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El número de muertos en Haití se dispara tras devastador terremoto

El número de muertos tras el terremoto de magnitud 7,2 que azotó el sur de Haití el sábado está aumentando rápidamente a miles. Los funcionarios del Gobierno informaron ayer que se ha confirmado la muerte de 1.900 personas. Miles más de heridos enfrentan enfermedades, hambre y muerte en los próximos días y semanas a medida que el sistema de salud en las regiones afectadas colapsa y que la zona de desastre se convierte en un foco de COVID-19.

Las cifras oficiales indican que más de 9.000 personas resultaron heridas en el terremoto, cuyo epicentro fue a 19 km al noreste de la ciudad de Saint-Louis-du-Sud. Más de 37.300 viviendas quedaron completamente destruidas y otras 46.000 resultaron dañadas. Un total de 30.000 personas se quedaron sin hogar de la noche a la mañana. Según Le Nouvelliste, el principal periódico de Haití, también hubo hospitales, escuelas, edificios de oficinas e iglesias demolidos o dañados. Las carreteras entre Le Cayes y Jeremie, dos ciudades muy afectadas, fueron bloqueadas por deslizamientos de tierra y las réplicas. Aún no se ha llegado a algunas comunidades cercanas al epicentro del terremoto.

La gente observa cómo una excavadora retira los escombros de un edificio derrumbado tres días después de un terremoto de magnitud 7,2 en Les Cayes, Haití, el martes 17 de agosto de 2021. (Foto AP/Matias Delacroix)

La catástrofe en curso se vio agravada el lunes por la llegada de la tormenta tropical Grace, que golpeó a los residentes sin hogar en refugios improvisados con fuertes lluvias y vientos de más de 65 km por hora. Un total de 75.000 familias en tres distritos han sufrido inundaciones siguiendo al terremoto.

Si bien el terremoto fue un desastre natural, las horrendas condiciones sociales que han elevado el número de muertos a miles son el producto de décadas de injerencia imperialista estadounidense en el país más pobre del hemisferio occidental. Haití, que ha sufrido más de un siglo de desastrosas intervenciones militares y ocupaciones por parte de Washington, carece incluso de los recursos más básicos para atender a los enfermos y heridos. En el hospital general de la dañada ciudad de Le Cayes, el doctor Paurus Michelete, que ha tratado a más de 250 pacientes, dijo al periódico que se están acabando los analgésicos, los calmantes y las grapas y tornillos de acero para tratar las fracturas.

En el hospital, los pacientes han sido alojados en terrazas, patios y pasillos. Otros se vieron obligados a esperar al aire libre a medida que se acercaba la tormenta. “Después de dos días, casi siempre están infectadas”, dijo Michelete sobre las heridas de los pacientes.

Los informes de Le Cayes dicen que los residentes desesperados están hurgando en edificios derribados en busca de chatarra para vender y obtener alimentos. Un representante de una empresa de rescate urbano con sede en EE.UU. involucrado en los esfuerzos de búsqueda y rescate dijo a USA Today que los alimentos, el agua potable, la atención médica, el refugio y los productos sanitarios escasean.

“Vi fuertes vientos y fuertes lluvias en las mismas áreas que ya fueron afectadas por el terremoto”, agregó Bruno Maes, representante de UNICEF en Haití. “Innumerables familias haitianas que lo han perdido todo debido al terremoto ahora viven literalmente con los pies en el agua debido a las inundaciones”. UNICEF estima que 1,2 millones de personas, incluyendo 540.000 niños, se han visto afectados por el terremoto.

Estas escenas caóticas están creando las condiciones ideales para que COVID-19 se extienda de forma desenfrenada. Las primeras vacunas llegaron al país hace apenas un mes. Las pruebas son casi inexistentes, por lo que es imposible saber la prevalencia el virus. Según Reuters, la tasa de muerte entre los 800 pacientes tratados en un hospital en las afueras de la capital, Puerto Príncipe, ha sido del 10 por ciento.

La ausencia de apoyo gubernamental para la devastada región ya está provocando tensiones sociales. Una multitud de residentes enojados se reunieron frente a un edificio derrumbado en medio de gritos de frustración. Jerry Chandler, jefe de la Oficina de Protección Civil de Haití, comentó que “la gente se está volviendo agresiva”.

