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Thaddeus Stevens: Revolucionario de la Guerra Civil, luchador por la justicia racial

“El Danton, Robespierre, y Marat de América, todos en uno”: Una nueva biografía del líder antiesclavista Thaddeus Stevens

Bruce Levine, Thaddeus Stevens: Revolucionario de la Guerra Civil, Luchador por la justicia racial, Simon and Schuster, Nueva York, 2020

El nombre de Thaddeus Stevens es demasiado poco conocido hoy. Bruce Levine, profesor emérito de la Universidad de Illinois, ha hecho una biografía política del líder de los Republicanos Radicales en el Congreso durante la Guerra Civil y los primeros años de la Reconstrucción que debería ayudar a darle a esta figura revolucionaria un mayor reconocimiento.

Es adecuado que el presidente Abraham Lincoln sea recordado como el líder de la Segunda Revolución americana, la que puso fin a la esclavitud. Pero fue Stevens el que, junto con Frederick Douglass, mejor personificó la lucha abolicionista inflexible contra la esclavitud en la era de la Guerra Civil, incluyendo los primeros años de la Reconstrucción tras la derrota de la Confederación.

Lo que distinguía a Stevens de sus contemporáneos fue su oposición implacable a la esclavitud y el racismo, y su defensa ferviente de los principios democráticos consignados en la Declaración de Independencia. Estaba ciertamente entre las figuras más significativas dentro de los Republicanos Radicales —que constituían la izquierda de la política estadounidense en los años 1860— y, dentro del marco de la revolución burguesa democrática, quizás el más firme defensor del igualitarismo.

Levine cita la evaluación de Stevens que hizo Douglass: "Había en él el poder de convicción, el poder de voluntad, el poder de conocimiento, y el poder de la habilidad consciente", cualidades que "por lo menos lo hacían más potente en el Congreso y en el país incluso que el presidente y el gabinete juntos". Como Douglass, Stevens incitó al presidente Lincoln a emprender acciones más decisivas, incluso mientras Lincoln evaluaba con maestría la situación política, respondía a demandas de Stevens y otros, pero esperaba hasta que él considerara que el momento había llegado.

Stevens se negó a verse limitado por lo que se consideraba realista o ampliamente aceptable. "Creó opinión pública y moldeó el sentimiento público", según un socio político. Como director de la Comisión de Recursos de la Cámara de Representantes, Stevens desempeñó un papel crítico en la financiación de la guerra. Al mismo tiempo, luchó por articular los objetivos políticos de la guerra y señaló el camino hacia la victoria. Stevens estuvo entre las primerísimas figuras políticas que exigió reclutar esclavos sureños para el Ejército de la Unión, y ya en 1863 estaba demandando la medida que seguiría dos años más tarde —la 13 Enmienda a la Constitución estadounidense, que no solo emancipaba a los esclavos en el territorio rebelde, sino que prohibía la esclavitud para siempre dentro de Estados Unidos.

La intransigencia de Stevens le granjeó muchos enemigos, y no solo dentro de la Confederación. "En el tema de la Reconstrucción", escribió el New York Times, "el Sr. Stevens tiene que ser considerado el Genio Malvado del Partido Republicano". El New York Herald añadía, en 1868, que Stevens podía ser comparado con los líderes de la Revolución francesa, que mostraba "la valentía de Danton, el encono y el odio de Marat, y la falta de escrúpulos de Robespierre". El diario no pretendía hacer cumplidos. Un diario británico acordaba, llamado a Stevens "el Robespierre, Danton y Marat de América, todos en uno".

Stevens nació en 1792 en Vermont, una "república independiente" separada durante más de una década, antes de pasar a ser el Estado número 14 de la Unión en 1791. El joven fue formado por un espíritu de radicalismo agrario, las luchas y a veces violentas batallas de los pequeños granjeros. Se graduó en el Dartmouth College, al lado, en New Hampshire, y pronto se mudó a Pennsylvania, que sería su Estado por el resto de su vida.

