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¡No al estalinismo ni al Frente Popular! ¡Construyan la Cuarta Internacional!

Tercer Pleno del CICI (1987)

Esta declaración, aprobada por el Tercer Pleno del Comité Internacional de la Cuarta Internacional el 18 de marzo de 1987, trata sobre la unión propuesta entre los renegados británicos del Workers Revolutionary Party (WRP) y el Movimiento al Socialismo (MAS) en Argentina, fundado por Nahuel Moreno. Introducimos la declaración con el editorial de la revista Fourth International (Vol. 14. N. 2) de 1987 en la que se publicó la declaración del Tercer Pleno.

Fourth International (Vol. 14, N. 2) de 1987

Editorial

Esta edición de la revista Fourth International incluye los documentos del Tercer Pleno del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), incluyendo su declaración del 18 de marzo de 1987, “¡No al estalinismo ni al Frente Popular!”, la cual trata sobre la unión propuesta entre los renegados británicos del Workers Revolutionary Party (WRP; Partido de los Trabajadores Revolucionarios), encabezados por Cliff Slaughter, y el morenista Movimiento al Socialismo (MAS) en Argentina.

El Tercer Pleno rechazó con desprecio la pretenciosa demanda del WRP de “reorganización” de la Cuarta Internacional, explicando que esta ruinosa maniobra no estaba basada para nada en principios políticos. Analizando el significado de los preparativos del WRP para fusionarse con los morenistas, el CICI advirtió de que “el propósito no declarado y oculto de esta unificación es ofrecer una tapadera para la liquidación del trotskismo en el frentepopulismo estalinista y, de esta manera, crear las condiciones para traicionar a la clase obrera en Europa y América Latina”.

En los tres meses desde que se publicó esta declaración, su línea política ha sido vigorosamente confirmada por el desarrollo de la crisis capitalista y la lucha de clases. La sublevación de Pascua por parte de los militares fascistas argentinos ha colocado las cuestiones planteadas por el CICI de lleno frente a la clase obrera y su vanguardia. Ha vuelto a demostrar la completa bancarrota de la democracia burguesa en Argentina y toda América Latina.

Solo los lacayos políticos del imperialismo se atreverían a negar que la clase trabajadora argentina se está acercando a una encrucijada histórica: un camino lleva a la revolución socialista; el otro a un régimen militar fascista incluso más brutal que el de Videla y Viola. En última instancia, el carácter de la vanguardia organizada de la clase obrera definirá el rumbo que se tome en Argentina y otros lugares.

La corrupción política y la degeneración ideológica de los falsificadores centristas del marxismo —representados de la manera más grotesca por el Workers Revolutionary Party— se ponen de manifiesto en que se atreven a hablar de “reunificar” y “reorganizar” la Cuarta Internacional mientras hacen caso omiso a las grandes experiencias estratégicas del proletariado, como las ocurridas recientemente en Argentina. Su actividad no se dirige de ninguna manera a resolver la crisis de dirección revolucionaria en base al programa del marxismo, desarrollado a lo largo de la historia. Por el contrario, todos sus esfuerzos buscan apuntalar las burocracias degeneradas que aún dominan el movimiento obrero, y en ello radica la clave para entender el carácter reaccionario de las operaciones internacionales del WRP. La decisión del WRP de entrar en una unión con los morenistas sin someter su pasado a una evaluación teórica ni examinar su papel en los eventos de Pascua es el colmo de las traiciones políticas.

Sin embargo, la indiferencia a la cuestión esencial de la perspectiva, el programa y los principios revolucionarios no es exclusiva del WRP. Es una característica universal de todas las ramas del centrismo pablista. Si bien algunos de los competidores centristas del WRP se han quejado de haber sido “excluidos” del acuerdo de Slaughter con los morenistas, están igual de desinteresados en someter los acontecimientos argentinos a una crítica política y en extraer sus lecciones políticas para la Cuarta Internacional y el movimiento obrero internacional.

Pero el Comité Internacional aborda los eventos en Argentina de la misma manera en que Trotsky trató todas las experiencias históricas del proletariado internacional durante el periodo de sus grandes luchas por reformar la Tercera Internacional (1923-1933) y, cuando esto demostró ser imposible, por construir la Cuarta Internacional. Así como Trotsky educó a la vanguardia de la clase obrera sobre las lecciones de las luchas en Alemania, Reino Unido, China, Francia y España (para nombrar solo algunas), el CICI procura desarrollar un entendimiento claro sobre los eventos revolucionarios de nuestro periodo actual. Los acontecimientos argentinos merecen ser estudiados cuidadosamente y el componente más crucial de tal crítica es una evaluación del papel político desempeñado por las organizaciones del proletariado.

A pesar de la movilización de la clase obrera contra el golpe de Estado y la determinación de las masas para impedir el regreso del régimen asesino del pasado, los eventos de abril revelaron que el mayor peligro que enfrentan los trabajadores argentinos proviene de sus propios líderes —peronistas, estalinistas y centristas—, quienes subordinaron conscientemente a la clase obrera al Gobierno burgués de Raúl Alfonsín y traicionaron este movimiento.

Como consecuencia de esta traición, la rebelión derechista logró sus objetivos inmediatos y los militares se verán envalentonados a llevar a cabo nuevos ataques contra la clase obrera. El 5 de junio, la Cámara de Diputados argentina legisló el concepto de “debida obediencia”, según el cual los cargos de tortura y asesinato de trabajadores y jóvenes presentados contra los militares y policías se descartarían con base en que estaban “siguiendo órdenes”.

El resultado de la sublevación de Pascua pone de relieve la necesidad de construir un partido revolucionario auténtico en Argentina y todos los países de América Latina, basado en el programa trotskista de la revolución permanente y en una lucha intransigente por la independencia de la clase obrera frente a la burguesía nacional.

A pesar del hecho de que esté preparando una unificación organizacional con el argentino Movimiento al Socialismo, o MAS (encabezado hasta su fallecimiento en enero por el renegado del trotskismo y centrista de derecha Nahuel Moreno), el Workers Revolutionary Party británico bajo la dirección de Cliff Slaughter no ha ofrecido un relato cronológico correcto, ni hablar de un análisis teórico, de los eventos en Argentina. Ni siquiera se ha dispuesto a republicar las principales declaraciones emitidas por el MAS durante y después de la revuelta militar.

En cambio, el WRP ha emprendido lo que solo puede describirse como un encubrimiento político consciente para ocultar la política traicionera perseguida por el MAS. Este encubrimiento constituye un crimen político contra aquellos elementos dentro del MAS que creen erróneamente que las políticas de sus dirigentes se basan en el trotskismo. Además, es un crimen contra el movimiento obrero en Reino Unido, dado que el silencio de Slaughter sobre las políticas derechistas del MAS tan solo puede significar que el WRP tiene la intención de introducir la misma línea política en “casa”.

De hecho, los tumultuosos eventos de abril en Argentina han expuesto el significado político de la trayectoria derechista del WRP de Slaughter desde que se separó del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en febrero de 1986. También han confirmado el análisis realizado por el CICI en su declaración del 18 de marzo de 1987, “¡No al estalinismo ni al frente popular! ¡Construyan la Cuarta Internacional”:

En Argentina, donde el dramático giro del Gobierno de Alfonsín hacia la derecha lo ha enfrentado abiertamente con la clase obrera, hay luchas revolucionarias evidentemente en la agenda. En tal situación, no es meramente irresponsable que el WRP le esté dando credibilidad política a los morenistas, sino que es criminal… La integración del WRP con los morenistas representa un peligro extremo para la clase obrera de Reino Unido y Argentina y, consecuentemente, para la clase obrera internacional en general. En un momento en que los trotskistas cuentan con oportunidades sin precedentes para construir una organización revolucionaria global invencible y asumir el liderazgo de la clase obrera, arrancándoselo a todas las agencias burocráticas e históricamente desacreditadas del imperialismo, el Workers Revolutionary Party está sellando una alianza que solo puede servir para infundir vida a estas agencias.

El MAS no preparó a la clase obrera para la intentona derechista y la capitulación de las conducciones de los trabajadores. Durante el periodo previo a la crisis, el MAS concentró todos sus recursos políticos en la construcción de una alianza electoral frentepopulista conocida como el Frente del Pueblo (FREPU). Su principal socio en este bloque carente de principios era el estalinista Partido Comunista de Argentina (PC). Para completar la formación frentepopulista, incluyó varias organizaciones que representaban el llamado “peronismo militante”, a saber, el ala izquierda del principal partido nacionalista burgués argentino.

El MAS arribó a la crisis de abril bajo la bandera del FREPU y como el aliado más cercano del PC argentino y los peronistas de izquierda. No bien lanzaron los militares derechistas su pronunciamiento, los estalinistas corrieron a la Casa Rosada junto a los industrialistas, políticos burgueses y burócratas sindicales para firmar el documento conocido como el “Acta de Compromiso Democrático”. Este pacto reafirmó el apoyo incondicional a las instituciones del Estado capitalista y acogió el esquema de amnistía completa para los oficiales acusados de asesinato y tortura bajo el antiguo régimen militar.

En vez de hacer una evaluación política seria de estas experiencias cruciales, el WRP publicó una descripción extasiada del mitin del Primero de Mayo celebrado por el MAS en Buenos Aires. Así es como el WRP intentó disimular su bancarrota política propia y la del MAS, bajo la sombra del estadio de fútbol Ferro, donde se reunieron los simpatizantes del partido. El WRP buscó silenciar cualquier discusión política sobre la línea traidora del MAS con los cánticos de los participantes.

En el número del 16 de mayo de Workers Press, el WRP indicó favorablemente que el discurso del líder del MAS, Luis Zamora, fue una “fuerte crítica” al Partido Comunista, “que había sido un aliado del MAS en un frente electoral hasta su capitulación ante el ejército en la Pascua”.

Según lo citó la Workers Press, Zamora dijo:

“Estoy seguro de que muchos compañeros comunistas con ilusiones en el giro izquierdista de su partido que nos permitió construir el FP, sintieron que un martillazo cayó sobre sus cabezas cuando sus dirigentes firmaron el acto de capitulación”. Añadió: “Es una mentira, compañeros comunistas, que la izquierda esté dividida porque no pudimos ponernos de acuerdo sobre los candidatos para las elecciones de septiembre”, ni por “las diferencias políticas antes de la Pascua”.

Además, Zamora acusó al PC de “fragmentar la izquierda” y urgió a sus miembros a “regresar” a un Frente del Pueblo “unido” rechazando la firma de la “Acta de Compromiso Democrático”.

Este discurso es una devastadora condena contra los propios morenistas, si bien inconsciente: si los “compañeros comunistas” tienen “ilusiones” en su dirección y consideran que los eventos de la Pascua fueron un “martillazo”, ¿quién tuvo la culpa? La dirigencia del MAS se rehusó a prepararlos a ellos y a todos los otros sectores de la clase obrera para la inevitable sumisión del frente popular del peronismo, el estalinismo y el sindicalismo. Por el contrario, como lo manifestó el propio Zamora, el partido no tenía absolutamente ninguna diferencia política con este frente antes del levantamiento militar.

El MAS había estado construyendo una alianza política permanente con estas mismas agencias de la burguesía a través del bloque electoral FREPU. La idea central de la propaganda del MAS había sido precisamente convencer a la clase obrera que el estalinismo era capaz de autorreformarse y de cambiar fundamentalmente su carácter histórico contrarrevolucionario.

Durante el último año, la publicación Solidaridad Socialista del MAS emitió repetidamente saludos a las conferencias y congresos del PC, aclamando a los estalinistas por tener “el valor político para rectificar las posturas que sostuvieron por muchos años”. Proclamó la alianza del FREPU como una “gran herramienta” y “una extraordinaria conquista que defenderemos con todas nuestras fuerzas”.

Esta “gran herramienta” y “extraordinaria conquista” fue expuesta como una podrida tapadera política para el estalinismo contrarrevolucionario cuando un puñado de oficiales fascistas alzaron enojados sus armas. La retórica revolucionaria del MAS le dio una fresca capa de barniz a la credibilidad de los viejos y desgastados traidores del PC para poder traicionar nuevamente a la clase obrera.

Mientras que el MAS no viajó con sus “compañeros” estalinistas a la Casa Rosada de Alfonsín, les dio las credenciales “izquierdistas” que volvieron su presencia junto a los industrialistas, políticos y burócratas tan valiosa para la burguesía. Y, ulteriormente no ha utilizado su negativa a firmar el Acta como munición para destruir el estalinismo. Por el contrario, como veremos, volvió a ofrecerle al PC trabajar juntos para salvarlo.

En lo que consta la “rectificación” de las políticas pasadas del estalinismo, la rebelión de Pascua simplemente volvió a demostrar que representa la agencia más contrarrevolucionaria de la burguesía dentro del movimiento obrero, algo que analizó Trotsky hace 50 años.

Esta perspectiva, la cual ha sido confirmada por una traición tras otra en todos los rincones del planeta, fue completamente rechazada por los morenistas. Para el MAS y todos los grupos pablistas, es una pregunta abierta si el estalinismo traicionará o no, dependiendo de la presión de las masas y la redacción de programas con muchos puntos.

En su revista teórica, Correo Internacional, los morenistas hacen la siguiente evaluación de la evolución del PC:

A partir de 1985, el PC tomó un brusco giro a la izquierda, abandonando su apoyo al Gobierno y haciendo una autocrítica de sus previas capitulaciones. En medio de este giro, el PC acordó a una alianza electoral con el MAS con base en un programa principista de 23 puntos… En los últimos meses, sin embargo, el PC parecía estar decidido a romper la alianza y abandonar este programa de lucha, algo en lo que influyó fuertemente el Kremlin, el cual está en medio de alcanzar importantes acuerdos con el Gobierno argentino.

La crisis de semana santa descubrió al PC en un giro abierto hacia la derecha. La cuestión es qué importa más: la alianza todavía existente con el Movimiento al Socialismo y las posiciones de izquierda que una parte de sus filas convirtió en carne y hueso o la presión de la burocracia y la burguesía argentina. Lo desconocido (¡!) pronto se hizo evidente. Rompiendo con el programa firmado en 1985 y destruyendo en sus hechos la alianza con el MAS, la dirigencia del PC firmó el “Acta” de rendición al ejército.

¡Qué sorpresa! ¡Los estalinistas traicionaron! ¿Cómo pudo ocurrir tal cosa? El hecho de que la traición del PC haya tomado por sorpresa al MAS simplemente expone su bancarrota política. Los estalinistas sacaron partido de la tapadera ofrecida por los morenistas para recuperar la autoridad de la desacreditada organización. Luego, como era inevitable, el PC traicionó a la clase obrera colaborando con Alfonsín para mantener el movimiento contra los militares bajo el control político de la burguesía.

La especulación de los morenistas sobre el potencial revolucionario del estalinismo y su confianza en su “brusco giro a la izquierda” son aspectos representativos de todos los renegados pablistas del trotskismo. En el contexto del PC de Argentina, tal método es obsceno, como mínimo. El PC fue la única organización en el movimiento obrero argentino que apoyó la junta militar del general Videla cuando tomó el poder en 1976, desatando una masacre de trabajadores y jóvenes. Mientras que más de 30.000 personas fueron ejecutadas o “desaparecidas”, los estalinistas permanecieron casi ilesos por apoyar lealmente los extensos lazos económicos de Moscú con la dictadura.

Tomando en cuenta este historial, la cuestión de si los estalinistas respetarían el programa de 23 puntos del FREPU o se alinearían con la burocracia de Gorbachov solo era una incógnita en la mente de los morenistas.

Esta es la perspectiva real del morenismo. Y no se trata solo de una cuestión táctica en Argentina. Si el PC de Argentina puede tomar tales “giros bruscos”, seguramente los partidos estalinistas del resto de Latinoamérica, Reino Unido y otras partes del mundo harían lo mismo. Esta es la perspectiva que condujo a los renegados del WRP al morenismo.

Solo hay que preguntarse cuál fue el impacto que podían tener las políticas del MAS entre los “compañeros comunistas” y los trabajadores argentinos en general. Los de las capas más avanzadas que percibían al MAS como una alternativa revolucionaria tan solo podían decirse “Si los trotskistas, quienes han sido los enemigos acérrimos del PC, dicen que ha cambiado, quizás es un partido en el que podemos confiar después de todo”. Este es el papel clave que tiene la participación del MAS en el frente popular, según encamina a la clase obrera hacia la derrota.

El centrismo del MAS en Argentina es igual de peligroso que el del POUM durante la guerra civil española. Como lo señaló Trotsky, “Por medio de sus fórmulas generales de ‘izquierda’, los líderes del POUM crearon la ilusión de que existía un partido revolucionario en España y previnieron la aparición de tendencias verdaderamente proletarias e intransigentes. Al mismo tiempo, de acuerdo con su política de adaptación a todas las formas de reformismo, fueron los mejores asistentes de los traidores anarquistas, socialistas y comunistas”. Añadan a los peronistas a esta lista de traidores y aparece una definición precisa del morenismo.

La tarea crucial que enfrentan los trotskistas argentinos desde la sublevación de Pascua es trazar claramente los límites políticos entre el marxismo revolucionario y el estalinismo contrarrevolucionario. Pero, en las semanas desde la rebelión de Pascua, los centristas del MAS han intentado desesperadamente recuperar su alianza con los estalinistas.

En su primer artículo importante desde que Echegaray, el líder del PC, entró en la Casa Rosada para firmar el “Acta de Compromiso Democrático”, el semanario Solidaridad Socialista del MAS dirigió una página entera a sus “compañeros comunistas”.

Al estilo propio de un abogado contractual, el MAS declaró que el apoyo del PC a la amnistía para los torturadores infringía “los puntos 17, 18 y 19” del programa de 23 puntos del Frente del Pueblo. Luego criticó que los estalinistas aceptaran la disposición del Acta que apoya “el desarrollo normal de las instituciones del Estado”. El MAS le recordó al PC que la alianza frentepopulista llamaba a “‘desmantelar’ muchas de estas instituciones —como las represivas— y a ‘democratizar’, es decir, cambiar las otras, como las Fuerzas Armadas” (subrayado original).

Estas fórmulas claramente demuestran el contenido completamente reformista y reaccionario de la alianza electoral entre el MAS y el PC. El acuerdo no llamó a “aplastar” el Estado capitalista sino a “democratizarlo”, una fórmula que representa una traición total del marxismo. Cabe notar que Slaughter, quien ha escrito muchas veces sobre la naturaleza del Estado capitalista y siempre ha denunciado los intentos de los centristas para esquivar la lucha por su derrocamiento revolucionario, ha guardado un silencio completo sobre la postura democrática pequeñoburguesa del MAS en esta misma cuestión.

La reacción del MAS a la plenamente predecible e inevitable traición de los estalinistas ha sido la desesperación completa. Aunque lamentan que la acción del PC fue un “gran golpe a la lucha antimilitar y a la unidad de la izquierda”, la idea central de la declaración es apelar a los estalinistas para que renueven su unidad con el MAS y detengan sus intentos para formar una nueva alianza frentepopulista sin los morenistas:

“Si el PC hubiera seguido respetando el Frente del Pueblo, esto no habría ocurrido”, escribió Solidaridad Socialista, añadiendo: “Con esta actitud, los compañeros comunistas siguen dividiendo el Frente del Pueblo. A pesar de nuestros llamados, han bloqueado nuestra capacidad para celebrar un mitin único el Primero de Mayo. Y al transgredir el programa y la lucha del FP y del pueblo, han colocado nuestra alianza al borde de una ruptura”.

Entonces, incluso después de que el PC se uniera al Gobierno, a los capitalistas y a la burocracia sindical en la firma de una declaración que apoya el Estado y respalda amnistiar a los carniceros militares, ¡los morenistas siguen diciendo que su alianza electoral con los estalinistas está “al borde de una ruptura”! El artículo concluyó suplicándoles a los estalinistas que regresen al Frente del Pueblo con tal de “expandirlo con todos aquellos que estén de acuerdo con su programa y en contra de la capitulación” (Solidaridad Socialista, 24 de abril).

En su edición del 12 de mayo, Solidaridad Socialista reportó un debate televisado entre el líder del MAS, Zamora, y el líder del PC, Echegaray. El reporte indica que “la pantalla mostró a un vehemente Zamora, reprochando al PC por haber roto la unidad con el MAS justo cuando hay luchas grandes en marcha”.

Por su parte, Echegaray describió la escisión con el Frente del Pueblo como “algo bueno, dado que da paso a una nueva unidad: la que pactó el PC en Atlanta con otros grupos”.

En un pasaje que se asemeja a una afirmación patética de un amante resentido, Solidaridad Socialista lamentó: “De este modo, aclaró la perturbadora discusión que estaba ocurriendo antes dentro del FP sobre la culpa de la ruptura. Echegaray evidenció que fue el PC el que la buscó, considerándola beneficial”.

Respondiendo a la declaración de Echegaray de que su nueva formación frentepopulista era “más amplia” y encabezaría la lucha por “la liberación nacional y el socialismo”, Solidaridad Socialista suplicó: “¿Por qué luchaba el FP? ¿Su programa no era exactamente eso? ¿Cuál es la ventaja de defender la liberación nacional y el socialismo con un frente más pequeño y con una izquierda dividida?” (Solidaridad Socialista, 12 de mayo).

En su número del 19 de mayo, Solidaridad Socialista publicó una entrevista con Zamora sobre la campaña electoral para diputado. En una pregunta sobre la ruptura del FREPU, declaró:

Hoy más que nunca existe la necesidad de ofrecer una alternativa unida; que la izquierda se una en un frente o alianza electoral. El problema es que hemos estado divididos. Ya indicamos que esta división fue producida el 19 de abril cuando el Partido Comunista firmó la llamada Acta de Compromiso Democrático. Sin embargo, es un hecho que desde su mitin en Atlanta del Primero de Mayo, el PC y el Frente Va (el antiguo FREPU menos el MAS) han convocado a una lucha contra la ley de “obediencia debida”, que es una consecuencia de la misma Acta que firmaron.

Debemos ver, entonces, si se comprometen a mantener esta política y aceptar suscribirse a un programa preciso para unir a la izquierda en un frente electoral. Llamamos a los compañeros comunistas y en el Frente Va a que nos unamos, en base a un programa y, ante todo, a una política consistente (Solidaridad Socialista, 19 de mayo).

Poco más de un mes desde que los estalinistas llevaron a cabo su repugnante traición de la movilización masiva de la clase obrera al firmar su respaldo al Estado capitalista y el ejército, los morenistas ya estaban pidiéndoles a los estalinistas la “unidad” y que formaran un nuevo “frente electoral”. Más allá, los dirigentes del MAS son tan cínicos que ya estaban afirmando que habían detectado en la promesa fraudulenta de los estalinistas de oponerse a la ley de “debida obediencia” ¡señales prometedoras de un nuevo giro a la izquierda del Partido Comunista de Argentina!

El papel desempeñado por el WRP en encubrir las traiciones de la dirección del MAS no se ha limitado a endosar sus políticas en las páginas del Workers Press. Los líderes del WRP han ido a Buenos Aires y han apoyado públicamente un conjunto de políticas que solo pueden resultar en derrotas sangrientas para la clase obrera. Apenas días después de que finalizara el golpe de Estado, Bill Hunter y Simon Pirani acompañaron a Zamora en la plataforma del mitin del Primero de Mayo del MAS.

Un trotskista hubiera estado obligado a advertirles a los trabajadores presentes que la traición del PC en la Pascua no fue un accidente efímero sino una manifestación regida por las leyes de todo el desarrollo histórico e internacional del estalinismo. Hubiera expuesto los peligros representados por el centrismo del MAS. Estas son cuestiones de vida o muerte para los trabajadores argentinos y necesitan ser discutidas e introducidas en la consciencia del proletariado si ha de impedir un baño de sangre mayor al ocurrido en Chile en 1973 y en su propio país en 1976.

Pero Hunter limitó su intervención a declaraciones vagas de “solidaridad” que bien pudieron haber sido dichas por cualquier cantidad de farsantes centristas del Partido Laborista británico. Le aseguró a su público que el WRP “apoya todas las luchas de los trabajadores, las masas empobrecidas y las naciones oprimidas contra el imperialismo”, y prometió teatralmente que el WRP “apoyará inequívocamente el derecho de Argentina a las Malvinas”.

En pocas palabras, Hunter ofreció un espectáculo acompañante para distraer a los miembros del MAS del vergonzoso colapso de la principal línea política del partido. Esta sola acción tacha a Hunter, Slaughter y el resto de la camarilla derechista que dirige el WRP de traidores miserables de la clase obrera internacional.

