Español
Perspectiva

El asesinato policial de Isiah Murrietta-Golding

La impresión e indignación siguen reverberando en todo el mundo después de la publicación de un video el miércoles en que la policía asesina a Isiah Murrietta-Golding en Fresno, California en abril de 2017.

Era un sábado soleado y el video muestra al joven de 16 años brincando una valla baja y tomando algunos pasos en el patio de un jardín de niños. Luego, en un momento que contrasta horriblemente con el entorno verde y prístino, el joven colapsa de repente y se enrolla en una posición fetal—su cerebro había sido impactado por la única bala disparada por el oficial policial Ray Villalvazo, quien se había puesto de cuclillas al otro lado de la valla.

Una grabación de audio indica que inmediatamente después de que cae al suelo, otra oficial grita, “¡Buen tiro!”. La expresión y el tono de voz sugieren que los oficiales estaban en una caza de safari y alguien acaba de darle al animal premiado.

Otro video de un oficial que trota hacia el cuerpo inmóvil del joven sugiere algo verdaderamente terrible de la sociedad estadounidense. Lo levanta por un brazo, lo patea y luego le pone las esposas, acción mecánica, tanto brutal como absurda.

El video desmiente la versión oficial del disparo, según la cual el joven “alcanzó varias veces a su cinturón”, obligando al oficial a dispararle en defensa propia, temiendo por su vida.

Según los testimonios disponibles, Isiah era un buen estudiante de décimo grado. Lo han descrito como un “muchacho pequeño” de 1,62 de estatura y 50 kg. Murió varios días después en el hospital, con su madre en desconsuelo a su lado.

Su presunta participación en un incidente que produjo un accidente automovilístico fatal con su hermano el día anterior permanece indefinida. Es posible que estuvo en el lugar incorrecto a la hora incorrecta. Pero incluso si fuera culpable, como menor de edad, habría sido sometido a un proceso confidencial juvenil y esfuerzos de rehabilitación, no un asesinato sumario a manos de un oficial actuando como juez, jurado y verdugo.

Cuando lo detuvo la policía, Isiah acató las instrucciones al inicio. Estaba desarmado, nunca amenazó a nadie y nunca intentó herir a nadie. Simplemente intentó huir. Es inimaginable el terror que sintió el joven en sus últimos momentos conscientes.

Según la denuncia de los padres, los oficiales retrasaron el llamado a asistencia médica tras el disparo. Cuando llegó la ambulancia, la policía se rehusó a la solicitud de que le quitaran las esposas a pesar de que el joven estaba en una coma.

Así como el ejército estadounidense se rehúsa a mantener un registro de “cuerpos” en el exterior, y el Gobierno estadounidense evita recolectar estadísticas sobre el empleo de fuerza letal por parte de la policía en el país. No obstante, la base de datos del Washington Post indica que aproximadamente mil personas son asesinadas cada año —717 hasta este momento en 2019—. Esta cifra es inferior al número verdadero, ya que omite los encubiertos por la policía como sobredosis, suicidios o muertes por “causas naturales” o “delirio”.

El número de muertes en accidentes industriales cada año en EE. UU., de varios miles, se eclipsa por el número de accidentes y enfermedades no fatales, que alcanza millones. Asimismo, a pesar de que cientos de personas mueren cada año a manos de la policía, el número de lesiones no fatales que causan debe ser varias órdenes de magnitud mayores, de decenas o cientos de miles: quijadas y dientes rotos, pérdida de la visión, piel arrancada por perros policiales, concusiones, daños nerviosos permanentes, traumas cerebrales, piernas, espaldas, hombros y cuellos rotos.

Después de cada episodio de brutalidad policial, las víctimas y sus familias son testigos de cómo el Estado completo cierra filas en apoyo al perpetrador.

Una “investigación interna” emprendida en secreto por la propia policía, resulta casi sin variar en la conclusión de que los oficiales estaban actuando “dentro del marco normativo”, lo que respaldan con políticas poco definidas para permitir el rango más amplio de violencia.

Mientras tanto, a fin de proteger a los oficiales de tener que rendir cuenta, el fiscal local usualmente presentará cargos contra la víctima, incluyendo por crímenes ambiguos como “resistir, retrasar u obstruir” al oficial policial. En otros casos, alguien mordisqueado por un perro policial será acusado de “atacar a un perro policial”.

En Fresno, los resultados de la investigación interna sobre el disparo contra Isiah Murrietta-Golding fueron anunciados en marzo del año pasado: “Las acciones del sargento Villalvazo estuvieron dentro de las políticas del departamento”.

Hasta fines de 1985, en el caso “Tennessee v. Garner”, la Corte Suprema todavía planteaba, “Cuando el sospechoso no presente una amenaza inmediata para el oficial ni una amenaza a otros, el daño que resulte de no detenerlo no justifica el uso de fuerza letal para ese fin. Sin duda es un infortunio cuando un sospechoso a plena vista se escapa, pero el hecho de que la policía llegue un poco tarde o sean un poco más lentos a pie no siempre justifica matar al sospechoso. Un oficial policial no puede atrapar a un sospechoso no armado y no peligroso matándolo a tiros”.

