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Gran Bretaña: 180 años desde el levantamiento de Newport—Parte 1

El siguiente es el primero de un artículo de dos partes. La segunda parte fue publicada el 5 de noviembre.

El 4 de noviembre de 1839, varios miles de cartistas con armas se movilizaron en Newport, Gales. Rodearon el Hotel Westgate y pidieron la liberación de compañeros cartistas encarcelados allí. En respuesta, soldados y agentes especiales abrieron fuego, matando a 22 personas e hiriendo a muchos más. Más de 200 fueron arrestados y los tres líderes principales de la marcha fueron procesados y condenados a muerte por alta traición. Sus sentencias fueron luego conmutadas por transporte o reubicación penal.

El Levantamiento de Newport marcó un punto histórico en el desarrollo de la lucha de clases y la organización de la clase trabajadora en Gran Bretaña.

Un dibujo que representa la marcha de Chartist en el Hotel Westgate en Newport

El movimiento cartista fue la culminación de los desarrollos políticos en la clase obrera en las décadas posteriores a la Revolución francesa de 1789. Aunque se formó para hacer pedidos inmediatos de reforma del sufragio, en condiciones de crisis económica profunda el movimiento cartista representó el comienzo de un desarrollo revolucionario de la clase trabajadora británica.

Escribiendo en 1885, Friedrich Engels describió la situación:

“Cada diez años, la marcha de la industria era interrumpida violentamente por una crisis general del comercio, seguida, tras un largo período de depresión crónica, por unos pocos años de prosperidad que terminaban siempre en una sobreproducción febril y, finalmente, en un nuevo colapso. La clase capitalista clamaba por el libre comercio de cereales y amenazaba con lograrlo haciendo que los habitantes hambrientos de las ciudades volviesen a los distritos rurales de donde habían salido, para invadirlos, como decía John Bright [un representante político de la burguesía de libre comercio], no como pobres que mendigan pan, sino como un ejército que acampa en territorio enemigo. Las masas obreras de las ciudades exigían la Carta del Pueblo, con la que reivindicaban su parte en el poder político. Eran apoyadas en esta demanda por la mayor parte de la pequeña burguesía. El camino a seguir para lograr la Carta—el de la violencia o el legal—era la única diferencia que los separaba. Entretanto, llegaron el colapso comercial de 1847 y el hambre en Irlanda, y con ellas la perspectiva de la revolución” (citado en el prefacio de Engels de 1892 para la edición inglesa de La situación de la clase obrera en Inglaterra).

Friedrich Engels en 1840

Las demandas para una extensión del voto habían aumentado en las décadas anteriores. Esto reflejaba la crisis social devastadora enfrentada por los trabajadores, y también una conciencia de clase en desarrollo. Inicialmente, el movimiento sufragista del período posterior a las guerras napoleónicas unió en gran medida a la clase obrera emergente detrás de las demandas liberales de una pequeña burguesía excluida. Sin embargo, las lecciones aprendidas en el proceso—desde la brutal represión a quienes la exigían por impreso o, como en Peterloo, en reuniones públicas—comenzaron a crear un movimiento de la clase obrera más militante, que comenzaba a identificarse como una clase.

En 1832 se introdujo la Ley de Reforma, que dejó a la clase obrera sin derecho al voto. La ley estableció condiciones altas en términos de propiedad y reservó el voto para los dueños de terrenos con un valor de 10 libras en las ciudades y los inquilinos que pagaban un alquiler anual de 50 libras. Antes de la ley, el electorado era de 400,000 personas. Luego, solo 650,000 pudieron votar—uno de cada cinco hombres adultos elegibles.

La extensión limitada del voto agudizó las delineaciones; algunos de los que reclamaron la reforma del sufragio quedaron desconformes porque aquella se quedó corta. El terrateniente Henry Hunt, el principal orador en Peterloo, se opuso a la Ley de 1832. Ese mismo año fue ridiculizado en el Parlamento por reivindicar el sufragio para las mujeres. Lord John Russell, uno de los arquitectos de la ley, anunció que esta había perfeccionado la Constitución británica, que ya no requería más enmiendas.

La situación fue exacerbada por la Ley de Pobres de 1834, que creó casas de trabajo. El conservador y reformador industrial Richard Oastler las llamó “prisiones para los pobres”.