La asistencia del WRP a los líderes centristas del MAS confirma otra parte del análisis realizado por el CICI sobre la fusión de Slaughter con los morenistas:

Para los morenistas, [la fusión] es una forma de obtener una tapadera internacional “trotskista” para disimular sus preparativos conscientes para la próxima traición de la clase obrera argentina. A fin de acallar las inquietudes de los que sospechan que el MAS se dirige hacia la derrota y para silenciar a los que están criticando a los líderes de ser traidores, los pequeños burócratas que controlan el MAS están intentando apuntalar su prestigio refiriéndose al aumento en su apoyo internacional.

Mientras ofrecen diligentemente una tapadera política a las traiciones de sus aliados en el MAS, el WRP ha dirigido sus ataques contra el Comité Internacional, denunciándolo de ser “sectario” y acusándolo de una “campaña de calumnias” contra los centristas argentinos. Como escribió Trotsky contra aquellos que lo denunciaron de ser “sectario” por sus despiadadas críticas al POUM español: “Si eso es sectarismo entonces todo el marxismo es solo sectarismo, dado que es la doctrina de la lucha de clases no de colaboración de clases”.

En este caso, todos los principales dirigentes de la organización que acusa al Comité Internacional de ser “sectario” han terminado apoyando directa o indirectamente el estalinismo. El exsecretario nacional del WRP y aliado directo en su escisión con el CI, Michael Banda, se ha solidarizado abiertamente con toda la historia del estalinismo y justificado el asesinato de Trotsky. Su antiguo líder por mucho tiempo, Gerry Healy, proclamó al estalinista soviético Mijaíl Gorbachov como el líder de una “revolución política” en la que la propia burocracia está completando el programa de Trotsky. Y Cliff Slaughter se ha vuelto el abogado jefe del frente popular, solidarizándose con una dirigencia que se ha subordinado completamente a una alianza electoral con el estalinismo y el nacionalismo burgués en Argentina. Como lo hacen Healy y Banda, Slaughter busca conscientemente transformar el WRP en una agencia centrista pequeñoburguesa del imperialismo.

Slaughter, intentando defender las políticas del MAS antes de los eventos de Semana Santa (no se ha escuchado nada de él desde entonces), declaró que, si bien la alianza del PC y el MAS es conocida como el “Frente del Pueblo”, FREPU es un “frente único” —llegando incluso a mentir diciendo que no hay otros partidos en el bloque—.

Pero aunque fuera cierto (y no lo es) que no hay organizaciones burguesas o pequeñoburguesas directamente involucradas en el FREPU, todavía sería una burla del marxismo afirmar que este bloque electoral no es una formación política de tipo frentepopulista. En última instancia, la naturaleza de clase de cualquier bloque está definida por el programa sobre el cual esté basado. No todos los bloques entre organizaciones obreras merecen ser designadas “frente único”. Primero es necesario examinar los objetivos políticos que inspiraron el bloque. Antes hay que determinar si fue creado con el fin de luchar contra la burguesía o confundir y desorientar a los trabajadores.

Cuando un partido marxista propone formar un frente único con organizaciones reformistas de la clase obrera, lo hace con propósitos claramente definidos sin hacer ninguna concesión en cuanto a sus objetivos revolucionarios (a saber, derrocar el Estado capitalista y el establecimiento de una dictadura proletaria). Es una forma para unir a la clase trabajadora contra las fuerzas de la reacción capitalista mientras se socava y destruye la influencia de los reformistas en el proletariado. Los marxistas nunca proponen, bajo ninguna condición, la formación de un frente único como una clase de amnistía para los traidores reformistas del movimiento obrero. Al participar en un frente único, los marxistas no renuncian ni a su programa revolucionario independiente ni a sus críticas despiadadas contra las organizaciones a las cuales les han propuesto emprender acciones conjuntas contra los capitalistas.

Ninguna de estas concepciones revolucionarias impulsó el bloque entre los estalinistas y el MAS. Hasta su colapso en abril, su FREPU fue una alianza electoral basada (como lo demuestran evidentemente las secciones citadas por el MAS de su programa de 23 puntos) en una plataforma democrática burguesa.

Como lo ha demostrado la historia, los centristas frecuentemente intentan maquillar sus traiciones contra la clase obrera describiéndolas como una táctica de “frente único”, sabiendo muy bien que sus maniobras centristas no tienen absolutamente nada en común con la política que Trotsky planteó en relación con el movimiento obrero alemán en 1930-1933.

Los centristas utilizan los llamados estériles a la “unidad” entre las organizaciones obreras para ocultar su rechazo al programa revolucionario. Por naturaleza, una política basada en llamados tan vacíos a la unidad fomenta, en primer lugar, la complacencia, y luego la desmoralización en la clase obrera. Inevitablemente, conducen a traiciones y derrotas.

De hecho, la línea actual del MAS no es muy distinta a la adoptada por el Secretariado Unificado en 1963 en relación al LSSP en Sri Lanka, un año antes de que De Silva, Goonewardene y Perera introdujeran a esta organización en un Gobierno de coalición con la burguesía. En su Séptimo Congreso (de unificación) de 1963, la principal resolución de los pablistas contenía este consejo para el LSSP:

El LSSP necesita orientarse hoy hacia el frente único de organizaciones de la clase obrera (el LSSP, PC, MEP y los sindicatos, incluidas la CWC y la DWC que han organizado a la abrumadora mayoría de los trabajadores en las plantaciones) y hacia la fórmula de un Gobierno de frente único verdaderamente socialista, que constituye la solución más efectiva para el cambio, a diferencia de los distintos tipos de Gobiernos burgueses consecutivos en Ceilán desde la independencia. Es necesario emprender esta orientación de una manera agresiva, para que penetre a las capas más amplias y que no se centre en las simples negociaciones arriba, sino en la creación de comités de frente único en todos los niveles de la vida política… [para] darle al mismo tiempo el carácter de clase preciso luchando por un programa de frente único que exprese nuestra posición de clase, tanto en las cuestiones de poder, las relaciones con la riqueza común y con los Estados obreros, la nacionalización de los principales medios de producción y los problemas de idiomas. (The 4th International—Complete Documents of the Seventh World Congress, octubre-diciembre de 1963, pág. 45)

Si ignoráramos el hecho de que el MEP fue incluido en este “frente único” —así como se incluyen partidos burgueses y pequeñoburgueses en la alianza del FREPU— el significado esencial de esta política es su propósito de engañar a los trabajadores con la afirmación falsa de que todas las principales organizaciones de la clase obrera están uniéndose para librar una ofensiva contra el Gobierno cuando, realmente, ¡todos los participantes en este “frente único” ficticio tan solo buscan encubrir su determinación compartida a defender a toda costa el Estado capitalista existente!

La mayor traición del Secretariado Unificado, que el WRP está repitiendo hoy, no fue solo que se rehusó a denunciar este fraude político ante la clase obrera de Sri Lanka, sino que lo presentó como un frente único auténtico.

En caso de que se necesiten más pruebas de que el bloque electoral defendido por el MAS no tiene absolutamente nada que ver con la política de frente único planteada por Trotsky a principios de los años treinta, citemos al propio Trotsky sobre el tema de bloques electorales entre organizaciones supuestamente revolucionarias y reformistas:

Los acuerdos electorales, los compromisos parlamentarios alcanzados entre el partido revolucionario y la socialdemocracia benefician, según la norma, a la socialdemocracia. Los acuerdos prácticos para las acciones de masas, con el propósito de lucha, siempre le sirven al partido revolucionario. El Comité Anglorruso fue un tipo inadmisible de bloque entre dos conducciones de acuerdo con una plataforma política común, poco definida y engañosa que no obligaba a nadie a hacer nada. La continuación de este bloque durante la huelga general británica, cuando el Consejo General asumió el papel de rompehuelgas, fue una política de traición por parte de los estalinistas.

¡No a una plataforma común con la socialdemocracia ni con los líderes de los sindicatos alemanes, no a publicaciones, ni banderas, ni pancartas comunes! ¡Marchen separados, golpeen juntos! ¡Acuerden únicamente la manera de golpear, a quién golpear y cuándo golpear! Uno puede ponerse de acuerdo incluso con el diablo, con su abuela e incluso con Noske y Grzesinsky. Con la única condición de no atarse las manos. (“Por un frente único obrero contra el fascismo”, The Struggle Against Fascism in Germany, Pathfinder, págs. 138-39)

Los eventos de abril expusieron sin misericordia el carácter fraudulento del FREPU: el “frente único” del MAS y el PC se desintegró sin poder emprender ni una sola acción contra los conspiradores militares fascistas, confirmando nuevamente la advertencia de Trotsky de que tales formaciones frentepopulistas malogradas “se despedazan con la primera prueba seria, y las profundas fisuras… se expanden a todos sus componentes. La política del Frente Popular es una política de traiciones”.

Ignorando las lecciones de la historia, los renegados del WRP declaran que, a diferencia de los “sectarios” del Comité Internacional, el MAS está en la “bruma de la batalla”. Este es el refrán favorito de aquellos que intentan ocultar con gestos pomposos su cobardía política, su negativa a luchar por una línea revolucionaria correcta en las masas.

Esperando intimidar a los críticos de su línea centrista, el WRP presume que el MAS llamó a una “huelga general unificada”. Si ese fuera el caso, también lo hizo el líder de la CGT, Saúl Ubaldini, incluso mientras se dedicaba a subordinar a la clase obrera al gobierno de Alfonsín. En una línea similar, el WRP anuncia orgullosamente que el MAS “se alejó caminando” de un mitin masivo en la Plaza de Mayo durante el domingo de Pascua cuando Alfonsín anunció su acuerdo con el ejército. Cabe añadir que también lo hicieron varios otros demócratas pequeñoburgueses, los montoneros, peronistas de izquierda e incluso secciones de sus compañeros estalinistas, quienes se encontraban en un estado de completa confusión.

Como es natural, respaldamos esta acción del MAS e incluso aplaudimos la valentía de los miembros de base que, estamos seguros, estaban preparados para dar la vida en una lucha contra los militares. Pero, nuestro respeto por la valentía de ciertos militantes no cambia nuestra evaluación política de las políticas de su organización y sus dirigentes. Consecuentemente, no vemos ninguna razón por la cual deberíamos atribuirle más a su marcha de lo que merece. Para continuar su papel de centristas, utilizando frases revolucionarias y gestos para encubrir a los estalinistas y a los traidores reformistas, los dirigentes del MAS tuvieron que dejar la Plaza de Mayo junto a estas otras fuerzas.

Los eventos en Argentina tienen una importancia histórica y es imposible ignorar que el WRP defendió la capitulación de los morenistas ante el estalinismo y la democracia burguesa como si fuera un error “aislado”. Inmediatamente después de contribuir a la traición de los trabajadores argentinos, Pirani viajó a Brasil para respaldar el programa democrático pequeñoburgués de los morenistas en ese país. En el entusiasmado reporte del Décimo Congreso de “Convergência Socialista” en el número del 30 de mayo del Workers Press, descubrimos que “la principal consigna política de CS es ‘Fuera Sarney’”. Además, lo que es aún más patético:

“Hasta hace un mes, CS demandaba que la Asamblea Constituyente nacional burguesa de Brasil asumiera el poder para promulgar leyes y destituir al presidente Sarney, quien recibió el poder de la dictadura militar que acabó en 1984”.

El miserable resultado de la postración de los morenistas brasileños ante el Estado burgués fue reportado por Pirani sin el menor rastro de crítica:

Pero la Asamblea votó explícitamente subordinarse a Sarney. CS ha vuelto a adoptar la consigna que llevó a millones a tomar las calles en 1984 —“elecciones directas para presidente”—.

En otras palabras, los morenistas son una tendencia pequeñoburguesa cuyo eje político consiste en la agitación en torno a varias consignas democráticas “populares”. En base a esto, se ha dedicado a subordinar a la clase obrera a las instituciones democráticas podridas del Estado capitalista. Solo los filisteos de clase media más desesperados podrían creer seriamente que la casa de mala fama conocida como la Asamblea Constituyente podría defender los intereses de la clase obrera contra Sarney. No cabe duda de que los morenistas argumentarán que están “exponiendo” a la Asamblea Constituyente al postrarse ante ella e incluso que están utilizando las demandas democráticas para ganar apoyo popular. Esta es una orientación reaccionaria que el movimiento trotskista ha tenido que combatir muchas veces, ya desde los años 1940 cuando la facción derechista encabezada por Morrow y Goldman insistió (mientras se preparaban para desertar en apoyo al imperialismo) que la Cuarta Internacional tan solo podría ganarse a las masas en base a demandas democráticas y ¡que los trotskistas en la Europa de posguerra deberían ser los principales defensores de las constituciones democráticas!

En las páginas del Workers Press regularmente encontramos justificaciones explícitas para colaborar políticamente con la burguesía, incluso un artículo del mismo Simon Pirani el 25 de abril. Respondiendo a una carta de un tal P. Conlon, se opuso vigorosamente a la siguiente pregunta: “¿Cómo puede uno, particularmente en una situación revolucionaria, decirles a las masas que preparen sus fuerzas para derrocar el Gobierno capitalista y al mismo tiempo decirles que apoyen ese mismo Gobierno?”.

Pirani respondió:

La respuesta es: ¡así como lo hicieron los bolcheviques! Prepararon la revolución de noviembre de 1917 apoyando al Gobierno burgués de Aleksándr Kérenski frente al general contrarrevolucionario Kornílov en agosto de 1917 [subrayado nuestro].

Kérenski los había encarcelado y obligado a entrar en la clandestinidad en julio-agosto, pero movilizaron a los trabajadores para apoyarlo, no solo logrando la derrota militar de Kornílov, sino una ofensiva política contra los partidos reformistas y pequeñoburgueses (mencheviques y socialrevolucionarios) quienes aún mantenían la mayoría en los sóviets… [subrayado original].

La lección básica de la revolución de 1917 es que las alianzas tácticas con los Gobiernos burgueses, bajo ciertas condiciones, son admisibles y necesarias.

Esta línea constituye el verdadero programa de la unión propuesta con el MAS —las alianzas con Gobiernos burgueses en defensa de la democracia capitalista son “admisibles y necesarias”—.

La referencia al episodio de Kornílov es una distorsión reaccionaria de la política que realmente fue planteada por los bolcheviques. El Partido Bolchevique nunca le dio ningún apoyo político al Gobierno de Kérenski. La política de Lenin y Trotsky era derrotar la insurrección de Kornílov por medio de la movilización independiente de la clase obrera, dejando en claro siempre que cualquier acuerdo táctico militar con las fuerzas controladas por Kérenski y la conducción menchevique-socialrevolucionaria de los sóviets no implicaba de ninguna manera que los bolcheviques defendían el régimen de Kérenski ni le concedían ningún apoyo político.

En agosto de 1917, argumentando en contra de los elementos derechistas en el Partido Bolchevique que defendían dar un apoyo crítico a los mencheviques, los socialrevolucionarios y Kérenski contra las fuerzas zaristas, Lenin explicó la línea que tomarían los bolcheviques si ocurría un levantamiento militar derechista contra el Gobierno provisional:

Nuestros trabajadores y soldados combatirán a las tropas contrarrevolucionarias si comienzan una ofensiva ahora contra el Gobierno provisional; no lo harán para defender este Gobierno que convocó a Kaledín y compañía el 3 de julio, sino para defender independientemente la revolución mientras persiguen su propio objetivo de asegurar la victoria por los trabajadores, por los pobres, por la causa de la paz y no por los imperialistas, Kérenski, Avkséntiev, Tsereteli, Skóbelev y compañía (Collected Works, Vol. 25, págs. 251-52).

Lenin continuó con lo que le dirían los bolcheviques a los mencheviques:

Por supuesto, lucharemos, pero nos rehusamos a entrar en cualquier alianza política con ustedes, nos rehusamos a expresar la mínima confianza en ustedes. Lucharemos de la misma manera en que los socialdemócratas combatimos el zarismo en febrero de 1917, junto con los kadetes, sin entrar en ninguna alianza con los kadetes ni confiando en ellos ni un segundo. Fomentar confianza en los mencheviques sería una traición de la revolución tanto como lo hubiera sido darles con los kadetes entre 1905 y 1917 (Ibid. Pág. 252).

Lenin estaba tan preocupado por los reportes de fraternización política entre sectores del Partido Bolchevique y los mencheviques que exigió “una investigación oficial, con la participación de los camaradas de Moscú que no son miembros del C.C., para averiguar si los bolcheviques tuvieron alguna institución común con los defensistas sobre esta base, si hubo algún bloque o acuerdo, en qué consistieron, etc. Los hechos y particulares deben investigarse oficialmente y todos los detalles deben ser aclarados. Si se confirma la existencia de un bloque, los miembros del Comité Central o el Comité de Moscú han de ser depuestos de sus cargos y se debe presentar ante el pleno del Comité Central la cuestión de su expulsión formal, incluso antes de que se reúna el próximo Congreso” (Ibid., pág. 253).

Dos semanas después, cuando Kornílov comenzó su insurrección, Lenin le escribió al Comité Central:

Incluso ahora no debemos apoyar el Gobierno de Kérenski. Esto carece de principios. Nos podrían preguntar, ¿no vamos a luchar? ¡Por supuesto que debemos hacerlo! Pero esto no es lo mismo; existe una división que está siendo cruzada por algunos bolcheviques, quienes están haciendo concesiones y dejándose llevar por los eventos.

Debemos luchar. Estamos luchando contra Kornílov, así como lo hacen las tropas de Kérenski, pero no apoyamos a Kérenski. Por el contrario, exponemos sus debilidades. Existe una diferencia, pero es sumamente fundamental y no debemos olvidarla” (Ibid., págs. 289-90).

El periodo de alianzas entre los bolcheviques y el Gobierno burgués finalizó en abril de 1917, con el regreso de Lenin a Petrogrado y la lucha que emprendió contra los conciliadores liderados por Kámenev y Stalin. La afirmación de que “la lección básica de la Revolución de 1917 es que las alianzas tácticas con los Gobiernos burgueses, bajo ciertas condiciones, son admisibles y necesarias” es una falsificación de la historia y una traición del marxismo.

En otro ejemplo, Trotsky le llamó la atención a Shachtman por sugerir en 1937 que era admisible que los diputados obreros en las Cortes votaran a favor de los créditos de guerra para financiar la lucha contra Franco. Trotsky escribió que quedó “atónito” ante la postura de Shachtman y explicó:

Votar a favor del presupuesto militar del Gobierno de Negrín significa votar a favor de confiar políticamente en él… Hacerlo sería un crimen (In Defense of Marxism, New Park, pág. 160).

La posición de Pirani es la de un demócrata pequeñoburgués. Su defensa de las alianzas tácticas con Gobiernos burgueses está siendo avanzada ahora para apoyar el servilismo del MAS ante la democracia burguesa de Alfonsín.

Lejos de haber entrado en una alianza con el MAS para corregir sus posturas falsas y conducir una lucha por una perspectiva marxista, Slaughter, Pirani y compañía buscan apuntalar a los líderes centristas y respaldar sus traiciones.

Cualquier miembro del MAS que haya tenido esperanzas en que los “marxistas” británicos del WRP ayudarían a esclarecer el trotskismo argentino y refundar su legado revolucionario se verán cruelmente desilusionados. Los renegados del WRP renunciaron a su propio legado revolucionario en su ruptura con el Comité Internacional. Saben que cualquier reorientación del MAS necesitaría una profunda autocrítica que también los expondría a ellos. Después de todo, los atrajo el MAS por su línea frentepopulista.

Y, como lo advirtió el CICI, los dirigentes del MAS están buscando defender su propia credibilidad apuntando a su nueva alianza con “líderes trotskistas internacionales de peso y logros teóricos considerables”.

Han reportado que los miembros del MAS “se regocijaron” cuando recibieron una carta de Cliff Slaughter en la que escribió que “si yo o cualquier compañero de nuestro partido puede ayudar en el trabajo de la LIT o incluso el MAS, tomaremos tiempo libre y viajaremos y trabajaremos con ustedes en cualquier forma en la que nos lo soliciten previo a la Conferencia Internacional”.

Los dirigentes del MAS respondieron: “Hemos respondido positivamente al compañero Cliff porque, ahora más que nunca, necesitamos su ayuda”.

No cabe duda de que la necesitan para engañar y desorientar más efectivamente a los militantes del MAS y la clase obrera argentina. Ciertamente la traición grotesca de los estalinistas argentinos en la Casa Rosada ha ayudado a exponer las verdaderas implicaciones de la línea política oportunista y centrista del MAS durante el último periodo y ha de generar una profunda inquietud en sus filas. A esto se debe que Luis Zamora y el resto de la dirección del MAS le den una importancia tan vital a la tapadera pseudotrotskista del WRP. Además, sin lugar a duda, descubrirán que Slaugther es un cómplice dispuesto y efectivo.

Alaban la reputación de Slaughter y hacen desfilar al viejo traidor centrista Bill Hunter en un estadio en Buenos Aires bajo la pretensión falsa de que representan de alguna forma la lucha por el trotskismo y contra el revisionismo pablista. La autoridad de esta lucha es usurpada para santificar las traiciones centristas y pablistas de la conducción del MAS.

Este fraude solo puede ser perpetrado mintiendo sobre la ruptura del WRP con el Comité Internacional, la cual se basó precisamente en el rechazo de toda la historia de la lucha del CI contra el pablismo desde 1953. El intento en marcha del WRP de zarpar bajo la bandera robada del “antipablismo” tiene un solo propósito: ofrecer una tapadera de izquierda para las traiciones de sus aliados morenistas y para las traiciones que están preparando llevar a cabo en Reino Unido.

En la actualidad, a estos chauvinistas británicos no les importa nada el futuro de la clase obrera argentina ni, si vamos al caso, de los trabajadores en cualquier rincón del mundo que enfrentan peligros similares de fascismo y dictadura. Su cambio de bando en sí está vinculado a la respuesta de la pequeña burguesía a nivel internacional ante la intensificación de la lucha de clases, acompañada tanto por oportunidades revolucionarias como peligros contrarrevolucionarios.

El filo de la navaja de la situación política no solo ha sido expuesto por los eventos de abril en Argentina, sino en las crisis de los aparatos militares y estatales capitalistas en Ecuador y Fiyi y, de una forma incipiente, en las revelaciones del escándalo Irán-Contra en los mismos EE.UU. La clase gobernante está viéndose obligada a prescindir de las formas democráticas burguesas y recurrir a métodos sangrientos de dictaduras policiales-militares y al fascismo. Bajo estas condiciones, el apoyo del WRP al frentepopulismo constituye una parte esencial de los preparativos del imperialismo para las derrotas de la clase obrera en Argentina, Reino Unido e internacionalmente. Este es el significado objetivo real de la unión entre el WRP y el MAS. Por ende, esta “reorganización” representa una alianza centrista con el propósito de respaldar las fuerzas desacreditadas del estalinismo, la socialdemocracia y el centrismo y de desviar a la clase obrera y alejarla de la revolución.

Pero los cómplices centristas del imperialismo y el estalinismo no tendrán éxito. Los eventos en Argentina constituyen, para el Comité Internacional, una experiencia estratégica que servirá para educar al proletariado mundial y para alertarlo sobre el carácter traicionero e impotente del centrismo.

¡No al estalinismo ni al Frente Popular!¡Construyan la Cuarta Internacional!

Declaración del Comité Internacional de la Cuarta Internacional sobre la “Conferencia de reorganización” del WRP

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional denuncia el llamado del Workers Revolutionary Party (WRP) británico a una conferencia “por la reorganización de la Cuarta Internacional”. Es una maniobra política reaccionaria orquestada por un sector de la dirección del WRP para llevar a cabo una unificación con los morenistas, una tendencia centrista de derecha en Argentina. A falta de principios, el propósito no declarado y oculto de esta unión es ofrecer una tapadera política para la liquidación del trotskismo en el frentepopulismo estalinista y, de esta manera, crear las condiciones para la traición de la clase obrera en Europa y América Latina.

Para el WRP, su unificación con la más derechista de las tendencias pablistas —la del finado Nahuel Moreno en Argentina, su llamado Movimiento al Socialismo (MAS) y su fraudulento frente internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI)— representará la culminación del rumbo deliberado antitrotskista que ha estado siguiendo bajo la dirección de Cliff Slaughter desde su ruptura con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en febrero de 1986.

Durante los últimos 18 meses, Slaughter ha aprovechado la desorientación y desmoralización entre los miembros del WRP tras la crisis política que estalló dentro de la organización en octubre de 1985 para orquestar, paso a paso, el abandono del WRP de los principios fundacionales del trotskismo y su transformación en un instrumento de traiciones frentepopulistas.

