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Haití en estado de sitio tras asesinato del presidente

El primer ministro interino de Haití, Claude Joseph, declaró el miércoles un estado de sitio en todo el empobrecido país caribeño después del asesinato en la madrugada del miércoles del presidente de facto Jovenel Moïse.

Soldados patrullan Petionville donde vivía el difunto presidente haitiano Jovenel Moise en Port-au-Prince, Haití, 7 de julio de 2021 (AP Photo/Joseph Odelyn)

Moïse fue asesinado a tiros a la 1 a.m. por un escuadrón con rifles de asalto de grado militar. Su esposa, gravemente herida, fue trasladada en ambulancia aérea a un centro de traumatología en Florida. Según testigos y una grabación de audio de la redada, los miembros del escuadrón de la muerte hablaban inglés y español.

Los disparos sostenidos fueron precedidos un grito de uno de los miembros del escuadrón en inglés con acento sureño: “¡Operación de la DEA! ¡Todos retrocedan, retírense!”, una aparente artimaña para aparentar ser miembros de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos.

El Departamento de Estado de Estados Unidos negó que los asesinos fueran agentes estadounidenses.

Mientras los asesinos vestidos de negro de Moïse han sido descritos ampliamente como “mercenarios”, hubo indicaciones de un alto nivel de sofisticación en el ataque, así como de aparente apoyo desde dentro del régimen haitiano. Los testigos informaron que se vieron drones sobrevolando la casa del presidente haitiano durante la redada y también se escuchó el sonido de una granada.

La residencia privada de Moïse, donde tuvo lugar el asesinato, se encuentra en el rico distrito Pelerin 5 de Pétionville, un área de villas fortificadas en las colinas sobre la capital, Puerto Príncipe. El único camino está vigilado de forma rutinaria por las fuerzas de seguridad haitianas. La policía militarizada solo llegó al lugar después del amanecer, mientras que los medios de comunicación tenían libre acceso, fotografiando pasamontañas negros abandonados y casquillos en el suelo.

Las calles normalmente concurridas de Puerto Príncipe estaban desiertas el miércoles mientras la población esperaba con pavor una respuesta al asesinato. Los temores justificables van desde una sangrienta represión estatal hasta una escalada de violencia por parte de bandas armadas vinculadas a las fuerzas de seguridad o incluso una intervención armada de Estados Unidos y otras potencias extranjeras.

Con una población de 11 millones, Haití es el país más pobre del hemisferio occidental.

“De acuerdo con el artículo 149 de la Constitución, acabo de presidir un consejo extraordinario de ministros y hemos decidido declarar el estado de sitio en todo el país”, dijo Joseph durante un discurso difundido en las redes sociales el miércoles. Añadió: “Puedes matar al presidente Jovenel Moïse, pero no puedes matar sus ideas”.

La pretensión de que las acciones de Joseph tienen algo que ver con la Constitución es ridícula. En cuanto a las “ideas” de Moïse, no hay indicaciones de que consistiera en algo más que aferrarse al poder y defender los intereses de sus patrocinadores imperialistas.

Joseph está intentando suceder a Moïse, quien fue considerado por la mayoría de la población haitiana como un presidente ilegítimo, incluso cuando Washington, las otras grandes potencias imperialistas y la Organización de Estados Americanos (OEA) continuaron brindándole apoyo.

Moïse asumió el cargo como resultado de elecciones fraudulentas, cuya primera vuelta tuvo que ser anulada en 2015. Se instaló mediante una segunda elección al año siguiente en la que apenas participó el 23 por ciento del electorado. Según la Constitución de Haití, su mandato de cinco años terminó en febrero, pero se negó a dimitir e insistió en permanecer en el poder un año más.

Mientras tanto, buscaba consolidar una dictadura presidencial. Después de que el país no pudo celebrar elecciones parlamentarias, Moïse gobernó por decreto presidencial durante más de un año, y sus nombramientos, incluyendo el de Joseph, nunca fueron aprobados legítimamente. El lunes, Moïse había anunciado que Joseph sería reemplazado como primer ministro por Ariel Henry, un títere estadounidense desde hace mucho tiempo, que habría sido el sexto en ocupar el cargo desde 2017. Con el asesinato del presidente, la línea de sucesión está lejos de ser clara.

Moïse también había reemplazado a los alcaldes locales con sus propios partidarios y se estaba preparando para aprobar un referéndum constitucional ilegal destinado a consolidar aún más una dictadura presidencial y proteger a los presidentes de ser procesados por cualquier delito cometido en el cargo.

