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Perspectiva

¡Detengan la ola de muertes! ¡Rechacen las políticas de los que lucran de la pandemia!

Se extiende por todo el mundo una marea de muertes masivas. Mientras la pandemia de coronavirus vuelve a devastar Europa y Latinoamérica, el epicentro es Estados Unidos.

Ayer, la cifra total de muertes superó los 300.000 o casi una de cada mil personas. Hubo 3.019 muertes más y un récord de 246.000 casos nuevos. Mueren aproximadamente 125 personas cada hora o más de dos por minuto. Al menos 17.000 personas han muerto en la última semana. Se espera que estas cifras aumenten marcadamente en las próximas semanas. Los casos actuales apenas comienzan a reflejar el repunte por los viajes el Día de Acción de Gracias a fines de noviembre y la tasa de muertes tiene un rezago de dos semanas.

La situación se vuelve mucho más peligrosa por la saturación de los hospitales y el sistema de salud está comenzando a colapsar, obligando a los doctores y enfermeros a tomar las horrendas decisiones de quién recibirá tratamiento y quién no. Al menos 200 hospitales en EE.UU. se encontraban llenos la semana pasada y una tercera parte de todos los hospitales en el país tenían más del 90 por ciento de sus camas de UCI ocupadas.

Un trabajador en un traje protector toma un descanso sentado entre tumbas en el nuevo cementerio para víctimas de COVID-19 en Medan, Sumatra Norte, Indonesia, 16 de noviembre de 2020 (AP Photo/Binsar Bakkara)

La prensa en EE.UU. y Europa se ha concentrado en la aprobación y distribución iniciales de una vacuna. Independientemente de lo efectiva que sea la vacuna, las personas tan solo se beneficiarán si están vivas para recibirla. El director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, sigla en inglés), Robert Redfield, advirtió el jueves que “para los próximos 60 a 90 días tendremos más muertes por día que el 11 de septiembre o que en Pearl Harbor”, y que una vacuna no tendrá ningún impacto real en la cifra de muertes por al menos otros 60 días, y posiblemente mucho más tiempo.

Sin una intervención de la clase obrera ahora, las muertes continuarán a niveles sin precedentes. Si las muertes continúan por encima de 3.000 por 90 días, esto significa que otras 270.000 personas estarán muertas para inicios de marzo.

La clase gobernante está respondiendo con un nivel pasmoso de indiferencia. Como advirtió el WSWS más temprano esta semana, la muerte a una escala no vista excepto en grandes guerras está siendo “normalizada”. La pandemia está siendo tratada, escribimos, “como si fuera un evento cósmico e inevitable que no merece ninguna acción inmediata”.

El Gobierno de Trump, según persigue sus conspiraciones fascistizantes, está continuando su política de “inmunidad colectiva”, lo que significa que no pretende aplicar medidas para detener la propagación del virus. Más allá de sus diferencias tácticas, los demócratas están de acuerdo con esta política. No están proponiendo ninguna medida de emergencia para detener y revertir la catástrofe. Esta semana, Biden reveló su “plan” de respuesta al coronavirus, el cual no incluye nada más que urgir a la población a utilizar mascarillas, promesas de producir vacunas y la demanda de que las escuelas reabran.

La prensa reporta cada día la magnitud de las muertes sin ofrecer alguna indicación de qué hace falta para detenerlas. Se menciona el peligro de hacer viajes y reuniones durante la temporada de fiestas. Pero no se hace ninguna mención del papel de las fábricas y los lugares de trabajo en la propagación del virus, mientras difunden mentiras deliberadas que supuestamente es seguro abrir las escuelas.

Una bandera blanca con una nota “Hasta la próxima, siempre” en una instalación de arte para recordar a los estadounidenses que han fallecido por COVID-19, 27 de octubre de 2020, cerca del estadio Robert F. Kennedy Memorial en Washington. El montaje de la artista Suzanne Brennan Firstenberg se llama “En EE.UU., cómo pudo pasar esto”. (AP Photo/Patrick Semansky)

La clase gobernante está intentando culpar a los trabajadores por propagar el virus en casa. No obstante, la ausencia de cualquier rastreo de contactos sistemático tiene por objeto encubrir la propagación en los lugares de trabajo que permanecen abiertos e inseguros. Cuando ocurren casos en fábricas o escuelas, la gerencia suprime la información con la complicidad de los sindicatos.

Cuando aparece algún desafío a la política de la clase gobernante, la respuesta es la represión. Esta semana, la analista de datos Rebekah Jones, quien se ha dedicado a exponer las mentiras del Gobierno sobre la propagación de la pandemia en Florida y fue objeto de un allanamiento policial propio de la Gestapo y ordenado por el gobernador de Florida, Ron DeSantis.

