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Soul de Disney en Dinamarca: el New York Times desaprueba que un actor blanco doble la voz de un actor negro

El New York Times no cesa en su campaña para convertir en un tema racial todos los aspectos importantes de la vida en los Estados Unidos y en todo el mundo, lo que fomenta la división en la población en base a líneas étnicas y facilita el crecimiento de la extrema derecha. En este esfuerzo, el periódico se aprovecha del egoísmo y la miopía política de sectores de la clase media alta, incluso en temas culturales.

Es difícil exagerar la vileza política e ideológica de tales esfuerzos.

Un ejemplo reciente de este tipo es la crítica del Times a los actores blancos daneses que doblaron varios personajes en Soul, la película animada de Disney-Pixar con Jamie Foxx y Tina Fey, entre otros.

Un artículo del 16 de enero de Lisa Abend («Soul, de Pixar, tiene un héroe negro. En Dinamarca, un actor blanco dobla su voz») afirma en un subtítulo que el casting «provocó un debate sobre el racismo e intensificó el enojo por los estereotipos y prejuicios en el doblaje en idiomas europeos, incluso cuando las películas tienen personajes principales de color».

Hay algo terriblemente cínico en estos artículos. Tanteando el terreno, el autor espera ganarse la aprobación de los lectores del Times que están obsesionados con la raza. El propio artículo se convierte en parte del proceso para «avivar» e incluso incitar el «enojo».

Abend escribe que en general los críticos de cine daneses elogiaron a Soul, «la primera película de animación de Pixar que se concentra en personajes negros y en la cultura afroestadounidense, con entusiasmo, alabando su retrato sensible y alegre de un músico de jazz que busca una vida con sentido».

«En lo que la prensa danesa no se centró inicialmente, en general», continúa el artículo del Times, «es la raza de los personajes. Pero eso cambió después del estreno de la película el 25 de diciembre, cuando se difundió que la versión en danés había sido doblada principalmente por actores blancos. Este también es el caso de muchas otras versiones de Soul en idiomas europeos».

La respuesta saludable a esto sería: ¿y qué? Pero el Times y los autoproclamados expertos que el periódico cita eligen ver esto como «un ejemplo de racismo estructural». La «controversia» generada de manera artificial, que probablemente no interesó a más que un puñado de académicos y activistas profesionales en Copenhague, hizo que el actor que dobló la voz de Foxx, Nikolaj Lie Kaas, explicara en Facebook que «Mi posición con respecto a cualquier trabajo es muy sencillo. Que el hombre o la mujer que pueda realizar el trabajo de la mejor manera posible obtenga el trabajo». ¡Qué opinión escandalosa! Naturalmente, el actor debería ser expulsado de la industria cinematográfica.

Nikolaj Lie Kaas en el Festival de San Sebastián (Foto: Black Corsair/Wikipedia)

El Times cita los comentarios de otros actores y directores de doblaje europeos que también sugieren que el casting no debería tener nada que ver con el color. Un artista de doblaje alemán, Charles Rettinghaus, que siente que tiene una «conexión especial» con Foxx y ha doblado la voz de este último en más de 20 películas, sostiene que «No importa si eres negro, deberías y puedes doblar cualquier cosa... ¿Por qué no deberías interpretar a un actor blanco o un indio o un asiático?».

Pero «es más complicado que eso», afirman el Times y sus entrevistados obsesionados con la raza. En realidad, no lo es. Rettinghaus tiene toda la razón. Obviamente, si existen prejuicios contra los artistas negros que doblan a actores blancos y otros estereotipos en Europa o en cualquier parte, incluidos los de la variedad inconsciente, tales prácticas deben ser denunciadas y combatidas enérgicamente. Pero la peor manera de «oponerse» a los prejuicios y el atraso existentes es imponiendo cuotas y barreras raciales.

Después de todo, si los directores de doblaje estuvieran obligados por la ley o un decreto de la industria a doblar a los actores negros solamente con artistas negros, ¿dónde dejaría eso a alguien como Fily Keita, una artista negra en Francia? El Times señala que Keita no «se siente reprimida como actriz negra que trabaja en la industria» y que su voz ha servido para doblar a «personajes interpretados originalmente por actrices blancas, como Amanda Seyfried y Jamie-Lynn Sigler».

