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Reseña

El Proyecto 1619 del New York Times y la falsificación racialista de la historia: un importante evento político e intelectual

The New York Times 1619 Project and the Racialist Falsification of History: Essays and Interviews. Editado por David North y Thomas Mackaman, Mehring Books, 2021. Págs. xxvi, 339; 28 de imágenes. $24.95

La falsificación de la historia de la sociedad es el arma de un tirano. También lo son las mitologías de la sangre. En su misión continúa para desorientar y dividir la clase obrera estadounidense, el New York Times ha empuñado estas dos armas a través de su Proyecto 1619, que afirma que la “verdadera fundación” de EE.UU. ocurrió el año en que llegaron los primeros esclavos africanos a Virginia, en vez de 1776, el año de la firma de la Declaración de Independencia.

El Proyecto 1619 hizo su debut en forma de una edición especial de la New York Times Magazine en agosto de 2019. El Times promocionó el proyecto como algo “continuo”, más allá de sus 14 ensayos originales, incluyendo el ensayo principal de la fundadora del proyecto y periodista del Times, Nikole Hannah-Jones, intitulado “Los ideales fundacionales de nuestra democracia eran falsos cuando fueron escritos. Los estadounidenses negros han luchado por hacerlos realidad”. Le ganó un premio Pulitzer a la autora, en la categoría de comentarios.

The New York Times’ 1619 Project and the Racialist Falsification of History. Editado por David North yThomas Mackaman.

Los temas generales del Proyecto 1619 incluyen que la raza es la principal división de la sociedad estadounidense, que el racismo contra los negros “corre por el propio ADN de este país”, y que los afroamericanos han sido la única fuerza progresista en la historia de EE.UU. Para Hannah-Jones y sus colaboradores ensayistas, la Revolución estadounidense fue realmente una contrarrevolución cuyo objetivo era establecer una esclavocracia y la guerra civil —la segunda revolución estadounidense, en la que fallecieron 750.000 soldados y que puso fin a la propiedad de esclavos en EE.UU.— no tuvo ninguna importancia histórica. Cientos de miles de copias del Proyecto 1619 han sido distribuidas en los distritos escolares y han sido incorporadas en los estudios de un número de escuelas secundarias.

A pesar de que la falsedad demostrable de sus afirmaciones, su política reaccionaria y despliegue en las escuelas, el Proyecto 1619 tan solo se ha enfrentado a críticas serias de una fuente: el World Socialist Web Site (WSWS). La intervención del WSWS contra el Proyecto 1619, iniciada en septiembre de 2019, recibió una amplia atención de la prensa. En última instancia, destruyó la credibilidad de la “nueva narrativa histórica” del Times, pero el Proyecto 1619 persiste como una inversión lucrativa y un proyecto político.

La publicación de The New York Times’ 1619 Project and the Racialist Falsification of History [El Proyecto 1619 del New York Times y la falsificación racialista de la historia] (Mehring Books, 2021), que recopila los escritos del WSWS sobre el Proyecto 1619 en un solo volumen, es un importante acontecimiento político e intelectual. El libro es una recolección poderosa de ensayos, conferencias, polémicas y artículos, así como ocho entrevistas con académicos de reconocimiento mundial sobre la historia de EE.UU. La fuerza colectiva de este material desmiente irrefutablemente las bases racialistas y antihistóricas del Proyecto 1619.

El volumen comienza con un incisivo y mordaz prólogo redactado por North, donde expone tanto la omnipresencia como el carácter reaccionario de la política de identidades en el ámbito académico contemporáneo. Le sigue una sección llamada “La crítica histórica del Proyecto 1619”, que incluye la respuesta inicial del WSWS al Proyecto 1619, escrita por North, Thomas Mackaman y Niles Niemuth, y luego tres conferencias presentadas por Mackaman, Eric London y Joseph Kishore en octubre y noviembre de 2019 en el campus de la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Sigue una sección dedicada a las entrevistas con historiadores destacados, incluyendo a James McPherson y Gordon Wood, y luego vienen secciones tituladas “Polémicas”, “Comentarios históricos” y “La crisis del Proyecto 1619 del New York Times”, una serie de artículos sobre las defensas evasivas e insinceras del Times como resultado de las exposiciones del WSWS. El libro concluye con un epílogo sobre “La parodia de 1776 de Trump”, la respuesta oportunista y derechista del Gobierno anterior al Proyecto 1619.

