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Huracán Eta bate récords al golpear Centroamérica

El huracán Eta se intensificó el martes a un ritmo casi sin precedentes, alcanzando vientos que superaron los 240 km por hora antes de golpear Puerto Cabezas, la ciudad más grande de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte de Nicaragua, con una población de más de 60.000 habitantes.

Las autoridades nicaragüenses ya han informado de importantes inundaciones, así como de daños a viviendas e infraestructura pública. Más de 30.000 personas fueron evacuadas de Puerto Cabezas y otras comunidades costeras.

En la vecina Honduras ya se han evacuado centenares de personas debido a las graves inundaciones que se han producido, conforme el huracán descarga cantidades masivas de agua del mar Caribe y el océano Pacífico sobre el empobrecido istmo centroamericano. El jefe de operaciones de emergencia de Honduras, Marvin Aparicio, informó de la muerte de una niña a causa de un deslizamiento, que todavía se está investigando.

En una temporada de huracanes en el Atlántico que ya ha batido récords en 2020, el huracán Eta se acercó a la categoría 5 (250 km por hora o más). Algunos modelos indican que pudo haber alcanzado esta categoría antes de tocar tierra, lo que lo convertiría en la primera tormenta del Atlántico en alcanzar la categoría 5 en noviembre desde 1932.

Hogares inundados en el municipio Rosita, Región Autónoma de la Costa Caribe Norte de Nicaragua, 3 de noviembre (crédito: CD-SINAPRED)

Eta igualó el récord de 2005 como la 28a tormenta con nombre en la temporada actual de huracanes del Atlántico, que los especialistas indican que está lejos de haber terminado. Esta temporada se ha visto particularmente exacerbada por altas temperaturas marítimas promedio en el Caribe y el Atlántico debido al calentamiento global. También han contribuido las condiciones del Pacífico causadas por La Niña.

Después de alcanzar la categoría 1 en la noche del domingo, el Centro Nacional de Huracanes de los EE.UU. pronosticó que impactaría la costa como una tormenta de categoría 2, pero absorbió la energía de las cálidas aguas del Caribe a tal velocidad que alcanzó casi la categoría 5 en solo un día. Su presión cayó al mínimo en esta temporada de huracanes, otra medida de su fuerza.

El climatólogo de la Universidad de Princeton, Kieran Bhatia, encontró que los últimos tres cambios de intensidad de 24 horas de Eta estaban “fuera de serie” en comparación con las tormentas de noviembre en el Atlántico desde 1982.

El asombrado Brian McNoldy, investigador asociado de la Universidad de Miami, tuiteó el lunes por la noche, “Absolutamente increíble. Rara vez somos testigos de esto en cualquier parte del mundo. Eta se convirtió en un monstruo hoy”.

La tormenta sigue al huracán Zeta la semana pasada, que dejó a millones de personas sin electricidad y mató a seis en Louisiana, después de alcanzar la categoría 2. El domingo, en el noroeste del océano Pacífico, el tifón Goni llegó a Filipinas con vientos de 314 km por hora, convirtiéndolo en el ciclón tropical de mayor impacto en la historia. Dejó inundaciones y destrucción generalizadas, con al menos 20 muertos reportados.

El Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos (NHC) advirtió de una enorme marejada de 4 a 6,5 metros en Nicaragua y de “catastróficas inundaciones repentinas y potencialmente mortales” en sectores de toda Centroamérica, así como de fuertes lluvias en el sur de México, Jamaica, las Islas Caimán y el sur de Haití hasta el viernes por la tarde.

Costa Rica informó de al menos 32 inundaciones y ocho deslizamientos de tierra en el sudoeste debido al impacto indirecto del huracán Eta, y cientos de personas se vieron obligadas a refugiarse.

El peligro de deslizamientos e inundaciones es especialmente alto en Guatemala y El Salvador. El jueves pasado a la medianoche, un deslave en el pueblo salvadoreño de Nejapa tomó desprevenidas a unas 100 familias y causó la muerte de nueve personas. Según El Faro, el gobierno no transmitió una advertencia de inundaciones río arriba. El Salvador elevó su estado de emergencia a “rojo” por el huracán Eta.

Cuando el NHC advertía el lunes por la noche que “los preparativos para proteger la vida y la propiedad deben estar ahora completos” en el noreste de Nicaragua, los residentes de Puerto Cabezas informaron en redes sociales que estaban siendo rechazados de los escasos 17 refugios. Se vio a residentes buscando un refugio desesperadamente, con sus pertenencias y en la oscuridad.