Retrato de Stevens por Jacob Eichholtz, 1842

Este futuro líder de los Republicanos Radicales empezó su carrera política en la década de 1820 en Pennsylvania. Estuvo activo muchos años en el Partido Antimasón, pero para mediados y finales de la década de 1830 se había alineado con el recientemente constituido Partido Whig, que pasó a ser uno de los dos principales partidos políticos a nivel nacional en los Estados Unidos hasta principios de la década de 1850. Los Whigs estaba enconadamente dividido sobre varios temas, en ninguno de ellos de manera más irreconciliable que en la cuestión apremiante de la esclavitud y su expansión.

A través de su larga carrera, Stevens estuvo entre los defensores más importantes de la educación pública, o "escuelas comunes", como se las llamaba. El odio que Stevens sentía por la aristocracia ligó su defensa del derecho a la educación a su lucha contra la esclavitud. En 1835, Stevens luchó contra un intento de rechazar una ley por la educación pública en Pennsylvania. Dijo que cualquier esfuerzo tal debería ser llamado con razón "Un acto de marcar y etiquetar a los pobres, para que los ricos y los orgullosos los reconozcan". Continuaba Stevens:

Cuando reflexiono sobre cuán apropiadamente la riqueza hereditaria, la influencia hereditaria y, quizás como consecuencia, el orgullo hereditario, cierran el camino y blindan el corazón contra las necesidades y los derechos de los pobres, me veo inducido a agradecer a mi Creador por haberme concedido, desde temprano en la vida, la bendición de la pobreza.

Fue como Whig que Stevens fue primero a Washington como miembro de la Cámara de Representantes, elegido en 1848. Militante en su postura antiesclavista, se enfrentó a Whigs esclavistas, y al dirigente del partido Henry Clay, la fuerza clave tras el Compromiso de 1850. Atacado cada vez más por parte de los que querían conciliar a la aristocracia esclavista sureña, escogió no postularse a la reelección a la Cámara en 1852.

Para 1854 los Whigs colapsaron debido al tema de la esclavitud. Stevens se asoció brevemente al Partido Know-Nothing nativista y anticatólico, aparentemente queriendo pasar por alto sus puntos de vista reaccionarios en su búsqueda de un hogar político que desafiara la hegemonía del esclavista Partido Demócrata. En 1855, sin embargo, encontró por fin este hogar al unirse a los recientemente fundados Republicanos, el partido cuyo candidato presidencial, Abraham Lincoln, triunfaría apenas cinco años después.

Como escribe Levine, "La historia pareció acelerarse después de las elecciones de 1856". El conflicto irrefrenable por la esclavitud se acercaba, pero por entonces pocos habrían predicho la sangrienta Guerra Civil que se cobraría la vida de unos 750.000 soldados de la Unión y la Confederación. Stevens, sin embargo, se había estado preparando desde hacía tiempo para una lucha a muerte contra la esclavitud. Entendió la importancia de la decisión Dred Scott de 1857, en la que el Tribunal Supremo de los EEUU dictaminó esencialmente que el Congreso nunca tuvo derecho a limitar la expansión de la esclavitud. "Según ese estándar", como escribió Levine, "las Ordenanzas del Noroeste de 1787 y 1789, el Compromiso de Missouri de 1820, y todas las leyes territoriales que ilegalizaban la esclavitud habían sido inválidas siempre".

John Brown

Dos años después ocurrió la famosa redada de John Brown en Harper's Ferry. Stevens, quien había sido reelegido a la Cámara en 1858, ahora como republicano, denunció el acto de terror revolucionario, mediante el cual Brown esperaba desencadenar una rebelión de esclavos, pero solo por estar destinado al fracaso. Dijo que Brown era "un tonto sin esperanza", pero una semana después de que condenaran a muerte a Brown, "Stevens estaba presionando por la publicación en forma de librillo de las poderosas últimas cartas, declaraciones y entrevistas de ese hombre". Las palabras de Stevens sobre el asunto de John Brown llevaron a sus opositores esclavistas a amenazarlo físicamente en la Cámara.