La falsificación racialista de la historia emprende inicialmente contra los primeros dos ensayos del Proyecto 1619, el principal ensayo de Hannah-Jones y otro del sociólogo de Princeton, Matthew Desmond, intitulado “Para entender la brutalidad del capitalismo estadounidense, debes empezar por la plantación”. Sería agradable ver más sobre otros artículos del Proyecto 1619 —ensayos como “Una enorme brecha de riqueza, impulsada por la segregación, prácticas discriminatorias, desahucios y exclusión, separa el EE.UU. negro del blanco” del periodista Trymaine Lee o el contradictorio “Por siglos, la música negra ha sido el sonido de la libertad artística. No sorprende que todos siempre la roben” de Wesley Morris, crítico en general de artes del Times.

Pero, al concentrarse en los ensayos de Hannah Jones y Desmond, los escritores del WSWS y los historiadores que entrevistan socavan las bases del resto del Proyecto 1619, a saber, sus conceptos monolíticos de un EE.UU. “negro” y uno “blanco”, y su enfoque miope y hostil a la Ilustración con respecto a la historia, la cultura y la humanidad. En sus 339 páginas, La falsificaci ó n racialista de la historia no puede ser acusada de una falta de rigor en sus puntos fundamentales. De principio a fin, el volumen sobresale por su objetividad y precisión histórica.

Lo mismo no puede decirse del Times. Hannah-Jones incluso admitió en Twitter que “el Proyecto 1619 no es una historia”. En cambio, “trata sobre quién controla la narrativa histórica y, consecuentemente, la memoria compartida de la propia nación”. North, presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, subraya el fin destructivo de tal enfoque a la historia en su prefacio a este volumen:

En este comentario, Hannah-Jones enaltece explícitamente la separación entre la investigación histórica y el esfuerzo por reconstruir verazmente el pasado. Declara que el propósito de la historia no es más que crear una narrativa útil para una u otra agenda política. La veracidad o falsedad de la narrativa no importa.

En la racialización de dicha “narrativa,” de la cual el Proyecto 1619 es solo un eslabón, North percibe consecuencias políticas graves:

Bajo la influencia del posmodernismo y su derivación, la “teoría crítica de la raza”, las universidades estadounidenses han acogido ampliamente la propagación de concepciones profundamente reaccionarias. La identidad racial ha reemplazado la clase social y los procesos económicos relacionados como la categoría principal y fundamental de análisis.

Con cada vez más fuerza, North expone el absurdo en el que cae la academia por sus ataduras al racialismo, exponiendo al exitoso “intelectual público” Ibram X. Kendi en su interpretación de la palabra “Ilustración” (“la conexión entre la luz y la blancura”), empleando una lección simple en etimología e encontrando incursiones irracionalistas de manera similar en los campos de la música e incluso la física. Los practicantes de la “disciplina” racialista, en palabras de North, “merodean en el territorio ideológico del Tercer Reich”.

Al defender una perspectiva auténticamente marxista frente los argumentos de ambos ensayos, los cuatro capítulos sobre la “Crítica histórica” del libro frecuentemente armonizan y a veces hacen eco (por ejemplo, la metáfora reveladora de Hannah-Jones sobre el “ADN” es abordada por cada escritor en esta sección), pero nunca son repetitivos. Los ensayos en esta sección constituyen análisis distintos y convincentes de aspectos particulares de las bases del Proyecto 1619 y todos demuestran dominio en sus temas respectivos.

En su primer ensayo en la sección, North, Mackaman y Niemuth plantean el marco general de la crítica del WSWS: su exposición de la naturaleza racialista del Proyecto 1619, su defensa de la Revolución estadounidense y la guerra civil como esfuerzos progresistas en la historia estadounidense y su análisis de la política reaccionaria intrínseca y subyacente al Proyecto. En este proceso, los autores citan en apenas 14 páginas —además de Karl Marx, James P. Cannon y León Trotsky— a nada menos que seis historiadores profesionales, presentados frecuentemente con citas de párrafos completos.