Soul tiene un codirector blanco y otro negro, Pete Docter y Kemp Powers, respectivamente, y «complicando las cosas» aún más, como señala el artículo del Times, «está el hecho de que, como resultado de varias idas y vueltas de la trama, Joe tiene la voz de Tina Fey durante una buena parte de la película, una decisión que ha generado algunas críticas».

En términos objetivos, con la excusa de oponerse al «racismo estructural», el Times se esfuerza por llevar al mundo cultural a una época anterior, cuando todos conocían su «lugar». ¿Por qué el Times no está indignado de que en los años cincuenta y sesenta la soprano afroestadounidense Leontyne Price se convirtiera en una de las principales intérpretes de las óperas de Giuseppe Verdi, un italiano blanco? Los nazis se enfurecían porque actores alemanes judíos o antifascistas (como Conrad Veidt, un luterano, quien, antes de salir de Alemania, puso «judío» como su religión en todos los trámites oficiales porque estaba casado con Ilona Prager, una judía húngara) interpretaban a funcionarios o militares alemanes fascistas en películas de Hollywood. ¿Tenían razón?

En general, la industria cinematográfica estadounidense trató a los artistas negros de manera vergonzosa en las primeras décadas de su existencia, relegándolos principalmente a papeles de sirvientas, guardacoches, porteros, choferes y cosas peores. Se necesitó la presencia de escritores, directores, productores y actores de izquierda en los años cuarenta para comenzar a cambiar esa situación.

El régimen nazi convirtió al racismo en asuntos culturales en una cuestión de política de Estado. Después de su llegada al poder a principios de 1933, las fuerzas de Hitler instituyeron la «arianización» en el mundo del cine y el teatro, una versión perversa de la «limpieza» étnica y racial. En la primavera de ese año, Ufa, la compañía cinematográfica más grande de Alemania, despidió a sus empleados judíos «debido a la revolución nacional de Alemania». Como explica el sitio web filmportal.de, en una directiva de junio de 1933, «el Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda (RMVP) decretó que “todos los involucrados en la producción de una película alemana deben ser de ascendencia alemana y tener la ciudadanía alemana”». El historiador de cine Eric Rentschler escribe que más de «1.500 cineastas, muchos de ellos judíos o políticamente progresistas, huyeron de Alemania (...) y fueron reemplazados por escritores serviles y oportunistas de segunda clase».

Para los nazis, señala filmportal.de, «la cuestión de la ascendencia» era «de importancia central». Su ensayo continúa: «Uno de los pilares de la visión racista del mundo y la política de aniquilación de los nazis fue su instrumentalización de la doctrina genética: no sólo se consideraban heredados los rasgos físicos, sino también el carácter y la “naturaleza”». Los gustos musicales similares, así como los «patrones de habla», eran signos de pureza racial.

El historiador Richard Dove (en el libro A Tale of Two Cities: The Actors Lilly Kann y Martin Miller in Berlin and London 1933-1945 ) señala que después de enero de 1933, «se prohibió a los actores judíos actuar en el teatro alemán». La Jüdischer Kulturbund [Asociación Cultural Judía] se convirtió en «el único escenario profesional para artistas judíos en Alemania. Se exigió que todos los artistas judíos se unieran a él, si deseaban seguir actuando».

Dove escribe que «el repertorio del teatro fue restringido por la negativa de las autoridades nazis a permitirle interpretar los clásicos del teatro alemán, tan familiares para los actores y para el público, ya que se consideraba inapropiado que un teatro judío los escenificara. En 1934 se les prohibió representar las obras de [Friedrich] Schiller, una prohibición que luego se extendió a todo el repertorio clásico del teatro alemán».

Los escritores del Times y las personas que ellos citan no son fascistas, pero hay una lógica implacable y perniciosa en los argumentos basados en la raza y la «sangre».

El desarrollo económico y cultural moderno conduce objetivamente hacia la destrucción de las barreras nacionales y étnicas y hacia la interconexión global, apuntalado por cambios en la producción y las comunicaciones. El capitalismo, con su estructura de Estados-nación que luchan por mercados y ganancias, se interpone en el camino de ese proceso. El Times y su próspero personal de periodistas y editores defienden el nacionalismo, el chovinismo y la política basada en la raza. El WSWS seguirá oponiéndose a esto de manera implacable.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de enero de 2021)

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