La elección de Lincoln en noviembre de 1860 fue seguida pronto por la secesión de los Estados esclavistas del sur profundo. Cuando empezó la Guerra Civil en abril de 1861, Stevens tenía casi 70 años, era una generación mayor que Frederick Douglass, y por lo menos una década mayor que todos los abolicionistas prominentes, incluyendo a William Lloyd Garrison, Wendell Phillips, Charles Sumner, Harriet Tubman y otros.

Pero Stevens mostró la energía y determinación de un hombre mucho más joven. Levine cita a un colega republicano de Stevens en el Congreso: "A todos les llega, tarde o temprano, una etapa de inactividad, de incapacidad de seguir progresando. Es la etapa del conservadurismo, y en general llega con las canas y el deterioro de la vista. Conversa con el pasado y desconfía del futuro. Su mirada va hacia atrás y no hacia adelante". El congresista continuaba, "El Sr. Stevens llegó a esta etapa. La rebelión de los dueños de esclavos pareció rejuvenecerlo e inspirarle una fuerza sobrehumana".

Stevens predijo una guerra larga y sangrienta. Sus puntos de vista se volvieron cada vez más radicales. Veinticinco años antes era, como apunta el autor, "[Un] firme creyente en la sociedad capitalista norteña del trabajo libre ... que se oponía a azuzar las hostilidades entre sus clases sociales como injustificado y peligroso para la prosperidad, el orden social y el gobierno republicano".

Stevens en la década de 1860 en el punto más alto de su poder, fotografiado por Matthew Brady

Stevens ciertamente siguió siendo un defensor del capitalismo y del sistema del trabajo asalariado en oposición a la esclavitud. Sus años de lucha lo habían hecho más sensible a la lucha contra la desigualdad, sin embargo, y revisó su anterior hostilidad hacia la Revolución francesa. En 1862, escribe Levine, "Stevens deseó en voz alta que 'el ardor que inspiró la revolución francesa' encuentre su igual en los Estados Unidos. Los revolucionarios de Francia, como otros en otras partes, recordaba con admiración, estaban 'poseídos e impelidos por los gloriosos principios de la libertad'". Ello se requería "para llevar hasta su realización final los principios de la Declaración de Independencia".

La disposición de Stevens a desafiar el statu quo del racismo y la opresión quedó demostrada de otras maneras. En la campaña electoral de 1860, tanto los congresistas demócratas como los republicanos habían demandado intensificar los ataques a los nativos americanos de la zona de la frontera de Tejas y Nuevo México. Stevens declaró como respuesta que él "desea[ba] que los indios tuvieran sus propios periódicos", porque "si los tuvieran, ahí tendrían ustedes imágenes horribles de asesinatos a sangre fría de indios inofensivos. Tendrían ustedes imágenes más terribles que las que ahora se nos revelan [de las bajas de los blancos], y, no lo dudo, tendríamos las verdaderas razones de esos conflictos indios".

Cuando los republicanos de California aplicaron las medidas contra la población inmigrante china, Stevens las denunció y dijo que el trato había "llevado a la desgracia al Estado de California". "Le recordó a la Cámara que 'China ha sido muy oprimida recientemente por las naciones europeas', que hacía poco habían ido a la guerra contra china porque se negaba 'a consentir la importación de drogas venenosas que desmoralizaban su sociedad y destruían a su pueblo'". Insistía en los derechos de los inmigrantes chinos, añadiendo, en palabras que son de hecho apropiadas hoy, mucho después de que los Estados Unidos se volviera la principal potencia imperialista mundial, que las leyes anti-China son "... una burla a la prensión de que esta tierra es el refugio de los oprimidos de todas partes".