El Comité Internacional ha advertido repetidamente de que la trayectoria política del Workers Revolutionary Party inevitablemente lo conduciría al bando de la clase enemiga. Es más, hemos advertido de que Slaughter ha estado operando con una perspectiva política que se rehusó a discutir con el CICI antes de la escisión y que ha ocultado de los miembros del propio WRP. Sin haber compartido nunca sus planes a largo plazo, ha llevado al WRP a meras pulgadas de unirse con un partido cuyos líderes trabajan dentro de una formación de frente popular con los estalinistas argentinos.

Desde el punto de vista de la historia del WRP, su disolución en el pantano centrista del morenismo significará una ruptura irrevocable con el trotskismo y la rápida transformación de la organización en una agencia del imperialismo.

El significado objetivo de tal traición del marxismo para el movimiento obrero fue explicado hace muchos años por nada menos que Cliff Slaughter:

A medida que el imperialismo (¡no el “neocapitalismo”!) se acerca rápidamente a su peor crisis económica y política, necesita succionar desesperadamente a estos elementos de la clase media hacia alguna fuerza política centrista para ocuparse de esa fase de la crisis en la que se arrojan nuevas masas a la lucha política.

Tales fuerzas centristas no pueden ser tomadas de la nada por así decirlo. Mandel está tramando el tipo de política que se ajusta a las necesidades. Por supuesto, el imperialismo usa a los centristas de esta manera solo como un paso corto en el camino hacia la represión fascista y dictatorial final. (Fourth International, verano de 1972, pág. 215, subrayado original)

Cuando Reino Unido y Argentina están en vísperas de batallas de clases revolucionarias, y en condiciones en las que el estalinismo, la socialdemocracia y (en el caso de Argentina) el peronismo están sumidos en crisis desesperadas, esta unión representa un intento de crear un nuevo marco organizacional para el renacimiento de la política frentepopulista. El surgimiento de una nueva fuerza como esta en la izquierda es algo sumamente urgente para la burguesía británica, que sabe que la clase obrera —hostil a los derechistas de Kinnock y que está perdiendo rápidamente confianza en las posibilidades electorales nulas del Partido Laborista— está considerando cada vez más las soluciones extraparlamentarias a la prolongada crisis del capitalismo británico. Por esta razón, la burguesía percibe la necesidad de crear de antemano las “válvulas de escape” que utilizará cuando sea necesario contener y disipar las energías revolucionarias del proletariado.

En Argentina, donde el dramático giro del Gobierno de Alfonsín hacia la derecha lo ha enfrentado abiertamente con la clase obrera, hay luchas revolucionarias evidentemente en la agenda. En tal situación, no es meramente irresponsable que el WRP le esté dando credibilidad política a los morenistas, sino que es criminal. Ninguna organización que se tome en serio sus obligaciones con la clase obrera internacional —especialmente el doblemente oprimido proletariado de Latinoamérica— puede guardar silencio sobre los preparativos en marcha para futuras derrotas de las masas argentinas.

La integración del WRP con los morenistas representa un peligro extremo para la clase obrera de Reino Unido y Argentina y, consecuentemente, para la clase obrera internacional en general. En un momento en que los trotskistas cuentan con oportunidades sin precedentes para construir una organización revolucionaria global invencible y asumir el liderazgo de la clase obrera, arrancándoselo a todas las agencias burocráticas e históricamente desacreditadas del imperialismo, el Workers Revolutionary Party está sellando una alianza que solo puede servir para infundir vida a estas agencias.

Esta es la razón por la que el Comité Internacional está obligado no solo a exponer esta conspiración, sino a movilizar y llamar a los trotskistas de todo el mundo a que se opongan. Hay que alumbrar el trabajo sucio de los centristas bajo el foco político. Como lo ha demostrado la historia, una traición de los principios como la llevada a cabo por la banda de Slaughter tiene implicaciones catastróficas para la clase obrera internacional.

Lecciones de la historia de la Cuarta Internacional

Ha pasado casi un cuarto de siglo desde que la predecesora del WRP, la Socialist Labour League (SLL; Liga Socialista de los Trabajadores), se rehusó a participar en el fraudulento “congreso de reunificación” en junio de 1963 organizado por Joseph Hansen y Ernest Mandel. Rechazó las afirmaciones realizadas por el Socialist Workers Party (SWP; Partido de los Trabajadores Socialistas) estadounidense de que varios eventos concretos —ante todo, la victoria de Castro en Cuba— habían resuelto y suplantado las diferencias que habían provocado la escisión de 1953 en la Cuarta Internacional y la formación del Comité Internacional para encabezar la defensa del trotskismo contra el revisionismo pablista.

La SLL condenó la reunificación y se rehusó a participar en ella, no solo porque se oponía a la postura del SWP hacia la evolución del Secretariado Internacional de Pablo y Mandel, sino también porque el SWP insistió en que la reunificación debía ocurrir antes y sin ninguna discusión política sobre las cuestiones fundamentales de historia, programa, estrategia y tácticas que habían resultado en la escisión de 1953.

No puede haber una reunificación de la Cuarta Internacional, explicó la SLL, sin un entendimiento de por qué se dividió. No es posible unir el movimiento trotskista meramente con acuerdos episódicos sobre “las realidades de los eventos vivos”. Incluso tales acuerdos significarán muy poco si no se basan en una evaluación de las experiencias estratégicas histórico-mundiales del proletariado internacional desde 1917.

Mientras la tendencia de Mandel insistía en que eran esencialmente correctos los documentos del Tercer Congreso Mundial de 1951, los cuales alteraron completamente la concepción de Trotsky de la época y rechazaron su evaluación fundamental del carácter contrarrevolucionario del estalinismo, la SLL afirmó que la negativa del SWP a discutir el pasado constituía una traición ideológica. La conducción de la SLL advirtió de que tal reunificación, basada en cimientos podridos y en violación de los principios más fundamentales establecidos por Lenin en la lucha de toda su vida contra el oportunismo, tan solo serviría para desorientar a los cuadros de la Cuarta Internacional y resultaría en catástrofes políticas.

Estas advertencias no tardaron en confirmarse: el LSSP, la sección del “Secretariado Unificado” de Hansen-Mandel en Sri Lanka, celebró el primer aniversario de la reunificación en junio de 1964 convirtiéndose en ¡el primer partido “trotskista” en la historia de la Cuarta Internacional en ingresar en un Gobierno burgués! Esta traición histórica desencadenó una serie de eventos trágicos, incluyendo no solo la masacre de miles de jóvenes campesinos esrilanqueses en el levantamiento fallido del JVP —una masacre a manos de un Gobierno que incluía cuatro ministros del LSSP— sino también pogromos contra tamiles que dejaron a esta minoría oprimida sin otra opción más que emprender una lucha armada por su autodeterminación.

Eso no fue todo: a pesar de todas las afirmaciones de que la “nueva realidad mundial” hacía tan urgente la reunificación de las organizaciones trotskistas que no había tiempo para discusiones preparatorias meticulosas y acuerdos programáticos firmes, el propio “Secretariado Unificado” se vio irreparablemente dividido apenas seis años después. En Argentina, donde estaban madurando rápido las condiciones más favorables para una revolución proletaria, las fuerzas del “Secretariado Unificado” no solo estaban divididas, sino que se encontraron en lados opuestos de las barricadas. La facción de Mandel se había liquidado en una fútil guerra de guerrillas, aislada de la clase obrera. Al mismo tiempo, la facción de Hansen, encabezada por Moreno, defendía al propio Estado que estaba liquidando físicamente a aquellos alineados con Mandel.

El resultado final de esta tragedia política fue la parálisis completa de las fuerzas pablistas en Argentina de cara al golpe militar de 1976. Entre los miles que morirían durante los seis años siguientes, se encontraban cientos de miembros de ambas facciones. Mientras tanto, a los líderes que los traicionaron les fue mucho mejor. Moreno escapó a Colombia mientras Mandel siguió comiendo croissants en Bruselas.

¿Cuáles son las credenciales de Slaughter?

Completando su ruptura irrevocable con todos los principios de su pasado y con una indiferencia total hacia las lecciones históricas pagadas con sangre, el Workers Revolutionary Party bajo la conducción cínica de Cliff Slaughter está emprendiendo una aventura de “reorganización” que, tarde o temprano, lo implicará en traiciones de magnitud histórica.

Uno se imaginaría que el WRP, a la luz de su pasado reciente, no intentaría nada tan ambicioso como reorganizar la Cuarta Internacional. Después de todo, ¿cuáles son sus credenciales para tal tarea? Durante los últimos 18 meses, ha sufrido un colapso sin precedentes. Ha perdido toda su credibilidad ante los ojos de los trabajadores avanzados. Se ha desintegrado plenamente su dirigencia formada a lo largo de cuatro décadas. Gerry Healy, el fundador de la organización, se mantiene oculto. Michael Banda, el secretario general del WRP por 13 años, ha repudiado el trotskismo y se ha vendido a la burocracia soviética. El único sobreviviente de la desacreditada troika, Cliff Slaughter, se ha atribuido el derecho a dirigir el WRP mientras rechaza sin dar explicaciones todo lo que ha escrito y dicho en los últimos 30 años.

Es imposible que el WRP entienda adónde se dirige sin poder explicar cómo llegó a su lugar actual. Slaughter ha perfeccionado una forma de lucha entre facciones como nunca lo había visto el trotskismo en su historia. Nunca ha producido ni un documento que analice las diferencias políticas que exigieron las distintas escisiones por las cuales ha pasado la organización. La falta de principios y el carácter pequeñoburgués de la dirección del WRP se evidencian de la forma más clara en su incapacidad para formular un programa propio. En su lucha contra Healy, Slaughter se inclinó hacia los documentos escritos por la Workers League (Liga Obrera; EE.UU.). En su lucha contra el CICI y la Workers League, Slaughter dependió de los documentos de Banda. Luego repudió estos mismos documentos para expulsar a Banda.

En lugar de un programa, el WRP desplegó una bandera que solo se podría tomar en serio en un país tan saturado de hipocresía de clase media como Reino Unido: la bandera de la “moral revolucionaria”. Así como la burguesía británica descubrió en su “misión civilizadora” una licencia para matar, saquear y violar, los seguidores de Slaughter concluyen que su cruzada por la “moral revolucionaria” les da derecho a ignorar todas las normas bolcheviques para su disputa facciosa. Por ende, calumniaron conscientemente al CICI como “anticomunista” y llamaron a la policía para que impidiera que sus partidarios en el WRP —que conforman una tendencia minoritaria oficial compuesta por casi la mitad de sus miembros— ingresaran al Octavo Congreso del WRP en febrero de 1986. No tardaron en mostrar la cara las verdaderas fuerzas de clase y los intereses políticos que se escondían detrás de la bandera de la “moral revolucionaria”. Banda y su colega Dave Good, los principales aliados de Slaughter en su lucha contra el Comité Internacional, desertaron abiertamente al estalinismo.

El WRP nunca se preguntó cómo es que los autores de las resoluciones que rechazaron la autoridad del Comité Internacional, insidiosamente en complicidad con Slaughter, se abalanzaron en cuestión de semanas hacia el estalinismo. El hecho de que esto no indujera a ninguna sección de los miembros que quedan a reevaluar la trayectoria política del WRP bajo Slaughter es un indicio preocupante de lo acondicionada que está la organización para servir ciegamente los intereses de fuerzas de clases ajenas.

Hay miembros del WRP tan ingenuos (o más bien ignorantes) como para creer que están siendo cortejados por los morenistas y varias otras tendencias pablistas porque su mítica lucha contra Healy les da respeto. La realidad política es muy diferente. La “influencia” del WRP se debe completamente al hecho de que su deformidad política y falta de ideología los han transformado en el instrumento ideal que necesita el imperialismo para las renovaciones, reorganizaciones y realineamientos de las organizaciones pseudotrotskistas de la “izquierda” de las que depende la clase gobernante para descarrilar la próxima revolución proletaria.

¿Cuáles son las razones de la “reorganización”?

En condiciones de una crisis sin precedentes para el estalinismo y la socialdemocracia, la burguesía internacional depende más que nunca de los renegados del trotskismo sin los cuales es imposible establecer y mantener exitosamente un frente popular. Este fue por supuesto el significado de la traición del LSSP en 1964 y, como explicaremos, el papel de Moreno en Argentina entre 1973 y 1976. De manera aún más específica, la putrefacción universal de todas las organizaciones pablistas desde la reunificación de 1963 presenta para el imperialismo el peligro de que no sean muy útiles a la hora de necesitarlas, a no ser que descubra una manera de revivir su autoridad política.

En este proyecto, el imperialismo halla al WRP realmente útil. Por eso les ha llegado el momento a los olvidados y mediocres. Bill Hunter de golpe es aclamado como un gran trotskista británico y un incomparable orador revolucionario tras ser rescatado de su ocaso en Liverpool, donde había estado tratándose el reumatismo. Fue colocado al frente de miles de personas en Buenos Aires junto a Nahuel Moreno, quien dedicaba sus últimas horas a organizar otro frente popular más. Sin entender la razón de tales honores y deslumbrado por la atención tras años de ser ignorado, Hunter proclamó sus saludos y legitimó una manifestación conjunta con miembros del partido estalinista y los radicales, una contribución que pareciera pequeña pero que fue vital para traicionar a la clase obrera argentina. Asimismo, Phil Sandford fue convocado desde Australia, donde se comía nerviosamente las uñas por la contracción de su tendencia a números que podía contar con los dedos, para mediar las negociaciones entre Slaughter y Moreno. En Argentina, sus iniciales se incluyeron en el documento de reagrupamiento para impresionar a las bases morenistas con el alcance de su apoyo “internacional”.

Tal como acostumbra, Slaughter no dijo nada sobre la historia y antecedentes políticos de su tendencia cuando preparaba su unión con los morenistas. Se ejerce un menor esfuerzo para justificar esta unificación incluso que aquella entre Hansen y Mandel en 1963. En ese momento, el SWP afirmó que las diferencias de 1953 habían sido episódicas. Argumentó que la experiencia concreta de la Revolución húngara de 1956 había demostrado que el Secretariado Internacional se había alejado de sus fórmulas revisionistas del Tercer Congreso y había adoptado una línea trotskista. Lo que es aún más importante, según el SWP, compartían la misma evaluación de la revolución cubana. Así fue justificada la reunificación.

Pero la unificación actual se parece a un casamiento entre amnésicos. ¡El pasado ni siquiera existe! Se lanzó un acuerdo para la unificación del WRP con la LIT-CI sin siquiera referirse a las traiciones abiertas del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Moreno, cuyo papel en Argentina en los cruciales años anteriores al golpe de 1976 no fue menos reaccionario que el del POUM en España en 1936-37 o, para utilizar un contexto más moderno, el del LSSP en Sri Lanka en 1963-75.

El hecho de que el WRP ni siquiera mencione la experiencia de 1973-76 tiene un significado político enorme. Slaughter conoce bien la traición de Moreno contra los trabajadores argentinos. No se le puede atribuir a la diplomacia que no se rindan cuentas políticas y teóricas por esta amarga experiencia. A través de su silencio, Slaughter da su aprobación a la defensa del Estado capitalista por parte de Moreno y prepara la adopción de la misma línea en Reino Unido.

Un documento traidor

En efecto, la ausencia de cualquier análisis teóricamente concreto de las experiencias revolucionarias del proletariado internacional en el documento de “reorganización” publicado por el WRP prueba que fue redactado explícitamente para abrir paso a nuevos crímenes contra la clase obrera.

El documento rinde testimonio del cinismo político de su autor, Cliff Slaughter. Ha producido lo que no es más que una tapadera para la traición del trotskismo. Prácticamente todas las oraciones son ataques al marxismo. Su obra está compuesta por frases superficiales y arengas huecas. En otras palabras, volvimos al mundo del notorio Décimo Congreso del CICI, el último celebrado bajo la dirección de Healy, Banda y Slaughter. El Comité Internacional ya sometió los contenidos del manifiesto del Décimo Congreso escrito por Slaughter a una larga crítica. Como declaró el CICI en “Cómo el WRP traicionó el trotskismo”:

El documento es un monumento vivo a la supresión de toda discusión política dentro del CI por parte de Healy, Banda y Slaughter. Aunque el congreso previo del CI había ocurrido en febrero de 1981, el documento no podía discutir ninguno de los acontecimientos principales de la situación política y económica mundial de los cuatro años anteriores. Las experiencias estratégicas de la lucha de clases internacional y del CI y sus secciones no fueron mencionadas… Ningún acontecimiento político fue analizado concretamente, ni siquiera los de los países donde existían secciones del CI. La parte del documento sobre la situación objetiva mundial abarcaba poco menos de nueve pequeñas páginas con generalidades, trivialidades, banalidades y crudos errores teóricos (Fourth International, verano de 1986)

En su llamado a “la reorganización de la Cuarta Internacional”, Slaughter repite tal espectáculo, basando la propuesta del WRP en un “análisis” sobre la situación objetiva que consta completamente de una serie de abstracciones vacías. Afirma que los trotskistas tienen una responsabilidad de resolver “la crisis continua de la Cuarta Internacional”. Pero, posteriormente, no intenta definir precisamente el carácter específico de esta crisis, sus orígenes históricos, sus bases sociales y materiales ni las formas en las que se está desarrollando.

¿Se trata de una crisis que proviene de un programa inadecuado o quizás de los cálculos estratégicos equivocados del propio Trotsky (como dijo Deutscher)? O, ¿deberíamos considerar una sugerencia aún más problemática: que las concepciones que forman los cimientos de la Cuarta Internacional se han vuelto inválidas a lo largo del último medio siglo debido a la aparición de una “nueva realidad mundial” que no se había anticipado teóricamente (como dijo Pablo)? También está la otra posibilidad, que representa el punto más bajo del pensamiento revisionista pequeñoburgués: que la crisis de la Cuarta Internacional se debe a las deficiencias personales de varios líderes (como alegaron Moreno y Banda).

Por supuesto, ninguno de los principales representantes del centrismo ha defendido solo uno de estos planteamientos en el último medio siglo. En general, los argumentos de cada revisionista entremezclan pedacitos de las distintas concepciones. Por ejemplo, Banda “progresó” del punto de vista de que Trotsky “sembró dientes de dragón y cosechó pulgas” a la opinión de que el propio Trotsky era una pulga.

Slaughter habla de resolver la “crisis continua de la Cuarta Internacional” sin explicar la fuente de esta supuesta crisis ni indicar su actitud hacia las hipótesis planteadas previamente por los revisionistas. Por ejemplo, no afirma si suscribe a la opinión de Moreno, la cual aparece en las tesis aprobadas en la conferencia fundacional de la LIT-CI, de que la creación de la Cuarta Internacional fue una fusión grotesca entre “la cabeza de un gigante” (Trotsky) con “el cuerpo de un enano”.

Sin esclarecer esta cuestión central, Slaughter procede a declarar: “La resolución de esta crisis es una necesidad y un deber inevitable ante los nuevos cambios decisivos en la relación de las fuerzas de clases en la palestra mundial, cambios que engloban la revolución política en los Estados obreros degenerados y deformados, así como las luchas de la clase obrera y las masas oprimidas contra el imperialismo en los países capitalistas avanzados y los países coloniales y semicoloniales”. Esto no es más que un brochazo de la política mundial que no explica absolutamente nada. ¿Cuáles son estos “cambios decisivos”? ¿Cuál es la nueva “relación de las fuerzas de clases en la palestra mundial”? ¿Incluyen los “cambios que engloban la revolución política” las políticas de la glasnost de Mijaíl Gorbachov o quizás se originan de dichas políticas?

Estas cuestiones no fueron abordadas. En cambio, la pluma mágica de Slaughter transforma milagrosamente los “cambios decisivos” en “grandes cambios que han expuesto claramente la naturaleza de la crisis en la Cuarta Internacional y creado las condiciones para superar esa misma crisis”. La fuerza pura de un adverbio, “claramente”, hace innecesario que Slaughter analice estos “grandes cambios” ni “la crisis en la Cuarta Internacional”, cuya “naturaleza” ya fue “expuesta”. Lo que es aún más increíble, nos dicen que el conjunto de estos fenómenos ha creado una abstracción aún mayor que Slaughter llama las “condiciones”, la cual supera la abstracción ya mencionada de la “crisis en la Cuarta Internacional”. ¡Sofistería! ¡Tu nombre es Slaughter!

Estas fórmulas no son meramente una muestra de la charlatanería teórica de Slaughter. Esta argumentación deliberadamente abstracta es, en cambio, un método objetivo de la pequeña burguesía y perfeccionado a lo largo de la historia para desorientar y engañar a la clase obrera. El efecto general que tiene el documento de Slaughter es cloroformar a la clase obrera. Slaughter no define ninguno de los “grandes cambios”, ni mucho menos los analiza concretamente desde el punto de vista de las experiencias estratégicas de la vanguardia de la clase obrera. Fuera de resumir, asimilar críticamente y convertir estas experiencias en bases de la preparación revolucionaria para que la clase obrera conquiste el poder político, cualquier palabrería vacía sobre “grandes cambios” no le ayudará a la vanguardia de la clase obrera a resolver la crisis de dirección proletaria, es decir, a superar la contradicción entre la madurez de la situación objetiva y la inmadurez del proletariado y su vanguardia.

Las formulaciones de Slaughter están orgánicamente relacionadas al liquidacionismo porque crean la peligrosa ilusión de que el pasado es inconsecuente, ya que existen fuerzas objetivas y activas que, de ser reconocidas debidamente, resolverán todos los problemas a los que se enfrenta la clase obrera y su vanguardia. Hubo un tiempo en que Slaughter entendía muy bien esto, cuando insistió:

Es imposible hallar algún punto de partida para la práctica revolucionaria en la situación política internacional simplemente contemplando ciertas “fuerzas objetivas” en su desarrollo. Las lecciones de las luchas en el movimiento revolucionario marxista son decisivas para aprovechar estas oportunidades en la situación objetiva (Trotskyism versus Revisionism, Vol. 5, New Park Publications, pág. 14)

Regresando al documento en cuestión, Slaughter continúa: “El WRP no considera que está en ninguna posición ‘privilegiada’ para iniciar la preparación de la Conferencia Internacional”. Detrás de esta aparente modestia encantadora, yacen los cálculos políticos de un cínico que les está ofreciendo a todos los centristas desacreditados una amnistía mutua por todas las traiciones que han perpetrado en el pasado. Slaughter no basa la iniciativa actual del WRP en el papel que asumió en la lucha contra el revisionismo pablista. En cambio, ha concebido la maniobra de unificación del WRP a partir de algo que sus nuevos aliados centristas están mucho mejor posicionados para entender: la degeneración política. “En 1985 y 1986, el WRP vivió los resultados prácticos y teóricos de la degeneración política y el revisionismo en la Cuarta Internacional en una forma extrema”.

Aquí tenemos un ejemplo particularmente vulgar de las fórmulas hipócritas que abundan en el documento de Slaughter. ¿Desde cuándo en la historia del movimiento marxista se le entregan premios a los que, patéticamente, terminan siendo víctimas de sus propios crímenes políticos? En general, el derecho histórico a liderar a la clase obrera lo obtienen únicamente aquellos que han librado una lucha incansable y sin cuartel contra los que cometen las traiciones. Cuando Lenin dio el paso de encabezar el movimiento para crear una nueva internacional, no lo hizo como la víctima degradada y desmoralizada de Kautsky. Por el contrario, su liderazgo se basó en sus muchos años de lucha dentro de la socialdemocracia rusa contra el mismo oportunismo y centrismo que al final destruiría la Segunda Internacional.

La confesión de Slaughter tenía un solo significado: que no era un marxista y que fue incapaz de anticipar o resistir de cualquier forma la degeneración de la organización de la cual fue dirigente. Es más, su mención de “la forma extrema” de la “degeneración política y el revisionismo en la Cuarta Internacional” no solo es convenientemente ambigua, sino también una distorsión descarada de la verdad histórica al presentar al WRP como una víctima desdichada de la Cuarta Internacional.

Más calumnias contra el Comité Internacional

Esta formulación en particular es necesaria para que los renegados puedan disimular sus propias traiciones contra la clase obrera británica e internacional. El hecho real de que Healy, Slaughter y Banda traicionaron al Comité Internacional —robando dinero de sus secciones, organizando provocaciones contra sus líderes, destruyendo a cuadros valiosos que fueron enviados a Reino Unido para ser entrenados y, en general, hicieron todo lo pudieron para descarrilar políticamente sus secciones nacionales— ¡es transformado en la repugnante mentira de que el Comité Internacional traicionó al WRP!

