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Perspectiva

Las declaraciones de impuestos de Trump y el parasitismo de la oligarquía financiera

El análisis detallado de las declaraciones de impuestos del presidente Donald Trump, difundido en la portada del New York Times del lunes, es más que una exposición del gánster corrupto que vive en la Casa Blanca. Es una condena para la clase dominante estadounidense en su conjunto, las familias superricas que monopolizan la riqueza del país, explotan a los trabajadores y dominan la política, incluyendo el Partido Demócrata y el Partido Republicano.

El Times obtuvo acceso a 20 años de declaraciones de impuestos personales y empresariales que proporcionan detalles exhaustivos sobre las manipulaciones financieras realizadas por la Organización Trump. La empresa familiar utilizó cientos de filiales y sociedades ficticias para evadir el pago de impuestos, incurrir en pérdidas de papel que se utilizaron para compensar los ingresos reales y asegurar el enriquecimiento sin fin de Trump y sus hijos a pesar de que su imperio de bienes raíces, casinos y clubes de golf era en gran medida poco rentable.

Como se declara en el informe, “en última instancia, el Sr. Trump ha tenido más éxito jugando a ser un magnate de los negocios que en la vida real”. Su programa de telerrealidad de la NBC, “El Aprendiz”, fue mucho más rentable que sus actividades de negocios reales. Sus quiebras y retrocesos son conocidos desde hace mucho tiempo, pero el relato del Times da una imagen, con gran detalle, de cómo el sistema fiscal, establecido y dirigido por las Administraciones demócratas y republicanas, le permitió acumular y mantener una gran riqueza a pesar de sus generalmente desastrosas incursiones en los negocios.

El informe del Times añade otra dimensión a la explicación de la respuesta de la Administración de Trump a la crisis del coronavirus. Dadas sus vastas propiedades en bienes raíces, hoteles y clubes de golf, Trump tenía un interés financiero directo e inmediato en exigir la reapertura de la economía y la reanudación de los viajes, las reuniones de negocios y los eventos deportivos, sin importar el costo en vidas humanas. En esto no estaba solo, sino que hablaba por los intereses de su clase.

Los detalles en el artículo —de que Trump no pagó ningún impuesto sobre la renta en 10 de los 15 años anteriores a su candidatura a la presidencia; y pagó 750 dólares en impuestos sobre la renta en 2016 y 2017, aproximadamente la misma cantidad que una camarera que trabaja con el salario mínimo; canceló 75.000 dólares en cortes de pelo como gasto empresarial; y dirigió cientos de miles en “honorarios de consultoría” a los bolsillos de sus hijos adultos— son condenatorios. Pero no es sorprendente que se demuestre en blanco y negro que Donald Trump es un farsante y un fraude. Millones de trabajadores lo han reconocido desde hace tiempo como un estafador sin escrúpulos tanto en los negocios como en la política.

Hace dos años, el Times publicó un examen igualmente detallado de cómo el padre de Trump manipuló el sistema fiscal para pasar la mayor parte de su riqueza a su hijo Donald mientras pagaba una tasa de impuestos efectiva de sólo el 10 por ciento, a pesar de que el impuesto oficial sobre el patrimonio era entonces del 55 por ciento. El WSWS comentó en su momento, “Con su exposición detallada de la fortuna de Trump, el Times ha confirmado, sin querer, lo que han insistido los socialistas. Continúa habiendo una oligarquía parasítica que es incompatible con los derechos sociales y democráticos más básicos de la gran mayoría de la población”.

La corrupción y la evasión de impuestos, quizás menos burda pero en algunos casos a mayor escala, son comunes en toda la élite gobernante estadounidense. Según las cifras del IRS, la tasa impositiva efectiva sobre la transferencia de la riqueza heredada es inferior al 4 por ciento, en comparación con la tasa impositiva promedio para los trabajadores del 18-19 por ciento. Hace décadas, antes de su condena por evasión de impuestos, la heredera de un hotel de Manhattan, Leona Helmsley, se burló: “Solo los pequeños pagan impuestos”. Eso sirve hoy como el lema de toda la aristocracia financiera.

Todo el mundo sabe que el IRS se empeña en acosar a los trabajadores. Ay del profesor o del trabajador automotor que sea acusado de pagar menos de lo debido al IRS, incluso cuando la agencia regularmente hace la vista gorda a los esquemas masivos de evasión fiscal como los de la familia Trump. Los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman han descrito cómo, durante décadas, el Gobierno de los Estados Unidos ha recortado continuamente los impuestos de los ricos y ha destruido los mecanismos de implementación, con el resultado deliberado de la expansión de la desigualdad social.

Un aspecto central de las décadas de estafas financieras de Trump es que ha aprovechado las leyes fiscales promulgadas tanto por los demócratas como por los republicanos con el propósito deliberado de permitir esas argucias y minimizar la carga fiscal de la élite financiera. Fue bajo la Administración de Obama en 2010 que el IRS autorizó un pago de 72,9 millones de dólares a Trump, supuestamente como un reembolso de “sobrepagos”.

