Español

El impacto de la “inmunidad colectiva” en los jóvenes y estudiantes de EE.UU.

Las universidades, colegios y escuelas de los EE. UU. han sido noticia internacional en las últimas semanas dado que sus reaperturas continúan provocando brotes masivos de COVID-19 en las regiones circundantes.

Un mes después de la reapertura, casi tres docenas de universidades en los Estados Unidos han reportado más de mil casos en sus propios recintos. A algunas universidades les ha ido incluso peor. Por ejemplo, la Universidad Estatal de Ohio reportó más de 2.600 casos positivos en el primer mes, y la Universidad de Georgia informó casi 4.000 casos positivos durante ese mismo período.

Las administraciones escolares y los medios de comunicación han culpado reiteradamente a las “fiestas” de los estudiantes y la supuesta irresponsabilidad de los jóvenes por los brotes del virus.

A pesar de la irresponsabilidad de algunos jóvenes y del papel que pueden haber desempeñado las reuniones sociales riesgosas en la propagación del virus, tales críticas se basan en una mentira. La propagación desenfrenada de COVID-19 no es culpa de un número relativamente pequeño de estudiantes, sino una consecuencia directa de las políticas criminales de la clase dominante estadounidense.

Los jóvenes trabajadores y estudiantes están siendo puestos en la primera línea de la pandemia, actuando como conejillos de india involuntarios para la política bipartidista de “ inmunidad colectiva ”, lo que permite que el virus se propague rápida y ampliamente entre los jóvenes, sus familias y compañeros de trabajo, y toda la población.

Esta política ha tenido un impacto devastador en los jóvenes física, emocional y económicamente.

Impacto en la salud: el mito de la “inmunidad” entre los jóvenes

El regreso a las aulas ha resultado, como era de esperar, en la trágica y prematura muerte de estudiantes y educadores. Mientras que la enfermedad es más letal para las personas mayores o para quienes tienen ciertas condiciones de salud, los jóvenes contraen el virus, muchos son hospitalizados y algunos mueren, incluso entre los sanos.

Como report ó el WSWS, cientos de educadores y varios estudiantes universitarios han fallecido debido al COVID-19. Estos educadores y estudiantes se vieron obligados a lidiar con condiciones inseguras en durante el regreso a las clases presenciales, a pesar de toda la evidencia científica creíble que indica que la reapertura de las escuelas sería mortal.

Es una consecuencia trágica e imperdonable de este sistema roto, deteriorado e inhumano en el que vivimos que los estudiantes sanos y brillantes como Chad Dorrill de 19 años de Carolina del Norte, Jamain Stevens Jr. de Pensilvania de 20 años o Jezreel Lowie B. Juan de Hawái, por nombrar solo algunos jóvenes fallecidos por esta pandemia, no estén vivos hoy.

La política de “inmunidad colectiva” significa que los jóvenes se han visto obligados a jugar a la ruleta rusa con sus vidas y las vidas de sus seres queridos. Algunos han sufrido inmensas consecuencias por la enfermedad y otros han sufrieron una muerte prematura.

Con tanto que se desconoce aún sobre el virus del COVID-19 y sus efectos, es imposible decir que una persona dada pueda considerarse a salvo ante la enfermedad, incluso si inicialmente solo sufre síntomas leves. COVID-19 se ha relacionado con una amplia gama de efectos a largo plazo, que van desde dificultad para respirar y fatiga crónica hasta problemas neurológicos. La tensión emocional entre quienes se recuperan y quienes aún están sanos también es inconmensurable.

Los trabajadores y estudiantes jóvenes informan que sienten un temor constante. Temen por su propia seguridad y sus vidas, pero también porque podrían estar transmitiendo el virus a sus seres queridos sin saberlo. Estos jóvenes no tienen forma de calmar fácilmente su miedo; muchos no pueden costear hacerse pruebas rápidas frecuentes para confirmar o negar sus sospechas.

Lo más significativo es que millones no pueden permitirse dejar de trabajar. Según nuevos estudios publicados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, sigla en inglés), en agosto de este año, los trastornos de salud mental entre los jóvenes, como la ansiedad, la depresión y las ideas suicidas, han experimentado un fuerte aumento desde el inicio de la pandemia.

Las consecuencias económicas para los jóvenes

Los estudiantes, los maestros y los trabajadores jóvenes están en la primera línea de la pandemia con una protección mínima y pocos beneficios a través de sus puestos de trabajo precarios, mal pagados.

Mientras que los comentaristas en la prensa, las administraciones escolares y los políticos demócratas y republicanos continuamente atribuyen el aumento en casos entre jóvenes a fiestas estudiantiles, la realidad es que los menores de 30 años tienen más probabilidades de ser trabajadores “esenciales” mal pagados, incluyendo los trabajadores de la atención médica, los tiendas, alimentos, agrícolas y los baristas en cafeterías.

