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Perspectiva

Abubaker al Bagdadi y la historia olvidada de Irak

El presidente estadounidense Donald Trump anunció el asesinato de Abubaker al Bagdadi el domingo por la mañana con una sed de sangre y brutalidad nunca escuchadas de un presidente estadounidense.

“Murió como un perro… quejándose, gritando y llorando”, declaró Trump. Añadió que la transmisión en vivo del allanamiento del ejército estadounidense fue “algo realmente espectacular… como si estuvieras viendo una película” Según la Casa Blanca, Bagdadi se hizo explotar junto a tres de sus hijos.

El presidente, el supuesto “líder del mundo libre”, regodeándose en la muerte de Bagdadi como un matón cualquiera, empleó palabras prácticamente calculadas para incitar represalias.

No cabe duda de que Abubaker al Bagdadi perpetró crímenes monstruosos. La organización que encabezaba asesinó a miles de personas. Pero, en la prensa y élite política, hay un silencio total sobre las circunstancias que lo engendraron. La línea general es que la operación asesina de Trump debe ser aplaudida pero que solo demuestra que son errores del Gobierno sacar tropas de Siria y Oriente Próximo o criticar al aparato militar y de inteligencia estadounidense.

Esta posición fue resumida por el New York Times, cuyo corresponsal David Sanger escribió en la primera plana del lunes que la redada “confirma el valor de las tres fuerzas tradicionales estadounidenses: alianzas robustas, fe en las agencias de inteligencia y la proyección del poder militar alrededor del mundo”.

El resultado del allanamiento, escribió Sanger “ayudó poco en aplacar las dudas sobre la sabiduría del impuso [de Trump] de reducir la presencia militar estadounidense en Siria”.

Al Times, en nombre del Partido Demócrata, le gustaría que el mundo olvide la historia verdadera y sangrienta de operaciones imperialistas estadounidenses en Irak y Oriente Próximo en general, a lo que se refiere con el eufemismo “proyección del poder militar” estadounidense, lo cual dio origen al Estado Islámico. En cuanto al propio Bagdadi, fuera un enemigo de EE. UU., un activo de la CIA o ambos, algo es cierto: fue un subproducto de las acciones criminales del Gobierno estadounidense de las últimas cuatro décadas.

Bagdadi nació en 1971, cerca de Samarra, Irak. Durante su adolescencia, Irak, con el respaldo de EE. UU. libró una guerra con Irán que cobró millones de vidas y dejó ambos países traumatizados.

Tenía veinte años en 1991, cuando EE. UU., bajo la primera Administración de los Bush, invadió Irak y llevó a cabo una masacre de más de 100.000 iraquíes. Esto fue seguido por una década de sanciones económicas y comerciales bajo el Gobierno de Clinton que mataron aproximadamente 500.000 niños.

Luego vino la invasión de 2003 emprendida por la segunda Administración de los Bush. Esta guerra buscaba el botín predatorio de un país en gran medida indefenso, sus yacimientos petroleros. Estuvo basada en mentiras tragadas por la prensa corporativa y el Partido Demócrata. Ante los ojos del mundo entero, EE. UU. lanzó una guerra de agresión cuyos responsables debieron ser procesados por crímenes de guerra.

La invasión y ocupación de Irak causó muertes y destrucción a una escala descrita por el WSWS como “sociocidio” —la muerte de una sociedad entera—. Irak, que era uno de los países más avanzados y desarrollados de Oriente Próximo, estalló en pedazos a manos de la invasión estadounidense. Más de un millón de personas fueron asesinadas y millones fueron convertidos en refugiados.

En 2004, Bagdadi fue detenido en el complejo carcelario de Abu Ghraib, famoso por la horrenda tortura masiva y violaciones de detenidos por parte de las tropas estadounidenses. Subsecuentemente, pasó casi cinco años encerrado en el campamento Bucca en el sur de Irak antes de ser liberado por el Departamento de Defensa de EE. UU.

En 2007, el periodista Seymour Hersh describió una “redirección” en la política exterior estadounidense. “Para socavar Irán, la cual es predominantemente chiita, el Gobierno de Bush ha decidido, efectivamente, reconfigurar sus prioridades en Oriente Próximo… EE. UU. también ha participado en operaciones clandestinas contra Irán y su aliado Siria. Un subproducto de estas actividades ha sido el apuntalamiento de los grupos extremistas sunitas” que son “solidarios con Al Qaeda”.

La subsecuente “revolución” patrocinada por EE. UU. en Siria, en gran medida dirigida por Obama, fue el producto de esta “redirección” en la que EE. UU. envió armas y dinero a las fuerzas islamistas, muchas de ellas estrechamente vinculadas con Al Qaeda.

En 2013, Bagdadi anunció la fundación del “Estado Islámico de Irak y el Levante” y tomó control de la mayoría de los combatientes extranjeros de Jabhat al Nusra (Al Qaeda), la cual estaba desempeñando, según el Times un “papel clave” en la campaña del Gobierno estadounidense para derrocar el régimen de Asad.

El Times le advirtió a EE. UU. que no rechazara explícitamente al grupo vinculado con Al Qaeda, escribiendo que “esto enfrentaría a Estados Unidos con algunos de los mejores combatientes en la insurgencia que busca apoyar”. El Times indicó que muchos “rebeldes sirios… trabajan estrechamente con este y lo admiran”.

Ninguna parte de esta historia se ha mencionado en los comentarios actuales del New York Times, el Washington Post o los noticieros.

Al intentar limitar cualquier oposición a Trump dentro del apoyo a la guerra, la prensa y el Partido Demócrata no quieren dar cuenta de los horrendos crímenes perpetrados por Estados Unidos. Buscan borrar de la memoria a los millones de muertos, las fotos de tortura y la evidencia de crímenes de guerra.

En 1990, cuando el Partido Demócrata aún se sentía obligado a adaptarse a la masiva oposición a las guerras que se extendió varias décadas tras la debacle en Vietnam, prácticamente todos sus senadores votaron contra una resolución que autorizaba la invasión de Irak (pero que aún así fue aprobada, como lo sabían que pasaría). Una década luego, millones en Estados Unidos y todo el mundo marcharon contra la guerra en Irak en 2003, en las manifestaciones coordinadas globalmente más grandes de la historia. Pero estas protestas fueron sofocadas debido a su subordinación al Partido Demócrata, el cual, 16 años luego, se ha convertido en el defensor más determinado de las intervenciones militares estadounidenses en Oriente Próximo.

En su respuesta al asesinato de Bagdadi, como ocurrió con el asesinato de bin Laden, la prensa está apelando e intentando atizar los instintos más primitivos y reaccionarios. Si lo logran, habrá más sangre y violencia.

La verdadera historia de la violencia imperialista estadounidense en Irak no será olvidada por la clase obrera, ni tampoco se seguirán perpetrando crímenes en el presente y futuro sin oposición. La profunda y permanente hostilidad a la guerra debe ser conectada al crecimiento de la lucha de clases en un movimiento poderoso para acabar con la barbarie imperialista y hacer que los responsables rindan cuentas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de octubre de 2019)

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