Un mural en el Levantamiento de Newport que fue demolido por el consejo local del Partido Laborista

Era inevitable que al principio la clase obrera hiciera sus demandas en forma democrática. Como explicó Engels en 1845 en La situación de la clase obrera en Inglaterra, “Dado que los obreros no respetan la ley, y se conforman con dejar que ella ejerza su fuerza cuando no pueden cambiarla, es enteramente natural que al menos propongan modificaciones a la ley, que quieran poner una ley proletaria en lugar del tejido legal de la burguesía”.

Engels escribió luego en Del socialismo utópico al científico, que “cuando La Ley de 1832 los excluyó del sufragio, ellos [la clase obrera] formularon sus demandas en la Carta del Pueblo, y se constituyeron, en oposición a la gran liga burguesa contra las leyes de cereales, en un partido independiente, los cartistas, el primer partido de trabajadores de los tiempos modernos”.

Las demandas de los cartistas encontraron expresión en los seis puntos de la Carta del Pueblo, formulada en 1838: sufragio masculino universal; parlamentos anuales; pago de parlamentarios para asegurar que los pobres puedan participar; elección por voto secreto; distritos electorales iguales; abolición de requerimientos de propiedad para los candidatos.

Aunque el movimiento aún combinaba a la clase obrera con sectores radicales de la pequeña burguesía, la formulación de estas demandas democráticas planteó preguntas diferentes a los trabajadores. Desde la introducción de la Carta, el movimiento se hizo cada vez más “de naturaleza esencialmente social, un movimiento de clase” que unió a la clase obrera detrás de él, como señaló Engels. Él escribió que esta era “la diferencia entre la democracia cartista y toda la democracia política burguesa anterior…”

“Los ‘seis puntos’ que para los burgueses radicales son el principio y el fin del asunto, y cuya finalidad, a lo sumo, es proponer ciertas reformas de la Constitución, son para el proletario un mero medio para fines mayores. ‘El poder político es nuestro medio, la felicidad social nuestro objetivo’, es hoy el grito de guerra claramente formulado por los cartistas”, escribió Engels.

Él citó las palabras del ministro metodista Joseph Rayner Stephens a la concentración masiva de 200,000 personas en Kersall Moor, Manchester, en septiembre de 1838, que el cartismo “no es un movimiento político, donde lo principal es que usted obtenga la papeleta. El cartismo es una cuestión de cuchillo y tenedor: la Carta significa una buena casa, buena comida y bebida, prosperidad y pocas horas de trabajo”. Si eso solo fue aceptado por algunos cartistas en 1838, escribió Engels, en 1845 se había convertido en “una verdad para todos ellos”.

Joseph Rayner Stephens

Con los seis puntos, el movimiento desarrolló dos alas distintas que reflejaron su origen social. El cartismo de fuerza moral, propio de reformadores radicales y a largo plazo, como William Lovett y Henry Hetherington, rechazó los métodos violentos. El cartismo debía, en palabras de Lovett, “informar a la mente” en lugar de “cautivar a los sentidos”, como una campaña de presión que lograría concesiones “sin conmoción o violencia”. Lovett fue fundamental en la elaboración de la Carta y fue elegido como uno de los primeros líderes del movimiento.

Sin embargo, la elaboración de las demandas de la Carta agudizó las divisiones políticas en el movimiento. En noviembre de 1836, el parlamentario irlandés Feargus O’Connor se unió a la Asociación de Trabajadores de Londres (LWMA, sigla en inglés), de Lovett, antes de mudarse a Leeds para fundar el semanario Northern Star, uno de los periódicos cartistas más importantes.

Feargus O'Connor

Cada vez más crítico con Lovett y Hetherington, O’Connor adoptó una postura más combativa y se convirtió en el vocero del cartismo de fuerza física. Las realidades del conflicto de clase eran innegables debido a la continua marginación, la intensificación desenfrenada de la producción y la creciente persecución de los más pobres.

En junio de 1839, una petición firmada por un millón trescientas mil personas fue presentada a la Cámara de los Comunes, solicitando que esta estudiara la Carta. Los parlamentarios votaron abrumadoramente para que no se escuche a los solicitantes.

Antes de la petición hubo una serie de reuniones masivas en todo el país: 200,000 concurrieron a una en Glasgow Green, más de 100,000 a otra en Hartshead Moor, en West Yorkshire. La petición fue presentada por una Convención Nacional organizada por el movimiento para ese propósito. Aunque limitado en tamaño por la legislación contra las asambleas populares, fue el germen de un liderazgo popular alternativo. El enojo por el desaire del Parlamento fue profundo.

Continuará

(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de noviembre de 2019)

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