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Perspectiva

El general Milley y el “momento Reichstag” de EE.UU.

“Este es un momento Reichstag, el evangelio del Führer”, les dijo a sus asesores el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, el más alto comandante militar de EE.UU., previo al ataque encabezado por fascistas del 6 de enero al edificio del Capitolio.

En esta foto de archivo del 1 de junio de 2020, el presidente Donald Trump deja la Casa Blanca para visitar la iglesia St. John en Washington. Le siguen de izquierda a derecha, el fiscal general William Barr, el secretario de Defensa, Mark Esper, y el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto (AP Photo/Patrick Semansky, archivo)

El general se refería al incendio del Reichstag de 1933, un supuesto ataque terrorista contra el Parlamento alemán atribuido a un trabajador comunista. Le ofreció a Hitler el pretexto para arrogarse poderes dictatoriales, anular los procedimientos parlamentarios y los derechos democráticos y emprender un reino de terror contra la clase obrera. Luego se demostró que el incendio había sido organizado por la Gestapo nazi.

Esta comparación de las acciones de Trump tras la elección de 2020 al ascenso de Hitler al poder fue reportada en un nuevo libro I Alone Can Fix It: Donald J. Trump’s Catastrophic Final Year [Solo yo lo puedo arreglar: el catastrófico año final de Trump], escrito por los reporteros del Washington Post, Carol Leonnig y Philip Rucker. No fue un comentario aislado ni una hipérbole.

Milley se estaba reuniendo frecuentemente con los otros miembros del Estado Mayor Conjunto que representan el Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada y el Cuerpo de Marines para evaluar la amenaza de un golpe de Estado y elaborar planes de contingencia. No cabe duda de que estas sesiones también buscaban tomar la temperatura política de los cuerpos de oficiales de EE.UU. para determinar el nivel de apoyo a una toma de poder dictatorial entre diferentes sectores de las fuerzas armadas.

Según el libro, Milley “seguía teniendo un malestar en el estómago de que se estaban repitiendo algunas preocupantes etapas iniciales del fascismo del siglo veinte en los EE.UU. del siglo veinte. Percibió ciertos paralelos en la retórica de Trump sobre el fraude electoral y la insistencia de Adolf Hitler hacia sus seguidores en los mítines de Nuremberg de que él era tanto una víctima como su salvador”.

Además, el general describió a los simpatizantes fanáticos de Trump en las milicias fascistas como los Proud Boys, Oath Keeppers y Three Percenters como “camisas pardas”, diciéndoles a los oficiales militares y de seguridad según se preparaban para una inauguración de Joe Biden bajo un estado de sitio, “Estas son las mismas personas que combatimos en la Segunda Guerra Mundial”.

Trump publicó una respuesta enojada a las revelaciones a través de su comité de acción política “Save America”, describiendo al general como un “perro atragantado” y afirmando: “A pesar del masivo fraude electoral y las irregularidades durante la farsa de elección presidencial de 2020, que estamos viendo como se desarrolla en estados muy grandes e importantes, nunca amenacé ni hablé con nadie sobre un golpe de Estado de nuestro Gobierno. ¡Tan ridículo! Lamento informarle, pero una elección es mi forma de ‘golpe de Estado’, y si fuera a llevar a cabo un golpe de Estado, una de las últimas personas con las que quisiera hacerlo sería el general Mark Milley”.

Es imposible exagerar la importancia política de que el oficial militar de más alto rango de EE.UU. les advierta a otros generales que el presidente estadounidense, su comandante en jefe, esté imitando a Adolf Hitler en un complot para sembrar violencia y caos, invocando la Ley de Insurrecciones y aferrarse al poder como dictador.

La admiración de Trump por el Fuhrer era aparentemente un secreto abierto en Washington. Durante un viaje en noviembre de 2018 a Europa, Trump le dijo a su asombrado jefe de personal, el general John Kelly del Cuerpo de Marines, “Hitler hizo muchas cosas buenas”. Esta discusión fue reportada en otro libro nuevo escrito por el principal corresponsal del Wall Street Journal en la Casa Blanca, Michael Blender, intitulado Frankly, We Did Win This Election [Francamente, ganamos esta elección]. Narra cómo Trump se opuso a las protestas de Kelly sobre el comentario, insistiendo en que Hitler había revivido la economía alemana.

La respuesta de la prensa estadounidense a las revelaciones sobre Milley ha consistido en gran medida en celebrar al general como un paladín de la democracia estadounidense. Un comentario adulador típico en el New York Times describe el nuevo libro cono una “introducción virtuosa de un nuevo héroe estadounidense, un hombre que hasta ahora no ha recibido mucha atención: el general Mark A. Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto. Un mejor título para este libro pudo ser ‘Mr. Milley va a Washington’”.