En contraste, Hannah-Jones, quien pretende rescribir gran parte de la historia estadounidense, solo hace dos referencias breves a eruditos: una vez a un sociólogo y otra a un trío de historiadores del derecho. La falta de evidencia no es un accidente. En su evaluación del método de Hannah-Jones, los autores del WSWS señalan: “La invocación del ‘racismo blanco’ sustituye cualquier examen concreto de la historia económica, política y social del país”. Además, indican que tampoco ofrece “ningún examen del contexto histórico, ante todo del desarrollo de la lucha de clases…”.

En todos los ensayos de esta sección, el argumento de los autores del WSWS se construye cuidadosamente y cuenta con abundantes corroboraciones. No se le puede hacer justicia aquí, pero se hace hincapié en la indiferencia de Hannah-Jones hacia la política en la historia. “No se hace cuenta del papel desempeñado en atizar los odios raciales por parte del Partido Demócrata, una alianza de industriales y políticos de profesión del norte con esclavistas antes de la guerra civil y políticos del sistema de Jim Crow después de la guerra en el sur”, observan los autores.

También señalan que, si bien presume colocar la experiencia de los afroamericanos “en el centro”, la versión de la historia estadounidense de Hannah Jones no menciona a Martin Luther King Jr. Como dicen los autores sobre King, su “declaración después de los asesinatos de tres trabajadores jóvenes de derechos civiles en 1964… (dos de ellos blancos), fue una condena apasionada del racismo y la segregación. King claramente no cuadra con la narrativa de Hannah-Jones”. Esto se debe a que “King no condena la Revolución estadounidense ni la guerra civil. Él no creía que el racismo era una característica permanente de la “blancura”. Llamó a integrar a los negros y blancos y estableció como su objetivo la disolución final de la raza en sí”. El sueño de King es odioso para los nuevos segregacionistas como Hannah-Jones.

Mackaman, el coeditor del libro, ofrece un análisis de la interpretación del Proyecto 1619 de la Revolución estadounidense, en una contribución titulada “La esclavitud y la Revolución estadounidense”. Apuntando a la afirmación de Hannah-Jones de que el racismo blanco está gravado “ en el propio ADN de este país” y a sus afirmaciones de que la esclavitud es el “pecado original” de EE.UU. y “la raíz del racismo endémico del cual aún no podemos purgar a esta nación hasta hoy día”, Mackaman escribe que el racismo blanco “mandado o bien por Dios, o bien por el código genético… le sirve al Proyecto 1619 como el deus ex machina de la historia. No hace falta considerar las interrogantes que han estado hace tanto en el seno de las investigaciones históricas: causa y efecto, contingencia y conflicto, agencia humana y los cambios en el tiempo. La historia es simplemente un cuento moral escrito desde 2019 hacia el pasado”.

En este cuento moral, el New York Times y Hannah-Jones denuncian la Revolución estadounidense y sus ideales igualitarios y racionalistas, presentándolos como la “mitología fundacional”. Hannah-Jones alega que “una de las principales razones por las cuales los colonos decidieron declarar su independencia de Reino Unido fue porque querían proteger la institución de la esclavitud”. Hannah-Jones no cita ninguna evidencia documental para respaldar esta afirmación. Sin embargo, desde la publicación del Proyecto 1619, ha reconocido que una de sus principales fuentes de la idea de que la Revolución estadounidense fue un intento de los colonos para preservar la institución de la esclavitud fue el libro La contrarrevolución de 1776 de Gerald Horne, un profesor de historia y estudios afroamericanos de la Universidad de Houston. En una reseña reciente en el WSWS, Fred Schleger expone el libro de Horne no solo como una obra académica mal hecha, sino, francamente, como una sarta de mentiras.

Por el contrario, el ensayo de Mackaman contextualiza la Revolución estadounidense en su tiempo y espacio, resaltando el siguiente punto:

Como las otras grandes revoluciones —incluyendo la Revolución francesa de 1789 que ayudó a inspirar y posteriormente la Revolución rusa de 1917— la Revolución estadounidense unió el pensamiento político más avanzado con condiciones económicas que habían madurado a tal punto que no solo hacían el derrocamiento del viejo orden algo posible sino también, desde el punto de vista objetivo, algo necesario.