Recurriendo al método de la “gran mentira”, Slaughter afirma: “Al rechazar la política oportunista de Healy, Banda y el fragmento del viejo Comité Internacional liderado por North, el WRP se ha visto obligado a reconocer la necesidad de volver a los principios básicos, a la continuidad de la lucha de Marx y Engels, Lenin y Trotsky, el bolchevismo, la Revolución de Octubre, la Oposición de Izquierda y la fundación de la Cuarta Internacional”.

Todos en el WRP saben muy bien que la única oposición trotskista a las traiciones de Healy, Banda y Slaughter antes del colapso del WRP en octubre de 1985 estuvo representada por David North. Y también se sabe que Healy, Banda y Slaughter se dedicaron entre 1982 y 1985 a destruir la Workers League. Se publicaron ampliamente las comunicaciones privadas entre Slaughter y Healy sobre esto. También es de conocimiento general que el principal discurso de Cliff Slaughter frente al Comité Central del WRP el 12 de octubre de 1985, en el cual se presentaron cargos contra Healy, plagió en gran parte los documentos redactados por North.

Como si la amalgama de Healy con North no fuera lo suficientemente deshonesta, el intento de agrupar al Comité Internacional con Banda es tan inconcebible que desafía la imaginación. La escisión del WRP con el Comité Internacional se basó en la plataforma política proestalinista ofrecida por Michael Banda. Incluso después de que las “27 razones” de Banda llegaran a Reino Unido y no dejaran lugar a dudas sobre la trayectoria contrarrevolucionaria de su autor, Slaughter insistió, en una carta privada al hermano de Banda, cuya locura política no era menor, “Sería criminalmente miope hacer cualquier otra cosa que no sea concentrar todas nuestras energías” contra el Comité Internacional. Después de la escisión, el WRP se vio obligado a reconocer, en una carta escrita el 21 de julio de 1986 por Simon Pirani, uno de los dirigentes actuales del WRP, que “las denuncias demagógicas del CICI”, fueron aprobadas por el Octavo Congreso porque “los simpatizantes de Mike Banda, quienes se han separado del partido desde entonces, estaban intentando imponerle al partido sus posturas liquidacionistas” (Fourth International, marzo de 1987, pág. 29).

¡Podría dar un paso el frente el verdadero WRP! En julio del año pasado, el secretario del WRP confesó que la escisión con el CICI fue guida por una tendencia liquidacionista encabezada por Banda. Ahora, Slaughter hace una amalgama de Banda y el CICI y proclama que la lucha contra ellos obligó al WRP a regresar a “los principios básicos”. ¡Lo que tenemos aquí son mentiras en su nivel más básico!

Mientras presume de su lucha contra el oportunismo del “fragmento en el viejo Comité Internacional liderado por North”, el WRP no puede señalar ni un solo documento que analice este “oportunismo”. Slaughter no puede citar ni una sola crítica política del programa y la práctica de ninguna de las secciones del CICI. De hecho, el Workers Press del WRP ha declarado explícitamente que la sección del CICI en Sri Lanka, la Revolutionary Communist League (RCL; Liga Comunista Revolucionaria), está conduciendo una lucha fiel a los principios del trotskismo contra los líderes colaboracionistas de clases y derechistas del movimiento obrero. Hasta el día de hoy, el único monumento de la lucha del WRP contra el CICI consiste en las “27 razones por las que hay que enterrar el Comité Internacional de inmediato y construir la Cuarta Internacional”, un documento redactado por Michael Banda que el WRP dice haber rechazado.

Mientras afirma que la lucha contra el CICI llevó al WRP a “volver a los principios básicos”, el registro histórico es testigo de que Slaughter, siendo aún secretario del CICI, se opuso a la resolución introducida por el Comité Internacional el 17 de diciembre de 1985 solicitando que el WRP reafirmara su apoyo a los principios fundacionales del movimiento trotskista, los cuales fueron definidos específicamente como “las decisiones de los Primeros Cuatro Congresos de la Internacional Comunista (1919-1922); la Plataforma de la Oposición de Izquierda (1927); el Programa de Transición (1938); “La carta abierta” (1953); y los documentos de la lucha contra la fraudulenta reunificación del SWP con los pablistas (1961-63)” (Fourth International, otoño de 1986, pág. 102). A la luz de los acontecimientos posteriores, se ha hecho evidente que Slaughter se opuso a la moción porque entendía claramente que la reivindicación de los principios básicos trotskistas era totalmente incompatible con la agenda que estaba preparando para el WRP.

Todos los hechos que derriban las mentiras de Slaughter están registrados en los documentos publicados por el Comité Internacional. Están disponibles para todos y, consecuentemente, se debe asumir que los cuadros del CICI no son los únicos que han reconocido las contradicciones, distorsiones y mentiras patentes en las declaraciones de Slaughter. Y, sin embargo, no hay ni un murmullo de protesta fuera del CICI. Ninguna otra tendencia que afirme ser trotskista le ha exigido a Slaughter que se mantenga congruente ni, más allá de sus diferencias con el CICI, que se lleven a cabo discusiones políticas sobre una base de principios.

Este es un fenómeno que no carece de importancia. La degeneración política de todas las tendencias pablistas es tal que toleran y participan regularmente en el tipo de mentiras y falsificaciones descaradas que previamente solo se evidenciaban en el movimiento estalinista. Esta situación solo puede explicarse como la reacción aterrorizada de las capas de la pequeña burguesía representadas por estas organizaciones centristas hacia la tremenda profundización de los antagonismos de clases y la creciente rebelión del proletariado contra las direcciones burocráticas contrarrevolucionarias del movimiento sindical.

La actitud cabalmente acrítica de las tendencias pablistas hacia el WRP y, especialmente, su líder ideológico, Cliff Slaughter, es una condena hacia su propia falta de principios. Lejos de buscar resolver la crisis de dirección revolucionaria, los centristas de todos los tonos cargan un gran odio precisamente hacia aquellos que exigen una rendición de cuentas políticas y teóricas honesta sobre la historia de la Cuarta Internacional.

En realidad, el “odio” de los centristas a Healy no se dirige hacia sus traiciones oportunistas de los años setenta y ochenta, sino hacia el papel que desempeñó en los años cincuenta y sesenta en la lucha contra el revisionismo pablista. A eso se debe que los centristas se muestren indiferentes o abiertamente hostiles respecto a la lucha política librada por el Comité Internacional contra las traiciones programáticas del WRP. Y, de hecho, reciben con entusiasmo la oportunidad de unirse a Slaughter a pesar de que él está persiguiendo esencialmente la misma línea política que siguió el WRP bajo Healy durante la última década.

Los oportunistas y el “aislamiento” del trotskismo

Después de culpar a la Cuarta Internacional por la crisis dentro del WRP, Slaughter ofrece su solución para lo que llama “la crisis histórica de la dirección revolucionaria obrera de la Cuarta Internacional”. Declara, “El desafío es superar el aislamiento del movimiento trotskista respecto a la clase obrera, según la clase obrera entra directamente en conflicto con el Estado capitalista y con la burocracia estalinista en la URSS y en los Estados obreros deformados”.

Palabra por palabra, este es el antiguo argumento favorito de los pablistas, incluyendo a Michel Raptis [Pablo], Ernest Mandel y, finalmente, Gerry Healy. Todos nos han dicho, en un momento u otro, que el problema del movimiento trotskista es superar su “aislamiento”. Invariablemente, la solución que proponen es que los trotskistas abandonen su “dogmatismo” y se acerquen al “movimiento de masas”. Lo que quieren decir es que los trotskistas deben adaptarse a aquellas fuerzas en las burocracias sindicales o entre los nacionalistas burgueses que dominan temporalmente el movimiento espontáneo. Nunca se les ha ocurrido a los que ofrecen este consejo examinar críticamente los resultados de muchos de sus esfuerzos desde 1951 para superar el “aislamiento” a través del oportunismo.

Para los marxistas, el problema central al que se enfrenta la vanguardia revolucionaria no es el aislamiento en sí, sino la cuestión histórica de la persistencia del oportunismo, que reside en ciertas fuerzas sociales dentro del movimiento obrero internacional. Los marxistas procuran superar su aislamiento, que usualmente es el producto de condiciones objetivas históricas, a través de una lucha persistente e incansable contra este oportunismo, primordialmente en la manera en que se refleja en sus propias filas.

Los que afirman que la crisis de la Cuarta Internacional deriva del aislamiento representan tendencias pequeñoburguesas que están doblegándose ante la presión del imperialismo sobre la vanguardia revolucionaria y están justificando su deserción hacia el oportunismo. Las referencias vacías al aislamiento, como si fuera una clase de enfermedad infecciosa, no contribuyen nada al entendimiento de los problemas históricos de la Cuarta Internacional. El “aislamiento” de los revolucionarios no es nada más ni nada menos que un reflejo externo del complejo y contradictorio proceso histórico, por medio del cual se desarrolla la consciencia de clase auténtica del proletariado. Dicho de otra forma, el aislamiento no es una cosa por sí sola, sino una manifestación de la relación de fuerzas entre las tendencias oportunistas y las revolucionarias dentro del movimiento obrero en un momento dado.

El aislamiento no fue lo que llevó a la ruina a las organizaciones trotskistas. En cambio, fue la impaciencia de los elementos pequeñoburgueses de la Cuarta Internacional, quienes han buscado una popularidad efímera saltándose las contradicciones en el desarrollo de la clase obrera y diluyendo sus principios para dar cabida a la ingenua confianza de las masas en el último falso mesías. Paradójicamente, su propia capitulación a los agentes “populares” del imperialismo tan solo sirve al final para aumentar el aislamiento de los elementos revolucionarios de la Cuarta Internacional que se mantienen fieles a sus principios. En su frenesí por superar el aislamiento, cada nueva generación de desertores tan solo logra convertirse en el principal aislante para el movimiento revolucionario.

En un momento en que era quizás el hombre más “aislado” del movimiento obrero europeo, Lenin dijo esto a los Slaughter de su era:

Y, precisamente gracias a que Karl Liebknecht y Otto Ruhle en Alemania no le temían a una ruptura, declarando abiertamente que una ruptura era necesaria, y a que no dudaron en llevarla a cabo, su actividad tiene una importancia tan grande para el proletariado, a pesar de su debilidad numérica. Liebknecht y Ruhle son solo 2 contra 108. Pero estos 2 representan a millones, a la masa explotada, la abrumadora mayoría de la población, el futuro de la humanidad, la revolución que se desarrolla y madura cada día. Por el contrario, los 108 representan el espíritu servil de los lamebotas de la burguesía dentro del proletariado.

¡Los internacionalistas revolucionarios auténticos son pocos en número! Fíjense en Francia en 1780, Rusia en 1900. Los revolucionarios políticamente conscientes y decididos que representaban en Francia a la burguesía —la clase revolucionaria de la época— y a la clase revolucionaria de hoy en Rusia, el proletariado, eran extremadamente débiles en números. No constituían más que 1 de cada 10.000 o incluso 1 de cada 100.000 de su clase. No obstante, pocos años después, estos pocos, esta presunta minoría lideró a las masas, a millones y decenas de millones. ¿Por qué? Porque esta minoría realmente representaba los intereses de las masas, porque creía en la revolución que se avecinaba, porque estaba preparada para servirle con una devoción suprema. ¿Debilidad numérica? ¿Pero, desde cuándo los revolucionarios conciben sus políticas dependiendo de si son la mayoría o la minoría? (Lenin, “Open Letter to Boris Souvarine”, Collected Works, Vol. 23, Progress Publishers, págs. 199-200)

A León Trotsky también le sobraban razones para pensar sobre el problema del aislamiento y lo que dijo sobre el tema se opone completamente a la postura de Slaughter. Le debería avergonzar (si aún es capaz de sentir vergüenza) que no lo acompaña Trotsky, sino el incurable centrista Marceau Pivert, en contra del cual escribió Trotsky:

Cuando Marceau Pivert habla de nuestro “sectarismo” (no negamos la presencia de tendencias sectarias en nuestras filas y las combatimos) y nuestro aislamiento de las masas, demuestra nuevamente su falta de comprensión de nuestra época actual y su papel en ella. Sí, seguimos aislados de las masas. ¿Pero a quiénes y a qué se debe? A las organizaciones del reformismo, del estalinismo, del patriotismo, del pacifismo y de los grupos centristas de todo tipo en el medio, que representan —a veces de una manera extremadamente indirecta y compleja— los reflejos de defensa propia de un capitalismo que expira. Mientras impide que cierto grupo de trabajadores avance sus ideas hasta su culminación y mientras separa así a los trabajadores del marxismo, Marceau Pivert nos reprocha por permanecer aislados de las masas. Uno de estos aislantes es el centrismo; un elemento activo de este aislante es Pivert. Nuestra tarea consiste precisamente en quitar estos “aislantes”; convencer a algunos y ganarlos a la causa de la revolución; desenmascarar y aniquilar a los demás [Slaughter, ¡prenez garde! ]. Pivert simplemente le teme al aislamiento de los revolucionarios porque quiere permanecer cerca de los pacifistas, los confucionistas y los masones, posponer indefinidamente las preguntas serias, recurrir al “ritmo” y al “tono” incorrectos; a saber, ponerse en el camino entre el movimiento obrero y el marxismo revolucionario (Writings of Leon Trotsky (1938-39), Merit, pág. 127).

Tenemos una cita más sobre el aislamiento, escrita en junio de 1967:

La radicalización de los trabajadores en Europa occidental está procediendo rápidamente, particularmente en Francia. Los resultados electorales allá, el peligro de un regreso a la inestabilidad política de la clase gobernante en la Cuarta República, las huelgas cada vez mayores, la toma de poderes de emergencia —todo esto dota la preparación revolucionaria de aún más importancia—. Siempre existe el peligro en tal etapa de desarrollo de que un partido revolucionario no responda a la situación en la clase obrera de una manera revolucionaria, sino que se adapte al nivel de lucha al cual los trabajadores se ven confinados por su propia experiencia bajo las dirigencias viejas, es decir, a la inevitable confusión inicial. Tales cambios a la lucha por el partido independiente y el Programa de Transición usualmente se disfrazan con los argumentos de que hay que acercarse a la clase obrera, unir a todos en la lucha, no presentar ultimátums, abandonar el dogmatismo, etc. (Trotskyism vs. Revisionism, Vol. Cinco, New Park, págs. 113-14)

¿Se acuerda de estas palabras, camarada Slaughter? ¡Qué bien escribía hace 20 años, cuando era un marxista, no un oportunista cínico y confabulador que gime como una anciana despavorida sobre el “aislamiento”! Para ser francos, era una figura más digna que hoy.

Algunos nuevos mitos de los viejos oportunistas

Slaughter quizás proteste que el CICI está distorsionando su posición y que su ansiedad sobre el aislamiento no está para nada vinculada con dar marcha atrás de la lucha por los principios revolucionarios. Entonces que nos explique el significado del siguiente pasaje:

El hecho de que la crisis del WRP ocurriera en este momento, como parte de la lucha por superar la prolongada crisis de la Cuarta Internacional, se debe a que la clase obrera en estas luchas está en la primera etapa de un nuevo auge de la revolución mundial. La clase obrera, caracterizada como quieta y en repliegue por los revisionistas y centristas, de hecho se encuentra en la primera línea de la lucha consciente por reconstruir la Cuarta Internacional. Esto presenta a todos los trotskistas la responsabilidad histórica de superar la crisis de la Cuarta Internacional (subrayado nuestro).

Si la clase obrera se encontrara “en la primera línea de la lucha consciente por reconstruir la Cuarta Internacional”, ¿por qué un puñado relativo de trotskistas necesita luchar arduamente por penetrar las organizaciones de masas existentes del proletariado? Esta fórmula comprueba irrefutablemente que la perspectiva del llamado del WRP a reorganizar la Cuarta Internacional consiste en la disolución completa del trotskismo en el oportunismo.

Si bien esta cita es en sí la expresión máxima de la traición teórica de Slaughter, cabe examinarla dentro del contexto de todo el documento.

Coloca un gran énfasis en el papel que tuvo la huelga de los mineros británicos en precipitar la crisis del WRP. Como los fabricantes de embutidos británicos exitosos y otros arribistas de la clase media que sienten la necesidad de tener un pedigrí que concuerde con su estatus social más alto y sobornan a un genealogista para que persiga su linaje hasta Guillermo el Conquistador, los bribones de las oficinas de electricistas de Clapham, los forjadores de cheques y contadores estafadores que encabezaron la “conspiración de los cinco” contra Healy están intentando presentarse ahora como un destacamento secreto y hasta ahora desconocido de los piquetes móviles de huelga del sindicato National Union of Mineworkers (NUM).

De este modo, se presenta la huelga minera como el evento fundamental que no solo resultó en la escisión del WRP, sino que también obligó al partido a romper con el CICI y llevar a cabo su estrategia de reorganización actual.

Slaughter escribe:

Lo que quedó claro en un año de luchas internas sobre estas cuestiones de principios es que la cáscara que contenía toda la corrosión y corrupción internas del WRP y el Comité Internacional fue totalmente destruida por las demandas de la huelga de mineros de 1984-85, las demandas de la clase obrera de una conducción revolucionaria como una nueva fase de la revolución mundial se pusieron de manifiesto en Reino Unido.

Esta es una lección indispensable. Los mineros, en su huelga sin precedentes de un año, se enfrentaron directamente al Estado capitalista. Se vieron obligados a regresar al trabajo debido a las traiciones de la burocracia reformista y los estalinistas. El sindicalismo claramente alcanzó sus máximos límites. Se plantearon tareas revolucionarias. Aquellos que tildan la huelga de mineros de derrota para la clase obrera, una de muchas derrotas, están equivocados. El WRP se vio obligado, en la lucha contra Healy, Banda y North, a reconocer que la crisis del WRP se originó en este levantamiento de la clase obrera, en una situación sin salida más allá de la revolución proletaria y la lucha exitosa por una conducción revolucionaria; y que solo un giro revolucionario hacia estas fuerzas de clase, fuerzas internacionales, podría permitir el desarrollo de nuestra teoría y práctica para superar la crisis desenmascarada por la lucha de la clase obrera.

La preocupación de Slaughter con la huelga minera es un poco tardía, dado que, como bien se sabe en el WRP, el profesor de la Universidad de Bradford nunca se molestó en inspeccionar ni un solo piquete de huelga durante la lucha de un año. En todo caso, es imposible imaginar una capitulación más abierta a la espontaneidad del movimiento obrero. Lo que escribió Slaughter equivale a una renuncia completa de la lucha por el trotskismo.

Por supuesto, es cierto que la huelga minera británica expuso la bancarrota política de toda la dirección del WRP. Pero es igual de cierto que ninguno de los líderes cuya bancarrota quedó al descubierto ha regresado al camino de la lucha revolucionaria gracias a la huelga de mineros. De hecho, el WRP sigue rehusándose a reconocer su propio papel fundamental en la traición de la huelga minera y defiende hasta el día de hoy la misma línea planteada por Healy durante toda la lucha. Lejos de extraer las lecciones reales que deben ser aprendidas de la huelga minera, los renegados del WRP tan solo buscan sacar provecho del heroísmo de los mineros para justificar su propia adaptación oportunista a la conducción traicionera del NUM.

El WRP se sigue adaptando a Scargill

La putrefacción del análisis de la huelga minera por parte del WRP se refleja plenamente en la afirmación internamente contradictoria de Slaughter de que, si bien los mineros “se vieron obligados a regresar al trabajo debido a las traiciones de la burocracia reformista y los estalinistas”, no es correcto “tildar la huelga de mineros de derrota para la clase obrera, una de muchas derrotas…”.

Fue el mismo Healy quien insistió en que ni la huelga minera ni ninguna de las otras luchas traicionadas por la burocracia de la central sindical TUC (por ejemplo, la huelga de los trabajadores siderúrgicos de 1980, la huelga de la NGA [National Graphical Association; Asociación Nacional de Imprenta] de 1983-84) pueden caracterizarse como derrotas. El oportunismo de Healy se caracterizaba por su negativa a decir la verdad sobre las consecuencias de las traiciones de la burocracia, decorando la realidad con referencias superficiales a la “naturaleza invicta de la clase obrera”. En el caso de la huelga de los mineros (así como en la de los trabajadores de imprenta y siderúrgicos), la negación de Healy de una derrota para el sindicato estuvo directamente relacionada con su adaptación a la conducción bajo el presidente del NUM, Arthur Scargill.

A pesar de la depuración organizacional y la histeria anti-Healy, la política del WRP hacia los “izquierdistas” de la burocracia sindical no cambio nada. La afirmación de que los mineros no habían sido derrotados es la misma línea de Scargill y ha sido adoptada por el WRP para adaptarse a su ala de la TUC.

El WRP atribuye el regreso de los mineros al trabajo a “traiciones de la burocracia reformista y los estalinistas” pero no incluye a Scargill entre ellos. El número del Workers Press del 7 de marzo de 1987 lleva un titular en la primera plana que dice, “Scargill defiende el sindicato nacional” y el texto del artículo principal contrapone su política con la de Mick McGahey, el oficial estalinista mejor conocido en el NUM. Apenas dos semanas antes, en el número del 21 de febrero de 1987 del Workers Press, el artículo principal aclama a Scargill por ser la “notable excepción” al fracaso de la dirección sindical en combatir al gobierno conservador.

De esta forma, Slaughter continúa abogando por la misma línea defendida por Healy durante 1984-85 y oculta así la lección central de la huelga minera que los trotskistas deben sacar para toda la clase obrera: que los “izquierdistas” del sindicato como Scargill representan actualmente el mayor peligro para el proletariado británico en su lucha revolucionaria contra el Estado capitalista.

Concentrar los ataques meramente en los “ogros” derechistas, conocidos y ampliamente odiados de la TUC, como Norman Willis, evade el deber revolucionario. Ya que todos saben desde el principio que estos reaccionarios abiertos no harán más que traicionar, sugerir que sus acciones definirán el resultado de luchas cruciales tan solo sirve para desalentar a la clase obrera.

De hecho, en la huelga minera de 1984-85, así como en la Huelga General de 1926, la cuestión verdaderamente crucial fue el papel de los “izquierdistas” y la actitud de la vanguardia revolucionaria hacia ellos. Todo depende de la lucha librada por los elementos revolucionarios, sin importar cuán pocos sean, por liberar a la clase obrera de la tutela de los “izquierdistas”, es decir, de las versiones contemporáneas de Purcell, Hicks y Cook. La falta de una campaña incansable por parte del WRP contra las políticas de Scargill, ante todo contra su negativa a exigirle a la TUC y al Partido Laborista que se unan a los mineros para tumbar el Gobierno conservador, dejó a los mineros atrapados en el sindicalismo de izquierda traicionero de la cúpula del NUM.

El hecho de que el WRP se siga adscribiendo a las políticas de Healy expone como un fraude descarado sus afirmaciones actuales de que la huelga de los mineros obligó al partido a reconocer “las demandas de la clase obrera de una conducción revolucionaria…”. Esta frase no significa nada si su contenido no consiste en una lucha explícita y despiadada por destruir todo residuo de influencia reformista, centrista y centrista de izquierda en la clase obrera.

El WRP se rehúsa a hacer esto. Tras la huelga minera, Healy se postró ante Scargill y le prometió que todos los recursos del WRP “están a disposición del NUM y de usted, como su presidente” (Carta de Healy a Scargill, 29 de abril de 1985, reimpresa en Fourth International, verano de 1986, pág. 108). Es notable que el WRP nunca haya comentado sobre esta inaudita carta. Pero, juzgando por las ediciones recientes del Workers Press, pareciera que Slaughter está cumpliendo la promesa de Healy.

Todavía hay otro aspecto de la negativa del WRP a reconocer que los mineros salieron derrotados, una actitud que apesta a indiferencia de clase media hacia los problemas históricos reales que enfrenta la clase obrera británica. Durante varios años, Healy, Banda y Slaughter buscaron crear un eje nuevo y oportunista para la labor del WRP y el Comité Internacional, colocando la “naturaleza sin derrotar de la clase obrera” en lugar de la “crisis de dirección revolucionaria” como la concepción estratégica fundamental de la Cuarta Internacional.

En vez de concentrarse en resolver la crisis de dirección, presionaron a las secciones a desarrollar prácticas que les permitieran engancharse a las luchas espontáneas en las que se manifestaba dicha “naturaleza invicta de la clase obrera”, en lugar de concentrarse en la lucha por políticas revolucionarias y ganarse a los trabajadores avanzados para el trotskismo.

