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Gran Bretaña: 180 años desde el levantamiento de Newport—Parte 2

Esta es la segunda parte de un artículo de dos. La primera parte fue publicada el 14 de noviembre.

Durante todo el mes de agosto de 1839 se habló de un “mes sagrado”, de una huelga general. Hubo cierta preocupación en la Convención sobre si esto se podía lograr, y otro cartista irlandés, James Bronterre O’Brien, propuso una resolución de compromiso.

O’Brien fue profundamente influenciado por las ideas en desarrollo del socialismo francés, sobre todo la Conspiración de los Iguales de Gracchus Babeuf, durante la Revolución francesa. La resolución no reivindicó tácticas violentas, pero coincidió con O’Connor y George Julian Harney, asociado cercano de Engels, en la necesidad de un enfoque más militante para ganar el sufragio.

La respuesta enojada de O’Connor fue proclamar el 29 de septiembre de 1839 como la fecha para la acción violenta si el Parlamento no concedía los seis puntos. Lovett y Hetherington se indignaron y lo excluyeron de la plataforma de una concentración masiva de la LWMA. O’Connor, empero, estaba más cerca de las reacciones proletarias: parece que se hicieron los preparativos subterráneos para un levantamiento.

En Gales habían surgido células cartistas durante todo el año, sobre todo en zonas de clase trabajadora. En el otoño de 1839, habían 25,000 cartistas en todo el principado, organizados en 100 logias. Los líderes cartistas fueron hostigados y arrestados. En abril, cuando tres cartistas fueron arrestados en Llanidloes, una multitud enojada atacó el hotel donde estaban detenidos.

Se usó este incidente, ocurrido en una reunión organizada por cartistas de fuerza moral, como excusa para arrestar y encarcelar a muchos cartistas locales y foráneos, incluido el muy respetado Henry Vincent. Ese año, Lovett fue encarcelado por un discurso sobre el que se dijo erróneamente que había abogado por “fuerza sanguinaria e inconstitucional”.

Con la escalada de la opresión de clase luego de la Ley de Pobres, el intento de represión generó un giro mayor hacia el movimiento cartista. Los trabajadores comenzaron a armarse para la insurrección. Durante semanas de preparación cuidadosa se reclutaron obreros a través de los valles, desde Tredegar hasta Pontypool. La evidencia sugiere que muchos se unieron porque entendieron que este era un movimiento de masas de toda la clase. En el evento, unos 10,000 trabajadores marcharon, armados, hacia Newport.

También torció el brazo de algunos líderes. Hasta ese momento, los defensores de la fuerza moral estaban a la cabeza de una clase obrera enojada. Algunos desaparecieron, pero otros respondieron positivamente. John Frost, comerciante de telas y magistrado de Newport, hasta entonces un demócrata de fuerza moral y delegado de la Convención, describió la Ley de Reforma como “una farsa, y no pretendía ser otra cosa”. Se unió al cartismo de fuerza física y comenzó a preparar el levantamiento.

Hubo algún intento de coordinar un levantamiento más amplio con los cartistas en West Yorkshire y Lancashire. Más tarde, algunos cartistas de Yorkshire argumentaron que Newport debía haber sido la señal para un levantamiento nacional. Los líderes en estas áreas parecen haber concluido que el levantamiento no podía tener éxito, pero los cartistas galeses no fueron informados de esto hasta que las columnas de trabajadores armados estaban en movimiento.

El ataque no fue un éxito. La columna de William Jones proveniente de Pontypool no llegó y las fuertes lluvias retrasaron la reunión planificada de los contingentes. Frost tardó en entrar a Newport, posiblemente porque esperaba más refuerzos. Cuando avanzó, la clase dominante se había enterado de la amenaza y estaba preparada.

El día anterior al levantamiento, el alcalde de Newport, Thomas Phillips, juramentó a 500 alguaciles especiales y solicitó más tropas. Ya habían 60 soldados en la ciudad, y Phillips envió a 32 soldados del 45° Regimiento de a pie al Hotel Westgate, donde estaban detenidos los prisioneros cartistas tras la represión anterior.

