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La revista Time e Ibram X. Kendi promueven un “Renacimiento negro” obsesionado con la raza y afanoso de dinero

La última edición de la revista Time afirma que Estados Unidos está presenciando un “Renacimiento negro” en las artes. La portada tiene una foto de Amanda Gorman, la graduada afroamericana de Harvard de 22 años que fue laureada Poetisa Nacional Juvenil y que pronunció su poema “The Hill We Climb” (La colina que trepamos) en la toma de posesión del presidente Joe Biden el 20 de enero.

Amanda Gorman recita su poema inaugural, “The Hill We Climb” durante la ceremonia de inauguración presidencial en Washington, 20 de enero de 2021 (Fotografía del Departamento de Defensa por el oficial de la Armada de Primera Clase, Carlos M. Vazquez II)

El “renacimiento” que se celebra aquí es en gran medida un invento mediático poco apetitoso, destinado a aumentar el flujo de caja y elevar el perfil de una serie de figuras cuyo trabajo tiene poco que ver con arrojar luz sobre nuestra vida y nuestra época. Ninguna obra cultural importante podría surgir de una celebración tan repugnante de la raza y el dinero. Una de las primeras premisas de un renacimiento cultural en los EE.UU., o en cualquier otro lugar, sería el rechazo consciente de las políticas de identidad egocéntricas y un giro hacia las vidas y los problemas de amplias capas de la población cruzando todas las fronteras étnicas y de género.

La aparición de Gorman en la portada de Time proporciona una medida del carácter artificial de la presentación de la revista. A raíz de recitar un mal poema, poco más que una serie de perogrulladas, la joven ha sido catapultada a la estratosfera (o lo que se hace pasar por la estratosfera en los EE.UU. contemporáneos). Después de la aparición de la inauguración de Biden, Gorman firmó un contrato de modelaje con IMG Models, fue invitada por la NFL a leer un poema durante la transmisión del Supertazón y vio cómo sus libros se dispararon a la cima de los más vendidos de Amazon.

Sorprendentemente, el material relevante en la edición doble de Time del 15/22 de febrero contiene solo una referencia fugaz a la pandemia de COVID-19, un desastre continuo que se ha cobrado la vida de casi 500.000 estadounidenses e infectado a decenas de millones. No se dice nada sobre el impacto de las políticas de extrema derecha contra la clase trabajadora perseguidas por el expresidente Donald Trump y su intento de golpe fascista el 6 de enero. El impacto de la desigualdad de la riqueza, una gran mancha en la sociedad estadounidense que ha alcanzado nuevas alturas durante la pandemia, tampoco son motivo de preocupación. En cambio, se dedica una gran cantidad de espacio a explicar cómo las condiciones ahora están maduras para aprovechar la identidad negra para hacer que una capa ya rica sea aún más rica.Las personas que piensan de esta manera simplemente no pueden producir un trabajo artístico serio.

En el principal ensayo de la revista, el historiador y profesor racialista Ibram X. Kendi, el pseudointelectual que escribió Cómo ser un antirracista y Estampado desde el principio, proclama un “tercer gran renacimiento cultural de los estadounidenses negros” que se ha desarrollado durante los últimos seis años. Este renacimiento, según Kendi, sigue los pasos del Renacimiento de Harlem de la década de 1920 y el Movimiento Artístico Negro de las décadas de 1960 y 1970.

El profesor Ibram X. Kendi (crédito: Montclair Film)

Kendi declara que el “Renacimiento negro” es definido por “creadores negros” que se están liberando de la “mirada blanca” para expresar su verdadero yo. “No estamos atados por nadie ni nada, ni por ninguna mirada”, concluye Kendi. “Nuestra imaginación no está limitada por el racismo. El Renacimiento negro no puede tener límites. El Renacimiento negro lucha por la libertad de ser. El Renacimiento negro es la libertad de ser. Somos libres”.

Esto merece cierta atención. En primer lugar, ningún artista serio o escuela artística seria en la historia ha escrito o compuesto principalmente para obtener la aprobación de otro individuo o grupo. Se podría argumentar que esto constituye una de las definiciones del arte perdurable. La implicación que argumenta Kendi de que las “imaginaciones” de los principales artistas negros en el pasado estuvieron “atadas por el racismo” es falsa y reveladora. Figuras artísticas como Langston Hughes, Paul Robeson y Richard Wright (en sus mejores años) emprendieron un minucioso trabajo, llevado a cabo sin importar el costo, de traducir su experiencia y comprensión del mundo en imágenes, sonidos o palabras. Eso es lo que hace el artista, por opresivas o intolerables que sean las condiciones.