Como comentáramos más arriba, Stevens luchó por el reclutamiento de los negros en el Ejército de la Unión, insistiendo incansablemente en que la lógica del conflicto requería la movilización de los esclavos liberados y huidos en la lucha por su libertad, la política que al final adoptó el presidente. Stevens prosiguió a luchar por la mayoría de dos tercios necesaria en la Cámara para la 13 Enmienda, lograda el 31 de enero de 1865, después de que la primera votación se quedara corta para lograrla. Lincoln (2012) de Steven Spielberg se centraba parcialmente en la negociación y el tira y afloja político que precedió a esta votación, pero Levine explica que la victoria republicana en las elecciones de 1864 y el trabajo de Stevens y sus colegas republicanos radicales también fueron cruciales en la victoria.

Levine relata una anécdota que resume la sincera defensa de Stevens de la revolución. Cuando un demócrata de Ohio se burló de los republicanos, pidiendo que admitieran que eran un partido revolucionario, Stevens elogió los "fuegos purificadores de esta revolución" y reconoció orgulloso "revolución, lo es".

Después del asesinato de Lincoln, a apenas días de la rendición en Appomattox que puso fin a la guerra, Stevens siguió adelante, dirigiendo ahora la lucha en los primeros días de la Reconstrucción. Consiguió la aprobación necesaria para la 14 Enmienda en 1866, aunque se quedó muy corto respecto a sus propuestas originales, que incluían el pleno derecho al voto para los exesclavos. También peleó por leyes por los derechos civiles como respuesta a los famosos Códigos Negros y los horribles ataques a los esclavos liberados en Memphis, Nueva Orleans y otras partes. El proyecto de ley por los derechos civiles de 1866 y la Ley de la Reconstrucción de 1867 fueron promulgados después de que el Congreso anulara los vetos del presidente Andrew Johnson, quien pronto revelaría ser un simpatizante racista de los propietarios de esclavos derrotados.

Otra indicación del radicalismo de Stevens durante los primeros días de la Reconstrucción fue su propuesta de transferir tierra confiscada a la antigua aristocracia confederada a manos de los antiguos esclavos. Esta ambiciosa propuesta de reforma agraria encontró resistencia en la mayoría de sus colegas republicanos. Como señala el autor, "Los republicanos también se preguntaban nerviosos adónde —si se ponían a redistribuir tierras a gente explotada y empobrecida— llevaría ese camino". El New York Times, otra vez rígido defensor de la élite gobernante, advirtió, "Es una cuestión ... de la relación fundamental de la industria hacia el capital; y tarde o temprano, si empezó en el Sur, encontrará su camino hacia las ciudades del Norte". Continúa Levine, citando al Boston’s Daily Advertiser: "... hay socialistas que mantienen que cualquier aristocracia es anatema".

Grabado en madera en el Harper's Weekly de Stevens haciendo el alegato final a la Cámara de Representantes en en juicio político a Johnson

Stevens dirigió el juicio político a Johnson en 1868, por el que la Cámara votó de manera abrumadora. El presidente fue absuelto por el Senado por un margen de apenas un voto. Sin embargo, en mayo de ese año, Stevens ya estaba gravemente enfermo, y murió el 11 de agosto de 1868, a los 76 años de edad. Cinco mil deudos, tanto negros como blancos, fueron a rendirle homenaje a la Rotonda del Capitolio. Una multitud de entre 15.000 y 20.000 personas, también completamente integrada, asistió a su funeral en Lancaster, Pennsylvania.