Moïse fue el sucesor cuidadosamente elegido de Michel Martelly, un excantante conocido como “Sweet Micky”, quien fue instalado como presidente como resultado de la intervención directa en las elecciones haitianas de 2010-2011 por la entonces secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton. Martelly, al igual que Moïse, tenía estrechos vínculos políticos con exmiembros de la dictadura de Duvalier respaldada por Estados Unidos, que gobernó Haití durante tres décadas antes de que “Baby Doc” Duvalier fuera derrocado por una revuelta popular en 1986. Ambos tenían como prioridad refundar las Fuerzas Armadas de Haití (FAd'H) que fueron disueltas en 1995.

Mientras Martelly recibió el respaldo de los Clinton (Bill Clinton era entonces el enviado especial de la ONU a Haití) para encabezar la recuperación del devastador terremoto de 2010 en Haití, Moïse se presentó como el “Trump haitiano” basándose en sus afirmaciones igualmente sospechosas sobre su supuesto éxito como empresario. Ambos fueron apoyados por Washington debido a su apoyo incondicional a las políticas dictadas por el FMI que subordinan los intereses de las masas haitianas al afán de lucro del capital extranjero en los talleres clandestinos, agronegocios, minería y turismo.

Moïse había enfrentado una oposición masiva en las calles desde 2018, cuando su Gobierno anunció repentinamente un aumento del 50 por ciento en los precios de la gasolina como parte de un programa de “reajuste” del FMI. Las manifestaciones masivas continuaron cuando se supo que unos $4 mil millones en subsidios a la importación de petróleo proporcionados por Venezuela bajo su programa Petrocaribe, supuestamente destinados al desarrollo haitiano, habían sido embolsados por el Gobierno y sus compinches. En el proceso, el corrupto Gobierno haitiano logró solidificar el apoyo de Washington respaldando su operación de cambio de régimen contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Las manifestaciones estallaron una vez más en febrero contra la negativa de Moïse a dimitir después del final de su mandato y su acumulación de poderes cada vez más dictatoriales. La ira popular solo ha crecido a medida que la pandemia de COVID-19 se propaga por el país empobrecido, sin que el Gobierno proporcione una sola vacuna.

En la medida en que las manifestaciones han disminuido, se debe en gran parte a la represión violenta por parte del Gobierno, incluso por parte de bandas criminales vinculadas a la fuerza policial, con figuras de la oposición asesinadas y habitantes de los barrios marginales de Puerto Príncipe masacrados.

Sin duda, reflejando discusiones urgentes dentro del aparato estatal de EE.UU., el Washington Post rápidamente publicó un editorial el miércoles advirtiendo que Haití estaba al borde de la “anarquía”, planteando “una amenaza humanitaria inmediata para millones de haitianos y un desafío diplomático y de seguridad igualmente urgente para Estados Unidos y las principales organizaciones internacionales”. ¿Cuál es la conclusión de la junta editorial del Post ? “Se necesita una intervención rápida y muscular”.

El Post continúa: “Para evitar un colapso que podría tener consecuencias nefastas, Estados Unidos y otras partes influyentes, incluyendo Francia, Canadá y la OEA, deberían impulsar una fuerza internacional de mantenimiento de la paz, probablemente organizada por las Naciones Unidas, que podría proporcionar la seguridad necesaria para que las elecciones presidenciales y parlamentarias avancen este año, como estaba previsto”.

Al parecer, el Post sugiere una reactivación de los “cascos azules” de la Misión de las Naciones Unidas de Estabilización en Haití (MINUSTAH, por sus siglas en francés), que llevó a cabo operaciones militares en las que murieron cientos de personas en varios barrios empobrecidos de Puerto Príncipe entre 2004 y 2017 bajo el mando de generales brasileños. El despliegue de la MINUSTAH también desencadenó una epidemia de cólera, la primera en la historia moderna del país, que se cobró aproximadamente 10.000 vidas.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, emitió un comunicado el miércoles en el que describió el asesinato de Moïse como “atroz” y declaró que “estamos listos para ayudar mientras continuamos trabajando por un Haití seguro”.

El último asesinato de un jefe de Estado haitiano tuvo lugar en 1915, cuando Jean Vilbrun Guillaume fue capturado y asesinado después de que él mismo hubiera ordenado la ejecución masiva de sus oponentes. El día después de su asesinato, el presidente demócrata de Estados Unidos, Woodrow Wilson, ordenó a los marines invadir Haití, donde permanecieron durante casi 20 años, reprimiendo sin piedad una revuelta popular.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha programado una reunión sobre la situación en Haití para hoy.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de julio de 2021)

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