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Washington y su títere Guaidó implicados en ataques armados a Venezuela

Un segundo grupo de mercenarios que intentaba invadir Venezuela fue capturado el lunes por la tarde como parte de una operación fallida para derrocar al Gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Las autoridades locales de la ciudad de Chuao, en la costa norte del país, informaron que el grupo de hombres armados fue sometido por la población local, incluso por unos pescadores, quienes fueron los primeros en detectar el intento de desembarco. Luego fueron entregados a las fuerzas de seguridad. Se identificaron al menos dos de los capturados como ciudadanos de los Estados Unidos.

Mercenarios capturados en Chuao, Venezuela.

Los acontecimientos en Chuao siguieron a la noticia de que las tropas venezolanas habían bloqueado una incursión en la madrugada del domingo de un pequeño grupo de hombres armados que desembarcaron en Macuto, en el estado de Vargas, también en la costa norte y cerca de Caracas, la capital. Se informó que ocho de los invasores murieron en la operación, y dos fueron capturados. El ministro del interior del país, Néstor Reverol, declaró que nueve rifles, dos ametralladoras AFAG y una pistola Glock de 9 milímetros fueron capturados junto con seis vehículos equipados con ametralladoras, una lancha de desembarco, teléfonos satelitales, municiones, tarjetas de identidad y uniformes, incluyendo un casco con el emblema de una bandera estadounidense.

Las autoridades venezolanas dijeron que uno de los dos mercenarios capturados en Macuto afirmaba ser un agente de la Agencia de Control de Drogas de los Estados Unidos.

Hablando ante una cumbre en línea del Movimiento de los 120 países no alineados el lunes, Maduro acusó a los mercenarios enviados a Venezuela de haber sido entrenados en Colombia y pagados por los Gobiernos de Bogotá y Washington. Su objetivo, añadió, era asesinarlo para lograr los objetivos de EE.UU. de cambio de régimen.

“El objetivo central era matar al presidente de Venezuela, un ataque terrorista en medio de una pandemia”, declaró.

Juan Guaidó, el político de derecha y autoproclamado “presidente interino” a principios del año pasado, que fue reconocido inmediatamente como el Gobierno “legítimo” de Venezuela, emitió inicialmente una declaración en la que negaba cualquier implicación en los acontecimientos y descartaba los informes de incursiones armadas como una operación de falsa bandera llevada a cabo por el Gobierno.

Sus negativas, sin embargo, fueron rápidamente desmentidas con la publicación de imágenes en la cuenta de Twitter de la periodista venezolana con sede en EE.UU. Patricia Poleo—una virulenta oponente de Maduro—de un contrato firmado entre Guaidó y Jordan Goudreau quien dirige Silvercorp USA, un negocio de contratación de seguridad con sede en Florida.

Goudreau, un ex Boina Verde que fue desplegado en Iraq y Afganistán, había iniciado el negocio, según Associated Press, con el objetivo de vender a los distritos escolares la idea de desplegar agentes antiterroristas dentro de las escuelas, disfrazados de profesores.

En febrero de 2019, Goudreau comenzó su participación activa en las provocaciones respaldadas por los Estados Unidos contra Venezuela, proporcionando seguridad para un concierto organizado por el multimillonario británico Richard Branson en la frontera venezolano-colombiana, como parte de una fallida operación de la CIA destinada a forzar el ingreso de convoyes de ayuda ficticios a Venezuela.

Poleo también publicó una grabación de audio de una conversación entre Goudreau y Guaidó acordando la firma del contrato, en la que Guaidó le dice al mercenario estadounidense que Venezuela se enfrenta a una crisis humanitaria y “tenemos que resolver la situación”.

El contrato de 70 páginas garantizaba “planificación estratégica/asesoramiento; dirección del proyecto; adquisición de equipos; contratación de personal; asesoramiento logístico; asesoramiento para la ejecución del proyecto” durante al menos 495 días, o hasta el cumplimiento de la operación, todo ello por un total de $212,9 millones, garantizados por el dinero del petróleo venezolano incautado por el Gobierno de los Estados Unidos.

Contrato firmado entre Juan Guaidó y el mercenario estadounidense Jordan Goudreau.

En una entrevista con Poleo Monday, Goudreau confirmó el contrato, pero afirmó que Guaidó y sus colaboradores no pagaron un anticipo de $1,5 millones. “Siguieron prometiendo semana tras semana que pagarían”, dijo.

Cuando se le preguntó si la operación que se desarrollaba en las costas venezolanas era la que se había previsto en el contrato, Goudreau respondió: “Esta era la operación, esta fue. Una operación para derrocar al gobierno de Maduro”.

El ex Boina Verde dijo que otras “células” de opositores armados al Gobierno venezolano habían sido activadas en todo el país. No hubo una confirmación inicial de esta afirmación.

No hay duda de que los elementos involucrados en el intento de invasión fueron entrenados en campamentos en Colombia que operaban con el permiso del Gobierno colombiano y, con toda probabilidad, con la colaboración de las agencias militares y de inteligencia de los Estados Unidos.