Sin embargo, incluso después de publicar el video, el Fresno Bee reportó que la Asociación de Policías de Fresno “apoya plenamente al sargento y dice que sus miembros consideran que el disparo estuvo justificado”.

Como parte de su llamado fascistizante a la policía, el presidente Trump ha buscado deliberadamente incitar a la policía a actuar contra la población. En 2017, le dijo famosamente a una audiencia de policías de Nueva York que le gusta ver videos del manejo “brusco” de “matones”. Declaró, “Por favor no sean demasiado gentiles”, generando ovaciones de los policías presentes.

En un mitin reciente en Minnesota, Trump se presentó junto a varios oficiales policiales con camisetas que decían “Policías por Trump”, tenían una bandera estadounidense y formas de placas policiales. Trump claramente quería que los oficiales aparecieran en uniforme, lo cual es una muestra de respaldo político prohibida.

Mientras tanto, los demócratas, pese a fingir oposición y expresiones de preocupación, presiden ciudades famosas por la brutalidad policial, como Chicago, Nueva York y Los Ángeles. El Gobierno de Obama, por su parte, intervino repetidamente del lado de la policía en casos de derechos civiles ante la Corte Suprema, invocando la doctrina autoritaria de “inmunidad calificada”.

En las escuelas y barrios de todo Estado Unidos, la población está llena de enojo por el aumento en las víctimas y la intransigencia beligerante de las autoridades. Se deben extraer ciertas conclusiones políticas sobre esta situación.

Vladimir Lenin, en su obra Estado y revolución, describió cómo Engels llama “la atención de los trabajadores con consciencia de clase a lo que los filisteos predominantes consideran lo menos importante y más casual, al cargar prejuicios sin raíces profundas pero, se podría decir, petrificados”.

“El Estado”, escribe Engels, “no ha existido por toda la eternidad. Ha habido sociedades sin éste, que nunca supieron nada sobre el Estado y el poder estatal. En cierta etapa del desarrollo económico, el cual estuvo necesariamente vinculado a la separación de la sociedad en clases, el Estado se volvió una necesidad derivada de esta separación”.

El Estado, por ende, “es un producto de la sociedad a cierta etapa de desarrollo; es el reconocimiento de que esta sociedad se ha enredado en una contradicción irresoluble en su interior, de que se ha dividido en antagonismos irreconciliables que es incapaz de repeler. Pero, para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en conflictos, no se consuman a ellos mismos y a la sociedad en una lucha infructuosa, era necesario tener un poder, que pareciera erigirse por encima de la sociedad, que aliviara el conflicto y lo mantuviera dentro de los límites del ‘orden’; y este poder, el cual proviene de la sociedad pero se eleva por encima de ella y se enajena cada vez más de ella, es el Estado”.

Lenin pregunta, “¿En qué consiste primordialmente este poder?” Está conformado principalmente por “cuerpos especiales de hombres armados”, junto con prisiones y otras formas de represión. Citando a Engels, Lenin explica que este poder se vuelve más contundente a medida que se recrudecen los antagonismos de clases.

En Estados Unidos, la institución de la policía no existía a gran escala hasta mediados del siglo diecinueve. El desarrollo a fines del siglo diecinueve de muchos departamentos municipales de la policía hacia su forma centralizada de hoy coincidió con una ola masiva de protestas laborales. Los departamentos modernos de la policía aparecieron como “cuerpos especiales de hombres armados” que serían desplegados contra las manifestaciones de los trabajadores, frecuentemente con una violencia extrema, así como para arrestar masivamente a los trabajadores por infringir el “orden público”.

Contra este trasfondo histórico, el fenómeno del aumento de la violencia policial en el siglo veintiuno debe entenderse primeramente en función de la crisis aguda de todo el orden social. Las décadas de contrarrevolución social, el salto meteórico en la desigualdad social, las guerras de saqueo interminables en el extranjero, el parálisis y colapso de las instituciones democráticas y el resurgimiento de luchas abiertas de la clase obrera en todo el mundo son todos factores agravantes en esta ecuación.

El reino del terror policial arbitrario también funciona para acondicionar a la población y a los propios policiales ante la violencia extrema, en preparación para campañas eventuales de represión masiva.

El racismo tiene su rol en muchos episodios individuales de brutalidad policial y el enojo hacia la persistencia de tales prejuicios es legítima. Pero aquellos en torno al movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) y el Partido Demócrata, que afirman que la brutalidad policial se relaciona principalmente con el racismo, están encubriendo las causas más profundas y dedicándose a desviar las críticas del orden social que fracasa. La categoría de razas explica poco en la muerte de Isiah Murrietta Golding, por ejemplo, cuyo asesino también tiene un apellido hispano.

En el análisis final, la epidemia de brutalidad policial en EE. UU., que disfruta con el respaldo pleno del Estado, es un producto de un sistema social y económico en profunda crisis. La tarea, tanto en EE. UU. como en el resto del mundo, es desarrollar la consciencia socialista y una dirección revolucionaria marxista dentro de la insurgente clase obrera internacional, no dirigido a reformar sino derrocar ese sistema.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de octubre de 2019)

Loading