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Perspectiva

Biden promete continuar la campaña de Trump de abrir las escuelas y negocios

Casi un año desde que se detectó el primer caso de COVID-19 en Estados Unidos, más de 400.000 personas han perdido la vida.

La cifra diaria de muertes se encuentra en niveles máximos. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), hasta 90.000 personas podrían fallecer en las próximas tres semanas. Incluso esto, sin embargo, puede ser una subestimación. Se han detectado cepas nuevas y más transmisibles del COVID-19 en más de 20 estados, presentando la posibilidad de una propagación aún más rápida de la pandemia.

Esta catástrofe es el trasfondo de la inauguración del presidente electo Joe Biden, quien tiene programado asumir el cargo el miércoles en la cima de una marea de rechazo popular e indignación hacia el manejo desastroso de la pandemia por parte del Gobierno de Trump.

Rectángulos diseñados para ayudar a prevenir la propagación de coronavirus promoviendo el distanciamiento social en un campamento sancionado por la ciudad para personas sin techo en el Centro Cívico de San Francisco, 21 de mayo de 2020 (AP Photo/Noah Berger)

Los apologistas de Biden alegan que, a diferencia de Trump, va a “escuchar a los científicos” y tomar las medidas necesarias para salvar vidas. Comentando sobre su política para el COVID-19, el New York Times publicó un editorial el domingo intitulado, “El próximo presidente de hecho tiene un plan para el COVID”.

Su conclusión es la siguiente: “Es esperanzador, por ende, que el país esté a días de un liderazgo que tome estos problemas en serio. El presidente electo Joe Biden ha anunciado plantes para optimizar la fracasada respuesta al coronavirus de la nación”.

El editorial del Times, sin embargo, es una narrativa deshonesta destinada a ocultar el hecho de que Biden y los demócratas se han opuesto y siguen oponiéndose a las medidas que se necesitan urgentemente para controlar la pandemia.

Para explicar los orígenes de la presente catástrofe, el Times escribe sobre los “errores obvios” cometidos por los “funcionarios” durante el año pasado. “En primavera y verano, el problema fueron las pruebas y el equipo de protección personal; este otoño e invierno, ha sido la vacunación y la vigilancia genómica”.

No, estos no fueron “errores”. La Administración de Trump deliberadamente socavó la infraestructura de pruebas en los Estados Unidos con el objetivo de prevenir un pánico en los mercados financieros hasta que lograra asegurar un rescate para Wall Street. Como señaló el Financial Times, Jared Kushner, quien organizó la respuesta de la Casa Blanca a la pandemia entre bastidores, “había estado argumentando que hacer pruebas a demasiadas personas, o pedir demasiados respiradores, asustaría a los mercados y por lo tanto no deberíamos hacerlo”.

Este encubrimiento fue completamente bipartidista. A pesar de recibir numerosos informes clasificados de las agencias de inteligencia de EE.UU. sobre el peligro masivo de la pandemia, los miembros demócratas del Congreso no hicieron nada para alertar al público. El New York Times hizo su parte para barrer la inminente pandemia bajo la alfombra, negándose a escribir un solo editorial sobre el tema entre el 29 de enero y el 29 de febrero.

Pero aunque el deplorable estado de las pruebas y del rastreo de contactos ayudó a desatar la pandemia en todo el país, la principal causa de la continua propagación descontrolada del virus es el rechazo por parte de toda la élite política de cualquier medida que socave los intereses de Wall Street y las ganancias de la clase dirigente. En particular, tras el rescate de los bancos a finales de marzo, el Gobierno de Trump encabezó una campaña de “regreso al trabajo”, con el apoyo de los gobernadores del Partido Demócrata en todo el país.

De hecho, un artículo de fondo ampliamente investigado que publicó el Times el mismo día que sus editoriales señala: “La gravedad del actual brote puede atribuirse a la prisa por reabrir la primavera pasada”.

Y aunque el Times se refiere oblicuamente a “funcionarios” que cometieron “errores obvios”, fue en las páginas del propio Times donde la demanda, “la cura no puede ser peor que la enfermedad”, fue planteada por primera vez, por el columnista del Times, Thomas Friedman. Este se convirtió en la consigna de la campaña bipartidista para reabrir escuelas y empresas.

En cuanto a las medidas que ahora son necesarias para detener la propagación del virus, el Times se refiere a la necesidad de “mascarillas faciales, distanciamiento físico, cierres y restricciones de viaje”, escribiendo que “estas medidas funcionarán cuando se utilicen de manera consistente y correcta”, y que “la Administración entrante tendrá que hacer valer este punto con la mayor fuerza posible”.