Las principales figuras venezolanas identificadas en el plan de invasión han sido contabilizadas. Se dio a conocer una fotografía del cuerpo del ex capitán de la Guardia Nacional venezolana Robert Colina, alias Pantera, quien emitió un video previo al intento de invasión llamando a los miembros de las fuerzas armadas y la policía a unirse a los mercenarios.

Entre los capturados se encontraba Adolfo Baduel, hijo del general retirado Raúl Isaías Baduel, quien estuvo involucrado en anteriores provocaciones militares. Fue grabado diciéndole a uno de sus captores que los dos ciudadanos estadounidenses con los que fue capturado le dijeron que trabajaban para el jefe de seguridad del presidente de los Estados Unidos Donald Trump.

Un artículo de Associated Press, que perfiló el desempeño de Goudreau en un anterior plan fallido para invadir Venezuela con 300 desertores militares entrenados en Colombia, informó que el ex Boina Verde había sido presentado a Guaidó y a sus cohortes por Keith Schiller, el antiguo guardaespaldas del presidente Trump, quien se desempeñaba como director de operaciones de la Oficina Oval.

Otro individuo identificado entre los capturados durante las incursiones fue Antonio Sequea, un excapitán venezolano que apareció en un video llamando a los militares a dar un golpe de estado. Goudreau lo había descrito como un líder de la operación.

Por último, está Clíver Alcalá Cordones, un general de división venezolano retirado que, según se informa, había estado involucrado en el complot para invadir Venezuela antes de entregarse a las autoridades estadounidenses en Colombia, tras ser acusado junto con otros oficiales venezolanos de estar involucrado en el tráfico de drogas.

El abortivo plan de invasión se ha desarrollado en medio de una creciente campaña de agresión del imperialismo estadounidense contra Venezuela. Washington ha endurecido las sanciones económicas incluso ahora que Venezuela se enfrenta a la amenaza de la pandemia del coronavirus, con su sistema de salud al borde del colapso por la falta de medicinas y equipos médicos como resultado del bloqueo de los Estados Unidos. Si bien el número total de casos confirmados ha alcanzado sólo 357, y el total de muertes 10, el regreso de miles de trabajadores que habían emigrado a Brasil, Ecuador, Perú y Chile, donde la tasa de infección es mucho más alta, amenaza con encender la pandemia también en Venezuela.

Al mismo tiempo, la administración de Trump ha lanzado una operación militar dirigida contra Venezuela, la más grande del hemisferio desde la invasión estadounidense de Panamá en 1989. El despliegue de buques de guerra, aviones AWAC y tropas de Operaciones Especiales se ha realizado con el pretexto de combatir el narcotráfico, a pesar de que la cantidad de narcóticos canalizados a través del país es infinitesimal en comparación con los gobiernos de derecha de Colombia y América Central que se han alineado con Washington.

Si bien el Gobierno de Maduro ha demostrado hasta ahora tener éxito en la lucha contra el coronavirus, la crisis social y la lucha de clases sólo se han intensificado por la pandemia. Según el Observatorio Venezolano de Conflictos Sociales (OVCS), el número de manifestaciones en el país durante el mes de marzo, en medio de una cuarentena nacional impuesta en respuesta al coronavirus, llegó a 580. Más de la mitad de ellas fueron provocadas por la escasez de gas y el corte de los servicios básicos. Al menos 133 de ellos estaban relacionados con huelgas y otras luchas laborales.

A finales de abril se informó de un número aún mayor de protestas, con saqueos y enfrentamientos con la policía y el ejército en varios estados.

La cuarentena ha hecho que capas cada vez más amplias de la población sufran hambre, ya que los precios de los alimentos siguen subiendo más allá del alcance del salario promedio de los trabajadores, y los que dependen de la economía informal se ven privados de algún recurso para ganarse la vida. El impacto más extremo se ha sentido en el sistema penitenciario del país, en el que los reclusos dependían en gran medida de que sus familiares les trajeran alimentos. El bloqueo de las visitas a la prisión por la cuarentena de coronavirus desencadenó rebeliones carcelarias impulsadas por el hambre en tres grandes prisiones, que provocaron la muerte de 97 reclusos. El Gobierno venezolano informó cruelmente de que había “neutralizado” a los reclusos asesinados.

Si bien están surgiendo las condiciones para que se produzcan disturbios revolucionarios desde abajo en Venezuela, no hay indicios de que el descontento social se traduzca en un mayor apoyo a Guaidó y sus cómplices derechistas, que representan los intereses de la oligarquía gobernante tradicional de Venezuela. Su desprecio por las condiciones de las masas encontró una expresión concreta en la asignación de Guaidó de 5.000 dólares mensuales para sus partidarios en la Asamblea Nacional, pagados con el dinero robado por Washington a Venezuela.

La clase obrera venezolana sólo puede encontrar una salida a la crisis actual mediante la ruptura con todos los sectores de la clase dominante del país, incluyendo la boliburguesía, la capa de funcionarios del Gobierno, contratistas y especuladores financieros que se han enriquecido bajo los gobiernos “socialistas bolivarianos” de Hugo Chávez y Maduro. Sólo puede defender sus derechos esenciales y derrotar al imperialismo por medio de su propia lucha independiente por el socialismo en unidad con las luchas de los trabajadores de toda América y a nivel internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de mayo de 2020 )

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