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Perspectiva

¡Opónganse a los intentos de los sindicatos franceses de estrangular la lucha contra Macron!

La semana pasada, en medio de huelgas y protestas, los trabajadores ferroviarios y de otros transportes públicos en Francia finalizaron una huelga que inició el 5 de diciembre contra los recortes de pensiones del presidente Emmanuel Macron. Financieramente exhaustos, los trabajadores acabaron la huelga continua más larga en Francia desde la huelga general de mayo de 1968. Ante la acumulación de ira contra Macron y los otros representantes políticos de los bancos internacionalmente, es tiempo de elaborar un balance de esta experiencia estratégica de la clase obrera internacional.

La huelga, que obtuvo apoyo entre las protestas en marcha de los “chalecos amarillos”, mostró el vasto poder de la clase obrera. A pesar de recortar la actividad económica y afectar el transporte, dos tercios de la población la apoyaron contra Macron. Los huelguistas sabían que eran parte de un resurgimiento global de la lucha de clases junto a las protestas masivas en Argelia, Irak y América Latina, las huelgas de maestros y trabajadores automotores en EE. UU. y las decenas de millones de trabajadores indios que han hecho huelga contra las leyes antimusulmanes.

Trabajadores protestan recortes de pensiones en Francia [crédito: AP Foto/Daniel Cole]

Está apareciendo un fervor revolucionario. Los llamados a la “revolución” y “huelga general” resonaron en las protestas de millones en toda Francia, según circulaban demandas de un paro en los puertos, refinerías y plantas automotrices.

Sin embargo, el resultado expuso a todos los partidos pseudoizquierdistas que llamaron a resolver este conflicto por medio de negociaciones sindicales con Macron. La Confederación General del Trabajo y el Partido Comunista Francés, ambos estalinistas, el Partido Socialista patronal, el Nuevo Partido Anticapitalista pablista y el “populista de izquierda” posmodernista Jean-Luc Mélenchon firmaron un llamado conjunto para que Macron “retire su plan”. Le suplicaron a Macron “pláticas inmediatas con los sindicatos sobre un plan de pensiones justo y democrático que lleve al progreso para todos, sin aumentar la edad de jubilación”.

En vez de movilizar a la clase obrera, la CGT y sus aliados sabotearon la huelga, dejando que, Macron procediera. Los sindicatos aislaron el paro ferroviario y del transporte al no convocar huelgas en otras industrias y pagándoles una miseria de euros de sueldo de huelga durante las seis semanas de la huelga ferroviaria. Macron podría enviar su proyecto de ley para recortar las pensiones al consejo de ministros el viernes, preparando la negociación de los últimos detalles presupuestarios con los sindicatos y su aprobación en la Asamblea Nacional.

La política de Macron es enviar a policías antidisturbios para aplastar toda oposición. Utilizando autos acorzados, cañones de agua y gases lacrimógenos contra los manifestantes, la policía ha arrestado a más de 10.000 personas desde que iniciaron las protestas de los “chalecos amarillos” en 2018. Macron ha condecorado descaradamente a las unidades policiales responsables de atrocidades en las protestas, como los asesinatos de los transeúntes Zineb Redouane y Steve Caniço, o el ataque casi fatal contra la manifestante de mayor edad, Geneviève Legay, utilizando a la policía como perros de ataque a instancias de los bancos.

Macron encabeza una dictadura violenta. Planificó sus recortes de pensiones con las firmas financieras y BlackRock, la firma de inversiones global de $6 billones, las cuales anticipan ganancias instantáneas con el recorte de las pensiones de 20, 30 por ciento o más. La aseguradora AXA escribió en un anuncio reciente para inversores ricos que deberían pagar planes de pensiones privados para enfrentar “el declive planificado de largo plazo en los niveles de pensiones estatales”. En cuanto a los trabajadores, el Estado pretende que vivan empobrecidos durante su retiro.

La enemistad consciente del Estado policial hacia los trabajadores se puso de manifiesto cuando el prefecto de la policía de París, Didier Lallement, afirmó bruscamente a una parisina que criticaba la brutalidad policial en las protestas de los “chalecos amarillos”: “No estamos en el mismo bando, madame”.

