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Perspectiva

Los mercados se disparan con anuncios de despidos

A medida que las bolsas de valores, encabezadas por Wall Street, escalan a nuevas cimas, añadiendo miles de millones de dólares a la riqueza de los superricos cada día, el crecimiento de la economía global está cayendo a sus niveles más bajos desde la crisis financiera global de 2008. Una vez más, la clase obrera está siendo obligada a pagar, con el anuncio de importantes pérdidas de empleos.

Los datos económicos de las mayores economías capitalistas muestran un giro negativo y cada vez más rápido. En EE. UU., la mayor economía del mundo, el crecimiento apenas supera el 2 por ciento. Este es el nivel más bajo de cualquier “recuperación” en el periodo de la posguerra, a pesar de las afirmaciones del presidente Donald Trump de que es el mayor auge en la historia.

El cierre de la fábrica Bayou Steel Group en LaPlace, octubre de 2019. La acería en Luisiana cerró repentinamente, despidiendo a 376 empleados, y se anunció que la fábrica cerrará en noviembre (AP Photo/Gerald Herbert)

En 2019, China, la segunda economía más grande, fue testigo del crecimiento más bajo en 30 años. Importantes sectores de la economía se encuentran paralizados aún debido al brote del coronavirus. Hay estimaciones de que el crecimiento para el primer cuatrimestre está cayendo, en algunos casos a cero.

Japón, la tercera mayor economía, se vio estremecido por el anuncio de que se contrajo 6,3 por ciento de forma anualizada en el cuarto trimestre de 2009. A pesar de que esto fue el resultado de un aumento en los impuestos sobre las ventas, el golpe fue mayor al esperado y se espera que continúe debido a los efectos del coronavirus.

El crecimiento en Alemania, la cuarte mayor economía, se aplanó. Según las predicciones, podría iniciar una recesión que arrastraría al resto de la eurozona, cuyo crecimiento fue de apenas 0,1 por ciento en el cuarto trimestre del año.

En Corea del Sur, uno de los mayores centros manufactureros, el Gobierno ha llamado a implementar medidas de “emergencia” ante la desaceleración de China y Japón. Australia, la doceava economía más grande, parece que va a perder su racha de 28 años sin una recesión.

El proceso en marcha pone de relieve su lógica de clases. A medida que la riqueza de las élites financieras se ve impulsada por el crecimiento de los mercados bursátiles, alimentada por el aprovisionamiento de billones de dólares por parte de los bancos centrales a nivel mundial, además de la promesa de que esto continuará, la clase obrera está siendo obligada a asumir la carga.

Los recortes de empleos se están propagando por toda la manufactura, particularmente la automotriz. Cada semana viene con nuevos anuncios. La semana pasada, la empresa Renault anunció un programa de $2,2 mil millones en reducción de costos que involucrará recortes de puestos. El mes pasado, Volkswagen prometió masacrar “las vacas sagradas”, anunciando la eliminación de 20.000 empleos solo en Alemania.

Según las últimas estimaciones, aproximadamente 100.000 empleos serán eliminados en la industria automotriz en 2020. Esto se suma a los más de 500.000 recortes de puestos el año pasado en industrias relacionadas con los autos a nivel global. En India, hay advertencias de que hasta un millón de los cinco millones de empleos en la industria de autopartes están en riesgo.

Esta masacre mundial de empleos está siendo impulsada por dos procesos: la caída del mercado de autos como resultado de la menor demanda, siendo el estancamiento salarial en todo el mundo y los amplios cambios tecnológicos causas de esto. Las empresas están preparándose para un futuro de carros eléctricos y sin conductor, reduciendo los costos para ser competitivos en las nuevas circunstancias.

Karl Marx describió la lógica esencial del proceso hace más de 170 años. La guerra industrial de los capitalistas, escribió, “tiene la peculiaridad de que no ganan sus batallas tanto por reclutar, sino al despedir de su ejército laboral”, ya que los generales “compiten unos contra otros por quién puede despedir a más soldados laborales”.

Este proceso no está confinado a la producción automotriz, sino que ocurre en todo sector de la economía.

Esta semana, la Hong Kong Shanghai Banking Corporation (HSBC), cuya sede está en Londres, señaló que reduciría su fuerza laboral en 35.000 puestos para el próximo periodo, como parte de lo que el director ejecutivo Noel Quinn llamó “las reestructuraciones más profundas” en los 155 años de historia del banco global, algo que su equipo gerencial está “comprometido a ejecutar a tiempo”.

El anuncio de HSBC se produce después de la decisión del Deutsche Bank de Alemania de eliminar 18.000 empleos como parte de la reestructuración.

La industria de ventas minoristas también se ha visto devastada. Decenas de miles de tiendas tradicionales en EE. UU. y alrededor del mundo han cerrado sus puertas, y se esperan más recortes de empleos.

Esta semana, el Washington Post reportó que el gigante estadounidense Walmart tiene planeado eliminar empleos como parte de su reestructuración hacia tiendas en línea para competir con Amazon. En un lenguaje brutal del mundo empresarial, dijo que los gerentes de tiendas deben seguir “los procedimientos estándar de despidos” para cualquier “asociado que no haya sido elegido para otra posición en la empresa”. Ese edicto potencialmente afectará a miles de trabajadores, algunos con décadas de servicio.

La diferencia entre la situación que enfrenta la clase obrera y la acumulación de riqueza en la cima de la sociedad se ve ejemplificado en el enriquecimiento meteórico de Elon Musk, el dueño de la empresa de autos eléctricos Tesla.

Debido a un aumento espectacular en el precio de las acciones de Tesla este mes, la riqueza neta de Musk aumentó $4,5 mil millones en solo un día, convirtiéndolo en la persona que está escalando más rápido la lista global de milmillonarios. En solo seis semanas, su riqueza aumento $13,9 mil millones, $316 millones por día en lo que va del año. Hay predicciones de que Musk podría superar a Jeff Bezos como el hombre más rico del mundo.

La destrucción de empleos y devastación de las condiciones de la clase obrera no son algún infortunio o accidente de la acumulación de riqueza en manos de una rapaz oligarquía financiera. De hecho, hay una relación causal.

El precio de las acciones de las corporaciones más grandes, donde las élites consiguen sus fortunas, depende de la estimación de los mercados financieros en cuanto a su éxito en reducir costos, desechando a trabajadores e intensificando la explotación de los trabajadores que queden. El mercado bursátil y todo el sistema financiero funcionan como un mecanismo institucionalizado para bombear riqueza hacia arriba.

Los enormes avances en la tecnología, vinculados a las mejoras en la inteligencia artificial y su uso por medio del internet, aumentan la productividad y tienen la capacidad de mejorar las condiciones sociales y económicas del grueso de la población. Por el contrario, a través de las operaciones del sistema de lucro capitalista, están siendo utilizadas para concentrar la riqueza producida socialmente en manos de una diminuta minoría.

No existe una cura para esta enfermedad social cada vez más decadente con reformas como parches o curitas. Debe ser tratada desde su raíz y superada por medio de la lucha unida de la clase obrera internacional para establecer el sistema socioeconómico más avanzado y necesario. Esto es el socialismo internacional, en que las fuerzas productivas, las cuales son creadas por el trabajo de los productores mundiales, están bajo control colectivo y se utilizan para el beneficio de todos.

(Publicado originalmente el 19 de febrero de 2020)

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