

Como nunca había ocurrido en la historia estadounidense, Trump está buscando utilizar el poder de la Presidencia para crear un régimen dictatorial. Hostil a toda atadura constitucional, Trump deja claro que está preparado para emplear métodos criminales y violentos para aferrarse al poder. En su diatriba en Minneapolis, clamó que quiere permanecer en el poder por “16 años o más”, algo imposible sin tumbar la Constitución de EUA. Tampoco ha ocultado las implicancias violentas de sus reclamos ilegales de una dictadura personal, declarando que cualquier paso para deponerlo llevará a una “guerra civil”. Su declaración de que sus oponentes políticos son culpables de “traición” invoca el espectro de arrestos y prohibiciones homicidas.

En una parte particularmente ominosa de su discurso el jueves, Trump defendió su decisión de sacar tropas de Siria. “Estamos trayendo a los soldados a casa. Quizás los necesitaremos para algo más y estarán listos para ello”, declaró. En el contexto de su reclamo de poderes dictatoriales, este “algo más” es claramente una amenaza de utilizar al ejército en contra de la oposición interna. La Casa Blanca ya comenzó a movilizar tropas dentro del país para atacar brutalmente a los inmigrantes a lo largo de la frontera con México.

Minimizar o incluso negar la veloz metástasis de la Presidencia de Trump convirtiéndolo en un régimen autoritario de derecha con características distintivamente fascistas es cegarse ante la realidad política. El viejo refrán de que “No puede ocurrir aquí”, es decir, que la democracia estadounidense es eternamente inmune al cáncer del fascismo, caducó de manera irreversible. La propia llegada de Trump a la Casa Blanca pone de manifiesto la crisis terminal del sistema político existente.

El Gobierno de Trump resultó de las profundamente arraigadas contradicciones económicas y sociales del capitalismo estadounidense. La masiva concentración de la riqueza en manos del uno por ciento más rico de la población y el nivel sin precedentes de desigualdad social son incompatibles con las formas democráticas tradicionales de gobierno. Durante las últimas cuatro décadas, Estados Unidos se ha vuelto una sociedad cada vez más oligárquica. Esta oligarquía, la cual vive aislada del grueso de la población y ve cada demanda de mejoras en las condiciones de vida como una amenaza a su riqueza, es cada vez más hostil hacia la democracia.

Trump, el producto del inframundo financiero neoyorquino, da expresión con la necesaria crudeza y vulgaridad a estos impulsos autoritarios de la oligarquía. Sus denuncias del socialismo y comunismo vociferan el temor creciente de los ricos de que las demandas de reformas sociales conduzcan inevitablemente hacia una redistribución masiva de la riqueza, culminando en la expropiación de la propiedad capitalista.

Desde sus cimientos, el Gobierno de Trump encarna la negación de la democracia. Desde el principio, su Presidencia ha sido ilegítima. Trump fue electo por medio del mecanismo antidemocrático del Colegio Electoral pese a perder el voto popular por casi tres millones de votos. Lejos de reconocer el estatus minoritario de su Gobierno, Trump actúa como si hubiera ganado abrumadoramente. Pero sabe muy bien que sus políticas, incluso con su demagogia populista cínica, generan una oposición popular masiva.

Las apariciones de Trump ante audiencias de policías, militares y otro personal de seguridad, junto con sus mítines masivos que escenifica cuidadosamente para atraer a los elementos políticamente desorientados y atrasados, son todos parte de un esfuerzo calculado para crear una base de apoyo político sobre la cual descansar un régimen autoritario fuera de toda frontera legal tradicional de la Constitución.

La democracia estadounidense se ha topado con una intersección histórica. Conforme la Presidencia de Trump persiga aferrarse al poder, asumirá un carácter cada vez más ilegal, autoritario y violento.

La expulsión de su Gobierno del poder es una necesidad política, pero el autor y los métodos son una cuestión de vida o muerte.

Hasta ahora, la oposición oficial a Trump ha estado dominada por el Partido Demócrata. La investigación de juicio político es el resultado de una amarga riña entre facciones de la clase gobernante. Basándose en secciones insatisfechas de las agencias de inteligencia, el ejército y la élite corporativa-financiera, el Partido Demócrata está empleando los métodos de un golpe palaciego.