La “mirada blanca” aquí, hasta cierto punto, es en sí una cortina de humo. Queda claro en el contexto —con tributos al político imperialista Barack Obama, la magnate multimillonaria de los medios Oprah Winfrey y la insípida estrella del pop Beyoncé— que Kendi tiene en mente el rechazo de cualquier “mirada”, es decir, cualquier responsabilidad social.

“No estamos atados por nade ni nada, ni por ninguna mirada”, presume. Esta es la declaración de un egoísta anarco-libertario que no quiere que se pongan restricciones a su capacidad para cambiar de posición y lealtades en la búsqueda de una carrera y riqueza. Más o menos confesa esto, escribiendo que “mis estudios fluyen de la investigación y la evidencia, lo que puede llevarme a cualquier parte [subrayado nuestro]”. Hemos sido debidamente advertidos. Este es un charlatán sin principios capaz de todo.A diferencia del Renacimiento de Harlem, este “Renacimiento negro”, organizado por el Partido Demócrata, financiado por las empresas estadounidenses, respaldado por Time (cuyo fundador y propietario durante mucho tiempo Henry Luce, que eventualmente sería uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, era particularmente cercano a la CIA), el New York Times y todos los medios corporativos, es procapitalista, proimperialista y comunalista étnico. (El movimiento artístico negro radical de las décadas de 1960 y 1970 estuvo fuertemente influenciado por las ideologías de los nacionalistas negros y de la “liberación del Tercer Mundo”, pero ciertamente no se habría comportado con tanta obsequiosidad hacia la autoridad y la riqueza, blanca, negra o de otro tipo).

Richard Wright

Las manifestaciones masivas y multirraciales del verano pasado contra la violencia policial y, más en general, la creciente radicalización anticapitalista de amplias capas de la población han alarmado y asustado a los chovinistas raciales junto con todos los demás sectores de la élite política. El último número de Time es una campaña política y corporativa en apoyo del racismo y el separatismo, cuyo objetivo es sembrar confusión y divisiones en la clase trabajadora en un momento de inmensa crisis para el sistema global de ganancias.

Absurdamente, Kendi sostiene que Obama, el primer presidente negro, sirvió de combustible para el último gran resurgimiento del arte negro como la Gran Migración de la década de 1920 y las Leyes de Derechos Civiles de 1964 y 1968. El presidente de las guerras imperialistas interminables y expandidas en Oriente Próximo, de los asesinatos con drones, incluso de ciudadanos estadounidenses, del rescate de las empresas automotrices que redujo a la mitad los salarios de los trabajadores, el “deportador en jefe”, que les dijo a los residentes de Flint que bebieran el agua contaminada con plomo, que supervisó la mayor transferencia de riqueza de abajo hacia arriba en la historia de Estados Unidos. ¿Esta es la inspiración para un movimiento artístico histórico?

De hecho, los Obama son el máximo símbolo de éxito para los aspirantes a empresarios negros. El patrimonio neto combinado de Barack y Michelle se estima en 70 millones de dólares y solo seguirá aumentando, lo que los convierte en la pareja presidencial más rica del Partido Demócrata. Firmaron un contrato de libros después de pasar por la Casa Blanca de 65 millones de dólares y firmaron acuerdos de producción con Spotify y Netflix por millones más no revelados. Han comprado una residencia de 8.1 millones de dólares en Washington D.C. y una propiedad de 14.9 millones de dólares en la isla Martha’s Vineyard, frente a la costa de Massachusetts.

Entre las otras figuras culturales del “Renacimiento Negro” identificadas por Kendi, como se señaló anteriormente, se encuentra la cantante y actriz Beyoncé, quien, junto a su esposo, el rapero y ejecutivo discográfico Jay-Z, ingresaron al exclusivo mundo de los milmillonarios.

Un artículo separado en la edición especial de Time enumera una serie de obras seminales que marcaron el comienzo del renacimiento. Incluyen algunos esfuerzos genuinamente deplorables (junto con varios valiosos, mediocres o problemáticos), entre ellos, la diatriba racialista de Ta Nehisi Coates Between the World and Me; la película taquillera del superhéroe negro, separatista y pro-CIA de Ryan Coogler, Black Panther; Get Out de Jordan Peele; los retratos oficiales de Amy Sherald y Kehinde Wiley de Barack y Michelle Obama; “A Subtlety, or the Marvelous Sugar Baby” de Kara Walker; Lemonade de Beyoncé; A Seat at the Table de Solange; y la bolsa de compras de Telfar Clemens (sí, una bolsa de compras).