Tras la muerte de Stevens, Ulysses S. Grant fue el exitoso candidato republicano a la presidencia, y la Reconstrucción continuó bajo la protección de las autoridades federales. Para principios de la década de 1870, sin embargo, los más altos dirigentes del Partido Republicano, que representaban al capitalismo industrial del norte cada vez más poderoso, ya estaban preparando una retirada. Se preparó el escenario para el Compromiso de 1877 que resolvió las elecciones presidenciales enconadamente disputadas del noviembre anterior instalando al republicano Rutherford B. Hayes en la Casa Blanca, mientras que al mismo tiempo se retiraban tropas federales del Sur. Esto a su vez preparó el escenario para el sistema de la rígida segregación de Jim Crow, junto con el terror del linchamiento de las muchedumbres y dejar sin derecho al voto a la población negra, lo cual continuó por casi un siglo.

A esta altura, ante la necesidad de una explicación del fin de la Reconstrucción y el ascenso de la segregación de Jim Crow, queda clara una debilidad seria en el abordaje de Levine. Él lamenta que "la Segunda Revolución americana quedara inconclusa" —dicho de otra manera, que no completara sus tareas históricas.

Lo que Levine tiene en mente es que la Guerra Civil, a pesar de sus logros, no realizó el mundo de igualdad racial que sus figuras más radicales, incluyendo a Stevens, tenían en mente. Pero esto es pedirle al pasado más de lo que es posible pedirle. Cada una de las revoluciones democráticas del siglo XVIII y XIX quedó "inconclusa", también las más progresistas y liberadoras, como la Gran Revolución francesa y la Guerra Civil. Su incapacidad de lograr las promesas igualitarias con las que movilizaron a las masas fue resultado de su naturaleza de clase. El desarrollo del capitalismo, que surgió de estas revoluciones, no podía hacer otra cosa que poner en la agenda de la historia una nueva lucha de clases, entre los capitalistas y los trabajadores. Y en ese sentido, el más fundamental, la Segunda Revolución americana fue completa. Al destruir el sistema económico basado en la esclavitud, despejó el camino al desarrollo del capitalismo.

El ataúd de Stevens en la capilla ardiente en la Rotonda del Capitolio. Está vigilado por soldados negros.

Levine pone de relieve su propia confusión sobre la reconstrucción cuando declara que la causa básica de la retirada de los objetivos de la igualdad racial era que "el público norteño, nunca firmemente devoto de la igualdad racial, se cansó de la lucha aparentemente interminable en el Sur".

El "público", sin embargo, está dividido en clases. Eran la clase capitalista gobernante, los intereses comerciales, manufactureros y financieros, los que se alejaron de la lucha. Había logrado su objetivo principal de unificar el país en base a un sistema económico de trabajo libre. La victoria del Norte le dio un poderoso impulso al desarrollo del capitalismo industrial. Pero con ello vino un desafío nuevo y existencial al régimen burgués —la clase trabajadora.

La Guardia Nacional de Maryland luchando contra trabajadores en Baltimore, Maryland, el 20 de julio de 1877

En este nuevo contexto la burguesía industrial norteña, incluyendo su ala más radical, se retiró rápidamente de sus promesas igualitarias más estimulantes, incluyendo su compromiso con el derecho al voto y la protección equitativa bajo la ley para los esclavos liberados. Stevens no viviría para ver todo el alcance de esta retirada, que erosionó el apoyo dentro de la dirección del Partido Republicano a Grant y la Reconstrucción, que culminó en el Compromiso de 1877 y la restauración de los Borbones sureños —no por casualidad, el mismo año que el Gran Levantamiento de los trabajadores ferroviarios estadounidenses. El enemigo, en otras palabras, ya no eran los antiguos dueños de esclavos, sino la clase trabajadora militante. La referencia del autor al "público" oscurece esta realidad de clase.

La tesis de la "revolución inconclusa" de Levine, que fuera desarrollada primero por el historiador Eric Foner, sugiere que la gran tarea de las fuerzas progresistas en los EEUU de hoy es completarla. Asume que una sociedad más igualitaria puede ser creada bajo el capitalismo antes de que se pueda siquiera hablar de que los trabajadores tomen el poder. La tarea, sin embargo, no es "perfeccionar" el capitalismo, sino destruirlo. Solo esto pondrá fin a la desigualdad social y a todas las ideologías, como el racismo, que siempre se han utilizado para justificarlo.

