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El régimen chino refrena a magnates milmillonarios de tecnología

Desde noviembre, el régimen chino ha tomado medidas para restringir las operaciones de unas de las compañías tecnológicas más grandes del país, tales como Alibaba y Tencent, reduciendo las fortunas de los magnates multimillonarios que las controla.

Jack Ma [Wikimedia/Foro Económico Mundial/Claran McCrickard]; Ma Juateng [Wikimedia]; Zhong Shanshan [Nongfu Spring]

La semana pasada, el Consejo de Estado de la República Popular China y el Comité Central del Partido Comunista de China emitió una declaración conjunta que llamaba por legislación para codificar las medidas. Declaró que había una “necesidad urgente” de leyes adicionales para regular la economía digital y la financiación de internet para asegurar que “modelos empresariales nuevos se desarrollen de una manera correcta”.

Las medidas han provocado una preocupación creciente en la prensa occidental a causa de caídas de valores de las acciones de las compañías tecnológicas, en las que han invertido muchos fondos globales y otras compañías extranjeras. Bloomberg calculó que los valores de las acciones sumadas de las corporaciones tecnológicas gigantescas para el inicio de julio habían bajado por una cantidad de $US823 mil millones desde los puntos altos de febrero. Según los Financial Times, desde el inicio de julio, “el asalto regulatorio contra la industria tecnológica de China” de Beijing había bajado el valor neto de los magnates más ricos del sector por $87 mil millones.

Medidas contra las corporaciones tecnológicas iniciaron cuando los organismos reguladores chinos cancelaron la que iba a ser la oferta pública inicial (OPI) más grande del mundo, la de la filial de servicios financieros Ant Group de Alibaba, que iba a aparecer en los mercados de valores de Shanghái y de Hong Kong en noviembre. La OPI estaba por alcanzar $34 mil millones, superando la de $29,4 mil millones del gigante de energía saudí Aramco en 2019. Al mismo tiempo, una acción antimonopolística fue lanzada contra Alibaba que resultó en una multa de $2,8 mil millones en abril. El fundador, Jack Ma, en ese entonces el milmillonario más rico del país, quien había hecho unos comentarios críticos contra la regulación financiera de China, se escondió durante varias semanas.

Está claro este año que el gobierno no estaba persiguiendo simplemente una vendetta contra Ma. La compañía en línea de entrega de alimentos Meituan perdió $40 mil millones de su valor comercial después de que los organismos reguladores empezaron una investigación de sus “presuntas prácticas monopolísticas”, declarando que forzaba a restaurantes a usar su app exclusivamente, en detrimento de sus rivales. El mes pasado, sus valores de acciones cayeron más después de que las autoridades implementaron reglas para dar una protección limitada a los obreros de entrega notoriamente explotados.

La compañía en línea de vehículos de transporte con conductor Didi, el equivalente chino de Uber, continuó con su OPI en Nueva York en junio a pesar de una solicitud de reguladores chinos para detenerlo. Días más tarde, las autoridades ordenaron una revisión de seguridad de la compañía en medio de preocupaciones que esta cotización en los Estados Unidos podría causar acceso extranjero a la cantidad vasta de datos personales almacenados. Se prohibió que aceptase a clientes nuevos y las tiendas de celulares tuvieron que remover sus aplicaciones.

El blanco de los organismos reguladores no sólo ha sido las compañías tecnológicas. El gobierno chino anunció nuevas regulaciones el 23 de julio para la industria de educación en línea que prohíben ofertas públicas iniciales y fuerzan a las compañías a operar sin lucro. Los valores de acciones de las compañías chinas más grandes cotizadas en Estados Unidos –TAL Education, New Oriental, y Gaotu Techedu– cayeron escarpadamente.

A finales de julio, las autoridades antimonopolísticas chinas ordenaron a la corporación gigante de internet Tencent que renunciara sus derechos de licencia de música exclusivos y le impusieron una multa relacionada con su adquisición de China Music en 2016. Esta compra le dio a Tencent control exclusivo sobre más de 80 por ciento de los recursos de archivos de música, dándose a sí mismo una ventaja injusta sobre sus rivales, según los reguladores.