Dentro del WRP, la glorificación acrítica de cada una y todas las luchas espontáneas como si manifestaran la “naturaleza invicta” y esencial del proletariado fomentó una actitud complaciente hacia las tareas históricas de la Cuarta Internacional. Si la esencia del proletariado fuera verdaderamente su “naturaleza invicta”, entonces no sería tan grande el peligro de las catastróficas derrotas causadas por las traiciones de sus líderes actuales.

Por ende, el WRP ya no consideraba que una de sus tareas fuera librar una lucha sin cuartel contra los “izquierdistas”. En cambio, determinó que estos dirigentes traicioneros eran una parte legítima del movimiento espontáneo que expresaba al menos parcialmente la “naturaleza invicta” de la clase obrera. De este modo, encontraron racionalizaciones que justificaron la adaptación del WRP a Sirs, Dubbins, Knight, Livingstone y Scargill.

Este ilimitado oportunismo “táctico”, promovido por una visión de clase media, destruyó todo lo que quedaba en el WRP de un enfoque marxista y de principios hacia las tareas revolucionarias de la clase trabajadora. En la medida en que las secciones del CICI se opusieron a tales “innovaciones” necesarias, Healy, Banda y Slaughter las denunciaron como “sectarias” y “propagandistas”.

El Comité Internacional y la huelga minera

Esto nos lleva a otra de las falsificaciones repugnantes de Slaughter: que tanto el WRP como el Comité Internacional “quedaron totalmente devastados por las demandas de la huelga minera de 1984-85…”.

En primer lugar, Slaughter no explica cómo fue que la huelga de los mineros en Reino Unido, en vez de otro evento político, se convirtió en la “prueba de fuego” para la viabilidad histórica del Comité Internacional, así como el estallido de la guerra imperialista en 1914 y la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933 definieron el futuro de la Segunda Internacional y la Tercera Internacional, respectivamente. No intenta demostrar que la huelga minera representara el último eslabón crucial en la cadena de acontecimientos internacionales que expuso definitivamente la bancarrota del CICI y la futilidad de intentar reformarlo.

Ciertamente, no puede señalar ningún documento previo, durante o incluso después de la huelga minera redactado por él mismo o cualquier otro miembro del WRP titulado “La huelga de los mineros: la clave de la situación internacional” o “El sindicato NUM y el CICI: la última advertencia”. Slaughter no intenta demostrar, como sería obligatorio para un marxista, cómo es que el “colapso” del CICI ante la huelga de los mineros fue el resultado inevitable del crecimiento de tendencias oportunistas en todas sus principales secciones y cómo estaban arraigadas en poderosas fuerzas materiales, que llevaron a sus dirigentes a apostar por el Partido Laborista y la burocracia de la TUC a la hora de la verdad, cuando se estaba yendo la luz en todo Reino Unido. Slaughter ni siquiera sugiere que otras secciones del CICI llevaron a cabo capitulaciones similares ante las burocracias sindicales derechistas en sus propios países.

El elemento de farsa en las acusaciones de Slaughter proviene del hecho de que ¡su condena implacable contra el Comité Internacional aparezca en medio de la afirmación de que la huelga minera no fue derrotada! En otras palabras, la huelga tan solo demostró la bancarrota del Comité Internacional, pero no la de Arthur Scargill. No es de extrañar que Slaughter diga que los mineros —refiriéndose realmente a la burocracia del NUM— “de hecho están en la primera línea de la lucha consciente por reconstruir la Cuarta Internacional”.

De este modo, el verdadero contenido del uso que hace Slaughter de la huelga del NUM como prueba decisiva para el CICI es simplemente esto: que la necesidad del WRP de ponerse al servicio de la nueva “vanguardia” burocrática liderada por Scargill exige que rompa todos sus vínculos internacionales con los trotskistas del Comité Internacional y entre en alianzas con centristas avezados como los morenistas, que cuentan con largos y comprobados antecedentes de capitulación a las burocracias sindicales.

Mientras que Slaughter insiste en que la huelga del NUM fue una prueba histórica crucial para el CICI y la utiliza, ex post facto, para justificar la separación del WRP, no nos dice cómo fue que los morenistas contribuyeron a la lucha de los mineros y tuvieron éxito ahí donde falló el CICI.

Confesamos que el CICI no sabe precisamente cómo se absolvieron los morenistas durante la huelga minera. Tendremos que esperar a que Slaughter nos clarifique eso. No obstante, estamos preparados para defender el registro del Comité Internacional en relación con la huelga de los mineros. Como tantos otros aspectos del trabajo del CICI y sus secciones, no nos cabe duda de que, gracias a Healy, Banda y Slaughter, los miembros del WRP no saben nada al respecto.

Existen dos criterios fundamentales para evaluar el trabajo del CICI en relación con la huelga minera, el práctico y el político. El trabajo práctico de las secciones del CICI se concentró necesariamente en movilizar la solidaridad de la clase obrera internacional con los mineros.

En el caso de la Workers League, llevó a cabo una campaña incansable de un año para ganar apoyo y recaudar fondos para los mineros en huelga. Se organizaron sistemáticamente colectas en las puertas de las fábricas, frente a las minas y en los puertos. Se hicieron circular decenas de miles de panfletos entre los trabajadores estadounidenses en los que se explicaban las cuestiones planteadas por la huelga de los mineros y llamando a apoyarla. El Bulletin, la publicación bisemanal de la Workers League, llevaba reportes extensos sobre la huelga.

El punto álgido de la lucha de la Workers League por los mineros fue su organización de una gira nacional para recolectar fondos en julio de 1984 con un líder local del NUM, John Moyle. En condiciones muy diferentes a las enfrentadas usualmente por los miembros del WRP en Reino Unido —combatiendo el rabioso anticomunismo de la burocracia sindical y la oposición virulenta de la dirección de la AFL-CIO contra Arthur Scargill (debido a la participación del NUM en una federación sindical encabezada por los soviéticos)— la Workers League pudo organizar reuniones muy exitosas entre Moyle y muchos oficiales sindicales.

Esto incluyó una reunión entre Moyle y el Consejo Ejecutivo Internacional del sindicato minero United Mine Workers of America (UMWA), que resultó en la donación de $25.000 al NUM y la organización de una visita de solidaridad por parte de oficiales del UMWA a los piquetes de los mineros.

La campaña de la Workers League en defensa de los mineros resultó en amargos conflictos con la burocracia sindical de EE.UU. Después de que la Workers League organizara una reunión entre Moyle y la conducción del sindicato automotor United Auto Workers en su sede, la Solidarity House en Detroit, el presidente del sindicato Owen Bieber, bajo órdenes de la AFL-CIO, incumplió su promesa de entregar una contribución financiera igual a la del UMWA para la huelga de los mineros. En respuesta a esta traición, la Workers League emprendió una campaña de seis meses en todo el movimiento obrero exigiendo que el UAW se viera obligado a cumplir su promesa para con los mineros británicos. La burocracia del UAW se vio estremecida por esta campaña, que la desacreditó ante miles de miembros.

Cabe señalar que las diferencias de la Workers League con Scargill y el hermano Moyle no impidieron de ninguna manera el desarrollo de su trabajo de solidaridad. A lo largo de su gira por EE.UU., el hermano Moyle y la Workers League discutieron muchas cuestiones relacionadas con la huelga y sostuvieron posturas distintas. Pero en la lucha por movilizar a los trabajadores estadounidenses y superar el sabotaje de la burocracia derechista, formamos un bloque completamente principista. Y confiamos en que John Moyle será el primero en rendir testimonio de que la Workers League nunca sirvió para aislar a los mineros británicos de la clase obrera estadounidense.

En Australia, la Socialist Labour League (SLL) llevó a cabo una campaña al menos igual de importante. Sus miembros recaudaron miles de dólares para los mineros como resultado de una campaña partidaria especial y recolectaron fondos adicionales importantes en su trabajo en los sindicatos. Por ejemplo, fue gracias a una moción de una miembro de la SLL y delegada del sindicato docente Technical Teachers Union en Victoria que se votó a favor de una contribución de $20.000.

La sección alemana del CICI, la BSA, fue la primera fuerza política en el país en exponer y luchar contra la exportación de carbón a Reino Unido para romper la huelga. Mientras la burocracia reaccionaria de los sindicatos mineros del carbón alemanes ordenaba a sus miembros trabajar horas extra para producir carbón para Thatcher, la BSA hizo una campaña entre los mineros de todo el Ruhr y el Sarre, recolectando firmas para exigir que se detuvieran estas actividades rompehuelgas.

El WRP nunca mostró un interés comparable en las luchas obreras de los países en los que CICI tenía secciones. Durante el mismo periodo, los trabajadores estadounidenses estaban librando una serie de luchas desesperadas contra las políticas antisindicales del gobierno de Reagan. A pesar de su tamaño pequeño, la Workers League desempeñó un papel líder en varias de estas huelgas, más notablemente la de los mineros del cobre de Phelps Dodge y la de los controladores de tráfico aéreo de PATCO. El WRP no llevó a cabo ningún trabajo de solidaridad en apoyo a estas luchas. El interés del WRP no fue más allá de pedirle a la Workers League que enviara a un vocero de los obreros de PATCO para impresionar a los delegados de una de las conferencias de ATUA del WRP. ¡Por supuesto, la Workers League pagó el boleto de avión!

Lejos de apoyar las luchas en las participaban las secciones del CICI, el WRP no dudó en intervenir a favor de sus enemigos políticos. En 1984, en medio de la primera campaña presidencial de la Workers League, el títere pequeñoburgués del imperialismo estadounidense, Jesse Jackson, fue recibido como un héroe en Lambeth por el aliado político del WRP, Ted Knight. Lejos de utilizar su influencia en Lambeth para educar a los trabajadores sobre el papel reaccionario de Jackson y desacreditar el ardid mediático (utilizado por Jackson en EE.UU. para su campaña presidencial) y convertirlo en un fiasco para este charlatán del Partido Demócrata, el WRP lo promocionó en el News Line. Knight no se molestó en invitar al candidato presidencial de la Workers League, el trabajador del transporte público, Ed Winn.

De cara al historial del CICI durante la huelga minera, ¿cómo propone el WRP justificar su escisión con la Workers League y el Comité Internacional ante la clase obrera británica? El hecho es que la separación carente de principios del WRP del Comité Internacional amenazaba con destruir los lazos vitales entre el proletariado británico y los trabajadores avanzados en aquellos países en los que el CICI tiene secciones y simpatizantes. Esos lazos cruciales se preservaron únicamente gracias a la lucha librada por los partidarios del CICI que fueron expulsados del WRP y formaron posteriormente el International Communist Party (ICP; Partido Comunista Internacional).

El terrible precio del antiinternacionalismo

Por más importantes que fueran las campañas de solidaridad como muestra de la defensa del internacionalismo proletario por parte del CICI, todavía está la cuestión de su actitud política. La mayor contribución que un partido internacional puede hacer a una sección nacional es la asistencia política y ayudarla a desarrollar una línea revolucionaria correcta en relación con las tareas de la lucha de clases según se desarrolle en un país dado. ¿Intentó de alguna manera el Comité Internacional cumplir con sus responsabilidades políticas hacia el WRP en relación con el avance de la lucha de clases en Reino Unido?

¡No cabe ninguna duda de que la respuesta es sí! En los meses previos a la huelga de los mineros, la Workers League buscó convencer a la dirección del WRP que abandonara su línea oportunista hacia la burocracia sindical y luchara por una política revolucionaria independiente.

Exactamente un mes antes del comienzo de la huelga minera, el 11 de febrero de 1984, David North presentó, además de muchos otros puntos, un análisis detallado de las políticas incorrectas del WRP respecto al Partido Laborista y la conducción de la TUC. Citamos tan solo algunos de los pasajes del reporte de North al Comité Internacional:

Nuestras preocupaciones sobre las relaciones con Livingstone y Knight y el GLC [Consejo del Gran Londres] se ven exacerbadas por el papel reciente del WRP en la huelga de la NGA. No podemos estar de acuerdo con el seguidismo del WRP detrás de la dirección de la NGA, encubriéndolos, sin presentar demandas independientes y, al final, viéndose comprometidos por el pago de su multa y su cancelación de la manifestación de Warrington…

La línea política del WRP suscita muchas interrogantes. ¿Cómo anticipamos que sea el desarrollo de la revolución social? ¿Se deberían plantear demandas políticas al Partido Laborista y sus sindicatos? En relación con esto último, esperamos hasta el último momento posible para llamar a una huelga general. No exigimos elecciones nuevas ni un regreso de los laboristas al poder. Nuestra consigna de un gobierno revolucionario obrero, en condiciones en las que no habíamos capturado la conducción de ningún sector importante de la clase obrera, es sumamente abstracta. Aparenta ser muy “izquierdista” pero está acompañada de relaciones acríticas con los burócratas sindicales tildados de “políticamente moderados” pero realmente de derecha. No planteamos ninguna demanda al Partido Laborista, como si ya se hubiera completado la tarea de exponerlos (Fourth International, otoño de 1986, págs. 45-46).

Slaughter se encontraba presente cuando se pronunció este reporte y lo rechazó enfáticamente, acompañando a Banda en sus amenazas de una escisión inmediata con la Workers League a menos que North retractara su reporte. No cabe duda de que el papel de Slaughter en la reunión del CICI en febrero de 1984 tuvo consecuencias catastróficas para la huelga minera y el futuro del propio WRP. Si la dirección del WRP hubiera acatado las críticas de sus camaradas internacionales, quizás hubiera podido asumir un papel muy distinto en la histórica huelga minera. Y, a su vez, el renacimiento de la lucha por principios trotskistas sin duda habría sido decisivo en ayudarle al WRP a superar sus problemas graves. El desenlace de octubre de 1985 pudo haberse evitado.

Como lo ha establecido un repaso de este evento político crucial en la historia del CICI, el WRP no fue ninguna víctima de la Cuarta Internacional, ni se encontraba a la deriva, gravitando inconscientemente hacia una catástrofe. Se presentaron críticas concretas de su degeneración pablista y estas críticas fueron conscientemente rechazadas en la medida en que la cúpula del WRP encabezada por Slaughter orientaba la organización británica deliberadamente hacia la burocracia sindical.

La negativa de Slaughter a reconocer el papel desempeñado por el Comité Internacional en la lucha contra el oportunismo del WRP no se debe solo a consideraciones facciosas. Ante todo, Slaughter rechaza y se opone a esas críticas hasta hoy día. No organizó la escisión con el Comité Internacional para alejarse de un partido mundial en la quiebra que había sido destruido por la huelga minera, sino para aislar al WRP de las críticas trotskistas internacionales mientras Slaughter implementaba su agenda secreta.

“Los 10 principios” de Slaughter: un ejemplo práctico de oportunismo

Todos los años, los representantes de las siete mayores potencias imperialistas se reúnen para rumiar sobre las irresolubles contradicciones políticas y económicas del orden capitalista. Con un chateau francés, un castillo británico, un palacio veneciano o incluso una sede colonial pintoresca en EE.UU. en el trasfondo, los imperialistas se toman un fin de semana extendido para discutir desesperadamente y en privado. Se arrojan recriminaciones, acusaciones y amenazas sobre la mesa como si fueran trozos de carne cruda. Durante horas y horas, la reunión se tambalea al borde del colapso. Únicamente su pavor hacia lo que yace al otro lado del abismo y la temerosa consciencia de que la sombra del proletariado internacional se cierne sobre la conferencia obliga a los líderes capitalistas a reconciliarse amargamente en el último momento.

Sin falta, la reunión concluye con la publicación de un “comunicado económico conjunto” donde se presentan pomposamente los “acuerdos” entre los imperialistas. Todas las partes involucradas en el comunicado acuerdan sobre la necesidad de mantener bajos niveles de desempleo mientras combaten rigurosamente los flagelos de la inflación. Se reconoce universalmente que se ha de restaurar el orden al sistema monetario internacional y que EE.UU. debería impedir que el valor del dólar caiga demasiado. Aunque todas las partes sigan defendiendo el principio del libre comercio, Japón y Alemania considerarán la manera de corregir los desbalances comerciales. Estados Unidos intentará reducir sus déficits en la balanza de pagos, al tiempo en que se resiste a las presiones internas a favor de una guerra comercial. Todas las partes acuerdan controlar en conjunto la deuda internacional sin socavar los esfuerzos para mejorar los niveles de vida en todo el mundo. Finalmente, los firmantes prometen trabajar por la paz y un desarme mundiales, al tiempo en que combaten incansablemente el expansionismo soviético y el terrorismo internacional.

Todas las frases de esos comunicados anuales se componen con antelación para tomar en cuenta e incluir el descontrolado impulso de cada potencia imperialista en busca de la hegemonía. Se reconoce que ninguno de los principios mencionados es vinculante legalmente ni aplicable, y que ningún aspecto de sus cláusulas se utilizará para infringir en la soberanía nacional de los participantes. Todos tendrán la libertad de interpretar el acuerdo según los intereses de la burguesía nacional que representan.

Con el mismo espíritu, el WRP redactó no menos de 10 principios que, se supone, guiarán la reorganización de la Cuarta Internacional. Todos los párrafos contienen cínicamente hilos de ambigüedad, evasivas y reservas. Los “principios” se plantean en términos tan generales que no se comprometen a hacer nada. Consecuentemente, el propósito del documento no es sentar las bases para la práctica revolucionaria; en cambio, es ofrecer la apariencia de ortodoxia política para ocultar los engaños de su autor.

El primer punto es típico. Proclama que está de acuerdo con: “Las resoluciones y tesis de los primeros cuatro Congresos de la Tercera Internacional (Comunista) en todos sus principios estratégicos, en relación con: el imperialismo, el Estado burgués, la democracia y el reformismo; los problemas de la toma del poder y la dictadura del proletariado; el protagonismo del proletariado en relación con el campesinado y las luchas de las masas oprimidas; los sóviets, el trabajo en los sindicatos; el parlamentarismo; la política del frente único”.

Esta parecería ser una garantía rigurosa de ortodoxia política, con tal de que nadie pregunte cómo es que se aplicarán dichos principios en las políticas y prácticas planteadas por los firmantes. En principio, los morenistas son defensores feroces de la dictadura del proletariado. En la práctica, han considerado necesario ocasionalmente —discúlpenos, solo ante emergencias nacionales— defender el Estado capitalista en Argentina. De forma similar, Slaughter y el WRP están completamente de acuerdo con las tesis del Comintern sobre el trabajo en los sindicatos, pero se cuidan de que sus lecturas de Lenin antes de dormirse no interfieran con su adaptación hacia los “izquierdistas” de la TUC.

De hecho, todo el documento es una muestra de charlatanería política, que no es más que “letra chica”. La afirmación abstracta de “principios históricos”, privada de cualquier análisis de las experiencias estratégicas del proletariado, especialmente en aquellos países en los que están presentes las fuerzas trotskistas, no es más que un “trabajo diplomático de oficina”, como escribió Trotsky. Durante el último cuarto de siglo, el proletariado ha vivido acontecimientos históricos colosales. Ninguna otra época cuenta con experiencias revolucionarias tan abundantes como la nuestra a una escala tan extendida internacionalmente. No obstante, prácticamente no se refiere a ninguno de estos eventos.

Los acuerdos sobre principios generales componen una base demasiado endeble para la formación de un partido mundial unido programáticamente. No basta con decir que se está de acuerdo con la teoría de la revolución permanente de forma abstracta o en la naturaleza contrarrevolucionaria del estalinismo en general. Los acuerdos reales emergen en base a una evaluación común de las experiencias históricas cruciales de la clase obrera internacional, teniendo en cuenta por supuesto que la historia mundial no acabó en la década de 1930. Es fundamental reconocer que el estalinismo perpetró traiciones en China en 1927, Alemania en 1933 y España en 1937. Pero no es menos vital educar a los cuadros trotskistas sobre el papel del estalinismo durante todo el periodo de la posguerra.

No basta con reconocer la hegemonía del proletariado en Rusia en 1917. El significado de la teoría de la revolución permanente debe concretizarse históricamente por medio de las lecciones derivadas de los levantamientos revolucionarios recientes en Indochina, Oriente Próximo, Sudáfrica y, no menos importante, el Caribe y Latinoamérica.

Slaughter no tiene ningún problema en decir que está de acuerdo con la “teoría de la revolución permanente, siendo su contenido esencial la hegemonía del proletariado”. Sin embargo, como cortesía para sus nuevos amigos morenistas, emplea las fórmulas más ambiguas, como que la revolución permanente “significa que la revolución democrática ‘se transforma’ en la revolución socialista de la dirección proletaria”. Esta fórmula no solo es completamente compatible con la teoría estalinista de “dos etapas”, sino también con la práctica de los morenistas en América Latina. Se deja convenientemente ambiguo si la revolución democrática en sí se lleva a cabo bajo la dirección del proletariado o si la revolución democrática, bajo la conducción de los nacionalistas burgueses, se “transforma” en una revolución socialista liderada por el proletariado.

Eso no es todo: más allá de todos los juramentos a la revolución permanente, el papel líder del proletariado e incluso la dictadura del proletariado, el documento le informa al lector, entre paréntesis, que la postura del WRP sobre Cuba “será urgentemente revisada”. En otras palabras, doblegándose ante los morenistas, el WRP defenderá la hegemonía del proletariado e incluso “la conducción del proletariado bajo partidos de tipo bolchevique”, ¡excepto en aquellos casos excepcionales en los que las tareas históricas de la clase obrera puedan ser llevadas a cabo por fuerzas nacionalistas pequeñoburguesas!

El documento se refiere a “Estados que han logrado su independencia del imperialismo”, una cobarde capitulación a los pies de las direcciones nacionalistas burguesas de los países atrasados a las que el WRP dice oponerse, pero a las que los morenistas llevan décadas adaptados. No existe ni un solo país atrasado que, pese a su independencia formal, haya podido liberarse del yugo imperialista a través de los esfuerzos de la burguesía nacional.

¿Por qué no hay ninguna referencia al centrismo?

Quizás el elemento más engañoso de este documento es que calla sobre las cuestiones políticas más cruciales que presenta la crisis de dirección proletaria. Slaughter escribe, “La socialdemocracia ha retenido algunas fuerzas en el movimiento obrero únicamente por la destrucción de la Internacional Comunista por el estalinismo”. Ya en 1948, a la luz del papel del POUM en España, el PSOP en Francia y el ILP en Reino Unido, hubiera sido necesario hacer ciertas modificaciones a esto. Pero, para 1987, la declaración no es más que una mentira. Esta afirmación es el equivalente a un indulto incondicional para los crímenes del centrismo, cuyo principal contingente está compuesto por varias tendencias vinculadas al revisionismo pablista.

La socialdemocracia sobrevive en virtud de las traiciones del estalinismo. Cierto. Pero ¿cómo se explica la supervivencia del estalinismo y, por medio del estalinismo, de todo el orden burgués? Esta interrogante solo puede responderse por medio de una rendición de cuentas del papel del centrismo en toda la posguerra. Pero no es un accidente que la palabra “centrismo” no aparezca ni una sola vez en todo el documento. Como dijo Trotsky ya en 1934, “Un centrista proclama fácilmente su hostilidad al reformismo, pero no menciona el centrismo. Más allá, considera que la propia definición de centrismo es ‘ambigua’, ‘arbitraria’, etc.; en otras palabras, al centrismo no le gusta que lo llamen por su nombre”. (Writings of Leon Trotsky (1933-34 ), Pathfinder Press, pág. 233)

El WRP no está interesado en explorar la cuestión inoportuna del centrismo en la medida en que tal análisis requiera una profunda introspección política. Achacar las traiciones de los estalinistas a la supervivencia de la socialdemocracia en Reino Unido es sumamente trivial. Si bien sigue viendo al estalinismo como una fortificación crucial contra la revolución socialista, la clase gobernante británica y sus servidores en el Partido Laborista reconocieron desde hace mucho que el Partido Comunista no cuenta ni cerca con la autoridad política que tenía entre los trabajadores, jóvenes y sectores importantes de intelectuales de inclinación revolucionaria durante la década de 1930. Ningún otro país europeo ha sido testigo de tales avances del trotskismo en superar la autoridad del estalinismo. Este logro, por supuesto, es el gran legado de las luchas con las que la vieja SLL y el WRP eran identificados.

Fue por esta razón que el fomento de tendencias centristas, ante todo dentro del mismo WRP, asumió una importancia tan estratégica para el imperialismo mundial. En este contexto, la crisis del WRP tiene una importancia histórico-mundial. Los crudos errores sectarios del WRP después de la victoria electoral de los laboristas en 1974, que para 1979 se habían convertido en traiciones oportunistas conscientes, fueron decisivos para extender la vida del Partido Laborista e impedir el desarrollo de una alternativa revolucionaria de masas a la socialdemocracia.