La élite gobernante corrupta y venal de Haití es absolutamente incapaz de proporcionar la atención médica, los recursos sociales y económicos que se necesitan con urgencia a las decenas de miles de familias devastadas por el terremoto. El primer ministro Ariel Henry, quien fue elegido a dedo por Washington y asumió el cargo tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse el mes pasado, afirmó el lunes que su Gobierno intensificaría sus esfuerzos de rescate. Tuiteó que las autoridades intensificarían sus esfuerzos “diez veces”.

En realidad, el desastre social y económico que han presidido los sucesivos Gobiernos desde el último terremoto catastrófico de Haití en 2010 está complicando los esfuerzos de apoyo y rescate a cada paso. Ese terremoto, que se produjo cerca de Puerto Príncipe, mató a más de 300.000 personas y desplazó a cientos de miles más.

Incluso el transporte de suministros médicos y alimentos desde Puerto Príncipe a la región suroeste es una pesadilla logística debido al hecho de que bandas armadas controlan la carretera y las áreas adyacentes. Estas bandas fueron construidas sistemáticamente por facciones de la élite gobernante haitiana para reprimir la oposición popular tras el estallido de protestas y huelgas masivas en 2018 en respuesta a la aplicación de Moïse de los aumentos en el precio de la gasolina y otras medidas de austeridad dictadas por el FMI.

Moïse fue el sucesor elegido de Michel Martelly, un excantante vinculado a la dictadura de Duvalier que fue instalado como presidente de Haití en 2011. Esto se llevó a cabo por iniciativa de la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, y su esposo y expresidente Bill Clinton, quienes se desempeñaron como enviados de las Naciones Unidas a Haití en ese momento.

La intervención de los Clinton en apoyo de Martelly se produjo después de que terminó en un distante tercer lugar en las elecciones presidenciales y se enfrentaba a ser depuesto. Fue elegido por Washington porque se lo consideraba un par de manos seguras para proteger los intereses de los inversores internacionales en el sector de la confección, con sus salarios de pobreza en Haití, y otras industrias, y porque supervisó la “recuperación” del terremoto de 2010. Además de proteger las ganancias de las corporaciones, el Gobierno de Martelly se caracterizó por una corrupción desenfrenada, ya que los millones en dinero de ayuda canalizados a Haití después del terremoto fluyeron hacia los bolsillos de empresarios y figuras políticas bien conectados.

Moïse, quien también recibió la bendición de Washington, continuó el legado de su mentor y tomó medidas para marginar a los opositores políticos y estableció un régimen más explícitamente autoritario, que se consideró necesario para reprimir la oposición popular mientras continuaba la extracción de ganancias de los sectores maquilero, agroindustrial y minero del país. Antes de su asesinato, despidió a decenas de alcaldes que criticaron su Gobierno e impulsó un cambio constitucional que le permitiría cumplir dos mandatos presidenciales sucesivos. Las protestas volvieron a estallar en febrero después de que Moïse se negó a dimitir de la presidencia cuando expiró su primer mandato.

Aunque la versión oficial del asesinato de Moïse es que fue llevado a cabo por mercenarios colombianos, hay pruebas contundentes que sugieren que fue perpetrado por una facción rival de la élite gobernante que se sintió amenazada por su toma cada vez más abierta de poderes dictatoriales, en particular su amenaza de romper su monopolio en varios sectores económicos. Ni uno solo de los guardias presidenciales resultó herido durante el supuesto asalto al palacio presidencial, al que solo se puede acceder por una carretera que sale del Puerto Príncipe.

Ahora, con Washington respaldando el encubrimiento del asesinato con la esperanza de armar un nuevo régimen proimperialista capaz de hacer cumplir los intereses del gran capital y los superricos, el terremoto ha hundido aún más a las masas del país en una catástrofe sanitaria y en la angustia social y económica. Los esfuerzos de asistencia supervisados por las potencias imperialistas no serán más exitosos que en 2010 y solo servirán para fortalecer el control del imperialismo sobre el país devastado.

El Pentágono ya ha anunciado la creación de un grupo de trabajo de estilo militar para supervisar la intervención estadounidense a través de USAID, una organización conocida por perseguir despiadadamente los intereses imperialistas estadounidenses en todo el mundo. La persona que supervisa la participación de USAID en Haití no es más que Samantha Power, una destacada defensora del imperialismo de los “derechos humanos” que se curtió en el brutal bombardeo aéreo de Libia en 2011.

La única respuesta viable a las calamitosas condiciones en Haití es la lucha política de las masas haitianas como parte de una movilización masiva en todo el Caribe y toda la región sobre la base de un programa socialista para poner fin a la dominación imperialista de Haití una vez por todas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de agosto de 2021)

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