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La cumbre de la OTAN enfatiza la estrategia anti-China mientras continúan las guerras en el Medio Oriente y Afganistán

La reunión de dos días por ministros de defensa de la OTAN que concluyó el jueves estuvo marcado por el intento de la administración de Biden y su secretario de defensa, el general retirado Lloyd Austin, de adoptar un nuevo "tono y enfoque, un deseo de trabajar con nuestros aliados y socios" como lo expresó un alto funcionario del Pentágono.

Independientemente de las afirmaciones de que "Estados Unidos ha vuelto" después de los cuatro años de Donald Trump, Estados Unidos utilizó la reunión, celebrada a través de una videoconferencia segura debido a la pandemia, para presionar por las mismas políticas esenciales: operaciones imperialistas continuas en el Medio Oriente y un cambio estratégico hacia los preparativos para una confrontación de “gran potencia” con China y Rusia.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, habla durante una conferencia de prensa, después de una reunión de ministros de defensa de la OTAN en formato de video, en la sede de la OTAN en Bruselas el jueves 18 de febrero de 2021 (AP Photo/Virginia Mayo, Pool).

Esto se combinó con una continuación de la insistencia de Washington de que las potencias europeas dediquen una mayor parte de sus presupuestos (dos por ciento del PIB) hacia el gasto militar, incluyendo la compra de equipos de fabricación estadounidense, una demanda que se ha mantenido constantemente desde Obama hasta Trump y Biden.

El problema inmediato más urgente al que se enfrenta la OTAN, el tope para la retirada del 1 de mayo para 10.000 soldados de la OTAN y aliados que ocupan Afganistán, quedó sin resolver, a la espera de que se tome una decisión en Washington.

El plazo es parte del acuerdo de paz firmado el año pasado en Qatar entre Estados Unidos y los talibanes, que supuestamente cambiaría la retirada de las tropas estadounidenses y extranjeras por el compromiso de los talibanes de negar el uso del suelo afgano a Al Qaeda o cualquier otras fuerzas que buscan atacar a Estados Unidos y sus aliados. En el año transcurrido desde la negociación del acuerdo, ni un solo soldado estadounidense ha muerto en el país.

Ahora, el Pentágono afirma que el nivel de "violencia" en el país hace que sea imposible avanzar. Las fuerzas de seguridad del régimen títere de Kabul respaldada por Estados Unidos se enfrentan a una debacle, entregando bases y puestos de control a los talibanes, que rodean las principales capitales regionales. La tradicional ofensiva de primavera del movimiento insurgente aún está por llegar.

Mientras las fuerzas europeas representan la mayoría de las tropas extranjeras que aún se encuentran en Afganistán —oficialmente, Estados Unidos tiene sólo 2.500 soldados desplegados en el país— la ocupación depende totalmente del poderío aéreo, las líneas de suministro y el apoyo logístico de Estados Unidos.

Si Washington se estaba moviendo hacia una retirada el 1 de mayo, ya se habrían dado órdenes para comenzar a cerrar la extensa infraestructura militar de EE. UU. que se ha construido en el transcurso de la guerra de dos décadas y enviar de regreso la enorme cantidad de equipaje militar enviado al país empobrecido. Todo indica que la guerra más larga en la historia de Estados Unidos continuará.

Mientras tanto, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció una escalada mayor de la alianza de presencia militar en Irak, y el actual contingente de 500 "entrenadores" se incrementó a 4.000. Estados Unidos, cuyo propio despliegue de tropas se reporta en 2.500, amenazó esta semana con tomar represalias no especificadas contra un ataque con cohetes en una base estadounidense en Erbil que mató a un contratista e hirió a varios más, incluyendo un soldado estadounidense. El ataque fue reivindicado por un grupo poco conocido.

Mientras la OTAN afirma que el aumento de su presencia en Irak está motivado por la preocupación por el resurgimiento de la milicia islamista sunita de ISIS, el foco principal de las operaciones lideradas por Estados Unidos en el país, como en toda la región, es contrarrestar militarmente la influencia de Irán.

Incluso mientras permanece atado en las guerras por décadas en el Medio Oriente y Afganistán, la administración de Biden ha ordenado una revisión de la "postura global" del Pentágono con el objetivo de redirigir el poder de fuego de EE.UU. contra China y Rusia. Biden ya suspendió la orden de Trump de retirar las tropas estadounidenses de Alemania y envió bombarderos B-1 a Noruega.

En vísperas de la conferencia de ministros, un alto funcionario del Pentágono expuso una política beligerante de Estados Unidos hacia Rusia y la declaró "una amenaza para todos los aliados de la OTAN, incluyendo Estados Unidos". Acusó a Moscú de “usar la fuerza militar para lograr sus objetivos”, una prerrogativa que Washington considera exclusivamente como propia, y de “socavar el orden internacional basado en reglas” establecidas por el imperialismo estadounidense.