En cualquier caso, la reacción capitalista no quedó restringida al Sur, precisamente porque la clase gobernante se enfrentaba a la necesidad de dividir y debilitar a la creciente clase trabajadora. Aunque tomaba una forma diferente en el resto del país, la discriminación y ciudadanía de segunda clase remplazaron el progreso que se había alcanzado con la Guerra Civil y la Reconstrucción. Este proyecto fue facilitado por la falsificación histórica de Stevens, que se volvió el objeto de décadas de calumnias. Como señala Levine, cuando apareció en 1915 la película épica del notoriamente racista D. W. Griffith, El nacimiento de una nación, Stevens era presentado en caricatura evidente como un villano monstruoso.

Stevens fue descrito como el monstruo Austin Stoneman en El nacimiento de una nación de D. W. Griffith

El cambio fue reflejado en la historiografía de la Guerra Civil. W. E. B. Dubois, el autor de La Reconstrucción negra en América, que se publicó en 1935, encomiaba a Stevens por su "valentía sobria e imponente", pero su narración de este período estaba repleta de feroces ataques a la Reconstrucción, que predominaron en las historias oficiales desde principios del siglo XX en adelante. El profesor William Dunning de la Universidad de Columbia, quien llamó a Stevens "vengativo, truculento y cínico", fue instrumental en propagar el mito de la "Causa Perdida" de la Confederación como una lucha por los derechos de los Estados.

Ya para 1955, el futuro presidente John F. Kennedy podía escribir, en su Perfiles en valentía, en una evaluación que denota la estirpe racista del Partido Demócrata, que Stevens era "la personificación mutilada y fanática de los extremos del movimiento Radical Republicano". No fue sino hasta la década de 1960, en medio de un movimiento masivo por los derechos civiles y huelgas generalizadas de la clase trabajadora, que historiadores tales como James McPherson empezaron a corregir el registro sobre el papel de Stevens y sus correligionarios. Fue precisamente el crecimiento y la creciente integración de la clase trabajadora, especialmente tras la Gran Migración de los Afroamericanos hacia el Norte, las grandes luchas obreras de los '30, y las experiencias de la Segunda Guerra Mundial, lo que hizo posibles las heroicas luchas por la igualdad racial en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Stevens y los Republicanos Radicales todavía hoy ponen nerviosa a la clase gobernante, fundamentalmente por las mismas razones que hace 150 años. Algunos han encontrado una manera diferente de minimizar a Stevens, incluso de ignorar completamente su papel, o difamarlo. Los defensores de la "teoría crítica de la raza", ahora cada vez más dominante en las universidades de élite de los EEUU, fueron promocionados por el New York Times y su Proyecto 1619, que insistía en que había que considerar toda la historia estadounidense como un conflicto racial y como la manifestación de la supremacía blanca, contra la cual los negros se defendían luchando solos.

La vida y la lucha de Thaddeus Stevens son una respuesta irrefutable a esta falsificación reaccionaria de la historia. Es una razón más para dar la bienvenida a esta nueva biografía, a pesar de no haber podido explicar plenamente el fin de la Reconstrucción.

Hablando durante la aprobación de la 13 Enmienda que prohibía la esclavitud, Stevens dijo, "Me daré por satisfecho si en mi epitafio pone: 'Aquí yace uno que nunca se destacó'" y quien albergaba solo "'la baja ambición de haber hecho que se diga que se esforzó por mejorar la condición de los pobres, los de abajo, los pisoteados de cualquier raza, idioma y color'".

El legado de Stevens —un programa de lucha común de los oprimidos "de cualquier raza, idioma y color"— debería ser estudiado por todos los que buscan entender el pasado como preparativo para las nuevas luchas revolucionarias.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de mayo de 2021)

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