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Perspectiva

La pseudociencia asesina de la “inmunidad de rebaño”

El 12 de mayo, Foreign Affairs, la principal revista de política exterior estadounidense, argumenta en un artículo que una porción grande de la población estadounidense y mundial se contagiará del COVID-19. El artículo intitulado “La estrategia sueca para el coronavirus pronto será mundial: la inmunidad de rebaño es la única opción realista—la cuestión es cómo llegar ahí de manera segura”.

Concluye, “Los esfuerzos para contener el virus están destinados a fracasar en muchos países y un gran porcentaje de personas se contagiará al final”. Afirma que “administrar —en vez de derrotar— la pandemia es la única opción realista”.

El argumento central realizado por los proponentes de la “inmunidad de rebaño” es que, una vez que suficientes personas se contagien con COVID-19, quizás entre 50 y 70 por ciento de la población, la tasa de infección caerá de manera natural.

Como un corolario, los defensores de la inmunidad de rebaño afirman que los intentos para contener la propagación de la pandemia, como la toma de pruebas, el rastreo de contactos y el aislamiento de los infectados, así como el cierre de escuelas y negocios, deberían abandonarse para permitir que la enfermedad se extienda lo más posible.

Dos acontecimientos esta semana expusieron que esta teoría pseudocientífica es falsa y peligrosa. En un testimonio ante el Congreso el martes, el Dr. Anthony Fauci, dejó en claro que no existe evidencia concluyente de que contagiarse de COVID-19 resulte en una inmunidad de largo plazo, revalidando la misma advertencia hecha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el mes pasado.

Además, varios países han comenzado a reportar los resultados de pruebas a gran escala en busca de anticuerpos para el COVID-19. A nivel universal, estas pruebas muestran que, incluso en las áreas con los peores brotes, solo una pequeña fracción de la población se ha infectado.

Un estudio publicado esta semana descubrió que solo el cinco por ciento de la población española tiene anticuerpos para el COVID-19. Esto, a pesar de que España tiene es el país con más casos de COVID-19 como porcentaje de la población.

Incluso si recuperarse de una infección garantizar la inmunidad —que, de nuevo, no está claro—, la inmunidad hipotética de cinco por ciento de la población española ha cobrado 27.459 vidas. Esto significa que la tasa de contagio de 50 por ciento para comenzar a ver una caída en los casos requeriría el sacrificio de un cuarto de millón de seres humanos.

Si aplicaran tales cifras para EE.UU., con sus 330 millones de habitantes, una hipotética “inmunidad de rebaño” necesitaría el sacrificio de casi dos millones de personas.

Es por esta razón que el portavoz de la OMS, Mike Ryan, respondió con disgusto esta semana cuando le preguntaron sobre la política de “inmunidad de rebaño”.

“Los humanos no son rebaños”, dijo el veterano epidemiólogo irlandés. Afirmó que el término solo es relevante en el campo de la agricultura, en que “un animal individual en ese sentido no importa desde la perspectiva de la economía brutal de esas decisiones”.

El uso del término, indicó, “podría llevar a una aritmética sumamente brutal que no coloca a las personas y las vidas y el sufrimiento en el centro de esa ecuación.

“Esta idea de que quizás los países que emplean medidas laxas y no han hecho nada mágicamente llegarán a una inmunidad de rebaño, entonces cuál es el problema si perdemos a algunas personas vieas en el camino. Este es un cálculo sumamente peligroso”.

Para justificar su utilización de este “cálculo peligroso”, los autores de Foreign Affairs citan el “modelo sueco”. Escriben:

Las autoridades suecas no solo declararon oficialmente el objetivo de llegar a la inmunidad de rebaño, que la mayoría de los científicos cree que se logran cuando más del 60 por ciento de la población ha tenido el virus. Pero, aumentar la inmunidad sin duda es parte de la estrategia más amplia del Gobierno, o al menos una consecuencia probable de mantener las escuelas, los restaurantes y la mayoría de los negocios abiertos.

Continúan:

Lejos de declarar un encierro o un estado de emergencia, Suecia les pidió a sus ciudadanos que practicaran distanciamiento social de manera principalmente voluntaria. Las autoridades suecas… rechazaron controles fuertes, sanciones y vigilancia policial. Los suecos han cambiado su comportamiento, pero no tan profundamente como los ciudadanos de otras democracias occidentales. Muchos restaurantes permanecen abiertos, a pesar de que mantienen una concurrencia leve; los niños pequeños siguen en las escuelas.