Lejos de frenar su degeneración política, el programa de “reorganización” del WRP representa el colapso efectivo de cualquier resistencia interna a la transformación del partido en una agencia centrista plena del imperialismo. Ese es el significado político del acuerdo de Slaughter de unirse con el MAS y su frente internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional en un plano formal de 10 principios.

¿Qué es el morenismo?

Habría sido algo bastante malo que el WRP se uniera con cualquiera del sinfín de grupos pablistas en Reino Unido. Por lo menos habría guardado las apariencias argumentando que sus nuevos aliados aún están en proceso de desarrollo, de romper con Mandel, que son capaces de aprender, etc., etc. Ninguno de esos argumentos es válido en relación con los morenistas argentinos. Aquí estamos tratando con algo conocido: una tendencia centrista acabada cuya fisionomía política se ha moldeado a lo largo de décadas y que ya fue sometida a pruebas históricas decisivas. En base a la historia de esta tendencia, se puede concluir de forma anticipada que no puede hacer más que traicionar al proletariado argentino. En esta etapa de su evolución, el morenismo se separó tan decisivamente del trotskismo como los simios de la especie humana.

No conocemos lo que los miembros del WRP saben sobre la historia de la tendencia de Moreno, si es que siquiera saben algo. Sospechamos que la mayoría de las bases del WRP ha tenido que depender, desafortunadamente, de Slaughter o Hunter para obtener información. Este último, sin duda, ya colmó a varios miembros desprevenidos del WRP con cuentos de sus experiencias emocionantes en Buenos Aires, ¡donde pudo pronunciarse ante una audiencia “de masas” por primera vez en décadas! Lo que es incluso mejor, nadie le reprochó sus conocidas predilecciones centristas, que se remontan a sus días en el ILP.

Pero las aventuras de Hunter en Buenos Aires son una pizca en la balanza de la historia. Los que estén dispuestos a evaluar la propuesta de unirse a Moreno en base a tales descripciones presenciales (sombras de los viajes de “investigación” de Hansen a Cuba) son, para ser francos, unos tontos. El hecho es que la tendencia de Moreno ya fue “pesada en la balanza y hallada de peso insuficiente”. Asumió un papel decisivo en traicionar a la clase obrera argentina y es directamente responsable de una de las peores derrotas de esta generación.

Dada la historia política de Moreno, no debe de sorprender que nunca se dispuso seriamente a hacer cuentas teóricas de su papel en el fiasco argentino. Pero no es nada menos que una traición política completa que el WRP forje una alianza con esta tendencia sin hacer un balance político y, de hecho, tras guardar silencio sobre toda la experiencia. En este sentido, el oportunismo de Healy, Banda y Slaughter durante la última década tuvo un carácter preparatorio. La revalidación de la traición de la clase obrera argentina y la decisión de unirse a la organización de Moreno significa que el WRP de Slaughter está acondicionándose políticamente para cumplir en Reino Unido el mismo papel que desempeñó el PST de Moreno en Argentina durante los setenta.

Un repaso de la biografía política del morenismo expone cabalmente el carácter traicionero absoluto de la “reorganización” de Slaughter. Moreno se unió al movimiento trotskista argentino como joven en 1940 y participó en el movimiento sindical como líder del sindicato de trabajadores textiles de Argentina. La sección argentina de la Cuarta Internacional se vio directamente afectada por la degeneración del Secretariado Internacional bajo la dirección de Pablo y Mandel. Habían insistido en orientarse al general Juan Perón y acusaron a la sección argentina de rechazar a los peronistas tildándolos de “fascistas”.

En ese entonces, Moreno se opuso a la línea de Pablo, pero esta posición parece haber tenido menos que ver con principios que con las necesidades presentadas por sus diferencias facciosas con Posadas. A pesar de que Moreno se declaró en apoyo al Comité Internacional en 1953, pronto comenzó a virar hacia el peronismo, iniciando un proceso de adaptación al nacionalismo burgués que pronto se volvería la característica esencial del morenismo.

Para 1956, Moreno y sus simpatizantes entraron en el movimiento peronista, publicando un diario que declaraba en su cabecera que funcionaba “bajo la disciplina del general Perón y el Comando Superior Peronista”. El diario llegó a publicar sin protesta las diatribas anticomunistas de Perón.

Mientras que este oportunismo total le resultó en algunos reclutas de las filas peronistas, la táctica se volvió un fiasco en 1958 cuando Moreno acató lealmente la orden de Perón desde el exilio de apoyar la elección del candidato derechista Frondizi. Incluso la “izquierda” peronista desafió esta orden y aproximadamente una tercera parte del electorado peronista votó en blanco.

El hecho de que la línea política de Moreno en Argentina no fuera desafiada dentro del Comité Internacional se debió directamente a la degeneración política del Socialist Workers Party (SWP; Partido de los Trabajadores Socialistas), el cual ya estaba dirigiéndose rápido hacia una reunificación con los pablistas.

La evolución de Moreno sufrió un fuerte giro a inicios de los años sesenta en relación con la revolución cubana de Fidel Castro. Pareciera increíble que denunció inicialmente a Castro como un “gorila” y aplaudió el fracaso de la primera huelga general llamada por los castristas en 1958 debido a que Moreno y sus partidarios se encontraban tan sumidos dentro del movimiento peronista, en el cual Batista era considerado el “Perón cubano”.

Sin embargo, para inicios de los sesenta, Moreno volvió a dar un giro de 180 grados, respaldando acríticamente la conducción de Castro como un modelo para la revolución en toda América Latina y aceptando la definición del SWP de Cuba como un “Estado obrero”. El historial previo de Moreno y su pronto giro hacia el castrismo estaban internamente conectados. Como tantos otros radicales pequeñoburgueses latinoamericanos que pretenden ser trotskistas, él era orgánicamente incapaz de establecer y luchar por una línea de clase independiente. Cuando Hansen dijo que era imposible oponerse a Castro porque sería suicida, sin duda estaba apelando a, o incluso quizás articulando, los temores de Moreno.

Después de convertirse al castrismo, Moreno no rompió con el peronismo. En cambio, intentó unir a ambos. Su partido en este periodo se hacía llamar “Peronismo Obrero Revolucionario” y su diario que todavía declaraba en su cabecera que funcionaba “bajo la disciplina de Juan Perón” incluía las fotografías de Perón y Castro lado a lado.

Moreno declaró su completa lealtad al movimiento esporádico OLAS creado por Castro y definió a los castristas como “la conducción incuestionable de la guerra civil continental”, es decir, incuestionable para Moreno. Al mismo tiempo, justificó su política renunciando explícitamente a la teoría de la revolución permanente de Trotsky, afirmando: “el dogma de que la única clase que puede cumplir las tareas democráticas es la obrera, es falso”. Estas posturas comprueban que, para los años sesenta, el morenismo ya se definía a sí mismo como una tendencia típica pequeñoburguesa cuya conexión con el marxismo no iba más allá de gritar frases vacías.

En 1964, Moreno puso fin a su entrismo directo en el movimiento peronista y, a raíz de una fusión con un grupo del norte de Argentina conocido como el Frente Indoamericanista Popular (FRIP) y liderado por Mario Santucho, formó el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

El PRT no tardó en dividirse, con una mayoría apoyando a Santucho y llevando su adulación del guerrillerismo a su conclusión lógica. Fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que emprendió una serie de asaltos armados y secuestros espectaculares. Oponiéndose a este aventurismo, Moreno aprovechó para disfrazar su adaptación crónica a la burocracia sindical peronista como una defensa del leninismo ortodoxo.

En 1969, la escisión argentina entre Santucho y Moreno estuvo en el centro del conflicto político dentro del Secretariado Unificado. Por razones relacionadas a sus necesidades inmediatas en Estados Unidos, donde estar asociado con el guerrillerismo amenazaba con incomodar los vínculos que había establecido con el ala liberal del imperialista Partido Demócrata durante el periodo de protestas contra la guerra en Vietnam, el SWP apoyó a Moreno, a pesar de que su línea anterior sobre el castrismo había preparado la liquidación de los cuadros trotskistas en el aventurismo al estilo de Santucho.

Lejos plantear una lucha principista en defensa del trotskismo, la oposición de Moreno al ERP meramente asumió la forma de una postración total ante el peronismo y el Estado burgués e implicó directamente a su movimiento en una traición histórica de la clase obrera argentina. Un estudio de las políticas de Moreno es obligatorio para todos los trabajadores con consciencia de clase que quieran entender el papel fatal del centrismo.

Cómo Moreno traicionó a la clase obrera argentina

A principios de los años setenta, Moreno se dedicó conscientemente a crear un partido centrista fusionándose con el Partido Socialista casi difunto de Juan Coral y formando el PST. En lo que equivalió a una condena increíble de sus propias acciones, Moreno escribió: “La formación de un partido centrista de la izquierda legal es nuestro principal objetivo político organizacional en este momento. Sabemos conscientemente que la organización es lo contrario a una organización proletaria bolchevique. Esa es una confesión reveladora que estemos acompañados por renegados que han rechazado el marxismo revolucionario”.

La prueba crucial para el morenismo comenzó en 1973, cuando la burguesía argentina, sumida en crisis y enfrentándose a la posibilidad de una guerra civil abierta, puso de nuevo al general Perón en el poder. En los meses siguientes, Moreno demostró ser completamente incapaz de liberarse a sí mismo y a su organización de su dependencia política respecto a Perón y de girar decididamente hacia la clase trabajadora. En vez de portarse como un partido revolucionario marxista, luchando por destruir todos los lazos entre las masas y el peronismo, el PST actuó como un plenipotenciario de la “izquierda” dentro del entorno del movimiento peronista.

De vez en cuando, los morenistas utilizaban una retórica revolucionaria. Como señalaría Trotsky, el centrista “no es tacaño con las frases altisonantes”. De este modo, hablaba sobre la necesidad de establecer la independencia política de la clase obrera e incluso de acusar a Perón por servir los intereses del imperialismo.

Pero incluso cuando asumía sus posturas más militantes y denunciaba las políticas del régimen, el PST seguía siendo, en última instancia, la oposición leal de izquierda. En toda instancia crucial, cuando el régimen peronista se enfrentaba al colapso, el PST se ponía a disposición del gobierno. Habitualmente, el PST funcionaba como la “consciencia social” del peronismo y el defensor de la democracia, no como el partido irreconciliable de forma extrema y revolucionaria cuyo objetivo claramente declarado en todo momento era el de derrocar el capitalismo argentino y destruir su Estado.

Dentro de ciertos límites, sería posible comparar el papel del PST en Argentina con el del POUM en España, pero cabe decir que el papel del PST fue mucho peor. Lo único que Moreno tenía en común con Nin y el POUM es que prácticamente toda su vida política se basó en sus peores errores, que logró repetir en formas tan vulgares que sin duda el propio Nin los habría denunciado clamorosamente.

Todas las analogías tienen sus límites e, incluso mientras escribimos esto, nos mantenemos reacios a equiparar a Moreno con Nin. Al menos uno puede decir, no para excusar al POUM sino para entenderlo, que la tragedia de Nin reflejó las condiciones trágicas de ese periodo, el cual estuvo dominado por las traiciones monstruosas del estalinismo. El propio Trotsky señaló esto, a pesar de que no mostró ni un rastro de sentimentalismo en sus condenas inequívocas contra Nin y sus seguidores, incluso después de que pagaron con sus vidas su error más serio: su negativa a romper con el gobierno del frente popular.

En condiciones históricas completamente distintas a aquellas a las que se enfrentaba Nin, incomparablemente más favorables para el proletariado, el PST se rehusó a romper con una versión aún más decadente del frentepopulismo, al tiempo en que afirmaba representar el marxismo revolucionario. Se agarró con las uñas a las faldas del bonapartismo senil del régimen de Perón, utilizando sus críticas “de izquierda” solo para desorientar a las masas y desviarlas de una lucha revolucionaria.

En marzo de 1974, ante una polarización de las fuerzas de clases que amenazaba con estallar en una guerra civil, Perón convocó a una audiencia a ocho partidos políticos, incluido el PST. Los otros eran la Unión Cívica Radical (el partido burgués liberal de oposición), el Partido Revolucionario Cristiano, el Partido Socialista Popular, el Partido Intransigente, la Unión del Pueblo Adelante (UDELPA), el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista.

Al finalizar la reunión, los participantes publicaron una declaración conjunta en todos los periódicos burgueses, así como en la prensa del PST, Avanzada Socialista.

La declaración afirmaba:

Los participantes han confirmado su compromiso fundamental de no escatimar ningún esfuerzo para mantener y consolidar el proceso de institucionalización [consolidación de la democracia constitucional burguesa] en nuestro país en el régimen de la democracia y en la práctica de la convivencia y el diálogo constructivo. La república ha estado viviendo momentos difíciles como resultado del enfrentamiento entre fuerzas que la han sometido mucho a su presión. Pero estos problemas se superarán fácilmente por medio de acciones de solidaridad por parte de sectores que respeten las aspiraciones de libertad expresadas por la mayoría de la población y del estrato popular en las elecciones, una libertad que garantice su derecho a continuar manifestándose en el futuro para poder aplicar esta libertad en la práctica para liberarse a sí mismos de la carga del dominio imperialista y asegurar el goce de los trabajadores de los beneficios de la riqueza creada por su trabajo…

En cuanto a aquellos que quieren que falle el sistema constitucional o que están aguardando las circunstancias que permitirán una nueva aventura reaccionaria, aquellos que están intentando utilizar a sectores del régimen para perjudicar opciones futuras y que están adoptando prácticas totalitarias o corporativistas que cuadran ideológicamente con demandas de tipo fascista y los intereses de las empresas multinacionales que ejercen una presión constante en nuestras fronteras, todos ellos necesitan darse cuenta de que este país está unido sobre la base de un acuerdo fundamental y que responderá a sus acciones (Citado y traducido de “El curso para el trotskismo argentino”, Education for Socialists, Departamento Nacional de Educación, Socialist Workers Party, junio de 1975, pág. 5).

Según el número del 28 de marzo de 1974 de Avanzada Socialista, el PST firmó esta declaración. Es más, el diario incluía un editorial que justificaba la participación en la reunión citando la amenaza presentada por las fuerzas fascistas. Señaló que la “participación en el diálogo con el presidente de la república” fue un “paso concreto en la defensa de los derechos democráticos ganados en la lucha heroica de las movilizaciones de los trabajadores y el pueblo que se han producido desde el Cordobazo ”.

La publicación de esta declaración provocó una carta de protesta del Secretariado Unificado, que declaró correctamente que la participación del PST en la conferencia y su firma del acuerdo conjunto constituyeron una ruptura fundamental con el marxismo, ya que asumía la tarea de defender el Estado burgués bajo la tapadera de defender la democracia.

Le siguió un intercambio enconado de cartas entre Moreno y Mandel durante los meses siguientes, en el cual Moreno negó que el PST hubiera firmado la declaración. Alegó que la prensa burguesa había reportado falsamente el acuerdo del PST con la declaración y que Avanzada Socialista también había reportado equivocadamente la firma del PST. No obstante, Moreno señaló indignado que el número del 26 de junio de 1976 había hecho una corrección pública. Como respuesta, Mandel se preguntó por qué le había tomado dos meses al PST corregir públicamente la información falsa que había aparecido en la prensa burguesa y Avanzada Socialista del propio PST.

Colocando a un lado cuestiones mínimas técnicas, el carácter oportunista de su participación en la conferencia con Perón era innegable. Incluso Moreno tuvo que admitir, “Reconocemos que nuestra participación en una entrevista con Perón podría ser malentendida por algunos militantes leales y algunos de nuestros oponentes podrían someterla a una malinterpretación maliciosa” (Ibid., pág. 8).

También reconoció que su defensa de la “institucionalización” podría interpretarse “falsamente” como una defensa de la democracia burguesa: “Reconocemos que algunas de estas fórmulas que hemos utilizado pudieron haber llevado a esta impresión. Incluso pudimos haber cometido el error, en la situación actual en Argentina, de no diferenciar cuidadosamente entre una cierta ‘estructura’ burguesa y la defensa de los derechos democráticos” (Ibid., pág. 10).

En la política revolucionaria en general, pero especialmente en una situación revolucionaria, la ambigüedad y la confusión son una de las formas características de las traiciones centristas. Si los camaradas de Moreno en el Secretariado Unificado no pudieron descifrar exactamente el significado de su periódico, ¿cuál fue su efecto en los trabajadores argentinos? Una organización que se toma dos meses para corregir la “falsa impresión” —publicada en la prensa burguesa de toda la nación y confirmada por “error” en su propia prensa— de que su dirección entró en un acuerdo con la burguesía está involucrada en un doble juego.

Los lacayos de Perón

De todos modos, este no fue un episodio aislado. Poco más de dos semanas después de la polémica y disputada audiencia con Perón, el colega de Moreno, Juan Carlos Coral, asistió a una reunión entre los partidos políticos de oposición y oficiales del gobierno de Perón el 5 de abril de 1974. El reporte de esta reunión, escrito por el mismo Coral, expone la podredumbre del PST. Todo lo que Coral escribe fue una justificación para una alianza con Perón y una sección de la burguesía “democrática” contra las fuerzas derechistas. Explicando la participación del PST en las reuniones con los partidos burgueses y Perón, Coral declaró:

Nuestro partido considera que es obligatorio participar en todas las difíciles etapas de este proceso laborioso involucrando la democracia constitucional iniciada por Lanusse y Mor Roig y que continúa hoy bajo el general Perón. La lucha se ha tratado de los derechos democráticos: por un lado, las masas luchando por medio de huelgas y movilizaciones de masas para extender estos derechos; por el otro, varias figuras gobernantes, partidos y sectores burgueses intentando restringirlos (Ibid., pág. 40).

No es necesario comentar sobre el carácter evidentemente traicionero de esta declaración, que demuestra que el PST estaba comprometido con defender el peronismo utilizando una hoja de parra democrática. ¿Cuál es el significado de la lucha de Trotsky contra el frentepopulismo y de la lucha del bolchevismo contra el Gobierno Provisional en 1917 si no es que el camino de la unidad con “sectores democráticos” de la burguesía —incluso si uno quisiera ser tan generoso como para incluir a Perón como una de sus partes— se dirige hacia la catástrofe?

Otro indicador igual de válido del carácter desesperadamente pequeñoburgués del PST era su concepción “teatral” de la política: que se combate a la burguesía con enfrentamientos dramáticos en los palacios presidenciales en vez de movilizar independientemente y armar a la clase obrera.

En vez de educar a la clase trabajadora, enseñándoles firmemente a sus elementos avanzados y, a través de ellos, a la clase en su conjunto, que las “discusiones” con la burguesía son una peligrosa pérdida de tiempo (o como escribió Lenin, el equivalente a “sermonear a proxenetas sobre la moralidad”), que la defensa de los derechos democráticos solo es posible a través de una lucha intransigente para derrocar a la burguesía y establecer una dictadura proletaria, el PST en cambio sembró complacencia. Sugirió que, a través de la participación de sus líderes en tales conferencias, la burguesía podría ser empujada hacia la izquierda o, por lo menos, ser alejada de la derecha. No existe una ilusión más fatal para los intereses de la clase obrera. Como lo demuestra la sangrienta historia del movimiento obrero en América Latina una y otra vez, el camino hacia las cámaras de tortura pasa por las puertas de tales ilusiones.

Buscando ocultarles a las masas el papel del Estado burgués en sí, Coral escribió: “Hoy día, la amenaza contra la conquista democrática de las masas proviene de un sector del partido gobernante y la burocracia sindical”. Tras aliviar el Estado capitalista e incluso al propio Perón de cualquier culpa, Coral procedió: “A eso se debe que, así como exigimos una vez que el ejército se aparatara y que se celebraran elecciones libres, hemos enfrentado al Gobierno de Perón con cinco demandas del movimiento obrero y socialista” (Ibid.).

¿Qué sentido tiene tal “enfrentamiento”? Es una de las concepciones más falsas del centrismo pequeñoburgués que se “expone” a la burguesía enfrentándola con demandas, como si se enfrentara a un perro rabioso para exponer lo feroz que es después de que arrancara un pedazo de carne. Sin excepciones, el contenido esencial de tales enfrentamientos es la postración, disfrazada por el tipo de retórica “irreconciliable” tremenda que confunde a la clase obrera, pero que la burguesía siempre interpreta como una señal de debilidad.

“Pudimos enfrentar a [habría sido más honesto decir ‘arrastrarnos de rodillas ante’] los ministros del Gobierno y el presidente directamente con estas demandas”, reportó Coral. “Perón quien estaba en buena salud y buen humor, demostró que está perfectamente al tanto de lo que sucede en el país…

Aquí están las cinco demandas más urgentes del pueblo trabajador en breve: (1) Llame a detener la represión violenta de las organizaciones populares y el asesinato de sus activistas. (2) Contenga la mano de la burocracia sindical, comenzando por reconocer la victoria de los trabajadores en Villa Constitución. (3) Abrogue las leyes de indemnización. (4) Detenga la explotación, los salarios de hambre y el aumento de los precios. (5) Combata el imperialismo, compensando por nacionalizar los monopolios de los automóviles (Ibid.).

Solo una miserable pandilla de reformistas pequeñoburgueses y parlamentarios se imaginaría presentar tal lista de “demandas” al líder de un Estado capitalista. Los morenistas pueden citar todos los documentos del mundo para “demostrar” que condenaron las políticas de Perón. Pero, por sí sola, esta reunión desorientó más a las masas y allanó el camino de la contrarrevolución comparada con lo que toda su propaganda puramente verbal hizo para hacer avanzar la revolución. Sugerir que es aceptable pedirle a Perón que acabe con la explotación y combata el imperialismo equivale a una prostitución completa de los principios revolucionarios. ¿Cómo pretende el PST hacer que la clase obrera rompa con el peronismo mientras le pide a Perón que establezca el socialismo? ¿No es esa la perspectiva política esencial del peronismo en el movimiento obrero?

Algo peor y más cobarde fue el llamado de Coral “el confrontador” a tomar medidas contra las pandillas fascistas y militares. Manifestó indignación que Perón permitiera el derecho de actuar con impunidad e hizo la siguiente apelación al astuto y viejo presidente:

Esta actitud complaciente del Gobierno hacia las bandas armadas de derechistas ha incitado una intensificación del terrorismo generalizado, alcanzando un punto álgido en el accionar sedicioso de la policía en Córdoba y que se mira en el asesinato de estudiantes y la destrucción de las sedes de los grupos políticos en curso; todo esto provoca una grave inquietud ante la amenaza del ejército de que ejercerá libertades civiles.

En resumen, caballeros, el Gobierno necesita hacer cuenta de contradicciones tan flagrantes como las siguientes: dar un discurso en una asamblea pacífica de trabajadores como un acto que merece arresto por “perturbar el orden público”, ¡mientras que secuestrar a un gobernador y todo su gabinete, dejando una provincia a merced de civiles armados, no constituye un crimen, ni siquiera una ofensa! (Ibid. pág. 41, subrayado nuestro).

Como si la libertad del gobierno a los fascistas fuera el resultado de “complacencia” y no una expresión de complicidad directa. Para cualquier marxista, la situación era absolutamente clara: el régimen de Perón les estaba permitiendo a las pandillas fascistas operar con impunidad mientras se inclinaban los lacayos de Perón en el movimiento obrero, incluyendo al PST, para mantener a los trabajadores bajo control. En tal situación, el partido “izquierdista” que apele al Estado burgués para que proteja a los trabajadores —en vez de llamar a los trabajadores a armarse y aplastar a los fascistas y al Estado que los patrocina— forma parte de todo el orden burgués reaccionario.

Después de la muerte de Perón en julio de 1974, Moreno transfirió su lealtad a la afligida viuda, Isabelita. En otra reunión “multisectorial” de colaboración de clases, celebrada con la Sra. Perón el 8 de octubre de 1974, Coral declaró:

Asumimos completamente la responsabilidad que nos delega en el presente proceso político con la sinceridad con la que siempre hemos expresado nuestros puntos de vista y con la sinceridad con la que la propia señora presidente nos ha pedido en su discurso inicial; hemos venido esta mañana a repudiar categóricamente todas las formas de terrorismo, todas las muestras de violencia individual de grupos que actúan de forma ajena a los deseos y necesidades de las masas, y a repudiar también esa otra forma más general, casi institucionalizada, de violencia en nuestro país representada por los golpes de Estado.