El libro en sí cita a Milley, quien les dice a sus compañeros, “Pueden intentarlo, pero no van a lograrlo, carajo. No puedes lograrlo sin el ejército… Somos los sujetos con las armas”.

El mensaje del general es inconfundible: sin el ejército, fracaso; con el ejército, éxito.

La verdad es que la cuestión de si los “sujetos con las armas” se alinearían o no, no estaba garantizado. El propio Milley no mostró ninguna fricción con Trump hasta después del infame incidente del 1 de junio de 2020 en el que cruzó la plaza Lafayette con el presidente para una sesión de fotos, posibilitada por la represión violenta de manifestantes pacíficos. Luego se vio obligado a llamar esta acción un “error” dado que Trump quería invocar la Ley de Insurrecciones y desplegar el ejército en las calles bajo el pretexto de aplastar las protestas nacionales por el asesinato de George Floyd. Milley y otros altos mandos uniformados temían que tal despliegue provocaría una resistencia masiva y dividiría profundamente al propio ejército.

Inmediatamente después de su derrota electoral en noviembre, Trump llevó a cabo una depuración general de los principales oficiales civiles en el Pentágono, reemplazándolos por un conjunto de leales incondicionales e ideólogos fascistizantes, comenzando por el coronel retirado de las Fuerzas Especiales, Chris Miller.

A su vez, Miller instituyó una alteración sin precedentes de la cadena de mando militar, elevando el estatus del Comando de Operaciones Especiales, compuesto por escuadrones élite para asesinatos como los Boinas Verdes del Ejército y los Navy Seals, al mismo nivel que el de las otras ramas de las fuerzas armadas. La decisión, según Miller, haría que estas unidades respondieran directamente a él, eliminando los “canales burocráticos”. Trump buscó diligentemente congraciarse con esta sección de las fuerzas armadas, incluso concediendo indultos a criminales de guerra en sus filas.

Es más, según el nuevo libro, la intervención del general Milley el 6 de enero no fue suficiente para reducir los 199 minutos que transcurrieron entre las solicitudes desesperadas de la Policía del Capitolio de asistencia militar y el despliegue de tropas de la Guardia Nacional a los escalones del Capitolio. La decisión de enviar tropas no fue ejecutada hasta después de que había quedado claro que la insurrección había fracasado.

El hecho de una figura militar como esta está siendo aclamado como un bastión de la democracia estadounidense, como el “héroe” entre Estados Unidos y el fascismo, rinde testimonio claramente de la descomposición avanzada de las formas democráticas de gobierno en el seno del imperialismo mundial.

Las revelaciones en torno a Milley también desmienten concluyentemente las afirmaciones de casi toda la pseudoizquierda y los prominentes periodistas de “izquierda” de que cualquier mención de una insurrección o un golpe de Estado en relación con el asalto del 6 de enero en el Capitolio es una “exageración”. Manifestando su fe en la estabilidad del capitalismo estadounidense, en parte se solidarizaron con el ataque encabezado por fascistas, insistiendo en que el bloqueo de Trump en Twitter y Facebook constituía una amenaza mucho mayor para los derechos democráticos.

Estos elementos tan solo le han ofrecido un frente “izquierdista” al encubrimiento general de la élite del Partido Demócrata, que no hizo ningún esfuerzo para alertar al público estadounidense sobre la amenaza de un golpe de Estado liderado por el aficionado de Hitler en la Casa Blanca, temiendo más un estallido de la resistencia desde abajo. Siguen decididos a ocultarle a la clase obrera los continuos peligros mortales que enfrenta, a instancias de la “unidad bipartidista” con los criminales republicanos que ayudaron a orquestar la intentona golpista del 6 de enero.

Estas amenazas no provienen meramente del cerebro psicótico de Donald Trump. Su ascenso a la Presidencia estadounidense fue tan solo la expresión más grotesca de la putrefacción prolongada de la democracia estadounidense. Han aparecido peligros similares en todo el planeta, incluyendo el renacimiento del fascismo en Alemania y las amenazas golpistas del presidente fascistizante de Brasil, Jair Bolsonaro. Estas amenazas se originan en la profunda crisis del capitalismo estadounidense y mundial, que se ha visto exacerbada por una pandemia global que se ha cobrado más de cuatro millones de vidas. Al tiempo en que hunde a millones más en la pobreza, la pandemia ha acelerado el crecimiento impactante de la desigualdad social, que es incompatible con cualquier atisbo de democracia.

La única salida progresista a esta crisis y la única respuesta a la amenaza del fascismo y la dictadura yacen en la construcción de un poderoso movimiento de masas de la clase obrera, aliando a los trabajadores de todo el mundo, en una lucha común por el socialismo. Todos los que reconocen la urgencia de construir este movimiento deben unirse al Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de julio de 2021)

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