No obstante, el enfoque sueco a la pandemia del COVID-19 ha sido ferozmente criticado por los doctores, científicos y académicos, miles de los cuales firmaron una carta urgiendo al Gobierno a perseguir una política más agresiva.

Estos críticos apuntan al hecho de que el país ha sufrido un brote significativamente más letal que sus vecinos, con 361 muertes por millón comparado con Dinamarca (93 por millón), Noruega (43), Finlandia (53) e Islandia (29).

Las políticas temerariamente irresponsables de Suecia le han dado municiones a la ultraderecha internacionalmente, como ejemplo a favor de una reapertura prematura de negocios y escuelas.

Como todos los promotores de la política de “inmunidad de rebaño”, los autores del artículo, incluyendo a un graduado en ciencias políticas, un sociólogo y un economista, ni siquiera intentan cuadrar cuentas con las declaraciones generalizadas de los epidemiólogos, expertos en salud pública y la OMS de que el COVID-19 puede y debe contenerse con medidas convencionales de salud pública.

Simplemente dicen, en contra de toda la evidencia disponible, que es imposible controlar la enfermedad y prevenir que las personas se contagien.

Los países que han invertido en pruebas, cuarentenas y rastreo de contactos en línea con las prescripciones de la OMS, han bajado el número de nuevos casos a uno o dos dígitos. En Corea del Sur, un epicentro temprano del brote, solo han muerto 260 personas. China, el país donde se originó la enfermedad, ha tenido una tasa de muertes casi 100 veces menor que EE.UU. Malasia también ha visto números bajos similares.

Por el contrario, el devastador costo de la pandemia de COVID-19 en EE.UU., con cinco veces más casos que cualquier otro país, se relaciona directamente con el hecho de que EE.UU. no condujo una detección amplia por meses, como lo señaló el testimonio el jueves del oficial sanitario despedido, el Dr. Rick Bright.

Cabe notar que el artículo de Foreign Affairs excluye la palabra “pruebas”. Eso se debe a que es totalmente deshonesto. Presenta el cierre como un hombre de paja encarnando cualquier medida para contener la pandemia, denunciando los costos económicos y sociales de los cierres como un argumento a favor de no actuar.

En realidad, la OMS ha dejado en claro que los cierres son solo una medida temporal para prevenir que los sistemas sanitarios se abrumen y que deberían utilizarse para tener tiempo y expandir masivamente la infraestructura de salud pública y detener la pandemia.

Independientemente de que apoyen la “inmunidad de rebaño” abiertamente o no, la realidad es que ningún país de Norteamérica ni Europa planea prevenir un contagio amplio del COVID-19. Los cierres temporales en EE.UU. y Europa no han sido utilizados para obtener la infraestructura necesaria para realizar pruebas, cuarentenas y rastreo de contactos.

Por el contrario, los estados y condados están reabriendo sin importar sus tasas de infección, muestreo y capacidad médica, prácticamente garantizando, como advierten Fauci y Bright, un gran resurgimiento de la enfermedad, a corto plazo, durante la próxima temporada de gripe o ambos.

De acuerdo con la “economía brutal” del capitalismo, las vidas perdidas por la pandemia de COVID-19 son simplemente el costo de hacer negocios. Mientras se han derrochado billones de dólares para apuntalar los mercados financieros, no se ha realizado ningún esfuerzo serio para contener la pandemia, y cualquier medida de mitigación, incluyendo el cierre de ciertas empresas, está siendo rápidamente abandonada.

Los esfuerzos de la clase gobernante para oponer las vidas de los trabajadores a sus medios de vida es una elección totalmente falsa. Ambos se pueden defender con la asignación necesaria de recursos sociales para detener y erradicar el COVID-19 y todas las enfermedades infecciosas. Los lugares de trabajo no esenciales necesitan permanecer cerrados hasta que se implementen estas medidas.

Pero, contener la pandemia exige una inversión en infraestructura social que la clase capitalista no está dispuesta a hacer. La pandemia del COVID-19 ha dejado en claro la completa incompatibilidad del capitalismo con la preservación del derecho social más básico: el derecho a la vida.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de mayo de 2020)

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