Mientras no hace nada para salvar vidas, la clase gobernante tampoco hace nada para abordar el desastre social masivo que enfrentan millones. Cuatro de cada diez hogares en EE.UU. reportan un ingreso menor que antes de la pandemia. Más de 4 millones de personas han quedado desempleadas por más de 27 semanas y las nuevas solicitudes de beneficios por desempleo aumentaron a 850.000 esta semana. Más de 12 millones de estadounidenses se atrasaron en sus pagos de renta en noviembre y se enfrentan a desahucios mientras expira la moratoria nacional al final del mes.

El Congreso tomó un descanso hasta la próxima semana sin ningún acuerdo sobre el “proyecto de ley de estímulo” que, incluso si se aprobara, no basta para las masivas necesidades sociales. Los demócratas y republicanos están discutiendo en gran medida cuánto dinero darles a las corporaciones y los ricos.

Esta catástrofe no era inevitable. Si bien el virus es un producto de la naturaleza, la respuesta ha estado dictada por intereses sociales y económicos.

El 17 de marzo, cuando la cifra de muertes en EE.UU. apenas era de 121 y el virus apenas comenzaba a propagarse, el Partido Socialista por la Igualdad (PSI) publicó “ un programa de acciones para la clase obrera ”, que involucraba la expansión de emergencia de la infraestructura de salud y el cierre inmediato de todas las escuelas y lugares de trabajo no esenciales, con ingresos plenos para todos los trabajadores afectados.

Si las medidas de emergencia se hubieran implementado, se habrían salvado cientos de miles de vidas. El hecho de que en China, donde apareció el virus inicialmente, hayan menos de 5.000 muertes en total y el virus haya sido prácticamente erradicado demuestra que esto era posible.

Sin embargo, la clase gobernante rechazó todas las medidas incompatibles con sus intereses. El Gobierno de Trump, con la ayuda e impulso del Partido Demócrata, minimizó la amenaza y se rehusó a tomar cualquier acción. Al mismo tiempo, sacaron partido de la pandemia para implementar la mayor transferencia de riqueza en la historia mundial. Se le entregaron billones de dólares a Wall Street con un apoyo unánime del Congreso.

Apenas tomaron esos pasos, la élite política y la prensa adoptaron la línea: “La cura no puede ser peor que la enfermedad”. Se reabrieron los negocios y se levantaron las restricciones a las actividades económicas en todo el país a lo largo de abril y mayo.

La salud pública fue sacrificada en el altar de aquellos que lucraron de la pandemia. La riqueza de todos los milmillonarios en EE.UU. (651 personas) aumentó más de $1 billón (o 36 por ciento) desde el inicio de la pandemia, en gran medida gracias al salto de los mercados bursátiles. Este aumento en riqueza por sí solo habría bastado para entregar $3.000 a todos los adultos y niños del país.

La negativa a implementar cierres ha asumido un carácter totalmente criminal. De las decenas de miles de personas que morirán en los próximos meses, muchos se habrán infectado como resultado de la reapertura de escuelas y centros laborales.

¡Se pueden salvar cientos de miles de vidas si se toman acciones de emergencia ahora!

El Partido Socialista por la Igualdad exige el cierre inmediato de todos los negocios no esenciales y las escuelas. Se les tiene que proveer un ingreso a los trabajadores suficiente para un nivel de vida digno hasta que sea posible el regreso al trabajo. Se les debe dar una ayuda real a todas las pequeñas empresas que se enfrentan a un colapso económico.

Todas las afirmaciones de que no se puede hacer nada para detener el virus arrancan de la posición de que toda la vida social debe estar subordinada a los intereses de Wall Street. Los billones de dólares acaparados por los que lucraron de la pandemia, acumulados a través del saqueo de los fondos públicos, deben ser recuperados para tender las necesidades sociales. Las gigantes instituciones financieras y corporativas deben ser convertidas en servicios públicos controlados democráticamente.

El PSI llama a todos los trabajadores a organizar comités de seguridad y comités de acción para tomar todas las medidas necesarias para salvar vidas. Los docentes, trabajadores manufactureros, automotores, de Amazon y de logística, los estudiantes y jóvenes deben formar estos comités para organizar una acción común. Los trabajadores tienen el derecho pleno a rehusarse a trabajar en estas condiciones. ¡La salud de los trabajadores debe ser priorizada frente a las ganancias de la oligarquía corporativa y financiera!

Estos comités forjarán lazos entre los trabajadores en Estados Unidos y de todo el mundo, quienes se enfrentan a las mismas condiciones y comparten los mismos intereses.

Ante todo, la lucha contra la pandemia es una lucha política contra la élite gobernante y el sistema capitalista. El capitalismo estadounidense está quedando íntegramente expuesto. La élite gobernante ha revelado toda su incompetencia, brutalidad y criminalidad. La catástrofe en marcha está demostrando la necesidad de poner fin al sistema capitalista con el socialismo.

¡Únete al Partido Socialista por la Igualdad!

(Publicado originalmente en inglés el 12 de diciembre de 2020)

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