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Perspectiva

La crisis del juicio político y sus consecuencias políticas

El martes, los legisladores demócratas publicaron dos artículos para iniciar el juicio político contra el presidente estadounidense, Donald Trump, centrándose en las acusaciones de que el presidente “comprometió la seguridad nacional de Estados Unidos.

El fascista en la Casa Blanca está siendo procesado, no por arrancar a miles de niños inmigrantes de los brazos de sus padres, perseguir a los disidentes políticos Julian Assange y Chelsea Manning, o presidir un aparato global para asesinatos extrajudiciales. Por el contrario, el sometimiento de Trump al juicio político se debe a no perseguir con suficiente vigor el conflicto con Rusia.

El presidente Trump en una rueda de prensa en noviembre [crédito: Casa Blanca]

El documento argumenta que el presidente estadounidense “traicionó la nación” al retrasar “la entrega de $391 millones de fondos fiscales de EE. UU. que el Congreso había asignado… para proveer una asistencia de seguridad militar vital para que Ucrania se oponga a la agresión rusa”.

Este es el primer juicio político de un presidente en funciones con base en la acusación de que es él constituye “una amenaza a la seguridad nacional”. Los tipos de argumentos extraconstitucionales siendo utilizados por las agencias estadounidenses de inteligencia para justificar el uso de micrófonos para espionaje masivo sin órdenes judiciales, la tortura, las “entregas” de prisioneros y el asesinato de un estadounidense dentro del marco de la “guerra contra el terrorismo”, están siendo utilizados ahora para deponer a un presidente.

El juicio político y la campaña contra Rusia que lo precedió han involucrado una intervención enorme por parte de la CIA y el FBI en la política interna. La investigación para el proceso político fue en sí provocada por un agente de la CIA que trabajaba en la Casa Blanca, mientras que un reporte publicado recientemente muestra que el FBI justificó plantarle un micrófono a un exasesor de Trump citando un cambio de la política hacia Ucrania en la plataforma del Partido Republicano.

Este proceso es la primera vez —con la posible excepción de los eventos sospechosos y turbulentos en torno del asesinato de John F. Kennedy— que la CIA y las agencias de inteligencia asociadas han buscado deponer a un presidente en funciones.

Cualquiera que apoye la operación de juicio político de los demócratas con la esperanza de que deponer a Trump en estos términos pueda tener alguna consecuencia progresista simplemente está ignorando todo lo que los demócratas y sus aliados en la CIA han dicho y hecho.

El elemento más extraordinario del juicio político fue el dominio casi completo de la política estadounidense en Ucrania. Tiene el máximo significado político, ni hablar de ser algo extrañamente irónico, que la instigación estadounidense del golpe de Estado encabezado por fascistas en 2014 en Kiev haya tenido consecuencias de gran alcance para la vida política en EE. UU. A fin de llevar a cabo su enfrentamiento con Rusia, que fue la razón del golpe de Estado, las agencias de inteligencia que determinan la política del Partido Demócrata se han visto obligadas a buscar la destitución por juicio político de Trump.

En 1986, escándalo Irán-Contras fue desatado por la revelación de que el Gobierno de Reagan había desarrollado un esquema para vender armas a Irán, a fin de comprar armas para financiar una guerra ilegal contra el régimen sandinista en Nicaragua. La investigación reveló que el Gobierno de Reagan violó flagrantemente la Enmienda Boland, aprobada por el Congreso para prohibir la ayuda del Gobierno de EE. UU. a los Contras.

Pero, en este caso, la principal acusación es que Trump retrasó la entrega de dinero asignado por el Congreso para promover una guerra planificada enteramente detrás de las espaldas del pueblo estadounidense.

Los impulsos antidemocráticos detrás de la marcha de juicio político fueron resumidos por los comentarios del archibelicista Thomas Friedman, quien escribió en el New York Times ayer, “En general, creo que los presidentes deberían ser electos y depuestos por los votantes en comicios. Pero, cuando escucho a los defensores de Trump gritar, ‘El juicio político menoscaba la voluntad del pueblo’, digo ‘¿Es en serio?’”.

Decir que “en general”, los líderes del país deben ser seleccionados por los votantes es decir que esto solo aplica cuando le conviene a la CIA, el FBI y el ejército.

La verdadera queja de Friedman no es que Trump esté menoscabando “la voluntad del pueblo”, sino lo que las facciones dominantes de las agencias de inteligencia consideran los imperativos geopolíticos de la clase gobernante estadounidense.

Más allá de todo lo que dicen los demócratas sobre “corrupción”, “obstrucción de justicia”, “sobornos” y “un derrumbe del crimen organizado”, las verdades razones para el juicio político han quedado plenamente expuestas como diferencias sobre cómo avanzar las políticas predatorias del imperialismo estadounidense.

Tanto la Presidencia de Trump como la campaña de juicio político de los demócratas son manifestaciones de la profunda e irresoluble crisis de la democracia estadounidense. Trump ha amenazado con convertir la batalla en torno al juicio político en una “guerra civil”, sugiriendo que podría apelar a sus simpatizantes armados y ultraderechistas para que lo defienden contra lo que ha llamado un “golpe de Estado del Estado profundo”.

