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Despues de la audiencia de Assange—la lucha contra el imperialismo

Las cuatro semanas de la audiencia de extradición del fundador de Wikileaks, Julian Assange, fueron un punto de inflexión en el colapso de la democracia y el descenso del imperialismo mundial a la criminalidad abyecta. Tres décadas después de la disolución de la Unión Soviética y de la explosión descontrolada del militarismo estadounidense, y dos décadas después de la declaración de la “guerra contra el terrorismo”, no queda en pie ni un solo principio jurídico, democrático o derecho humano básico.

Assange fue sometido a un juicio sucio y amañado. Más allá de los falsos argumentos legales, lo que tuvo lugar en el Old Bailey de Londres fue un proceso de represalia viciosa contra un periodista que expuso la barbarie de la clase dirigente ante el mundo.

[Photo: Julian Assange]

Mientras Assange se sentaba en el banquillo acusado de “espionaje”, los crímenes que expuso fueron relatados por los testigos de la defensa. Sus frases colgaban en el aire de la sala del tribunal, una condena contra todo el orden capitalista: “asesinato colateral” (el asesinato intencional de civiles desarmados y heridos); “entrega extraordinaria” (la detención ilegal de personas no juzgadas y su desaparición en “sitios clandestinos de la CIA”); “interrogatorios mejorados” (con la aplicación de torturas a sujetos “encapuchados y encadenados”, mediante palizas, “sodomía”, “ahogamiento controlado” [con agua] y el uso de “ataúdes”); y “guerras de agresión” —el crimen por el que se acusó a los líderes nazis en Nuremberg— que condujeron al sociocidio en Afganistán e Irak y a la muerte de hasta un millón de personas.

El profesor John Sloboda, de Iraq Body Count, habló de las 15.000 bajas civiles que nunca se habrían registrado si no fuera por las filtraciones de WikiLeaks. El famoso denunciante Daniel Ellsberg se refirió a la exposición de la organización de “tortura... escuadrones de la muerte y asesinatos” y la forma en que estos fueron “normalizados”.

El periodista Andy Worthington describió el caso de Ibn al-Shaykh al-Libi, capturado en Afganistán y entregado ilegalmente por la CIA a Egipto, “donde bajo tortura confesó falsamente que los operativos de Al-Qaeda se habían estado reuniendo con [el presidente iraquí] Sadam Huseín para discutir la obtención de armas químicas y biológicas”. Aunque esta falsa confesión fue retractada por Al-Libi, fue utilizada, sin embargo, por el Gobierno de Bush para justificar la invasión de Irak en marzo de 2003”.

Estas y otras innumerables revelaciones desencadenaron movimientos de masas contra los dictadores apoyados por los Estados Unidos durante la Primavera Árabe y dieron un impulso a la oposición a la guerra y al imperialismo en todo el mundo. Es por eso por lo que quieren hacer un ejemplo de Assange. En palabras del exdirector de la CIA Leon Panetta durante la audiencia, el caso se trata de “enviar un mensaje a los demás para que no hagan lo mismo”. Las potencias imperialistas pretenden hacer de la verdad la primera víctima de las nuevas y aún más sangrientas guerras y regímenes por venir.

A ningún observador honesto lo engañó la despreciable mentira de la fiscalía de que el caso de Assange “no tiene nada que ver” con la exposición de crímenes de guerra y abusos de los derechos humanos, o con su rechazo de pruebas que les parecían “irrelevantes”. Un total de 40 testigos de la defensa, incluidos profesionales del derecho y académicos, estimados periodistas, médicos, expertos en informática y víctimas de tortura, destruyeron el desgastado montaje que busca presentar a Assange como un “hacker” que “no redactó” las filtraciones y “puso vidas inocentes en peligro”.

Que tal fraude pueda ser mantenido por los representantes del Gobierno de los EE.UU. fue testimonio del carácter ilegal de los procedimientos en el Old Bailey de Londres y su apagón en los medios de comunicación corporativos. El recrudecimiento del militarismo desenfrenado y la opresión imperialista en el extranjero ha avanzado al mismo ritmo que el de la dictadura en casa. La audiencia de Assange se basó en y extendió este proceso, ya que todos sus derechos legales fueron pisoteados.

El fundador de Wikileaks llego al tribunal habiendo pasado un año y medio en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, en condiciones que los testigos médicos atestiguaron que han causado graves daños psicológicos. Fue despertado a las 5 a.m., registrado y encadenado todos los días de la audiencia. Mientras estaba en el banquillo de los acusados, se vio obligado a arrodillarse y a susurrar instrucciones a sus abogados a través de estrechas rendijas en la pared de vidrio que lo separaban del cuerpo del tribunal; sus palabras podían ser escuchadas por el equipo de la fiscalía y los representantes no identificados del Gobierno de los Estados Unidos.

En el primer día de los procedimientos, el tribunal rearrestó a Assange a partir de una imputación de reemplazo presentada por los fiscales de EE.UU. en el último momento, y luego se negó a concederle a su equipo de defensa tiempo suficiente para preparar una respuesta. Assange vio a sus abogados en persona por primera vez en seis meses esa mañana y tuvo su primer vistazo de los documentos legales clave.

Como prueba ante la audiencia, varios testigos declararon que los documentos legalmente privilegiados y las conversaciones de Assange con sus abogados fueron incautados y espiados por la CIA, que también consideró planes para secuestrarlo o asesinarlo. Otros explicaron que Assange, si es enviado a los EE.UU., seguirá el camino establecido por los anteriores procesamientos estadounidenses de sospechosos de terrorismo y desaparecerá en un sistema de celdas de prisión segregadas y medidas administrativas especiales. Su destino final será probablemente el ADX Florence en Colorado, donde los funcionarios de EE.UU. han refinado el proceso de destruir psicológicamente a los seres humanos.