El escritor del WSWS, Eric London (“El ‘conflicto irreprimible’: la esclavitud, la guerra civil y la segunda revolución estadounidense”) aborda el hecho de que el Proyecto 1619 prácticamente ignora la guerra civil. Presta especial atención al “Partido Demócrata y su historia —su uso de la política racial, tanto en la actualidad como en las décadas previas a la guerra civil—”. London trata estos temas como aparecen en los ensayos de Hannah-Jones y Matthew Desmond. Su defensa de Abraham Lincoln como una figura progresista en la historia mundial, en contra de su presentación en el Times como un racista que redactó la Proclamación de la Emancipación meramente por conveniencia militar, incluye esta gran oración:

Quince años después de que Cavaignac reprimiera sangrientamente en 1848 a los trabajadores de París y ocho años antes de que Thiers hiciera lo mismo en 1871 contra la Comuna, Abraham Lincoln se sentaba en su escritorio para escribir que cuatro millones de seres humanos, con un valor de mercado de varios miles de millones en los dólares de hoy, eran “libres desde este momento y por siempre”.

Sobre la política racial del Partido Demócrata, London considera extensamente a los blancos pobres del sur. Para Hannah-Jones y el Times, todos los blancos, tanto del norte como el sur, apoyaron y se beneficiaban de la esclavitud. Los blancos norteños, y ciertamente abolicionistas, no aparecen en su historia previo a la guerra civil fuera de la categoría envilecida de “gente blanca”. Como afirma London, el uso que hace el Times de esta categoría “como si estuviera unida en su apoyo a la esclavitud es un insulto al heroísmo de muchos que dieron sus vidas por la causa de la abolición”. Con respecto a los blancos pobres del sur, London cita los libros Bitterly Divided: The South s Inner Civil War [Amargamente dividido: La guerra civil interior en el sur] del historiador David Williams y The Free State of Jones [El estado libre de Jones] de la historiadora Victoria Bynum —ambos que detallan las rebeliones unionistas entre los pobres y la clase de pequeños agricultores dentro de la Confederación—. London echa por tierra la ficción de Hannah-Jones y el Times de que los blancos en el sur convivían unidos política y socialmente.

London desmiente la afirmación de que todos los blancos se beneficiaron de la esclavitud y la segregación de Jim Crow bajo el Partido Demócrata señalando que la segregación redujo los salarios para todos los trabajadores. Lo que es más importante y, nuevamente, desde una perspectiva histórica objetiva, London hace la siguiente observación:

En un sentido más amplio, sin importar lo que un individuo pobre y blanco pensara (y el racismo no pertenecía únicamente a los ricos), el sistema de Jim Crow no le daba a la mayoría de los blancos ningún “privilegio” porque la segregación bloqueaba, en última instancia, el desarrollo de un movimiento unificado desde abajo, que era lo único que podía mejorar las condiciones de vida de todos los trabajadores y agricultores.

El ensayo final de la sección “Raza, clase y socialismo” escrito por Joseph Kishore, secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad en EE.UU., es un análisis conciso de la exclusión cuidadosa del Times de la categoría de clase en el Proyecto 1619. Contextualiza esta exclusión en la historia del Partido Demócrata y la política de identidades. Kishore identifica mordazmente la insistencia del Times en las categorías de raza y racismo blanco con un rechazo del pensamiento de la Ilustración y una inclinación a la política reaccionaria:

De hecho, la perspectiva contra la Ilustración, el marxismo y la clase trabajadora que se ha desarrollado en el último medio siglo ha alineado cada vez más a la pseudoizquierda con las concepciones y la política de la extrema derecha.

Hannah-Jones y el Times ven necesario ignorar enormes segmentos de la historia estadounidense y “ocultar los desarrollos sociales y políticos profundos que transformaron a los esclavos liberados en una sección crítica de la clase obrera. … En la versión del Times, simplemente no existe la clase trabajadora. La palabra ‘clase’ no aparece…”. Kishore ofrece mucha evidencia histórica que devasta la postura del Times de que toda la historia estadounidense puede reducirse a un conflicto entre los “estadounidenses blancos” y los “estadounidenses negros”, términos que aparecen en distintas formas casi 100 veces en el ensayo de Hannah-Jones, como indica Kishore. La relevancia crucial de la Revolución rusa también la discute Kishore, mientras que el Proyecto 1619 no la menciona. Este evento histórico-mundial “influenció profundamente a una capa de intelectuales, artistas y militantes negros en los años veinte, vinculados al ‘Renacimiento de Harlem’”, escribe.