Al llegar a la ciudad, el líder cartista local John Rees guió a sus trabajadores directamente al Hotel Westgate. Llegaron alrededor de las 9:30 de la mañana y exigieron la liberación de los prisioneros. Se produjo una brutal y sangrienta batalla de media hora, durante la cual los cartistas lograron entrar al hotel brevemente. Ambos bandos dispararon, pero la potencia de fuego y entrenamiento superiores de los soldados les permitió romper el asedio. 22 cartistas fueron asesinados y más de 50 fueron heridos.

Uno de los asesinados fue George Shell, 18 años, de Pontypool. En la víspera del ataque, escribió a sus padres, “Esta noche participaré en una lucha gloriosa por la libertad y, si Dios salva mi vida, les veré pronto; si no es así, no estén triste por mí, habré caído por una causa noble”.

La burguesía quiso hacer un ejemplo de Newport. Aclamaron a Thomas Phillips como un héroe nacional y la Reina Victoria lo nombró caballero seis semanas después. Más de 200 cartistas fueron arrestados por su participación y 21 fueron acusados de alta traición, un delito de pena capital. Los tres líderes de la marcha, Frost, Zephaniah Williams y William Jones, fueron declarados culpables por este cargo y condenados a ser ahorcados, arrastrados y descuartizados—la última condena de este tipo en Inglaterra y Gales.

Se efectuaron ataques legales contra todos los cartistas. O’Connor, Stephens y Harney también fueron encarcelados durante 1839-40 pero, como en Peterloo 20 años antes, el intento de intimidar a los trabajadores con esa represión legal no fue un éxito absoluto. La mayoría de los cartistas hicieron una masiva campaña de peticiones y cabildeo que eventualmente hizo que las penas de muerte de los tres líderes se conmutaran a cadena perpetua. En 1856, cuando la burguesía ya no se sentía amenazada por el cartismo, se otorgó un perdón incondicional a Frost y se le permitió regresar.

La clase trabajadora siguió resistiendo y hubieron nuevas propuestas de levantamientos, con acciones abortadas o interrumpidas en Sheffield, el este de Londres y Bradford en enero de 1840. Lejos de aplastar al cartismo de fuerza física, la represión que siguió a Newport—que cayó sobre todos los cartistas—reforzó la conclusión de que aquel era necesario. En 1847, como señaló Engels, la necesidad de una revolución era clara.

El 10 de abril de 1848, O’Connor convocó a una manifestación masiva en Kennington Common, en el sur de Londres, a la que asistieron más de 150,000 personas. Él presentó otra petición al Parlamento. Dijo que esta contenía casi 6 millones de firmas, pero los parlamentarios dijeron que solo [!] habían 2 millones y se negaron a discutirla.

Fotografía de la Gran Reunión Cartista en Kennington Common, Londres en 1848 (por William Edward Kilburn)

Los cartistas de fuerza moral acusaron a O’Connor de destruir el movimiento, pero seguía habiendo actividad y entusiasmo. Hubieron otros complots y preparativos en Londres y Yorkshire, y el verano vio otra ola de legislación contra la organización cartista. Aun así, O’Connor habló ante una manifestación de 20,000 personas en Leicester en 1850.

Quizás más significativo fue el grado en que la clase dominante calculó cómo aprovechar las demandas—y en algunos casos las tácticas—del cartismo para sus propios intereses. En gran medida, los seis puntos fueron implementados en el interés de la fabricación. Como dijo Engels, “Y la ‘Carta del Pueblo’, antes tan execrable, se convirtió en el programa político de esos mismos fabricantes que antes la habían combatido”.

Luego, Engels escribió, “La Revolución francesa de 1848 salvó a la burguesía inglesa. Las consignas socialistas de los obreros franceses victoriosos asustaron a la pequeña burguesía inglesa y desorganizaron el movimiento de los obreros ingleses, que corría por cauces más estrechos, pero que tenía un carácter más práctico. En el preciso momento en que tenía que desplegar todas sus fuerzas, e incluso antes de experimentar la patente derrota del 10 de abril de 1848, el cartismo sufrió un colapso interno.

“La actividad política de la clase obrera fue relegada a un segundo plano. La clase capitalista había triunfado en toda la línea”.