Muchas de estas obras se definen por su obsesión por la raza, o simplemente por el yo. Es absurdo sugerir que un renacimiento cultural significativo podría apoyarse en una caña tan delgada. Para ser franco, varias de estas obras revelan más que cualquier otra cosa la decadencia y desintegración de la vida cultural en Estados Unidos.

¿Qué ha sucedido en los últimos seis años, coincidiendo con los últimos años de la Presidencia de Obama y la totalidad de la era Trump, que provocó este “Renacimiento negro”? ¿Cuáles han sido las principales tendencias económicas y políticas durante esta media docena de años? El mercado de valores ha experimentado un auge como nunca antes, creando nuevos multimillonarios y marcando la llegada de los centimilmillonarios cuya riqueza no está ligada a lo que producen sus empresas, sino al desempeño de su cartera de acciones. Las filas de los milmillonarios negros han aumentado de uno en 2014 a ocho en 2020.

Langston Hughes

Una pequeña capa de la clase media-alta negra debajo de estos multimillonarios negros también se ha vuelto extremadamente rica. Si bien todavía no son parte de los ultrarricos, aspiran a serlo y buscan usar la raza como palanca para llegar a la cima. Mientras tanto, las condiciones para los negros pobres y de clase obrera solo han empeorado a medida que los procesos de desindustrialización y financiarización continúan causando estragos en los Estados Unidos.

La desigualdad de la riqueza ha crecido en general dentro de la sociedad estadounidense, pero es más amplia entre los afroamericanos. Un análisis del People's Policy Project encontró que la clase alta negra controlaba 1.328 veces la riqueza de los negros pobres, en comparación con una brecha de riqueza racial de 15,7 entre la riqueza promedia blanca y negra. No es de extrañar, en estas condiciones de concentración astronómica de la riqueza, que haya habido un cambio significativo en los votos de los afroamericanos por Donald Trump en 2020 con respecto a 2016.

Kendi y los artistas y periodistas obsesionados con el dinero que ha identificado como parte del “Renacimiento negro”, cuyas piedras angulares políticas son los criminales de guerra y los asaltantes corporativos del Partido Demócrata, no tienen nada en común con los esfuerzos democráticos e igualitarios de los mejores elementos del Renacimiento de Harlem. Ese movimiento artístico y cultural estuvo profundamente influenciado por la Revolución rusa de 1917 liderada por los bolcheviques, el Estado obrero que construyeron en la Unión Soviética y la actividad política de los pensadores comunistas y socialistas en los Estados Unidos.

El Renacimiento de Harlem fue una mezcla racial y cultural, que involucró influencias blancas y negras, estadounidenses, caribeñas y francesas. Los artistas, escritores, poetas y activistas políticos eran una mezcla de nacionalistas negros garveyistas, comunistas y socialistas. Por encima de todo, buscaron usar su arte para derribar barreras y estereotipos raciales y luchar contra el racismo de la segregación de Jim Crow y el terror de los linchamientos. Muchos se unieron al Partido Comunista u organizaciones afiliadas e inspiradas por el ejemplo de la Revolución de Octubre, solo para desilusionarse y alejarse de la política revolucionaria por la amarga experiencia del estalinismo y la caza de brujas anticomunista.

La lista de artistas, escritores y periodistas negros perdurables de este período es larga: Langston Hughes, Countee Cullen, Zora Neale Hurston, Richard Wright, Ralph Ellison, Nella Larsen, Lorraine Hansberry, Hubert Harrison, Scott Joplin, W.E.B. Dubois, Josephine Baker, Leontyne Price, Shirley Verrett, Paul Robeson, William Grant Still, Duke Ellington, Marian Anderson, James Weldon Johnson, Lena Horne, Sidney Poitier, Cab Calloway, Josephine Baker, Claude McKay, Jean Toomer, Louis Armstrong, Thelonious Monk, Oscar Peterson, Charlie Parker, Sidney Bechet, Chandler Owen, A. Phillip Randolph y así sucesivamente. ¿Quién de la cosecha actual de celebridades racistas aclamadas por Kendi y Time se compara con alguna de estas figuras?

Wright, autor de Native Son (1940), comenzó a asistir a las reuniones del John Reed Club, un grupo literario patrocinado por el Partido Comunista, en 1934 y se casó con la organizadora del Partido Comunista, Ellen Poplar, en 1941. Explicó más tarde en su vida: “Las palabras revolucionarias saltaron de la página y me golpearon con tremenda fuerza. Me llamó la atención la similitud de las experiencias de los trabajadores de otras tierras, la posibilidad de unir pueblos dispersos pero afines en un todo. Me pareció que aquí, por fin, en el ámbito de la expresión revolucionaria, la experiencia de los negros podría encontrar un hogar, y un valor y papel funcionales”.