Profundizando el análisis histórico del volumen, las ocho entrevistas con investigadores se llevaron a cabo a un nivel intelectual alto y es un placer leerlas: Victoria Bynum, James McPherson, James Oakes, Gordon Wood, Adolph Reed Jr., Richard Cawardine, Clayborne Carson y Dolores Janiewski. Son impresionantes el conocimiento inmediato, la prudencia de las afirmaciones y la presentación de evidencia concreta de todos los historiadores. Seis de las ocho entrevistas fueron realizadas por Mackaman. Se aprecian como conversaciones intelectualmente estimulantes, no una serie de preguntas leídas desde una tarjeta. La erudición de Mackaman se mantiene al paso de la de su interlocutor.

Es imposible hacer justicia a la amplitud y profundidad de estas entrevistas, pero unos cuantos extractos transmiten su calidad general:

  • Victoria Bynum, sobre los usos de la raza y el racismo en la historia:

La creación de una sociedad birracial también ha permitido históricamente a aquellos en el poder a destruir cualquier alianza interracial de clase entre los pueblos oprimidos. Fuera la Revuelta de Bacon en 1676, la Reconstrucción durante la década de 1870, las luchas obreras en la década de 1930, o el movimiento de derechos civiles de la década de 1950, una y otra vez son aplastadas las alianzas interraciales aprovechando el racismo.

  • Gordon Wood, sobre el impacto de la destrucción de la servidumbre durante la Revolución estadounidense en la institución de la esclavitud:

La eliminación de la servidumbre de repente hizo más llamativa la esclavitud en comparación con un mundo de distintos grados de falta de libertad. Los movimientos contra la esclavitud fueron el producto de estas circunstancias. Para la mayoría de norteños, debía eliminarse esta forma de falta de libertad, la más degradante y repugnante, junto a todas las otras formas de privación de libertad. Estas dependencias simplemente no eran compatibles con el significado de la Revolución.

  • James McPherson, sobre el racismo y el antirracismo en la historia estadounidense:

Pero la idea de que el racismo es una condición permanente, bueno eso simplemente no es cierto. Tampoco toma en cuenta las tendencias compensatorias en la historia estadounidense. Porque la oposición a la esclavitud y la oposición al racismo también han sido un tema importante en la historia estadounidense.

  • James Oakes, sobre la minimización de la guerra civil en el Proyecto 1619:

Desde nuestra perspectiva, para alguien que piensa sobre las sociedades en términos de las relaciones sociales subyacentes de producción o relaciones sociales de propiedad, el derrocamiento radical de la sociedad esclavista más rica en el mundo es una transformación revolucionaria.

  • Richard Cawardine, sobre la presentación de Lincoln como un racista por parte del Proyecto 1619:

No es una exageración que Lincoln fue un mártir de los derechos civiles. John Wilkes Booth le disparó poco después de oírlo proponer, en el que sería su último discurso, la ciudadanía completa, con derecho al sufragio, para los muy educados negros y aquellos que combatieron por la Unión. Booth declaró, “Eso significa ciudadanía para los negros. ¡Por Dios, en este momento! Voy a acabarlo”.

  • Adolph Reed Jr. sobre la política del Proyecto 1619:

¿Cuáles son las implicancias imaginables de demostrar que el capitalismo en este país se originó de la esclavitud y el racismo, que son tratados como dos nombres distintos para la misma patología? En última instancia, es un argumento reduccionista de raza. Lo que las categorías de afropesimistas y nacionalistas negros extraen de esto es una insistencia en que no podemos hablar jamás sobre algo que no sea la raza. Y eso es en parte porque hablar de la raza es lo que tienen para vender.

  • Clayborne Carson sobre los padres fundadores y las luchas por la libertad en la historia:

Obviamente, estaban siendo hipócritas, pero también es audaz. Y de eso se trata todo sobre los derechos. Es la historia de cómo la gente dice, “Declaro que tengo el derecho de definir mi destino y colectivamente tenemos el derecho de definir nuestro destino”. Esa es la historia de todo movimiento, de todo movimiento por la libertad en la historia.