La gran división entre el ala de fuerza moral y el de fuerza física del cartismo se convirtió históricamente en la batalla entre el liberalismo y el temprano movimiento comunista en Gran Bretaña.

Marx y Engels tuvieron relaciones con los cartistas desde el principio. Engels contactó en 1843 al periódico Northern Star (de 1837 a 1852) para ser corresponsal. Escribió más de 30 artículos para el diario en los siguientes seis años. Marx y Engels fueron muy cercanos a Harney y Ernest Jones.

Harney fue originalmente el editor del Northern Star bajo la dirección de O’Connor, pero a medida que las ideas socialistas de Harney se profundizaron, con la influencia de Marx y Engels, aquel se apartó del Northern Star. Con el respaldo de Jones, Harney fundó un periódico socialista, The Red Republican, en junio de 1850. En noviembre de 1850, ese diario publicó la primera traducción al inglés del Manifiesto comunista de Marx y Engels.

Portada del Northern Star el 2 de diciembre de 1837

En 1848, al examinar la lucha de décadas de la clase trabajadora en Inglaterra y la gran importancia del primer movimiento político independiente de la clase obrera en la historia, Marx escribió: “Toda la lucha de los trabajadores contra los dueños de las fábricas … que ya dura ochenta años, una lucha que comenzó con la rotura de máquinas y luego pasó por etapas de combinaciones, ataques separados a las personas y propiedades de los dueños de fábricas y los pocos trabajadores dedicados a los dueños de fábricas, a través de revueltas más o menos grandes, a través de las insurrecciones de 1839 y 1842, se ha convertido en la lucha de clases más consciente que el mundo haya visto: esta lucha de clases de los cartistas, el partido organizado del proletariado, contra el poder organizado de la burguesía ... es una guerra civil social”.

Portada de El Republicano Rojo en noviembre de 1850 anunciando la publicación del Manifesto Comunista

La degeneración política y el estancamiento intelectual que siguieron a la derrota del gran movimiento político revolucionario de la clase trabajadora británica, el cartismo, tuvo su expresión en la ascendencia del sindicalismo. El fervor revolucionario fue reemplazado por una aburrida conciliación pequeñoburguesa con la clase dominante. En palabras de Theodore Rothstein, “La característica distintiva de esta perspectiva mental fue la aceptación de la sociedad capitalista, aceptación que encontró su expresión en el rechazo de la acción política y en el reconocimiento de las enseñanzas de la vulgar economía política de la armonía de intereses como entre los empleadores y la clase trabajadora”.

Como David North señaló en su conferencia de 1998 titulada ¿Por qué los sindicatos son hostiles al socialismo?, “En Inglaterra, los sindicatos se desarrollaron sobre las ruinas del cartismo e independientemente del movimiento socialista”.

No sorprende que fuera un consejo dominado por los laboristas el que destruyó en 2013 un mural de mosaico de 35 metros de largo en Newport, la ciudad del levantamiento. El mural estaba situado en una pasarela subterránea que llevaba a la Plaza John Frost—nombrada así por el líder cartista—y a unos doscientos metros de la lucha principal ocurrida en el Hotel Westgate.

Un mural que representa el Levantamiento de Newport que fue demolido por el consejo local del Partido Laborista

Los cartistas siguen siendo figuras heroicas en la historia del esfuerzo de la clase trabajadora internacional por la emancipación y la liberación. El cartismo representa una lección histórica clave, en la que la clase obrera debe ver, como insistió Trotsky, “no solo su pasado sino también su futuro”.

El resumen de Trotsky sobre el significado del cartismo para la clase trabajadora de hoy sigue siendo tan verdadero y poderoso como cuando lo escribió, en 1925:

La era del cartismo es inmortal, ya que en el transcurso de una década nos da en forma condensada y esquemática toda la gama de la lucha proletaria—desde las peticiones en el Parlamento hasta la insurrección armada … Así como los cartistas descartaron a los predicadores sentimentales de “fuerza moral” y reunieron a las masas tras la bandera de la revolución, el proletariado británico se enfrenta con la necesidad de sacarse de encima a reformistas, demócratas y pacifistas, y aliarse con la bandera de un derrocamiento revolucionario.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de noviembre de 2019)

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