La jueza de distrito Vanessa Baraitser dio a la fiscalía tiempo suficiente para refutar este testimonio a través de garantías cínicas de los funcionarios de EE.UU. de que Assange ha sido y será tratado de manera justa y humana. Las conclusiones del relator especial de las Naciones Unidas sobre la tortura, Nils Melzer, y del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre la Detención Arbitraria de que Assange ha sido sometido a años de tortura psicológica y detención arbitraria fueron abiertamente ridiculizadas.

La jueza Baraitser fue nombrada por y responda a la presidenta del Tribunal Supremo, Emma Arbuthnot, casada con un diputado conservador de alto rango cuyos estrechos vínculos con el ejército del Reino Unido fueron expuestos por WikiLeaks.

Esta parodia pseudolegal fue instigada por los cargos bajo la Ley de Espionaje de EE.UU., criminalizando efectivamente cualquier periodismo hostil a los intereses del Estado americano y asestando un golpe mortal a la Primera Enmienda. Sin embargo, apenas se ha registrado un murmullo de protesta en los medios corporativos. La audiencia dejo claro que las organizaciones como The Guardian y el New York Times que inicialmente trabajaron con WikiLeaks para controlar la publicación de información, antes de apuñalar a Assange por la espalda cuando se negó a abandonar su creencia en el derecho del público a saber. La fiscalía uso sus denuncias vergonzosas de WikiLeaks como supuesta prueba de que Assange “no es un periodista”.

El papel de los medios de comunicación en su persecución fue coronado por su silencio ensordecedor en la audiencia. Daniel Sandford, corresponsal de asuntos internos de BBC News, justificó esto con un tuit: “He estado en algunas audiencias, y es un poco repetitivo por el momento”. Estos veteranos y bien dotados reporteros hicieron las paces con la criminalidad de la clase dirigente hace mucho tiempo y se han integrado plenamente con sus respectivos Gobiernos y servicios de seguridad. Entienden que el “precedente Assange” no es una amenaza para su periodismo incrustado en el Estado.

A través del caso Assange, los trabajadores han recibido una lección objetiva sobre el imperialismo, un sistema de violencia y represión perpetrado contra los pueblos del mundo por parte de los Estados más poderosos y sus adjuntos en nombre de la oligarquía financiera gobernante. Esa lección ha demostrado la total bancarrota de la perspectiva que afirma que la libertad de Assange se puede ganar a través de apelaciones a las voces disidentes dentro del establishment, ya sea en la prensa, el poder judicial o el Parlamento.

Esto se resumió en un evento llamado “Tribunal de Belmarsh” y organizado después de la audiencia por la Internacional Progresista —una colección de sinvergüenzas políticos incluyendo a Yanis Varoufakis y John McDonnell— y la campaña oficial Don’t Extradite Assange (DEA). El exlíder laborista Jeremy Corbyn declaro que Assange se enfrentara a años más de encarcelamiento, mientras las apelaciones legales se debaten en los tribunales británicos, europeos y estadounidenses. La única alternativa, dijo, era “que el Gobierno británico simplemente diga que no creen que [la extradición de Assange] sea legalmente justa ni apropiada ... Esta en sus manos hacerlo”.

Corbyn y la DEA apelan al Gobierno más derechista de la historia británica, bajo cuyas ordenes se lleva a cabo la extradición y cuyo líder Boris Johnson aclamó el secuestro ilegal de Assange por parte de la policía metropolitana en la Embajada ecuatoriana, felicitando a los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores por su papel instrumental en asegurar que Assange “se enfrente a la justicia”. Estos llamados son peor que inútiles. Su único efecto es desmovilizar la fuerza social que es el blanco de la persecución de Assange y de la que depende su libertad.

Los precedentes del juicio de Assange en virtud de la Ley de Espionaje son las redadas masivas de grupos socialistas y anarquistas llevadas a cabo en los años posteriores al establecimiento de la ley en 1917. Temiendo los movimientos revolucionarios que se estaban expandiendo por todo el mundo, el Gobierno de EE.UU. prohibió la oposición política a la Primera Guerra Mundial y cualquier agitación a favor de huelgas y protestas de los trabajadores.

El caso de Assange es la preparación para un asalto similar a la clase obrera. El presidente Donald Trump, quien ordenó el arresto de Assange y está orquestando su extradición, está ahora simulando a Adolf Hitler en la rápida implementación de una trama para un golpe presidencial y la consolidación de una base de poder fascista en secciones del Estado estadounidense. Tanto los funcionarios republicanos como los demócratas están organizando una salvaje represión de los manifestantes, mientras Trump agita abiertamente a favor de la violencia de extrema derecha. Hay muchas posibilidades de que el presidente emprenda una aventura militar catastrófica como táctica para darle un giro a las elecciones presidenciales de noviembre o anularlas.

Estas acciones no se pueden llevar a cabo sin provocar una resistencia masiva en la clase obrera estadounidense y mundial. A medida que ese movimiento se hace consciente, a través de su educación por parte del partido revolucionario, que está comprometido en una lucha de vida o muerte con el capitalismo en decadencia y el imperialismo, se reconocerá la campaña para liberar a Assange como una parte esencial de esa lucha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de octubre de 2020)

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