Los oponentes de Trump dentro del aparato estatal están sensiblemente conscientes de las implicancias del prolongado declive de la posición global de Estados Unidos. Perciben la política exterior de Trump como errática e impredecible, y contraria, particularmente respecto a Rusia y Siria, a los imperativos geoestratégicos del imperialismo estadounidense que consideran cruciales. Por ello, han centrado su oposición en temas de política exterior, primero a través de la campaña antirrusa y ahora la llamada telefónica de Trump con el presidente ucraniano.

Los intereses sociales y políticos que motivan la oposición a Trump dentro del estado definen los métodos que emplean. Mientras Trump responde al juicio político buscando desarrollar un movimiento derechista, los demócratas están decididos a esquivar cualquier cosa que movilice el enojo popular contra Trump. En este sentido, Trump muestra un entendimiento mucho mayor sobre las realidades políticas que sus oponentes, quienes siempre están mirando de reojo ante cualquier cosa que haga estallar los explosivos conflictos sociales en EUA.

A ello se debe que la investigación del juicio político se esté llevando a cabo completamente en privado y limitada a los conflictos sobre política exterior imperialista. Esto también explica la actitud esquizofrénica e hipócrita de los demócratas hacia el Gobierno de Trump, alternando entre denuncias histéricas contra el presidente por socavar la “seguridad nacional” y operar como un agente del Gobierno de Putin y sus esfuerzos para colaborar con Trump en aspectos críticos de la política interior.

Por más enconados sus desacuerdos, todas las facciones de la clase gobernante están de acuerdo con la destrucción de los programas sociales, el asalto a los salarios y beneficios, la ofensiva contra los inmigrantes, la destrucción de los derechos democráticos y la expansión masiva del ejército. En medio de sus conflictos, los demócratas le aprobaron a Trump un presupuesto militar récord y le allanaron el camino para que implementara sus reducciones de impuestos para los ricos.

En la medida en que el conflicto se limite a divisiones dentro de la clase gobernante, no tendrá un resultado democrático ni progresista. De fracasar, la campaña de juicio político de los demócratas solo fortalecerá la posición política de Trump. De ser exitosa, colocará al vasallo de Trump, Mike Pence, en la Presidencia. El juicio político de hecho también fortalecerá la influencia política de la CIA y el FBI sobre la Casa Blanca. Legitimará una política exterior basada en una histeria antirrusa que busca justificar un enfrentamiento peligroso con una potencia nuclear. Sea cual fuere el resultado, representará un inmenso peligro para la clase obrera.

La obsesión del Partido Demócrata y la prensa con el exvicepresidente Joe Biden y la llamada telefónica ucraniana de Trump constituye una distracción. Un movimiento de masas que luche por deponer a Trump requiere la identificación de sus verdaderos crímenes. Más allá, la defensa de los derechos democráticos debe ser vinculada de forma clara con la lucha por avanzar los intereses sociales de la clase obrera, la gran mayoría de la población.

Trump debe ser depuesto por las siguientes razones:

· Trump está utilizando el poder de la Presidencia para crear una dictadura inconstitucional e ilegal.

· Trump está utilizando el ejército para llevar a cabo políticas interiores, incluyendo la construcción de un muro a lo largo de la frontera.

· Trump está amenazando con quedarse en el poder más allá de su mandato constitucional y ha indicado que no reconocerá la legitimidad de una derrota electoral.

· Trump está instigando violencia contra sus oponentes políticos y está impulsando políticamente a individuos fascistizantes que han llevado a cabo asesinatos masivos contra inmigrantes y judíos.

· Trump está persiguiendo a inmigrantes y judíos, incluyendo la construcción de campos de concentración en la frontera con México.

· Trump está instando a la policía a perpetrar actos violentos pese a ya ser responsable de más de mil muertes de estadounidenses cada año.

· Trump está amenazando a los países que desafíen los dictados estadounidenses con “aniquilación” en violación con el derecho internacional y nacional.

· Trump está equiparando la oposición al capitalismo con traición, en violación de la protección constitucional a la libertad de expresión.