El secretario general de la OTAN, Stoltenberg, declaró después del primer día de la videoconferencia que tenía la intención de recomendar que el "Concepto Estratégico" de la alianza redactada en 2010 se reelaborará principalmente para enfrentar a Rusia y China.

Argumentando que el entorno de seguridad de la alianza había "cambiado fundamentalmente", Stoltenberg declaró: "[P]or ejemplo, en el concepto estratégico actual no estamos abordando el equilibrio cambiante de poder y las consecuencias de seguridad del ascenso de China. ... En 2010, estábamos trabajando para establecer lo que pensamos que era una asociación estratégica con Rusia. Desde entonces, hemos visto a Rusia siendo responsable de acciones agresivas contra los vecinos, la anexión ilegal de Crimea, y las cosas han cambiado fundamentalmente".

Por su parte, el secretario de Defensa Austin dijo a los ministros de la OTAN que "acogió con satisfacción el reconocimiento de los aliados de la OTAN de que la creciente influencia de China y las políticas internacionales presentan desafíos para la seguridad transatlántica y espera trabajar juntos para abordar estos desafíos", según el Pentágono.

Con este fin, Washington y los medios corporativos estadounidenses han montado una implacable campaña de propaganda para demonizar a China como responsable de todo, desde la pandemia del coronavirus hasta el "genocidio" contra su población musulmana. Esta campaña tiene como uno de sus objetivos críticos desviar la creciente ira popular por la desigualdad social y el manejo catastrófico de la pandemia hacia un nuevo enemigo.

La unidad de la OTAN basado en tal agenda no está asegurada. Los conflictos y tensiones dentro de la alianza de casi 75 años sin duda se vieron exacerbados por el carácter crudamente transaccional de la política de Trump de "América primero" y el abierto desprecio del expresidente por la OTAN. Sin embargo, son anteriores a Trump y sus raíces son mucho más profundas. Un cambio de "tono" difícilmente servirá para superarlos.

Cuando se forjó la alianza militar transatlántica en 1949, el imperialismo estadounidense ejerció dominio sobre el mundo capitalista. La alianza se dirigió contra la Unión Soviética en la Guerra Fría de 40 años entre las dos potencias con armas nucleares. Para compensar el declive de su hegemonía económica global y, en particular, desde la disolución de la URSS, el imperialismo estadounidense ha recurrido cada vez más al uso de la fuerza militar, lo que lo ha llevado a tres décadas de guerras ininterrumpidas.

Las potencias de Europa occidental, en particular Alemania y Francia, han expresado repetidamente su oposición a convertirse en peones en los conflictos de Washington con Beijing y Moscú. A finales del año pasado, la Unión Europea concluyó un importante pacto comercial y de inversión con China por las objeciones de Estados Unidos, y la semana pasada se reveló que China ha superado a Estados Unidos como principal socio comercial de la Unión Europea.

Mientras tanto, el gobierno alemán ha mantenido su apoyo al gasoducto Nord Stream 2, que entregará más gas ruso directamente a Alemania, aludiendo a Ucrania, a pesar de las amenazas y sanciones de Estados Unidos.

La profundización de la crisis capitalista mundial, que ha sido acelerada por la pandemia COVID-19, está avivando los conflictos, no solo entre Estados Unidos, Rusia y China, sino también dentro de la OTAN, cuyos estados miembros participaron dos veces en guerras mundiales entre ellos en el siglo 20.

Un informe publicado este mes por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) titulado "Estados Unidos, China y Taiwán: una estrategia para prevenir la guerra" advierte que Washington no puede contar con el apoyo de sus antiguos aliados de la OTAN en una guerra con China. "En asuntos que van desde cuestiones tecnológicas hasta críticas al manejo de Hong Kong por parte de China, los aliados de Estados Unidos a veces han dudado en apoyar a Washington cuando la retórica y las acciones estadounidenses se consideran demasiado provocativas o tienen altos costos económicos", afirma el CFR. “Francia y Alemania se negaron a apoyar a Estados Unidos en el conflicto del Golfo de 2003. En una guerra entre Estados Unidos y China, incluso Japón podría no unirse a la batalla, dada su política interna y las restricciones constitucionales, y Estados Unidos bien podría luchar solo, rompiendo su sistema de alianzas".

El informe hace una advertencia escalofriante sobre las consecuencias de tal conflicto. “Millones de estadounidenses podrían morir en la primera guerra en la historia de la humanidad entre dos Estados con armas nucleares. Un estudio de 2015 de RAND Corporation sobre los efectos del combate entre Estados Unidos y China determinó que estimar las pérdidas militares sería “extremadamente difícil”. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial fue la última vez que Estados Unidos perdió un buque de guerra importante, y un buque hundido podría convertirse en el evento militar estadounidense más mortífero desde la guerra de Vietnam".

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de febrero de 2021)

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