Finalmente, señora, permítanos decirle que nuestro partido considera que esta forma de diálogo, inédito en el país, es útil. No esperamos alterar la política del Gobierno con un discurso; pero seguramente la señora presidente y los ministros han tomado nota de algunas de las observaciones que hemos formulado (Ibid., pág. 17).

Eso no es todo: Coral procedió a declarar el compromiso oficial del PST de que defendería el Gobierno peronista:

El Partido Socialista de los Trabajadores seguirá luchando contra todos los factores que produzcan el clima golpista y luchará por la continuidad de este Gobierno, porque fue electo por la mayoría de los trabajadores argentinos y porque permite el ejercicio de algunos derechos democráticos que, a su vez, son conquistas de las movilizaciones obreras y populares que han sacudido el país desde el Cordobazo (Ibid .).

Esta defensa explícita del Estado burgués “democrático” y su Gobierno contra los fascistas resumió la política en quiebra y traicionera del PST, que no funcionaba como nada más que un apéndice del peronismo. Nuevamente, esta no fue una fórmula descuidada y episódica, sino la línea central y rectora del programa morenista, que el PST defendió enconadamente contra todos sus críticos.

Una y otra vez, el PST intentó justificar su posición con referencias al carácter semioprimido de Argentina o con tergiversaciones de la política bolchevique en 1917. Todos los argumentos del PST se reducían al final en la reaccionaria concepción pequeñoburguesa (denunciada en innumerables ocasiones por Lenin y Trotsky, así como por Cliff Slaughter antes de que repudiara el marxismo) de que la lucha contra el fascismo involucra una defensa de la democracia burguesa.

El PST, defendiendo su actitud sumisa hacia el Estado capitalista, aseveró:

En Argentina, hemos tomado en cuenta como elemento primario la lucha contra la potencia imperialista extranjera; y esto afecta la actitud que debe adoptarse contra un sector de la burguesía inclinado, por más débil y poco fiable, a resistir al imperialismo y a sus agentes nacionales más corruptos y brutales. La lucha por la independencia nacional, una tarea burguesa democrática, se convierte en una de nuestras consideraciones primordiales. En esto, nuestras tareas son distintas a las de los trotskistas en la Alemania imperialista, sea en 1932 como en 1974. (Ibid. pág. 23)

No hay ninguna palabra que difiera de alguna forma con la posición estalinista “clásica”, contra la cual el movimiento trotskista lleva luchando desde la década de 1920, para no hablar de la lucha librada por el Partido Bolchevique contra el menchevismo en su defensa del Gobierno Provisional de Kérenski. La idea de que el carácter oprimido de Argentina da origen a una burguesía democrática y antiimperialista es la concepción clave sobre la cual se basa el argumento del PST. Y, a raíz de esto, se derivó su traición a la revolución socialista.

Es una medida trágica de la degeneración política del WRP que el CICI tenga que recordarles a sus miembros que Trotsky insistió en que la actitud de la burguesía nacional hacia las tareas democráticas se define ante todo por el nivel de antagonismos de clases dentro de un país atrasado dado, no por la opresión imperialista en general. Si este es un tema de debate dentro del WRP, simplemente confirma que la que fue una de las secciones fundadoras del CICI está rompiendo rápido con el trotskismo. Si no rechazan estas verdades marxistas, entonces ¿por qué se une el WRP a un partido que rechaza la actitud trotskista hacia la burguesía nacional en un país semioprimido? ¿Por qué busca ofrecerle credenciales “marxistas” para que vuelva a traicionar a la clase obrera argentina, cuando la obligación de los trotskistas de todo el mundo es hacer todo lo posible para desacreditar a los morenistas y contribuir a la destrucción de su influencia en Argentina? ¿No es esa nuestra obligación solemne a nuestros hermanos y hermanas de clase en América Latina?

Finalmente, en cuanto a la afirmación del PST de que su línea se parece en alguna forma a la de Lenin y los bolcheviques cuando “defendieron” a Kérenski contra Kornílov, esta es una distorsión tan atroz del acontecimiento histórico que no debería ser necesario responderla. Los bolcheviques, ilegalizados debido a su lucha irreconciliable por el derrocamiento del Gobierno Provisional burgués (que estaba siendo defendido por los morenistas rusos encabezados por Mártov y Dan), organizó la movilización independiente de la clase obrera, cargando armas, para repeler a Kornílov. Durante esta lucha, entraron en alianzas tácticas y estrictamente limitadas con las fuerzas del régimen de Kérenski que realmente estuvieran combatiendo para aplastar a las fuerzas militares de Kornílov. Esto se logró sin concederle ningún apoyo a Kérenski ni socavar los preparativos bien avanzados para derrocarlo, una tarea que fue completada 60 días tras la derrota de Kornílov.

Los morenistas nunca le plantearon a la clase obrera que era necesario derrocar a Perón y, lo que es aún más relevante, nunca emprendieron los preparativos mínimos para llevar esta política a cabo. En cambio, como lo escribió Moreno en una de sus racionalizaciones usualmente miserables para su política cobarde y oportunista:

El Perón exiliado era visto con reverencia por la clase obrera argentina en su conjunto. No tuvimos otra opción más que tomar este sentimiento en cuenta en todos nuestros esfuerzos para educar a la clase y ayudarla a avanzar a lo largo de líneas de acción política independiente. Haber actuado de cualquier otra manera, nos habría imposibilitado ser escuchados (Ibid.).

Los morenistas tomaron en cuenta esta “reverencia” a tal punto que ni siquiera la muerte del viejo generalísimo los pudo convencer de que había llegado el momento para emprender una lucha contra el Estado argentino. En cambio, transfirieron su reverencia y servilismo de Juan Perón a Isabelita.

Este es el registro político de los héroes que Slaughter, Piling, Hunter y Tutti Quanti están acogiendo como íntimos camaradas, en la“reorganización”de la Cuarta Internacional. Esta relación tan solo garantiza una cosa: cuando llegue el momento de dar discursos similares en Whitehall, o bien en el palacio Buckingham, podrán contar con la asistencia de lamebotas pequeñoburgueses experimentados.

La política del PST desarmó a la clase obrera argentina, desmoralizó a sus elementos avanzados y preparó el camino para el golpe de Estado de 1976. Moreno fue políticamente responsable de la muerte de miles de personas. La única diferencia entre Moreno y los líderes del LSSP (Lanka Sama Samaja Party) es que estos últimos se vendieron a la burguesía a un precio más alto. Si bien Colvin de Silva, N. M. Perera y Leslie Goonewardene exigieron cargos ministeriales en el gabinete de Madame Bandaranaike, ¡Moreno y Coral se quedaron satisfechos con arrodillarse ante Perón! Pero para los marxistas esta no es una “diferencia” que les dé más credibilidad.

Ningún partido que haya llevado a cabo el tipo de traición del cual es culpable el PST ha podido revivir. No hay condiciones objetivas que puedan curar a una organización tan completamente contaminada de oportunismo y que recupere su salud política. Estamos tratando con una organización política de la pequeña burguesía democrática, no del proletariado. Para convertir a tal organización en marxista no solo se necesitarían condiciones históricamente excepcionales e inauditas, sino también alquimia.

El nuevo rostro del morenismo

El PST ha vuelto a aparecer en la forma del MAS. Por supuesto, ha habido importantes partidos proletarios que fracasaron en sus primeros esfuerzos para tomar por asalto las murallas de la sociedad burguesa. Tales partidos generalmente han sometido sus experiencias a análisis despiadados y, cuando se han presentado oportunidades nuevas, regresaron fortalecidos al campo de batalla. ¡Pero las “Tesis fundacionales de la LIT-CI”, que no es más que un frente internacional para las operaciones de los líderes del MAS, no realizan ninguna evaluación del golpe de Estado de 1976!

En cambio, se glorifica a sí mismo, proclamando “El salto dado por el PST durante la crisis revolucionaria de 1969-76 fue un factor decisivo en el desarrollo del trotskismo en Brasil, Colombia y otros países”. ¿Y qué tal en Argentina? Aparentemente, no hubo ningún salto para el trotskismo ahí porque, después del golpe de 1976, los líderes del PST estaban demasiado ocupados abandonando Argentina y yéndose al exilio. Desafortunadamente, muchos miembros dedicados del PST no pudieron escapar el destino preparado para ellos por las traiciones de sus dirigentes.

Una organización que no incorpora en sus fundaciones una evaluación honesta e inequívoca de su papel en la experiencia más crucial del proletariado —uno de los eventos más trágicos en la historia argentina moderna— no merece más que desprecio.

Los “10 principios” enumerados por Slaughter para justificar la unificación del WRP con el MAS/LIT-CI incluyen denuncias rituales contra el estalinismo. “Su política internacional”, escribe Slaughter, “ejecutada a través de los partidos estalinistas del mundo y las agencias burocráticas estatales, traiciona la revolución proletaria, perpetúa el cerco imperialista y, consecuentemente, pone en peligro las conquistas de octubre”.

Eso no es todo: Slaughter también declara: “La derrota del imperialismo exige la estrategia y las tácticas de hacer que la clase obrera rompa con las direcciones estalinistas y reformistas”, y en otro pasaje insiste en, “La lucha por la derrota del estalinismo y la burocracia, y el rechazo de todas las formas de capitulación ante el estalinismo y de compromisos con este”.

Estas palabras militantes han sido endosadas por los líderes actuales del MAS y el propio Moreno poco antes de morir, ¡su último engaño! A pesar de estas palabras, todos los firmantes están dedicados a tumbar todas las barreras políticas y organizativas entre ellos y el estalinismo. A pesar de que no lo diga abiertamente, Slaughter decidió hace mucho que trabajaría para disolver el WRP dentro del estalinismo. En noviembre de 1985, en la notoria reunión en el Friends Hall de Londres, Slaughter sufrió una grave quemadura en los dedos cuando su indiscreto apretón de manos con el réprobo estalinista Monty Johnstone provocó una tormenta de protesta de los simpatizantes del CICI que no habían sido expulsados del WRP. En una respuesta memorable a la acusación directa de que Slaughter estaba trabajando secretamente con los estalinistas, calificó su negación advirtiéndole al Comité Internacional, “Si fuera cierto, no les diría de todos modos”.

En el año desde la escisión del WRP con el Comité Internacional, Slaughter ha dado pasos gigantes para hacer avanzar su agenda no declarada. La unificación con el MAS vinculará directamente al WRP con una organización que colabora abiertamente con el Partido Comunista de Argentina. El MAS actualmente es parte del llamado Frente del Pueblo (FREPU), una organización cuyo nombre ya anuncia una traición. ¡El FREPU es una alianza electoral sin principios compuesta por el MAS, el Partido Comunista y pequeñas organizaciones nacionalistas pequeñoburguesas conocidas conjuntamente como el “peronismo combativo”!

Por ende, habiendo creado el FREPU, Moreno falleció con el conocimiento de que pudo sentar las bases políticas para las derrotas futuras de la clase obrera argentina. De hecho, tan solo le faltó una misión antes de que su muerte abreviara su oportunismo incorregible: viajar por todo el mundo visitando varias organizaciones centristas para darle al MAS/FREPU una cubierta internacional “revolucionaria”.

Un tributo que la Workers Pressdecidióno publicar

Cuando Moreno falleció, los estalinistas argentinos le rindieron un tributo completo para agradecerle por sus servicios. Jorge Pereyra, el secretario organizacional del PC, abrazó entre lágrimas al actual líder del MAS, Luis Zamora. Este conmovedor momento quedó grabado en una fotografía que apareció bajo el titular “Gracias, compañeros del PC” en un número especial conmemorativo en el diario del MAS Solidaridad Soialista, fechado 10 de febrero de 1987.

En el mitin conmemorativo, Pereyra, encabezando la delegación estalinista, declaró: “Moreno no solo fue el fundador de su partido, sino uno de los cofundadores del inicio del camino frentista por la liberación nacional y social”.

En un mensaje oficial al MAS, el secretario general del PC, Althos Fava declaró:

Ante la dolorosa pérdida de Nahuel Moreno, distinguido fundador de su partido, y líder de las luchas políticas y sindicales de nuestro país, y de otros países hermanos, les enviamos nuestra más sentida y fraterna solidaridad.

Aparte de las diferencias bien conocidas y entendibles que existían y existen entre nuestros partidos, la importancia de nuestra lucha común, que culminó en años recientes en la construcción y el desarrollo del Frente del Pueblo, un verdadero hecho político en nuestro país, no puede ser ignorada. El FREPU se presenta como una alternativa viable al bipartidismo, enfrentando las políticas entreguistas y de dependencia de los dos partidos principales.

Nahuel Moreno ha contribuido mucho a este esfuerzo y a este trabajo conjunto para concretizar el objetivo frentista y revolucionario. Por ende, nos deja esta actitud y ejemplo unificadores para los días y las luchas que se avecinan: algo difícil, no cabe duda, pero de grandes perspectivas.

Reciban, entonces, queridos compañeros, la resignación, la solidaridad y el saludo fraterno de nuestro Partido.

A pesar del hecho de que el Workers Press publicó mensajes de todo el mundo sobre la muerte de Moreno, Slaughter consideró aconsejable ocultarles este a los miembros del WRP. Tampoco publicó el “saludo” oficial del MAS (como fue llamado en la prensa morenista) al Decimosexto Congreso del Partido Comunista de Argentina, el cual fue reproducido el 11 de noviembre de 1986 en Solidaridad Socialista. Jorge Guidobono del MAS afirmó:

En primer lugar, quiero transmitirle a este importante congreso del Partido Comunista el caluroso saludo del Comité Central del MAS y uno personal del compañero Luis Yamoa, quien hubiera querido estar aquí con ustedes hoy, pero que tuvo que marcharse a la gloriosa primera línea en la lucha contra el imperialismo que es Nicaragua.

Es un saludo a un partido que ha tenido la valentía de rectificar posturas políticas sostenidas por muchos años y que lo ha hecho en el contexto de una intensa polémica, ese fuego en el que, de acuerdo con Lenin, se forja la política correcta y se educan a los militantes revolucionarios.

Existe una segunda razón, que es extremadamente fundamental, de nuestro saludo al XVI Congreso de los comunistas y esta es que el Congreso ha sido una ratificación de su voluntad a seguir construyendo conjuntamente esta formidable arma a la cual dimos origen hace poco más de un año, el Frente del Pueblo.

Todo debate a lo largo del XVI Congreso ha sido seguido con mucha atención por aquellos de nosotros que afirmamos ser marxistas leninistas.

Pero las fuerzas enemigas también han estado prestando atención e intentando por todos los medios posibles lograr su objetivo más deseado que es dividir a la izquierda.

Muchos han actuado por este fin. Desde el presidente Alfonsín, con sus discursos contra el PC y el MAS, hasta los escribas en la nómina de los explotadores que se han dedicado a buscar todas las posibles diferencias entre nuestros dos partidos, con el objetivo de intentar ganar ventaja y poder dividir el Frente del Pueblo.

Seguramente ustedes, así como nosotros, podrían añadir algunas diferencias más a las que mencionan esos mercenarios.

Pero, todos somos conscientes de que tendremos que discutir estas diferencias —y las nuevas que la vida frentista presentará— comenzando por el acuerdo fundamental e innegable: la defensa de lo que nos une, la intransigente demanda del FREPU de sus 23 puntos programáticos, de la práctica frentista que hemos empezado a iniciar y que estamos listos para mantener y profundizar.

El Gobierno y los explotadores nos atacan por una razón muy simple: mientras siguen pagando la deuda extranjera y aplicando el Plan Austral, el movimiento obrero seguirá luchando de una manera cada vez mayor, así como lo hace ahora.

Si estas luchas y estos procesos de radicalización encuentran en la izquierda unida una conducción alternativa, cambiará el panorama político argentino y la propuesta bipartidista radical-peronista, apoyada por sus agentes en la burocracia sindical en todas sus variantes, se verá enterrada en la basura de la historia.

Lo que estas personas no pueden comenzar a entender es que, si bien son piratas que se disputan el botín saqueado a los trabajadores, la polémica en la izquierda se trata de la mejor forma de prevenir que el país se subordine continuamente más al imperialismo, que sus trabajadores estén cada vez más empobrecidos o cómo prevenir que el imperialismo suma a la humanidad en la miseria y lo lleve al borde de un holocausto nuclear como Reagan amenaza ahora.

Por esta razón, con la misma energía con la que defendemos todos los avances hechos por la clase obrera en el mundo, comenzando por una defensa incondicional de las conquistas de la gloriosa Revolución de Octubre, también seguiremos impulsando este extraordinario avance que es el FREPU, el medio por el cual marchan los trabajadores hacia su independencia política y dejan de votar por los partidos de sus jefes, la derecha.

La tarea del momento es consolidar el FREPU y expandirlo con base en nuestro programa de 23 puntos.

Para ello es necesario estar aún más junto a todos los trabajadores y el pueblo en lucha, es necesario que el FREPU no solo esté presente, sino que comience a desempeñar un papel cada vez mayor como parte importante de una nueva dirección sindical opuesta frontalmente a todas las variantes burocráticas y que responda a las necesidades combativas y a la democracia sindical que los trabajadores exigen hoy.

Para intervenir en estas luchas y también librar una batalla política, es necesario avanzar considerablemente en la formación de comités de base del frente, en cada fábrica, industria, universidad, colegio y barrio. Estos comités, compuestos por todos los camaradas que pertenezcan al FREPU son el brazo del Frente para tomar su programa y política y darle cuerpo en el movimiento de las masas.

Un nuevo eje centrista para las traiciones de la clase obrera

El significado de la unificación entre el WRP y el MAS se vuelve completamente evidente. Para los morenistas, es una forma de obtener una cubierta internacional “trotskista” para sus preparativos conscientes de la próxima traición contra la clase obrera argentina. A fin de apaciguar la ansiedad de los que sospechan que el MAS está siguiendo el camino de la derrota y para acallar a los que acusen a los líderes de una traición, los pequeños burócratas a la cabeza del MAS están intentando apuntalar su prestigio con referencias a su apoyo internacional cada vez mayor.

Asimismo, un editorial publicado por el MAS en el número de diciembre de su revista teórica Correo describe al WRP como, “con creces, la organización trotskista más fuerte con las mayores tradiciones en Inglaterra, cuyo proletariado es uno de los más militantes del mundo”. La ironía de este homenaje no es poca, considerando que los dirigentes del WRP no han escatimado esfuerzos durante los últimos 18 meses para denigrar toda la historia de su organización. Consta que Slaughter declaró que “el WRP fue transformado en el burdel privado de Healy”.

En un intento completamente engañoso de vender el WRP a los trabajadores argentinos y, lo que es aún más relevante, a sus aliados pequeñoburgueses nacionalistas, el MAS está representando a Slaughter y compañía como héroes proletarios de la guerra de las Malvinas de 1982. Una declaración conjunta del WRP y el MAS afirma fraudulentamente que el WRP adoptó una “postura de principios” sobre las Malvinas tras “anular” la “postura neutralista” de Healy.

Como todos los otros mitos creados por Slaughter para justificar su historia de traiciones, esta tampoco sobrevive a la mínima investigación. En primer lugar, describir la postura del WRP como “neutralista” es políticamente falso. Lo que declaró realmente el News Line es que Argentina estaba actuando las Malvinas como un “Estado clientelar” del imperialismo estadounidense para apoderarse de los yacimientos petroleros controlados por Reino Unido (¡!) y establecer una base para el Pentágono. Esta línea escandalosa y chauvinista no provocó ninguna protesta por parte de Slaughter, quien se sentía cómodo envuelto en la Union Jack, la bandera británica.

De hecho, fue Banda quien cambió la línea, asegurándose cautelosamente de impedir cualquier discusión dentro del partido sobre el tema y, en especial, cualquier crítica a la conducción. Cuando un miembro se quejó del encubrimiento, fue expulsado sumariamente.

Describir la nueva línea adoptada bajo la dirección de Banda como “principista” es una burla del marxismo. Después de dar un respaldo velado al imperialismo británico, el WRP cayó en un apoyo acrítico a la dictadura argentina. El News Line declaró que un partido “trotskista” en Argentina “apoyaría incondicionalmente a la burguesía argentina” e incluso que “formaría un frente único con la junta militar burguesa”. Presentó de manera elogiosa los discursos de generales que ahora están encarcelados como Leopoldo Galtieri, presentando a estos asesinos y torturadores como “antiimperialistas” auténticos.

El hecho de que los morenistas acepten esto como una “política principista” no es sorprendente. De acuerdo con su forma pequeñoburguesa, esta fue la línea que ellos mismos adoptaron, desacreditándose ante las masas y ayudándole a Alfonsín a recoger los pedazos de la colapsada junta ante la ausencia de cualquier alternativa proletaria revolucionaria.

En lo que solo puede ser descrito como manchar el nombre del internacionalismo, la reciente declaración conjunta no compromete al WRP a nada más que intentar “presionar” a un “futuro gobierno laborista” en relación con las Malvinas, mientras que el MAS meramente “denuncia” al gobierno de Alfonsín. Se puede asegurar con certeza que una alianza pequeñoburguesa centrista como esta no sobrevivirá los próximos disparos enfadados en las Malvinas.

Solo hace falta añadir un punto adicional: mientras que el WRP se encontraba sumido en una crisis por la guerra de las Malvinas, las otras secciones del Comité Internacional llegaron a una línea política correcta. En Estados Unidos, la Workers League entendió que el Gobierno de Reagan estaba apoyando a Thatcher en la guerra de las Malvinas y llamó, desde el inicio, a la derrota del imperialismo estadounidense y británico.

Reconociendo el papel protagonista de Slaughter en orquestar la escisión con el Comité Internacional y en socavar las bases trotskistas del WRP, los mercenarios neoestalinistas que dirigen el MAS le rinden un tributo especial, declarando que los líderes del WRP “gozan de la envidiable influencia marxista de los intelectuales ingleses, quienes han hecho importantes contribuciones al marxismo en años recientes”. De este modo, los líderes del MAS buscan intimidar a sus críticos revolucionarios en Argentina, proclamando que los “grandes marxistas ingleses” como Cliff Slaughter han respaldado su línea política. Esperamos que no falte mucho tiempo para que los trabajadores avanzados de Argentina entiendan que no hay nada que puedan aprender de Slaughter ni su séquito académico. ¡Cuanto antes, mejor!

Esto también es cierto para el WRP. Ya no hay ningún misterio sobre el significado de la escisión con el Comité Internacional. La unificación con el MAS no es nada más que la ruta internacional necesaria, trazada por Slaughter, para que el WRP llegue pronto a la misma política de colaboración con el estalinismo y el frentepopulismo en Inglaterra que ya plantean sus nuevos aliados en Argentina.

El hecho de que el WRP esté entrando en una alianza internacional con una organización cuya actividad conjunta se basa en una alianza frentepopulista con los estalinistas significa que se desarrollaran líneas similares de trabajo en Reino Unido. Cualquiera en el WRP que sea tan ingenuo como para creer que tal cosa es imposible simplemente no ha intentado resolver la lógica política de la política internacional de su organización.

Si es aceptable que los “compañeros internacionales” del WRP trabajen con los estalinistas en un frente popular electoral, junto con otras organizaciones pequeñoburguesas, ¿por qué debería ser impermisible adoptar las mismas formas de trabajo en Reino Unido? El WRP no tardará en enviar a observadores y delegados a las reuniones y conferencias del Partido Comunista de Gran Bretaña. El llamado popular antiimperialista constituye la estrategia básica internacional de los morenistas. No se involucrarían en una fusión con una organización que tenga la intención de oponerse a ellos en esta cuestión e interrumpir sus actividades en Argentina y el resto de Latinoamérica. Es más, buscarán implementar esta política, con la ayuda de Slaughter, dentro del WRP.

No es una cuestión de que esta perspectiva sea o no compartida por los muchos bobos y crédulos del WRP. Es la perspectiva de Slaughter, el verdadero líder político e ideológico del WRP. El profesor de Bradford tiene un desprecio infinito hacia las desorientadas bases pequeñoburguesas cuya desmoralización, confusión, subjetivismo e ignorancia ha aprovechado tan diligentemente durante los últimos 18 meses. Slaughter está más que dispuesto a tratar con ellos “sin cuartel” y cuando descubran la horrible verdad demostrará que de ninguna manera ha agotado su repertorio de trucos sucios para puñaladas por la espalda.

Las predicciones del CICI fueron confirmadas

El Comité Internacional conoce precisamente el tipo de animal político del que se está ocupando. Tenemos un historial probado de anticipar las maniobras de este renegado prevaricador antitrotskista. Permítannos citar la carta del 2 de diciembre de 1985 del camarada Peter Schwarz de la sección alemana del CICI al Comité Central del WRP, redactada inmediatamente después de la reunión en Friends Hall. Refiriéndose al discurso de Slaughter, Schwarz escribió, “No puedo interpretar este discurso como algo más que una indicación clara de que el camarada Slaughter quiere escindirse del CICI completamente y reincorporarse al pantano revisionista y estalinista”.