Al menos hasta que lanzó su campaña para la nominación presidencial republicana en 2015, Trump sobornó a demócratas y republicanos por igual con “contribuciones de campaña” y fue recompensado con lagunas jurídicas como el tratamiento favorable respecto a sus pérdidas en bienes raíces durante el rescate de Wall Street por parte de la Administración de Obama en 2009.

Entre los políticos que se beneficiaron de la generosidad de Trump a lo largo de los años se encontraban Joe Biden y Kamala Harris, sus actuales oponentes. Contribuyó en 17 ocasiones a la campaña de los dos senadores demócratas de Nueva York, Charles Schumer, ahora líder demócrata del Senado, y Hillary Clinton, oponente de Trump en la contienda presidencial de 2016. Nada de esta historia políticamente inconveniente aparece en el relato del Times sobre la evasión de impuestos de Trump.

Los apologistas del Partido Demócrata, particularmente en el campo de los Socialistas Demócratas de América (DSA, siglas en inglés), pueden ver el artículo del Times como un brillante golpe maestro. Sin duda esperan que la exposición concluyente de Trump como un fraude corrupto —a diferencia de la publicación de las transcripciones del escándalo sexual en 2016— consiga hundir su campaña.

Es posible que la exposición de la flagrante evasión de impuestos de Trump le cueste algunos votos. Pero esta exposición no cambia el carácter reaccionario de la campaña de Biden.

Una característica central de esta campaña es la sugerencia de que Trump es un agente o chivo expiatorio del presidente ruso Vladimir Putin, y que su Administración ha socavado los intereses de “seguridad nacional” de los EE.UU. en Oriente Próximo, Asia central y más ampliamente, en relación tanto con Rusia como con China. Muchos comentaristas de los medios de comunicación se dieron cuenta inmediatamente de que Trump pagaba muchos más impuestos a los Gobiernos extranjeros, incluidos los de India, Filipinas, Turquía y Panamá, que al Gobierno de los Estados Unidos.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, una de las más vociferantes defensoras de la campaña antirrusa, se apresuró a hacer sonar este tema de nuevo en respuesta a la publicación de los detalles de los impuestos y las finanzas personales de Trump. Tomando nota de la conclusión del Times de que Trump había acumulado 400 millones de dólares en pérdidas desde que asumió el cargo, incluyendo 300 millones de dólares en préstamos que vendrían a vencer durante un segundo mandato en la Casa Blanca si fuera reelegido, ella declaró que los impuestos de Trump revelaban un “asunto de seguridad nacional”.

Aunque el Times admitió que las declaraciones de impuestos no mostraban ningún ingreso comercial de Rusia, Pelosi conectó a Trump con Moscú: “La pregunta es qué tiene Putin sobre el presidente, política, personal y financieramente, para que el presidente intentara socavar en todos los sentidos nuestro compromiso con la OTAN, regalar la tienda a Rusia y Siria... dice que le cae bien Putin y que le cae bien a Putin. Bueno, ¿cuál es la conexión? Ya veremos”.

Estos grotescos ataques de estilo McCarthy contra el supuesto amo de Trump en Moscú contribuyen a una atmósfera política que justifica una erupción de militarismo estadounidense. Además, simplemente ignoran el papel de igual importancia de los bancos estadounidenses en la financiación de las estafas de Trump.

Además, el uso de un escándalo para desbancar a Trump —suponiendo que éste sea el resultado— no hace nada para cambiar el clima político en los Estados Unidos. Con o sin Trump, la intensificación de la crisis social, para la cual los demócratas no tienen respuesta, proporcionará combustible para el desarrollo de movimientos fascistas y autoritarios.

Es imposible defender los derechos democráticos y derrotar el impulso de Trump hacia un Gobierno autoritario a través del Partido Demócrata, que defiende el sistema capitalista del que Trump es un producto.

Las declaraciones fiscales de Trump pintan un retrato de una clase gobernante totalmente envuelta en la corrupción y la criminalidad. Los oligarcas generan su riqueza moviendo dinero de un lugar a otro con base en la provisión de cantidades interminables de efectivo por parte de los bancos centrales. Los chillantes palacios de mal gusto de Trump, con aspecto de burdeles, son el producto de todo un período de capitalismo estadounidense dominado por las estafas, la especulación y el fraude, sin crear nada de valor aparte de montañas cada vez más altas de deuda.

Trump no es la excepción; representa la norma. Toda la clase dominante debe su existencia social a diversas formas de actividad criminal, cuyas víctimas son inevitablemente los trabajadores. La expropiación de esta oligarquía financiera es una necesidad social urgente.

(Publicado originalmente en inglés el 28 de septiembre de 2020)

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