La respuesta de la prensa financiera ha sido cada vez más frenética. Un artículo este mes en el New York Magazine declaró: “El capitalismo del Partido Comunista de China nunca había sido el de Milton Friedman. Pero había pasado décadas desde que el partido había demostrado tales características comunistas”. Un artículo de fondo por el especulador financiero George Soros publicado en el Wall Street Journal el viernes pasado denunció al presidente chino Xi Jinping como un dictador cuya campaña regulatoria “amenaza con matar a la gallina de los huevos de oro”.

Xi no está por derrocar el capitalismo chino, y el régimen no implementa medidas “comunistas” contra los oligarcas superricos a los que el propio régimen ha creado. No es para destrozar a los oligarcas superricos como Jack Ma y Pony Ma de Tencent, a quienes el gobierno ayudó a crear, y con quienes ha tenido relaciones íntimas. Más bien, los esfuerzos regulatorios para refrenar a los imperios tecnológicos gigantescos reflejan los temores de la clase gobernante en Pekín sobre las tensiones sociales extremas y la crisis económica y financiera creciente.

Estas preocupaciones se expresaron el año anterior cuando Xi anunció que 2021 iba a marcar una “nueva fase de desarrollo” que priorizaría “la prosperidad común”, la seguridad nacional y la estabilidad social en lugar del crecimiento salvaje.

Temores en Beijing sobre la estabilidad social provienen de la brecha cada vez más ancha entre los ricos y los pobres que ha sido el resultado de décadas de la restauración del capitalismo. En un extremo hay los multimillonarios que en algunos casos son miembros del partido comunista o han sido delegados a la Asamblea Popular Nacional de China. En el otro, hay las masas obreras esforzándose por supervivir. El año pasado, el premier Li Keqiang informó en una conferencia de prensa que unos 600 millones de personas subsisten con un ingreso mensual de solo 1.000 yuan ($154), que no es suficiente para alquilar una casa en una ciudad de tamaño medio, mucho menos cubrir otros gastos.

La miseria social, que ha aumentado con las medidas necesarias para controlar la pandemia, es un factor entre muchos que alimenta una radicalización política, particularmente entre los jóvenes.

En un comentario el mes pasado conmemorando el centenario de la fundación del Partido Comunista de China, el académico y capitalista de riesgo chino Eric Li notó que, desigual que su generación que se concentró en enriquecerse, los jóvenes de China hoy en día se encuentran escépticos del capitalismo.

Li escribió: “Indicaciones importantes demuestran que la percepción del capital y del mercado de la juventud china se ha vuelto negativa, y su apoyo por el socialismo y el comunismo han crecido. Por ejemplo, en Bilibili, el sitio preferido de jóvenes para compartir vídeos en China, contenido con el comunismo, el marxismo, el capital, y la labor, se convirtieron en temas populares durante 2020, con aumentos más grandes que los relacionados con otro contenido. Incluso en el sector tecnológico extraordinariamente emprendedor, llamadas de jóvenes por el freno de la explotación excesiva, para los obreros de entrega peormente remunerados, así como para las fuerzas laborales más técnicas y profesionales con salarios más grandes pero que están sobrecargadas, son cada vez más fuertes”.

Li, un apoyador entusiasmado del Partido Comunista de China, afirmó que el partido era capaz de abordar estos problemas. Sin duda, sus esfuerzos contra milmillonarios de gran repercusión mediática están calculados para apelar a la hostilidad contra la desigualdad social que es cada vez más amplia, así como los esfuerzos para limitar la explotación grosera de obreros de entrega. La transformación de las corporaciones de educación privadas en organizaciones sin fines de lucro probablemente será popular con los padres preocupados por asegurar lo mejor para sus hijos en el sistema de educación muy competitivo.