Es casi seguro que estos trabajadores esenciales se expongan al virus, ya sea del público o de sus compañeros de trabajo, cuando ocurra un brote en su área.

Muchos trabajadores jóvenes se han convertido en la única fuente de ingreso en sus hogares. Una encuesta de investigación de PEW sobre el desempleo publicada el 24 de septiembre revela que los adultos menores de 30 años son más propensos que los mayores a decir que ellos u otra persona en su hogar ha sido despedido o recibió un recorte salarial debido al brote: 54 por ciento de los adultos de 18 a 29 años informaron que su hogar había tenido una o ambas de estas experiencias.

En particular, los trabajadores de la generación de mileniales, de 24 a 40 años, han sido duramente golpeados. Muchos de esta generación llegaron a la era COVID-19 sin haberse recuperado por completo de la crisis financiera de 2008. Los trabajadores más jóvenes de la Generación Z, los menores de 24 años, aún no habían construido ninguna red de seguridad.

Millones de jóvenes de la clase trabajadora ya vivían de cheque a cheque. La mayoría de las personas menores de 30 años tenían menos de $1000 en ahorros y uno de cada cinco trabajadores jóvenes vivía en la pobreza.

El catorce por ciento de los estadounidenses, unos 46 millones de personas, dicen que desde que el virus fue declarado pandemia, sus ahorros de emergencia han desaparecido, según una nueva encuesta de CNBC + Acorns Invest in You, otro 11 por ciento de los adultos ha tenido que pedir préstamos de para cubrir los gastos diarios.

Más de la mitad de las personas menores de 45 años dicen que el pago único de $1.200 del Gobierno bajo la Ley CARES cubrió menos de dos semanas de gastos. Aproximadamente una cuarta parte, o el 26 por ciento, de las personas de entre 25 y 34 años dicen que han agotado por completo sus fondos de emergencia.

Muchos no pueden pagar un seguro ni tratamientos médicos de rutina, incluso si estuvieran cubiertos parcialmente por el seguro. El costo de exposición para un trabajador joven significaría semanas sin un cheque de pago completo, como mínimo, incluso si la prueba resulta negativa. Una prueba positiva, en el mejor de los casos, podría significar un mes sin un cheque de pago completo, junto con el severo costo emocional y físico del virus. Debido a su precaria situación financiera, los trabajadores jóvenes se ven obligados a trabajar durante la pandemia por el chantaje económico.

El impacto político en la juventud

En medio de estas terribles condiciones, no es necesario convencer a la generación más joven de trabajadores y jóvenes de que el mundo está en crisis. Los jóvenes se enfrentan a los problemas sociales que definen esta época: una desigualdad asombrosa, niveles de desempleo récord, la falta de atención médica, el cambio climático, la crisis de la democracia, entre otros. La significativa angustia financiera y emocional de la pandemia ha llevado a muchos jóvenes a sacar conclusiones más amplias sobre la responsabilidad del sistema capitalista.

Los eventos que rodearon la pandemia están acelerando un proceso de radicalización que viene desarrollando entre los trabajadores y los jóvenes durante décadas.

A lo largo de la crisis actual, la élite política, los demócratas y republicanos por igual, ha tratado a los jóvenes, trabajadores y ancianos con un desprecio inhumano, sacrificando a la clase trabajadora por los intereses económicos de la clase dominante.

Por otro lado, los jóvenes y los trabajadores han visto cómo los trabajadores de la salud, los trabajadores de servicios y los trabajadores de la educación se presentan para trabajar en la primera línea de la pandemia para salvar vidas. Esta generación de jóvenes ha presenciado, y muchos han participado en, protestas y manifestaciones inmensamente poderosas contra las políticas criminales de la Administración de Trump, en defensa de los derechos de los inmigrantes y contra la brutalidad policial, en los últimos meses y años. Estas experiencias han definido y seguirán definiendo la perspectiva política de toda una generación de jóvenes.

Los estudiantes, los jóvenes y los trabajadores buscan una forma de luchar. Se identifican cada vez más como socialistas y llegan a comprender que los problemas que enfrentan tienen sus raíces en el sistema capitalista, que subordina todos los aspectos de la vida al lucro privado.

Los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS o IYSSE en inglés), el movimiento juvenil y estudiantil del Partido Socialista por la Igualdad, insta a los jóvenes y estudiantes a unirse a nuestro movimiento y, consecuentemente, a la lucha por el socialismo.

(Publicado originalmente en inglés el 9 de octubre de 2020)

Loading