Pero las medidas de “distanciamiento social” más básicas incluyen el cierre de escuelas y la producción no esencial. Un estudio reciente publicado en la revista Science encontró que limitar las reuniones sociales a 10 personas es el método más efectivo para contener la pandemia, seguido de cerca por el cierre de escuelas y universidades, y seguido por el cierre de “la mayoría de los negocios no esenciales”.

Mientras que Biden afirma que su Administración “escuchará a la ciencia”, los demócratas se oponen absolutamente a todas estas medidas. “No voy a cerrar la economía, punto”, dijo Biden en noviembre. “No hay un cierre nacional... no hay ninguna circunstancia que pueda ver que requiera un cierre nacional total”.

Por el contrario, en el centro de su programa de COVID-19 está la promesa de acelerar la reapertura prematura de las escuelas y lugares de trabajo. “También haremos todo... para reabrir de forma segura la mayoría de nuestras escuelas de prescolar a octavo año para el final de los primeros 100 días”, dijo Biden el jueves.

La nueva Administración ha dejado en claro que el objetivo central de la campaña de reapertura de las escuelas es conseguir que los trabajadores vuelvan a sus lugares de trabajo para generar beneficios para las grandes corporaciones. La semana pasada, Brian Deese, el director entrante de Biden del Consejo Económico Nacional, dijo en una conferencia de Reuters, “Necesitamos abrir las escuelas para que los padres... puedan volver al trabajo”.

Más allá de continuar el impulso para reabrir escuelas y las empresas, el pilar central de la respuesta de Biden al COVID-19 ha sido una orden de uso de mascarillas “para los trabajadores federales y en propiedad federal, en los viajes interestatales como trenes y aviones”. Esta es una medida totalmente simbólica y sin sentido, aplicable para solo una pequeña fracción de la fuerza laboral estadounidense.

En cuanto a la promesa de Biden de respaldar la rápida aprobación de los “cheques de estímulo” de $1.400 (reducidos de $2.000), esto es una desviación de lo que realmente es necesario: ingresos completos para todos los trabajadores de las industrias no esenciales para que puedan quedarse en sus casas hasta que la pandemia esté bajo control.

Mientras el Times, con su característica deshonestidad, simplemente ignora de plano el rechazo de Biden a los llamados a cerrar escuelas y negocios, una explicación más directa de la política de los demócratas sobre la pandemia fue dada este mes por el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo, quien dijo que los cierres son inaceptables porque “el costo es demasiado alto”.

“Simplemente no podemos permanecer cerrados hasta que la vacuna alcance la masa crítica”, dijo Cuomo. “El costo es demasiado alto. No nos quedará nada para abrir. Debemos reabrir la economía”.

Esta afirmación, del gobernador cuyo estado contiene la ciudad de Nueva York, la capital de milmillonarios del mundo, es absurda. Según un informe publicado el mes pasado por el Instituto de Estudios Políticos, la riqueza de los milmillonarios de EE.UU. ha crecido a $4 billones, un billón más desde que inició la pandemia.

Combinados, los 10 más ricos del país tienen un valor neto de más de $1 billón, una cifra mayor que la producción económica anual de más de 150 países individuales.

Es tal la subordinación de la vida humana al enriquecimiento de la oligarquía financiera que ha llevado a la muerte de más de 400.000 personas. Si se quieren salvar cientos de miles de vidas, se debe llevar a cabo exactamente la política opuesta: ¡las preocupaciones egoístas de la oligarquía financiera no pueden interponerse en la preservación de la vida humana!

El Partido Socialista por la Igualdad exige el cierre inmediato de todas las empresas y escuelas no esenciales. Esto debe ir acompañado de una compensación total por los salarios perdidos y los ingresos de las pequeñas empresas, pagados mediante la expropiación de las vastas sumas acaparadas por los ricos. Se deben invertir varios billones de dólares en infraestructura de salud para tratar, contener y erradicar el COVID-19 y garantizar que la sociedad esté protegida ante la amenaza de enfermedades infecciosas en el futuro.

El PSI llama a todos los trabajadores a que organicen comités de acción de emergencia para hacer cumplir las medidas de emergencia, incluyendo el cierre de la producción no esencial. Esta lucha plantea la cuestión de quién controla la sociedad: la clase capitalista sobre la base de ganancias o la clase obrera sobre la base de la necesidad social.

La pandemia está demostrando la realidad básica de que el capitalismo es incompatible con las necesidades más básicas de la sociedad. La clase obrera debe movilizarse en una lucha unida contra este sistema en bancarrota y asesino.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de enero de 2021)

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