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Perspectiva

El juicio de Derek Chauvin y la epidemia de asesinatos policiales en EE.UU.

El miércoles finalizó el tercer día del juicio de Derek Chauvin, el expolicía de Minneapolis, Minnesota, que presionó su rodilla sobre el cuello de George Floyd por más de nueve minutos en mayo pasado.

Los tres días de testimonios han confirmado lo que millones de trabajadores sabían en todo el mundo: la muerte de George Floyd el 25 de mayo de 2020 fue un asesinato policial brutal a sangre fría. En medio de la pandemia, fue una muestra particularmente gráfica de la naturaleza del aparato represivo y violento que lleva el nombre de “fuerzas policiales”.

George Floyd (crédito: Offices of Ben Crump Law)

Un testigo tras otro recordó su asombro, horror e indignación cuando vieron a los oficiales sujetar a Floyd contra el pavimento mientras suplicaba por su vida. Casi todos los testigos hasta ahora, personas de diferentes razas y orígenes, han derramado lágrimas mientras los interrogaban o les mostraban imágenes que les recordaban lo sucedido el 25 de mayo de 2020.

La bombera de Minneapolis, Genevieve Hansen, quien es blanca, declaró que ella les suplicó a los oficiales que le permitieran tomar el pulso de Floyd. Hansen describió cómo los oficiales se rehusaron a permitirle atender a Floyd, incluso después de identificarse como bombera. Hansen lloró cuando recordó la impotencia que sintió al ver que Chauvin seguía arrodillado sobre Floyd, incluso después de que ella le dijo que había perdido la consciencia.

Darella Frazier, una adolescente afroamericana que grabó el video del incidente que se volvió viral, le dijo al jurado que algunas noches se mantuvo despierta “pidiendo perdón, pidiéndole perdón a George Floyd por no haber hecho más y no interactuar físicamente y no salvar su vida”.

Alyssa Funari, otra testigo que grabó los eventos, lloró cuando explicó que quería intervenir pero no podía porque “había un poder mayor ahí”, refiriéndose a los policías que alejaban a los testigos del crimen y los amenazaban con gas pimienta.

Los fiscales reprodujeron las grabaciones de las cámaras corporales el miércoles, en las que se ve cómo Floyd les suplica a los oficiales, diciéndoles que tenía miedo y suplicándoles que no le dispararan. En el video, los oficiales siguieron sujetando a Floyd contra el pavimento hasta que uno reconoció que Floyd había perdido la consciencia.

El brutal asesinato de Floyd a manos del Departamento de Policía de Minneapolis desató un torrente de empatía y rabia entre los trabajadores de todo el mundo. Las protestas comenzaron localmente en Minneapolis el día después de la muerte de Floyd y acabaron extendiéndose a más de 2.000 ciudades en más de 60 países. Se calcula que entre 15 y 26 millones de personas protestaron en algún momento en Estados Unidos, lo que las convirtió en las manifestaciones más grandes de la historia del país.

Las manifestaciones tuvieron un carácter multiétnico, multirracial e internacional, y los trabajadores lucharon activamente contra los intentos de dividir la lucha de acuerdo con las razas.

Aunque las protestas fueron provocadas por el asesinato de Floyd, se vieron impulsadas por cuestiones más profundas. A finales de mayo, la cifra de muertos por la pandemia de coronavirus en Estados Unidos alcanzó los 100.000. Millones de personas estaban sin trabajo y sin ingresos mientras el Congreso proporcionaba varios billones a Wall Street, ofreciendo solo migajas a los trabajadores. La clase dominante, encabezada por la Administración de Trump, había iniciado su campaña homicida de regreso al trabajo, una política que ha sido continuada por el presidente Joe Biden, haciendo que la cifra de muertos supere hoy los 560.000.

La clase dominante respondió a las protestas con una campaña militarizada de represión a manos de la policía. Tanto los demócratas como los republicanos desplegaron las fuerzas policiales y la Guardia Nacional para aterrorizar a la población. Más de 14.000 personas fueron detenidas durante las protestas, acusadas de delitos menores como violar el toque de queda o bloquear las carreteras. La policía violó sistemáticamente los derechos democráticos de los periodistas, deteniendo a 128 en 2020, un récord para un solo año. Al menos 19 personas murieron durante la represión policial.