Todas las entrevistas en La falsificación racialista de la historia son vívidas y atractivas y no solo le recuerdan al lector la vitalidad, sino también la responsabilidad que entraña una investigación histórica seria. Es necesario decir algo sobre la valentía demostrada por los historiadores simplemente por aparecer en el libro, comenzando por la primera entrevistada, Bynum, la autora de The Free State of Jones: Mississippi s Longest Civil War. Adoptar una postura crítica de la política racialista de identidades en el clima político de hoy es arriesgarse profesionalmente. No obstante, cada uno de los investigadores entrevistados es completamente franco y abierto, y mientras sus perspectivas individuales pueden variar significativamente, cada uno le hace meticulosamente un llamado de atención al Times por su despreocupación en cuestiones históricas.

La batalla de estos historiadores a través del WSWS ha alterado el campo intelectual, un hecho que confirman las nueve declaraciones de apoyo en las primeras páginas del libro, incluso de los ganadores del premio Bancroft, Sean Wilentz y Peter Kolchin, así como el ganador del Pulitzer, Daniel Walker Howe. En suma, estas nuevas declaraciones concuerdan en haber descubierto “serios fallos” y “obvios errores factuales” (Wilentz) en el Proyecto 1619 del Times y aplauden la honestidad intelectual de las críticas y entrevistas del WSWS, así como su postura “valiente y necesaria” (William E. Weeks) y prácticamente solitaria, en defensa de tal honestidad.

La sección de “Polémicas” incluye importantes disputas con el Times por el Proyecto 1619, incluyendo ensayos destacados de Bynum y Wood, así como escritos de London, Mackaman y North. Estos ensayos polémicos indican, entre otras cosas, la medida en que el Times descubrió que había sido expuesto por las críticas continuas del WSWS durante el 2019 y 2020.

En “Un análisis de la respuesta del New York Times a cinco historiadores”, North y London rebaten la respuesta del editor jefe de la New York Times Magazine, Jake Silverstein, a una carta firmada por los historiadores Bynum, McPherson, Oakes, Wood y Wilentz, publicada en el Times el 20 de diciembre de 2019. Los historiadores habían afirmado sus “fuertes objeciones sobre aspectos importantes del Proyecto 1619” y declararon que les “consternaron varios errores factuales en el proyecto y el proceso opaco detrás de éste”. Después de ofrecer varios ejemplos de los errores históricos en el proyecto, los firmantes le solicitan transparencia al Times en el “proceso a través del cual los materiales históricos” se recopilan y autentican.

Como señalan los autores del ensayo, la respuesta de Silverstein a las preocupaciones de estos eminentes historiadores fue “evasiva y poco sincera”. North y London señalan que Silverstein defiende los argumentos del Proyecto 1619 de forma contradictoria, ya que afirma a la vez que el proyecto “pretendía abordar la marginación de la historia afroamericana en la narrativa de nuestra historia nacional” y que “nosotros no somos propiamente historiadores, es cierto”. North y London hacen el caso de que al “erradicar la distinción entre historiografía y periodismo, el New York Times viola las normas profesionales y la ética de ambos campos”. Cuando se le critica por su historiografía descuidada, señalan los autores, el Times alega que no pretenden ser historiadores, pero cuando se le critica por no cumplir las normas periodísticas de presentar los argumentos opuestos en el debate sobre la fundación de Estados Unidos, “el Times proclama que está escribiendo una nueva historia”.

La fuerza de este ensayo y el placer particular que produce residen en la forma en que North y London utilizan las propias palabras del Times contra Silverstein, buscando en los archivos del Times reseñas elogiosas de libros de Wood y McPherson que refutan directamente los argumentos racialistas y ahistóricos que Silverstein intenta defender al desacreditar superficialmente a estos historiadores.

Mackaman y North abordan una crítica de una defensa igualmente débil publicada el 23 de enero de 2020 en la prestigiosa American Historical Review (AHR), de todos los lugares. Esta vez, el abogado de la defensa del Proyecto 1619 es el editor de la AHR, Alex Lichtenstein. El lector juzgará si Lichtenstein, a quien se cita extensamente y con frecuencia en el ensayo, tiene más deferencia con las normas de la investigación y el debate responsables que Silverstein. Pero el hecho de que la AHR haya montado una defensa del Proyecto 1619 es en sí, como dicen Mackaman y North, “un acontecimiento muy preocupante [que] revelan la medida en que la mitología racialista... ha sido aceptada, e incluso acogida, por una parte importante de la comunidad académica como base legítima para la enseñanza de la historia estadounidense”.