La campaña de los demócratas contra la “injerencia extranjera” que dio forma al juicio político ha ofrecido el marco para imponer medidas de censura internas. Las agencias de inteligencia y los representantes de ambos partidos han reclutado a Google, Facebook y Twitter para enterrar o borrar las publicaciones, páginas o grupos izquierdistas, socialistas y contra la guerra.

Pero incluso mientras Trump y sus oponentes demócratas se denuncian frenéticamente como traidores y exigen el enjuiciamiento del otro, ha emergido al mismo tiempo una unidad bipartidista impresionante sobre las cuestiones fundamentales que enfrenta el imperialismo estadounidense.

Esto quedo perfectamente claro esta semana con el anuncio veloz de los legisladores demócratas de que apoyan los acuerdos sobre dos legislaciones clave: el Tratado Comercial EE. UU., México y Canadá dirigido contra China y la aprobación del mayor presupuesto militar en la historia de EE. UU.

La ley del presupuesto militar (NDAA, por sus siglas en inglés), aprobada abrumadoramente por la Cámara de Representantes ayer, establece una nueva rama de las fuerzas armadas estadounidenses, la Fuerza Espacial, mientras aplica nuevas sanciones contra Rusia, China, Turquía y Corea del Norte.

“¡Wow! Todas nuestras prioridades se incluyeron en la NDAA”, presumió Trump, indicando en particular la eliminación de lenguaje que prevenía el uso de los fondos del Pentágono para su ofensiva contra los inmigrantes. En medio de un aumento en la desigualdad social, todas las facciones de la élite gobernante estadounidense están dedicadas a la guerra en el exterior y los ataques contra los derechos democráticos dentro del país.

La crisis política en Washington está siendo definida por el resurgimiento global de la lucha de clases y el recrudecimiento de la crisis del imperialismo estadounidense.

Los últimos seis meses han visto una expansión sin precedentes de las luchas de clases en todo el mundo. Han estallado protestas de masas contra la desigualdad en Chile, Puerto Rico, Líbano e Irak. Los trabajadores automotores han hecho huelga en México y Estados Unidos, mientras que gran parte del metro de París permanece cerrado ante la ola huelguística en Francia. Una edición reciente de la revista Time intitulada “Cómo las élites de EE. UU. perdieron su dominio”, llama preocupada la atención al crecimiento de la recepción al socialismo en todo el país.

Es igual de importante la serie de reveses en los esfuerzos del imperialismo estadounidense tras la disolución de la Unión Soviética para mantener su hegemonía global por medio de la violencia militar.

En 2003, cuando EE. UU. invadió Irak, el World Socialist Web Site señaló, “Independientemente del resultado de las etapas iniciales del conflicto que ha iniciado, el imperialismo tiene una cita con el desastre. No puede reimponer las cadenas coloniales sobre las masas de Oriente Próximo. No encontrará por medio de las guerras una solución viable a sus malestares internos. Por el contrario, las dificultades no previstas y la creciente resistencia engendrada por la guerra intensificarán todas las contradicciones internas de la sociedad estadounidense”.

Más de quince años después, las guerras en Irak y Afganistán están viendo debacles generalizadas. Las operaciones de cambio de régimen respaldadas por EE. UU. en Siria y Libia no han creado más que baños de sangre. Y el golpe de Estado respaldado por EE. UU. en Ucrania, que comenzó como un esfuerzo para incorporar a Ucrania en la OTAN, no ha tenido éxito en sus objetivos fundamentales.

Dentro de este contexto, la revista Foreign Affairs señaló que “no es una sorpresa” que “Ucrania esté en el centro de la tormenta”.

“Durante el último cuarto de siglo”, todos los esfuerzos de EE. UU. para imponer su hegemonía en el “continente eurasiático han trastabillado en los escollos de Ucrania. Esto se debe a que es en Ucrania donde la brecha entre las ilusiones triunfalistas del fin de la historia y las realidades continuas de competición entre grandes potencias asumen su forma más evidente”.

Pero, ante esta enorme serie de fracasos y debacles, el imperialismo estadounidense está redoblando su insistencia, reemplazando la “guerra contra el terrorismo” con preparativos para “conflictos entre grandes potencias”.

La crisis irresoluble del imperialismo estadounidense ha generado conflictos profundos dentro de la clase gobernante.

Pero el desinterés relativo en los procedimientos entre el grueso de la población subraya el carácter fundamentalmente antidemocrático y reaccionario de la operación. Independientemente de lo que acontezca en el juicio político, el resultado será un giro aún más a la derecha. Si es exitoso, intensificará el enfrentamiento con Rusia, cuyas consecuencias peligrosas son incalculables. Su fracaso podría fortalecer a Trump.

La batalla contra el Gobierno de Trump es inseparable de la lucha contra el sistema capitalista y los complots militares de ambos partidos. Debe ser librada de manera completamente independiente y en oposición al Partido Demócrata.

La base social objetiva de la lucha contra el Gobierno de Trump es el resurgimiento global de la lucha de clases. Si se une internacionalmente y se arma con una perspectiva socialista, la ola creciente de huelgas y protestas de la clase obrera es el medio para oponerse, no solo al Gobierno de Trump, sino al sistema capitalista que refleja corruptamente.

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[15 octubre 2019]

(Publicado originalmente en inglés el 12 de diciembre de 2019)

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