El 1 de junio, Trump, quien alentó la violencia policial durante toda su Administración, amenazó con invocar la Ley de Insurrecciones para desplegar a los militares en todo el país y declarar efectivamente la ley marcial. Esta respuesta no estuvo motivada simplemente, ni siquiera principalmente, por las protestas populares contra la violencia policial. Reflejaba el miedo de la clase dirigente a la creciente ira social por su respuesta homicida a la pandemia. La amenaza de la dictadura encontró su máxima expresión política en el intento de golpe fascistizante en Washington D.C. el 6 de enero de 2021.

Mientras apoyaban la represión policial, los demócratas avanzaban en un camino paralelo. Trataron de conducir la indignación por el asesinato de Floyd y la epidemia de violencia policial detrás de una campaña para avivar las divisiones raciales. Afirmaron que los asesinatos policiales eran una cuestión racial que podía resolverse haciendo a Kamala Harris la primera vicepresidenta mujer, afroamericana y asiática. El movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) fue muy promovido y las organizaciones asociadas al movimiento fueron inundadas con decenas de millones de dólares por las grandes corporaciones.

Sin embargo, los demócratas no son menos culpables que los republicanos en la epidemia de violencia policial. A George Floyd, lo precedió Michael Brown en Ferguson, Missouri, en 2014, cuando las protestas se encontraron con una respuesta militarizada presidida por el Gobierno de Obama. Durante el Gobierno de Biden, sin duda habrá más atropellos, algunos captados por las cámaras, la mayoría no. Según un análisis realizado por el Washington Post, no se ha producido una reducción significativa del índice de asesinatos policiales bajo el mandato de Biden.

Desde que mappingpoliceviolence.org empezó a recopilar datos en 2013, la policía ha matado a más de 1.000 personas cada año. En promedio, la policía estadounidense mata a más de 3 personas cada día. Ya en 2021, la policía ha matado a más de 200 personas.

La policía mató a 1.127 personas en 2020, incluso en medio de la pandemia. De ellas, 457 eran blancas. Año tras año, los blancos representan la mayor parte de los individuos asesinados por la policía. Aunque el racismo desempeña un papel, y se fomentan los sentimientos más retrógrados y fascistizantes en el seno de la policía, el número desproporcionado de minorías asesinadas es principalmente un producto del hecho de que la policía patrulla las comunidades más vulnerables y empobrecidas.

La prevalencia de la violencia policial en Estados Unidos es, en el fondo, una cuestión de clase, no una cuestión racial. Es el producto nocivo de una sociedad caracterizada por niveles de desigualdad social sin precedentes. La concentración de la riqueza en manos de una plutocracia no ha hecho más que aumentar en el último año, y el rescate masivo de Wall Street ha alimentado la riqueza de los que lucraron de la pandemia.

Cualquier lucha contra la violencia policial no puede llevarse a cabo sobre una base racial. Las protestas del año pasado demostraron la unidad y el poder de la clase trabajadora. La única manera de avanzar es un programa socialista, que rechaza las barreras artificiales y une a los trabajadores según sus intereses de clase comunes. Las apasionadas respuestas de los testigos en el juicio de Chauvin no estuvieron determinadas por su raza, sino por su humanidad y empatía con los miles de trabajadores asesinados por la policía cada año.

Como escribió el Partido Socialista por la Igualdad en los días posteriores al asesinato de Floyd: “¿Cómo se vengará la muerte de George Floyd? ¿Cuál es el camino a seguir? La lucha contra la brutalidad policial debe fundirse con el creciente movimiento de la clase obrera contra las condiciones laborales inseguras, el desempleo masivo, la desigualdad social y la pobreza masiva. Es una lucha contra el sistema capitalista y por el socialismo”.

Diez meses después de la muerte de Floyd, ante la continua marea de violencia policial, los horrendos resultados de la respuesta de la clase gobernante a la pandemia, y la entrada de los trabajadores en todo el mundo en lucha contra la desigualdad, la dictadura y la guerra, la necesidad de esta lucha nunca ha sido tan urgente.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 de marzo de 2021)

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