El régimen del Partido Comunista de China, sin embargo, no está refrenando a todos los 1.000 milmillonarios chinos que aparecieron con la restauración del capitalismo. El valor de fabricantes ha aumentado. El hombre más rico en China es Zhong Shanshan, que controla la compañía de agua embotellada Nongfu Spring y cuyo valor neto es más de $70 mil millones, un aumento de $5 mil millones desde junio. Los nueve magnates automovilísticos más ricos han experimentado un aumento en su valor colectivo de $22 mil millones desde julio, mientras los ocho multimillonarios que dominan el sector de energía sostenible vieron un aumento colectivo de $13,6 mil millones durante el mismo período.

Por sus sistemas de pago en línea y sus líneas de crédito, las corporaciones tecnológicas, sin embargo, se habían convertido en grupos financieros gigantes que funcionan sin los controles de los bancos estatales. En 2020, Alibaba, Tencent, y Ant tenían una capitalización bursátil de casi $2 billones, mucho más grande que el de los bancos estatales como el Banco Industrial y Comercial de China.

En sus críticas públicas el octubre pasado en la cumbre del Bund en Shanghái, Jack Ma atacó verbalmente la supuesta actitud de “casa de empeño” de los bancos chinos que exigió garantías antes de ofrecer préstamos. Él llamó por una reforma para crear un sistema nuevo, inclusivo y universal, para pequeñas empresas e individuos.

Con las varias sucursales de Alibaba, Ma había creado un imperio financiero gigantesco y esencialmente exigía la eliminación de restricciones reguladores. Alibaba estableció Alipay en 2004 como una plataforma de pagos en línea. Para 2018, había aproximadamente 870 millones de usuarios, y el sistema era aproximadamente 60 porciento del mercado de pagos de tercero en china y proveía unos $300 mil millones de crédito para préstamos empresariales y al consumidor. Además de Alipay, los Servicios Financieros de Ant proveía servicios de financiación similares con tasas de interés altas a través de varias sucursales como Yu’ebao, Ant Credit Pay, Ant Cash Now, y Sesame Credit, en unos casos con la cooperación de gobiernos provinciales buscando una manera de evitar controles financieros centrales.

En medio de temores sobre los niveles de deuda ya altos y la instabilidad financiera que podría resultar, el Partido Comunista de China tomó medidas contra Alibaba y Ma. Los esfuerzos también se llevaron a cabo por inquietudes políticas de que Ma y los demás magnates tecnológicos tuvieran relaciones íntimas con el capital extranjero que podría usar sus recursos, los muchos datos acumulados incluidos, para derrocar el reinado del Partido Comunista de China. Según una lista publicada a finales del año pasado por el periódico financiero chino Caixin, accionistas de afuera tenían 50 porciento de valores de las acciones, de los que grupos financieros de Wall Street formaban una mitad. En marzo, ordenaron a Ma que desinvirtiese varios medios de comunicación, tal como el South China Morning Post .

Las operaciones no reguladas de las corporaciones tecnológicas también amenazaron con causar instabilidad social. En un ensayo titulado “El último juicio económico de China –El precio de reformas no cumplidas” en Foreign Affairs, Daniel Rosen explicó: “Durante la década de 2010, estas empresas tenían una libertad de operación dada por los tecnócratas del partido que esperaban que innovaciones financieras forzaran que los bancos estatales osificados se hiciesen más productivos. Tuvieron éxito, más o menos: las empresas nuevas hicieron que el sistema financiero funcionase para clientes anteriormente marginados.

“Pero la innovación también traía nuevos riesgos, como plataformas de préstamos de pares que ofrecían tasas de interés altas a depositantes y tasas todavía más altas a prestatarios. Cuando muchos prestatarios no cumplieron su obligación, inversores protestaron, creyendo erróneamente que estas plataformas tenían garantías gubernamentales. En agosto de 2018, miles de gente fueron al corazón del distrito financiero de Pekín para exigir remuneración. Comenzó la represión regulatoria contra prestadores de pares, en preludio del escrutinio de Ant Group durante este año”.

El intento por el Partido Comunista de China de refrenar las operaciones no reguladas de las corporaciones más grandes del país no es una señal de fortaleza. Más bien, indica la magnitud de la crisis económica, social y política que está fomentándose que estallará en un futuro no muy lejano.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de agosto de 2021)

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