Schwarz añadió:

Tras observar de cerca las acciones del camarada Slaughter durante las últimas seis semanas, me siento cada vez más convencido de que sigue su propia trayectoria política, la cual no quiere discutir con nadie, sacando provecho así de la confusión política que prevalece en el WRP tras la expulsión del grupo de Healy para despedazarlo (Fourth International, otoño de 1986, págs. 73-74).

El 11 de diciembre de 1985, el Comité Político de la Workers League respondió a la apología de G. Pilling sobre el apretón de manos de Slaughter con Johnstone en Friends Hall y de su defensa de discusiones con los estalinistas. Escribió al Comité Central del WRP:

Lo que ocurrió en Friends Hall no fue una reunión; fue una perspectiva. Lo que puso al descubierto este encuentro es un giro hacia lo que el SWP llamó una vez “reagrupamiento”, es decir, el abandono del trotskismo a favor de alianzas carentes de principios con radicales, revisionistas y estalinistas de toda índole. Esta orientación hacia la derecha fue planteada explícitamente en el número del News Line del 6 de diciembre de 1985, donde Pilling escribe: “No tenemos absolutamente nada que temer de la discusión más abierta y amplia con el estalinismo”. ¿Y qué quieren discutir Pilling y Slaughter con el estalinismo? La crisis dentro del WRP. Una cosa es que los trotskistas se acerquen a los trabajadores estalinistas de base e intenten hacer que rompan con las políticas contrarrevolucionarias de la burocracia soviética. Otra muy distinta es “discutir” los problemas internos del WRP con alguien que el propio Pilling describe como un “notorio estalinista”. Tal discusión puede tener un solo objetivo: explorar las posibilidades de trabajar conjuntamente y de una integración futura. Sería una de las grandes ironías de la historia si el programa de reagrupamiento que al menos algunos líderes del WRP están considerando en privado fuera escrito bajo el título de la “Moral revolucionaria” (Ibid. pág. 99).

La carta continuaba:

El gran peligro que la burguesía debe evitar a toda costa es la existencia de un partido trotskista revolucionario que ofrezca una alternativa a las inevitables traiciones de los socialdemócratas, estalinistas y la izquierda sindical como Scargill. Bajo estas condiciones, cualquier alejamiento del WRP respecto a los principios trotskistas, es decir, un giro hacia un centrismo al estilo del POUM, constituiría un crimen histórico masivo contra la clase obrera (Ibid. pág. 100).

Cuando les llegaron estas cartas de la Workers League y la sección alemana del CICI, pensadores políticos del WRP tan perspicaces como Simon Pirani y David Bruce las denunciaron, tildándolas de “mentiras”. Pero la prueba del tiempo ha justificado el pronóstico marxista del Comité Internacional y ha expuesto la miopía política de los empiristas pequeñoburgueses del Comité Central del WRP, cuya vista nunca fue más allá de las narices por las que Slaughter los llevaba.

Permítannos citar algunas otras observaciones nuestras: aquellas relacionadas a la importancia política de la feroz campaña que Slaughter inició en esa misma reunión en Friends Hall contra la investigación Seguridad y la Cuarta Internacional. Esta es una cuestión particularmente oportuna, dado que la denuncia categórica de Seguridad y la Cuarta Internacional constituye uno de los “10 principios” incorporados en la plataforma de “reorganización” del WRP.

En una resolución fechada el 27 de enero de 1986, que denuncia el rechazo de la autoridad política del Comité Internacional por parte del WRP, el Comité Central de la Workers League advirtió, “Existe una lógica política profunda detrás de este odio hacia Seguridad y la Cuarta Internacional … No es posible ninguna discusión con los estalinistas y los revisionistas en Reino Unido a menos que los renegados del WRP repudien Seguridad y la Cuarta Internacional” (Ibid. pág. 123).

El 2 de febrero de 1986, David North dirigió una carta a la dirección del WRP que comenzaba así:

En las últimas semanas, la mayoría del Comité Central del WRP inició una campaña para desacreditar la investigación de una década por parte del Comité Internacional sobre las circunstancias en torno al asesinato de León Trotsky y la infiltración de la Cuarta Internacional por parte de los agentes del imperialismo mundial y sus lacayos estalinistas.

Esta campaña es parte de un ataque más general contra toda la historia del Comité Internacional, con el cual está decidido a romper la dirección del WRP. La conducción de Slaughter-Banda ya entró en contacto con grupos revisionistas en Europa y EE.UU. y estará trabajando abiertamente en busca de un reagrupamiento con los pablistas y organizaciones estalinistas no bien se complete su ruptura con el CI (Ibid. pág. 139).

Otro artículo de North publicado en el número del Bulletin del 21 de febrero de 1986 analizaba la escisión del WRP del Comité Internacional y advertía directamente: “Además de las consideraciones facciosas inmediatas”, el objetivo de la campaña de Slaughter contra Seguridad y la Cuarta Internacional era “trabajar por la rehabilitación política del estalinismo para justificar su colaboración con los agentes de la burocracia soviética” (Ibid. pág. 156).

Con la decisión del WRP de unirse a los morenistas, esta predicción también fue completamente confirmada.

Ahora, permítannos hacer otra predicción o, de hecho, una advertencia: la finalización de la unificación con el MAS/LIT-CI transformará muy rápido la fisionomía política del WRP hasta volverse irreconocible. Las celebraciones atolondradas de la nueva alianza ni siquiera se habrán acabado cuando el impacto de la unificación resulte en un violento giro a la derecha. Le seguirán escisiones y expulsiones en la medida en que el WRP se vea invadido por fuerzas de la clase media, siguiendo el aroma del frentepopulismo incipiente y manifestando su hostilidad inequívoca al trotskismo. De la noche a la mañana, aparecerán rostros nuevos y extraños, y líderes de orígenes inciertos. Lo que quede de los “viejos trotskistas” del WRP, en la medida en que intenten aferrarse a los principios que inspiraron sus luchas pasadas, no sobrevivirá el brusco traslado a nuevas costas políticas.

Una calurosa bienvenida para los renegados

Nuevamente, Slaughter busca preparar conscientemente el terreno para este proceso. Ese es el significado de la resurrección de escorias de clase media como Peter Fryer.

Su nombramiento como columnista freelance no es algo inconsecuente como quizás lo vean algunos ingenuos del WRP. Este es un hombre que rompió decidida y violentamente con la Cuarta Internacional hace más de un cuarto de siglo, involucrando una provocación y denuncias contra la Socialist Labour League en la prensa capitalista, en medio de una feroz caza de brujas de los laboristas de derecha contra los trotskistas británicos.

Esta provocación fue tan seria que preocupó al movimiento trotskista en todo el mundo. Citaremos un análisis extenso de este evento que apareció en las páginas del Militant, publicación del SWP estadounidense, el 4 de enero de 1960. Su autor fue Murray Weiss:

Un grupo de estos intelectuales críticos del trotskismo gira en torno a la revista New Reasoner que ya aparece como la New Left Review después de una fusión con Universities and Left Review. Este grupúsculo que se hace llamar la “Nueva Izquierda” está compuesto por intelectuales que pertenecían al PC y rompieron con el estalinismo durante la reorganización que siguió a las revelaciones de Kruschev y la Revolución húngara.

El trotskismo los atrajo, pero al mismo tiempo lo encontraron —repulsivo—. Profesan detectar en el movimiento trotskista la continuación moderna de muchos de los males antiguos que involucran generalmente disciplina, centralismo, entre otros. La evolución de estos intelectuales ciertamente no ha concluido y uno puede anticipar que profundizarán su pensamiento sobre esta cuestión. El SLL asume una actitud amigable hacia ellos, urgiéndoles que discutan las cuestiones fundamentales de principios del marxismo y que participen en las luchas de la clase obrera.

Un miembro prominente de este grupúsculo general de intelectuales radicales británicos, Peter Fryer, recientemente se distanció de la SLL tras varios años de estar asociado como uno de sus principales escritores. Inicialmente, no ofreció ningún motivo político para explicar su giro: luego, en declaraciones a la prensa, acusó a la dirigencia de la SLL de emplear “métodos estalinistas” (ver el Militant, 14 de diciembre). Su evidencia es trivial y confusa, y está colmada de la inferencia de que su propia insatisfacción debería bastar como prueba.

La escisión de Fryer desencadenó una nueva serie de campañas antitrotskistas entre los centristas. Por ejemplo, el semanario del Independent Labour Party, Socialist Leader, menciona el 21 de noviembre de 1959 la retirada de Fryer. Esta edición realmente arremete contra la amenaza del trotskismo. Un titular llamativo en la primera plana anuncia, “El estalinismo en nuevas prendas”. El artículo supuestamente trata de la Asamblea Nacional del Partido Laborista, pero el tema real es el villano trotskista, Gerry Healy, un sanguinario canalla si se les cree. Este es un pasaje representativo: “Gerry Healy, el dirigente trotskista de la vieja línea burocrática, que con su sudorosa cabeza calva se pronunció en un estilo más apropiado para una reunión de guerrillas campesinas que una conferencia obrera del siglo veinte”. …

La Socialist Labour League, como puede verse, se enfrenta a una combinación formidable que varía entre las secciones más reaccionarias de la prensa capitalista hasta los centristas [Weiss se refería aquí a los pablistas] y a sectarios que buscan ventajas facciosas sin importar su costo para el movimiento socialista británico.

Pero la SLL ha demostrado su capacidad para resistir el ataque. Está ganando influencia a pesar de los golpes provenientes de todos los cuarteles. Y se está ganando la admiración de combatientes socialistas honestos en todas partes.

Estamos seguros de que los trotskistas británicos seguirán presentando una versión tan buena de ellos mismos en el futuro como lo han hecho hasta ahora en esta batalla. Desearíamos poder hacer más para ayudarlos.

El otro artículo del Militant sobre este tema que Weiss menciona trataba de una carta que Healy le escribió a Fryer después de que este último hiciera público su ataque a la SLL. Indicó:

La respuesta de Healy es una medida de la madurez de la dirección trotskista británica y de su objetividad. No aparece ninguna palabra de enojo ni rencor en la carta abierta de Gerry Healy al camarada que había recibido tan calurosamente y al cual le había dado tanta confianza…

Uno pensaría que la carta abierta de Healy… sin duda será respaldada ampliamente por la evaluación reflexiva que muestra hacia uno de los bienes más apreciados del movimiento socialista —sus intelectuales— y, cabe añadir, por su firmeza al rehusarse a hacer cualquier concesión cuando uno de ellos se escapa.

El autor de este tributo a Healy fue… Joseph Hansen. En un lapso relativamente corto, cuando el SWP giró decididamente hacia una reunificación con los pablistas, Hansen denunciaría vengativamente a la SLL y se solidarizaría retroactivamente con Fryer y otras “víctimas” similares del “sectarismo” de Healy.

Ahora, Fryer ha sido rehabilitado por Slaughter, quien afirmó falsamente que este viejo antitrotskista fue expulsado del movimiento por Healy. Como alguien con innumerables lazos con todo tipo de radicales pequeñoburgueses, nacionalistas negros, esnobs universitarios, etc., Fryer es un polo de atracción para muchos de los parásitos antitrotskistas que Slaughter está buscando para fortalecer a la derecha y allanar el camino del WRP hacia una experiencia frentepopulista sin límites. En sí, el hecho de que Fryer denunciara hace tiempo la invasión soviética de Hungría y retenga ciertas credenciales “antiestalinistas” desvanecidas no omite su valor para cementar una alianza frentepopulista. Todo lo contrario: los pequeñoburgueses demócratas como él son los abanderados morales que encabezan sus desfiles.

Fryer, si bien no es miembro del WRP y no es objeto de ninguna disciplina política, recibió una columna de opinión semanal en el Workers Press. Utiliza este atracadero especial como una base para arrojar vómito antileninista y ataques insidiosos contra los miembros del WRP. Tiene la libertad de desafiar la definición de Lenin del Estado capitalista y ridiculizar a los miembros del WRP que defiendan concepciones marxistas.

Se están apretando las tuercas

A diferencia de la libertad concedida a Fryer, ya se están dando pasos para suprimir los puntos de vista políticos que se contrapongan a los requisitos no declarados para la unificación del WRP y el MAS. Aquellos en el WRP que pensaron que la expulsión de Healy inició un nuevo capítulo de democracia interna en el partido se van a llevar la sorpresa de su vida en la medida en que Slaughter ajuste las tuercas. Descubrirán lo que significa vivir en un partido que vira hacia el frentepopulismo. Es aconsejable que los miembros del WRP examinen el significado del último párrafo de la declaración del Comité Político del WRP, publicada el 14 de marzo en el Workers Press, que aborda las presuntas “calumnias contra la Brigada Simón Bolívar”. De la nada, magnifican ese episodio de la retorcida historia del morenismo y lo convierten en el pretexto para implementar un régimen de censura. El Comité Político advierte:

Aceptamos un debate político honesto sobre estas cuestiones de vida y muerte, pero no permitiremos que la Workers Press se convierta en un vehículo de calumnias contra los revolucionarios que arriesgaron y, en algunos casos, perdieron sus vidas en la Revolución nicaragüense.

¡Una declaración completamente asombrosa! ¿Desde cuándo los trotskistas consideran impermisible criticar la política de una tendencia porque sus miembros sufrieron bajas en la batalla? El hecho de que incontables estalinistas perdieran sus vidas, a menudo de manera heroica, nunca ha impedido que los trotskistas denuncien la naturaleza contrarrevolucionaria de la burocracia soviética y sus partidos asociados. Son los estalinistas, como los de Chile, los que invocan la memoria de los muertos para silenciar a sus críticos.

Es más, durante meses y meses, la Workers Press ha tolerado y promovido ataques contra Lenin, Trotsky, la Revolución rusa y los principios más fundamentales de la Cuarta Internacional. Se permite que Peter Fryer presuma de que no “acata” ninguna línea partidaria. ¡Pero, de repente, Slaughter pone orden en cuanto a la Brigada Simón Bolívar! Por supuesto, este tan solo es un pretexto para que Slaughter pueda cumplir sus objetivos políticos no declarados y reaccionarios.

No solo se prohibirán las discusiones sobre la Brigada Simón Bolívar. Solo es cuestión de tiempo para que se haga una advertencia similar a todos los que critiquen la línea de los morenistas en Argentina, especialmente durante el periodo del golpe de Estado, ¡alegando que es un insulto a los mártires caídos del PST! Y no solo eso: aquellos que intenten criticar a Scargill serán acusados de alterar la unidad de las fuerzas de la izquierda en la clase trabajadora.

Debería quedarles absolutamente claro a todos en el WRP que guarden cualquier devoción a los principios políticos del trotskismo que el verdadero objetivo de lo que Slaughter llama insolentemente una “reorganización” de la Cuarta Internacional no es más que un intento de transformarla en un instrumento para el frentepopulismo y nuevas traiciones de la clase obrera.

Ha llegado la hora de que todos los miembros del WRP reexaminen seriamente toda la trayectoria política en la que se han embarcado desde que Slaughter apareció en el escenario del Friends Hall. Deben plantearse honestamente si se unieron al movimiento trotskista británico para acabar un día siendo cómplices de su liquidación dentro del estalinismo y el frentepopulismo. ¿Verdaderamente creen que la respuesta a la crisis que estalló dentro del WRP el 1 de julio de 1985 se encuentra en estrechar lazos con traidores comprobados como los morenistas y los gánsteres contrarrevolucionarios del estalinismo mundial? ¿Realmente creen que antes de octubre de 1985 el WRP, más allá de sus tremendos problemas y contradicciones, fue culpable de crímenes políticos más graves que los perpetrados por los morenistas, para no hablar de los estalinistas?

Para los miembros del WRP que pueden dejar pasar a la ligera la advertencia que está haciendo el Comité Internacional, considerándola exagerada o incluso extrema, los instamos encarecidamente a no solo considerar la evolución completa de Slaughter, sino también la de los otros dos líderes principales del antiguo WRP. Como lo reportó el Comité Internacional ya desde octubre de 1986, el propio Healy se ha vuelto admirador de Mijaíl Gorbachov, sugiriendo que la revolución política comenzó bajo su liderazgo. Luego está la deserción de Michael Banda hacia el estalinismo. ¿Conocen de algún precedente para tal trayectoria en la historia del trotskismo mundial, en la que un líder prominente con décadas de experiencia pasa directamente de la Cuarta Internacional al campo del estalinismo?

¿Cómo es posible que Banda se haya trasladado tan rápido de Clapham al Kremlin? ¿No es esto una indicación tanto de las tendencias orgánicas proestalinistas que se desarrollaron dentro del WRP durante los muchos años de retroceso teórico, cuando el WRP abandonó la lucha contra el revisionismo pablista, como de las enormemente poderosas presiones de clase que se están haciendo sentir en el movimiento revolucionario y están conduciendo a los elementos inestables de la clase media directamente al campo de la contrarrevolución?

Si hay miembros del WRP que consideran que era justificable políticamente tener una alianza con Banda contra el Comité Internacional, entonces hay que decir francamente que esos individuos ya tienen un pie en el terreno de la contrarrevolución estalinista. Por el otro lado, los miembros del WRP que se oponen sinceramente a todo lo que Banda ha llegado a representar deben preguntarse cómo fue que terminaron en una alianza con una tendencia que se dirigía hacia el bando del enemigo mortal del trotskismo. Si bien el movimiento trotskista ha tenido que enfrentarse a bloques carentes de principios en el pasado, la Cuarta Internacional no ha presenciado una exposición tan veloz y devastadora de una alianza política reaccionaria desde que Burnham abandonó a Shachtman para repudiar el socialismo y colocarse al servicio del imperialismo estadounidense.

En enero y febrero de 1987, el WRP estaba demasiado ocupado atacando al Comité Internacional como para darse cuenta de quién les estaba dando las municiones. Las implicaciones contrarrevolucionarias de “Las 27 razones” de Banda no fueron comprendidas, ni siquiera por aquellos que ahora dicen oponerse a ellas. Aún después de la deserción de Banda, no ha habido ningún análisis serio del significado político de este acontecimiento. Lo que esto significa es que los poderes de resistencia al estalinismo dentro del WRP han quedado drásticamente erosionados tras años de oportunismo nacionalista.

Debemos advertir a los miembros del WRP: en su desquiciada prisa por romper con el Comité Internacional, no se preguntaron hacia dónde iban ni quién los estaba liderando; ahora en su igual de apresurada carrera para unirse a los morenistas, siguen sin hacerse las mismas preguntas cruciales. Se olvidaron demasiado fácilmente de que, en esta campaña contra el Comité Internacional, el general Slaughter —quien sigue siendo su estratega jefe (por más lejos que coloque su bien camuflada tienda de la batalla)— utilizó a Banda y a Dave Good como un tipo de armas bacteriológicas contra el trotskismo. Luego, la ruptura de Slaughter con Banda ocurrió exclusivamente en torno a una disputa organizativa del carácter más sórdido. Pasaron varios meses después de la expulsión de Banda sin ningún anuncio público por parte del WRP. No fue hasta que Banda se declaró partidario del estalinismo que Slaughter se sintió obligado a escribir una breve columna titulada llamativamente “¿Hacia dónde se dirige Banda?”, como si alguien tuviera alguna duda sobre su nuevo domicilio político.

El hecho es que Slaughter no tiene ninguna diferencia política fundamental con Banda en cuestiones de principio. Su única preocupación es que el carácter bocón y el apuro imprudente de Banda desacrediten la operación de Slaughter y frustren la realización de su agenda. En cualquier caso, la ruptura con Michael Banda no es tan fundamental como les pueda parecer a los miembros del WRP. No sabemos de nada que Michael Banda haya dicho que lo descalifique para pertenecer al Partido Comunista de Argentina y, consecuentemente, al FREPU morenista-estalinista. Además, puede que no sea necesario que Bill Hunter viaje hasta Buenos Aires para encontrarse con él. Por ejemplo, si los hermanos Banda deciden unirse al Partido Comunista de Gran Bretaña, no es inconcebible que le den a uno de ellos la oportunidad de presentar los saludos de los estalinistas británicos a un congreso futuro del WRP.

El CICI ha defendido el trotskismo

Desde el inicio de la crisis dentro del WRP, el Comité Internacional se mantuvo fiel a la colaboración política con todos los que quisieran resolver los problemas difíciles y recuperar la buena salud del partido, que considerábamos propio. Después de todo, desde 1982, la Workers League había buscado discutir las cuestiones políticas fundamentales con la conducción del WRP. No fue North quien saboteó esa discusión, sino Healy, Banda y Slaughter.

Entre octubre de 1985 y febrero de 1986, el Comité Internacional hizo todo lo posible para mantener relaciones fraternas con el WRP. Siempre estuvimos dispuestos a discutir objetivamente todas las cuestiones planteadas por el estallido político dentro del WRP, dentro del marco de una defensa de las bases programáticas y las conquistas teóricas del Comité Internacional. No obstante, no nos íbamos a doblegar ante aquellos que querían sacar provecho de la impresión inicial y traumática que tuvo la crisis en sectores grandes de miembros del WRP para socavar e incluso desechar las lecciones cruciales de la larga lucha emprendida por el CICI en todo el mundo contra el pablismo.

Por esta misma razón, como debería quedarles claro a todos aquellos en el WRP que siguen interesados en los principios revolucionarios, el Comité Internacional y la Workers League fueron sometidos a una caza de brujas sin precedentes. Se intentó todo para envilecer al CICI y sus secciones y para imposibilitar una discusión. El camarada Dave Hyland, quien desempeñó un papel absolutamente honorable, como todos lo saben, en la lucha por exponer los abusos de Healy y que luego formó, con el permiso del Comité Central al cual pertenecía, una facción minoritaria basada en una defensa explícita de los principios trotskistas fundamentales, fue objeto de una violación de sus derechos más básicos bajo los estatutos del WRP. Los simpatizantes de la minoría, incluyendo a los mismos jóvenes camaradas que fueron las víctimas principales del comportamiento despreciable de Healy, fueron sometidos a un hostigamiento sistemático e incluso, en algunos casos, a violencia física.

Y, el 8 de febrero de 1986, en un acontecimiento que por lo que sabemos es inédito en el movimiento trotskista, llamaron a la policía para impedir que miembros de la facción minoritaria, la cual estaba debidamente constituida, asistieran al congreso del partido ¡al cual habían sido elegidos como delegados! En vísperas de ese mismo Congreso, la Workers Press publicó una denuncia pública contra el CICI, la Workers League y la minoría del WRP.

Tales eventos sin precedentes dentro de una organización que afirma ser trotskista tan solo podrían producirse en condiciones influidas directa y activamente por las fuerzas políticas más reaccionarias. La evolución de la facción de Banda lo demuestra.

Para los miembros del WRP que, cualquiera que haya sido la confusión en el pasado, aún quieran defender el trotskismo, este verdaderamente es el momento. Si no adoptan una postura de principios ahora, su organización será transformada en un apoyo vital para los preparativos contrarrevolucionarios del imperialismo en Reino Unido, Argentina y el resto del mundo. Lo que los trabajadores avanzados de Argentina requieren del movimiento trotskista en Reino Unido no son gestos ceremoniales como la promesa de presionar a un futuro gobierno laborista para que devuelva las Malvinas. En cambio, necesitan la colaboración revolucionaria de trotskistas auténticos para construir una sección argentina de la Cuarta Internacional, cuya línea política es diametralmente opuesta al oportunismo de los morenistas. De este modo, el máximo acto de solidaridad política con el proletariado argentino que el WRP podría llevar a cabo actualmente sería rechazar la propuesta de unificación sin principios. Los miembros del WRP deben actuar para detener el intento de Slaughter de involucrar a todo el WRP en una traición histórica.

Si asumen esta crucial batalla, podrán contar con la asistencia fraterna del Comité Internacional y su sección británica, el International Communist Party.

Pero, independientemente de su decisión, el Comité Internacional seguirá librando una guerra incansable contra todas las formas de centrismo y oportunismo y, a través de esta lucha, construyendo la unidad internacional programática de las fuerzas trotskistas de todo el mundo. El aislamiento impuesto al movimiento trotskista por muchos años será superado por medio de una lucha inflexible contra el oportunismo. Es precisamente en base a estos principios que la Cuarta Internacional obtendrá el apoyo de los trabajadores avanzados y que resolverá de forma decisiva la crisis de dirección revolucionaria.

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