Hughes, poeta y dramaturgo, también participó en el John Reed Club y participó activamente en otras iniciativas patrocinadas por el Partido Comunista, incluida la defensa de los Scottsboro Boys. Explicó bajo la presión del Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado de Joseph McCarthy en 1953: “Mi sentimiento, señor, es que he creído en todas las filosofías de la izquierda en un período de mi vida, incluido el socialismo, el comunismo y el trotskismo”.

Claude McKay y Mx Eastman en 1924

McKay, codirector ejecutivo de The Liberator junto con el socialista Max Eastman, viajó a la Unión Soviética, asistiendo al Cuarto Congreso de la Internacional Comunista en 1922. Declaró en 1919: “Todo negro que reclame el liderazgo debe hacer un estudio del bolchevismo y explicar su significado a las masas de color. Es la idea más grande y científica que existe hoy en día en el mundo”.

Si bien muchas figuras del Renacimiento de Harlem finalmente giraron hacia la derecha, junto con la intelectualidad en general en el período de posguerra, las ideas socialistas y la conciencia de la lucha de clases dejaron su huella en sus mejores obras. Su comprensión de la realidad de que hubo, hay y podría haber una lucha de clases, en la que la clase trabajadora, dirigida por una dirigencia revolucionaria y políticamente consciente, unida a través de líneas raciales, lingüísticas y nacionales, puede liberarse de las amarras del capitalismo y tomar el control de la sociedad en sus manos está completamente ausente en las obras de aquellos identificados como las luces principales del “Renacimiento negro” de hoy.

El racialismo en el cine y el arte es una tendencia que no es nueva, pero sin duda se ha desarrollado a nuevas profundidades en los últimos años. No ha salido nada bueno de ello. Como señalamos en 2017, “Estos trabajos tienden a tratar la vida de la clase trabajadora negra en particular como si tuviera una evolución separada e independiente y pudiera tener sentido al margen de los problemas generales de la sociedad estadounidense y las grandes cuestiones que enfrenta toda la clase trabajadora en cada etapa de desarrollo. El resultado es algo unilateral e insular”.Señalando a las raíces de clase de la política de identidades, explicamos: “Una parte de la clase media, como demuestran las amargas experiencias históricas, se siente atraída objetivamente hacia la teoría racial (y de género) como explicación del proceso social. Estas capas no pueden dar una visión precisa ni progresista de la historia porque la historia va en contra de ellas. Ninguna clase social ha aceptado jamás su declive y desaparición voluntariamente. Como sugirieron Marx y Engels hace 170 años acerca de las capas de la pequeña burguesía, ‘Por lo tanto, no son revolucionarios, sino conservadores. Es más, son reaccionarios, porque tratan de hacer retroceder la rueda de la historia’”.

Las condiciones históricas en las que trabajan los artistas hoy en día son bastante diferentes a las que siguieron a 1917. Han pasado tres décadas desde que la burocracia estalinista liquidó la Unión Soviética y restauró el capitalismo en Rusia y Europa del Este, los sindicatos en los Estados Unidos y en todas partes. operan como un brazo de las gerencias: reprimen las huelgas, aíslan a los trabajadores dondequiera que surja la oposición e imponen concesiones profundas.

Sin embargo, las proclamaciones del supuesto triunfo del capitalismo y el “fin de la historia” han sido completamente desmentidas por las tres décadas de guerras interminables, el estallido de la desigualdad y la destrucción de los niveles de vida y la esperanza de vida de la clase trabajadora. Con la respuesta asesina de las élites capitalistas a la pandemia que ha resultado en la muerte de medio millón de estadounidenses y más de 2,4 millones en todo el mundo hasta ahora, mientras se entregan billones de dólares en rescates, las condiciones están maduras para el estallido de luchas revolucionarias en Estados Unidos e internacionalmente.

Aquellos que buscan crear arte significativo no avanzarán volviéndose hacia adentro, hacia un ensimismamiento miope, sino volviéndose hacia la clase trabajadora y buscando comprender la turbulencia de la vida social en general. El arte no se trata de la elevación del yo, sino del conocimiento de la vida. El mejor arte lo harán aquellos que se orienten a comprender y exponer las contradicciones fundamentales de la vida bajo el capitalismo mientras luchan por una sociedad organizada para satisfacer las necesidades humanas y no para aumentar las ganancias y las carteras de acciones de un puñado privilegiado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de febrero de 2021)

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