La batalla contra el Gobierno de Trump y la defensa de los derechos democráticos más básicos es una lucha contra el capitalismo y el capitalismo estadounidense, la cual debe ser conducida de forma completamente independiente y en oposición al Partido Demócrata.

Estados Unidos es el epicentro de una crisis global. Las formas democráticas de gobierno se están resquebrajando en todas partes. En Alemania, 75 años después de la caída del Tercer Reich, el fascismo es nuevamente una fuerza política peligrosa. En Francia, el Gobierno de Emmanuel Macron instituyó gobernar por decreto ante el aumento del malestar social. El fascistizante Boris Johnson gobierna Reino Unido. En Brasil e India, hay Gobiernos de extrema derecha y ultranacionalistas en el poder.

Los derechos democráticos no son compatibles con un sistema social basado en la desigualdad extrema y las guerras interminables. La lección de los años treinta es que la lucha contra el fascismo y el autoritarismo solo se puede basar en un programa anticapitalista y explícitamente socialista.

Los métodos exigidos por esta lucha son los métodos de la lucha de clases. Su objetivo es el establecimiento de un Gobierno obrero para redistribuir radicalmente la riqueza, colocar todas las grandes corporaciones y bancos bajo el control democrático del pueblo trabajador e implementar una economía planificada con base en atender las necesidades sociales y no el lucro privado.

Hace más de dos años, en su declaración “ Un golpe palaciego o la lucha de clases: la crisis política en Washington y la estrategia de la clase obrera ”, el WSWS escribió:

Se avecinan luchas de masas en EE.UU. Las protestas, las huelgas y las manifestaciones comenzarán a adquirir un carácter más amplio a nivel nacional. La conclusión que fluye de este análisis es que la lucha de la clase obrera contra Trump y todo lo que él representa volverá cada vez más urgente la construcción de un movimiento político de masas, independiente de y hostil hacia los republicanos y los demócratas, contra el sistema capitalista y su Estado”.

Las luchas de masas ya no se “avecinan.” Ya iniciaron y se están intensificando. Los últimos dos años han sido testigo de muchas expresiones de enojo popular y oposición obrera, tanto en EUA como internacionalmente.

Dentro de EUA, la ola de huelgas docentes de los últimos dos años fue seguida por el mes de huelga de 48.000 trabajadores de GM, la huelga más larga de trabajadores automotores en décadas. Mientras los sindicatos intentan acabar la huelga en GM, han estallado nuevas huelgas de 3.500 trabajadores fabricantes de camiones Mack Truck en Pennsylvania, Maryland y Florida y 2.000 mineros en Arizona y Texas. Más de 20.000 maestros en Chicago podrían salir a huelga esta semana.

Ahí está el poder social que puede deponer a Trump y exponer su demagogia reaccionaria por lo que es. Los trabajadores y jóvenes estudiantes deben organizar manifestaciones y protestas de masas contra el Gobierno de Trump. La lógica de este movimiento es hacia una huelga general política que planteará la cuestión del poder político. La organización de tal movimiento requiere la formación de una red interconectada de comités populares y de barrio para unir a todas las secciones de la clase obrera en oposición a los esfuerzos de los sindicatos de aislar y suprimir las luchas obreras.

La batalla contra el Gobierno de Trump debe ser conectada con la lucha contra la desigualdad social, la destrucción de los programas y la infraestructura sociales, el ataque a los empleos y salarios, las terribles condiciones que enfrentan a toda una generación de jóvenes, la viciosa persecución de trabajadores inmigrantes, la degradación del ambiente y las consecuencias de guerras interminables y cada vez más grandes y que atentan contra toda la humanidad. La oposición de los trabajadores y jóvenes en Estados Unidos debe ser conectada al estallido de luchas sociales entre los trabajadores de todo el mundo, quienes comparten los mismos intereses y se enfrentan a los mismos problemas.

Este movimiento objetivo debe estar guiado por un programa y una perspectiva conscientes y socialistas. El Partido Socialista por la Igualdad y su organización juvenil, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social, están encabezando esta lucha. Llamamos a todos los que estén de acuerdo con esta perspectiva a que tomen la decisión de unirse y construir el PSI y sus partidos hermanos en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional por todo el mundo.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de octubre de 2019)

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