Se derivan lecciones políticas y estratégicas clave para los trabajadores internacionalmente de esta huelga. Como advirtió el Parti de l’egalité socialista (PES), no hay nada que los trabajadores tengan que negociar con Macron y, detrás suyo, los mercados financieros y la aristocracia capitalista. Detener los planes del Estado policial de empobrecer a la población exige construir comités de acción, organizaciones de las bases obreras independientes de los sindicatos, para movilizar a capas mucho más amplias de trabajadores en contra de Macron.

Su Gobierno, aislado y odiado, apenas puede protegerse del aumento del enojo en la población. Las revistas noticiosas reportaron en otoño del año pasado que la familia de Macron vive aterrorizada de una insurrección. Finalmente se atrevió a hacer una aparición pública la semana pasada en el teatro Bouffes du nord en París. Él y su esposa Brigitte tuvieron que escapar después de que su presencia provocara protestas.

A los trabajadores no les hace falta fuerza en números, valentía o determinación, sino organización, una perspectiva política y conducción. Los sindicatos aprobaron la huelga del transporte el año pasado como un intento desesperado para mantener su control sobre los trabajadores tras repetidos paros espontáneos en el Ferrocarril Nacional. Pese a este giro táctico, continuaron desempeñando un papel central en negociar la austeridad y estabilizar el régimen capitalista.

La burocracia sindical no organizó una lucha decidida contra Macron, sino que negoció los recortes de pensiones junto a él, aisló las huelgas y se opuso a una lucha más amplia. Esto refleja los intereses materiales de los sindicatos: el presupuesto anual de €4 mil millones para los sindicatos es financiado en gran parte por el Estado y los grupos empresariales. Su papel de clase fue expuesto por el aliado griego de la CGT-PCF, el Gobierno de la “Coalición de la Izquierda Radical” o Syriza: tomó el poder en 2015 después de un levantamiento de los trabajadores y jóvenes griegos, pero solo para imponer los recortes draconianos exigidos por la Unión Europea.

El papel reaccionario de lo que la clase gobernante ha vendido falsamente y por demasiado tiempo como la “izquierda” es una advertencia: para derribar a Macron, los trabajadores no pueden transferir el poder a otra parte de la élite política francesa en quiebra política, ni a otra facción de la máquina de Estado policial. El poder debe ir a los trabajadores que producen la riqueza de la sociedad y a quienes, tanto en Francia como internacionalmente, están demostrando su disposición a luchar contra el capitalismo. Un poco más de un siglo después de la revolución de octubre de 1917, la cuestión de transferir el poder estatal a la clase obrera ha reemergido.

La construcción de una nueva vanguardia revolucionaria es ahora decisiva. Ya se ha formado una vasta red de asambleas de “chalecos amarillos”, comités de huelga y grupos de protesta en las redes sociales. Tras el revés sufrido por la huelga inicial contra Macron, la tarea es clarificar las tareas políticas que se les presentan a los trabajadores y jóvenes que ya entraron en lucha, y movilizar en lucha a capas más amplias en Francia e internacionalmente.

La sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el Parti de l’egalité socialista, es el partido de la vanguardia marxista en Francia, fundado en oposición irreconciliable con los crímenes y traiciones del estalinismo y la pseudoizquierda de la clase obrera. Su papel, como escribió Lenin sobre el partido de la vanguardia en su obra clásica ¿Qué hacer?, es “saturar al proletariado con la consciencia de su posición y la consciencia de su tarea. No habría necesidad de hacer esto si la consciencia emergiera de la propia lucha de clases”.

La ola global de huelgas y luchas de la clase trabajadora, de la cual el movimiento contra la austeridad en Francia es una manifestación, tan solo marca el comienzo. El PES buscará orientar a los trabajadores y jóvenes en Francia hacia este resurgimiento global de las batallas de la clase obrera en la lucha por poner fin al caduco sistema capitalista y reemplazarlo con el socialismo.

(Publicado originalmente en inglés el 29 de enero de 2020)

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