Los seis artículos en la categoría de “Comentarios históricos” consisten en respuestas oportunas a los acontecimientos relacionados con la publicación del Proyecto 1619, incluyendo defensas de los fundadores de EE.UU., de Abraham Lincoln y Martin Luther King Jr. y una evaluación de Mackaman sobre el historiador estadounidense Bernard Bailyn, fallecido en 2020.

Es importante recordar aquí las manifestaciones del verano de 2020 contra el brutal asesinato policial de George Floyd y por la violencia policial en general. En estas protestas, en las que participaron más estadounidenses que en ninguna otra manifestación en la historia del país, la clase dominante pudo ver su peor pesadilla: una manifestación multirracial y multiétnica de la ira generalizada de los trabajadores y los jóvenes. Fue en el contexto de estas manifestaciones que, alentados por agentes del Partido Demócrata como el New York Times y la delegada congresista sin voto de Washington D.C., Eleanor Holmes Norton, que varios grupos de personas derribaron, vandalizaron o exigieron la retirada de estatuas y monumentos a Thomas Jefferson, George Washington, Abraham Lincoln, Ulysses S. Grant e incluso a abolicionistas como Hans Christian Heg.

En los ensayos titulados “¡No toquen los monumentos a Washington, Jefferson, Lincoln y Grant!” (Mackaman y Niemuth) y “El segundo asesinato de Abraham Lincoln” (Niemuth y North), los autores montan una convincente defensa de estas figuras históricas contra el Times y el Partido Demócrata, que “tratan de confundir y desorientar los sentimientos democráticos de las masas que están entrando en la lucha política contra el sistema capitalista y sus fuerzas represivas dentro del Estado...”. Niemuth y North diagnostican la importancia histórica del ataque a las figuras asociadas a la Revolución estadounidense y a la causa de la Unión en la Guerra Civil:

El propósito de mentir sobre la historia, como explicó Trotsky, es ocultar las verdaderas contradicciones sociales. En este caso, las contradicciones son aquellas arraigadas en los niveles impactantes de desigualdad social generados por el capitalismo. Estas contradicciones solo se pueden resolver sobre una base progresista, por medio de los métodos de la lucha de clases... Los intentos de desviar y sabotear esa lucha disolviendo la identidad de clases en la fetidez de la identidad racial conducen inexorablemente hacia el fascismo.

En última instancia, la única “justificación” para la retirada de las estatuas del Gran Emancipador Lincoln, del general de la Unión y presidente de la Reconstrucción Grant, y del abolicionista Heg, quien murió luchando por la Unión en Chickamauga, es que eran blancos. ¿Pero qué pasa con Jefferson y Washington, que, como todo el mundo sabe, tenían esclavos?

North aborda directamente este desafío al legado de Jefferson, Washington y otros fundadores revolucionarios en un ensayo intitulado “El 4 de julio de 1776 en la historia mundial”. Refiriéndose a Jefferson, indica que su “propiedad personal de esclavos y sus compromisos con la esclavitud representan la gran ironía e incluso tragedia de su vida”. North insiste en que estos hechos reflejan, en la vida personal de Jefferson, “las condiciones y contradicciones sociales existentes del mundo en el que nació”. Desafiando a “los filisteos moralizadores de la academia” cuyas condenas de Jefferson “no alteran ni una pizca el impacto revolucionario de la Declaración de Independencia”, North hace el siguiente punto fundamental del pensamiento histórico:

El carácter incompleto de la primera etapa de la revolución democrático-burguesa estadounidense [subrayado original] estuvo determinado por las condiciones objetivas existentes, y no meramente aquellas que existían en Norteamérica… Las condiciones para saldar cuentas decisivamente con la esclavitud no existían aún.

Esas condiciones, tanto económicas como políticas, no existirían por otros 84 años.