En varios vídeos, docenas de familias aparecían hacinadas en iglesias y escuelas, reclamando la falta de colchones, comida, mascarillas o cualquier otro medio para evitar la propagación de COVID-19. La ciudad se quedó sin luz el lunes por la tarde debido a la caída de árboles y postes.

Se espera que Eta pierda fuerza rápidamente tras tocar tierra, convirtiéndose en una depresión tropical mientras se abre paso por Honduras. Luego girará al noreste hacia Cuba y el golfo de México, volviendo potencialmente a la intensidad de huracán.

El año pasado, el Índice de Riesgo Climático Global de Germanwatch clasificó a Honduras y Nicaragua como el segundo y sexto países más afectados por los eventos meteorológicos extremos, evidenciando vulnerabilidad “donde los eventos extremos se volverán más frecuentes o más severos debido al cambio climático”.

Las inundaciones, los deslizamientos, los huracanes y las sequías que han asolado el istmo en los últimos años han intensificado considerablemente la desigualdad social y las consiguientes luchas de los trabajadores, los campesinos y los jóvenes contra estas condiciones sociales. Especialmente desde 2018, cientos de miles de personas se han unido a caravanas para emigrar a los Estados Unidos o han participado en protestas masivas, bloqueos de carreteras y huelgas contra los regímenes autoritarios de Juan Orlando Hernández en Honduras y Daniel Ortega en Nicaragua, que han respondido con una represión de Estado policial.

Entre desplazamientos a territorios más precarios por parte de oligarcas terratenientes, corporaciones mineras, energéticas y agrícolas, y la austeridad social, las élites gobernantes capitalistas de toda la región han aumentado durante mucho tiempo la vulnerabilidad de las masas empobrecidas a los fenómenos meteorológicos extremos, subordinando todos los aspectos de la vida social a las ganancias de los inversores extranjeros y locales.

El imperialismo estadounidense ha gastado miles de millones de dólares en la región para financiar regímenes brutales y fuerzas paramilitares para aplastar cualquier desafío popular a la superexplotación de la clase obrera centroamericana y el saqueo de sus recursos naturales y arcas públicas. Al mismo tiempo, los frentes nacionalistas burgueses y los movimientos guerrilleros pequeñoburgueses orientados a lograr un mejor negocio para las élites locales con el imperialismo han frustrado cualquier lucha internacional de los trabajadores contra el capitalismo y por el socialismo.

Mientras la pandemia de COVID-19 se sigue propagando, todos los Gobiernos centroamericanos están terminando cualquier asistencia económica que proporcionaron y levantando las restricciones a negocios. En Honduras, se han registrado 2.688 muertes y se ha observado un aumento continuo desde principios de septiembre, mientras que el Gobierno sandinista de Nicaragua ha tratado descaradamente de encubrir la magnitud de la pandemia, registrando solo 156 muertes.

No existe una solución reformista dentro del sistema de Estado nación capitalista para sacar a Centroamérica de su desgarradora pobreza, al igual que no existe una receta mágica, como los impuestos sobre el carbono o los incentivos lucrativos de energías renovables, para poner fin al calentamiento global producido por las emisiones de gases de efecto invernadero, por no hablar de dar protección a los cientos de millones de personas que inevitablemente se verán afectados a corto plazo por sus efectos.

El culpar a la miopía o la venalidad de la “naturaleza humana”, como lo hacen las tendencias pseudoizquierdistas influidas por la Escuela de Frankfurt y otras formas de antimarxismo, solo son fórmulas utilizadas por los estratos acomodados para ocultar el hecho de que la responsabilidad recae en el capitalismo y su división de una economía globalizada y un ecosistema global en Estados nacionales que compiten por acumular ganancias para sus respectivas oligarquías.

Estas cuestiones urgentes solo pueden resolverse mediante la movilización política internacional de la clase obrera para expropiar las fortunas de las élites financieras y los principales bancos y empresas a nivel mundial. Billones de dólares de esta riqueza social deben ser utilizados en programas para reconstruir Centroamérica, desarrollar sistemas de energía y transporte limpios, seguros y eficientes y abolir todas las formas de desigualdad social.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de noviembre de 2020)

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