¿Qué es una estatua, un monumento, de un hombre o una mujer? ¿Debe ser un ídolo, el icono de una deidad o de un santo? ¿Una especie de superhéroe moral según los gustos del presente? Tal es la exigencia del filisteo, como lo ve North. En cambio, debemos ver lo que la figura histórica conmemorada hizo del mundo que le fue dado y lo que ha derivado de sus esfuerzos. Y en ello, tanto el pasado como el presente deben entenderse en términos de la lucha de clases:

Solo a través de la toma del poder por la clase obrera, la abolición del capitalismo y la construcción de una sociedad socialista a escala mundial se podrá superar la plaga del racismo y todas las formas de opresión social. Y en esta lucha, las palabras y los hechos tanto de Jefferson como de Lincoln seguirán siendo fuente de inspiración. Todo lo que fue históricamente progresista en su labor vital sigue vivo en el movimiento socialista moderno.

Tras un año de críticas fulminantes por parte del WSWS, el propio Times pareció dividirse. Este es el tema de la última sección del libro, “La crisis del Proyecto relatan cómo estalló la credibilidad del proyecto del Time s, desde la aceptación por parte de Hannah-Jones del patrocinio de la gran empresa petrolera Shell, responsable de horribles crímenes en África, hasta la revelación de que el Proyecto 1619 amordazó a sus propios verificadores de hechos, además de que el Times retiró en secreto su afirmación central: que 1619 representó la “verdadera fundación de Estados Unidos”. En el otoño de 2020, la controversia llegó a las páginas del propio Times.

El 9 de octubre de 2020, el escritor de opinión del Times, Bret Stephens, un conservador, escribió un artículo de opinión titulado “Las crónicas de 1619”, en el que citó extensamente la entrevista del WSWS con James McPherson, incluso proporcionando un enlace a la entrevista. Como señalan North y Mackaman en el libro, “Stephens llegó a la conclusión de que el Proyecto 1619 era 'una tesis en busca de pruebas'“. En la New York Times Magazine del 16 de octubre de 2020, Jake Silverstein intentó defender el Proyecto 1619 en un ensayo titulado “Sobre las recientes críticas al Proyecto 1619”. Las críticas a las que Silverstein se refería eran las del WSWS y las de Stephens. En su ensayo, Silverstein dio marcha atrás afirmando que el argumento central del Proyecto 1619, que la “verdadera fundación” del país tuvo lugar en 1619 y no en 1776, era simplemente una metáfora. El WSWS respondió el 23 de octubre, con Mackaman y North describiendo el ensayo de Silverstein como “un enrevesado argumento de abogado que intenta hacer pasar la falsificación histórica por meras cuestiones menores de sintaxis, puntuación y un uso algo descuidado de la metáfora”.

El epílogo del libro, “La parodia de 1776 Trump” del escritor del WSWS, Tom Carter, demuestra la forma en que el Proyecto 1619 ofrece una abertura a la extrema derecha de tendencia fascista para presentarse como defensores de la herencia revolucionaria de Estados Unidos. En su análisis detallado del Informe 1776, que “fue preparado por una comisión que excluyó deliberadamente a cualquier historiador profesional”, Carter documenta la naturaleza reaccionaria del informe. La verdadera fuerza “vinculante” de la nación, según el Informe 1776, es lo que Carter identifica como una “insistencia esencialmente fascistoide en la necesidad de la homogeneidad cultural y lingüística”. Carter ve el Proyecto 1619 y el Informe 1776 como dos caras de la misma moneda de la clase dirigente, ninguna de las cuales es capaz de “articular el legado democrático de la Revolución estadounidense y la guerra civil”. Invocando la plaga para ambas partes, Carter cita a León Trotsky, con un efecto punzante:

La burguesía ha traicionado vergonzosamente todas las tradiciones de su juventud histórica, y sus actuales representantes deshonran las tumbas de sus antepasados y se burlan de las cenizas de sus ideales.

El Proyecto 1619 del New York Times y la falsificación racialista de la historia: ensayos y entrevistas encontrará un amplio público. Por su poderosa explicación de los principales temas relacionados con la Revolución estadounidense, la guerra civil y el desarrollo de la clase obrera, el libro será de interés para todos los lectores de la historia estadounidense. Para los profesores de secundaria y universidad, y sus alumnos, es esencial como una respuesta a las flagrantes falsificaciones históricas del Times. Sobre todo, será una herramienta crucial para que los trabajadores estadounidenses luchen contra el intento de la clase dominante de imponer y explotar las divisiones raciales entre ellos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de marzo de 2021)

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