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Perspectiva

Mortal descarrilamiento de un tren en Montana expone decrepitud de infraestructura en EE.UU.

El descarrilamiento de un tren de pasajeros de Amtrak en el norte de Montana el sábado que mató a tres personas y dejó a al menos 50 heridos es tan solo el último de una serie de accidentes y desastres que son el resultado del estado decaído, desfinanciado y subdesarrollado de la infraestructura en EE.UU.

Según los investigadores, el tren, conocido como Empire Builder, viajaba por debajo del límite de velocidad para el tramo de 127 km por hora cuando ocho de sus diez vagones se salieron de los carriles en un interruptor con un carril de cambio en las afueras de la comunidad de Joplin, Montana. Varios vagones se volcaron, atrapando a los pasajeros y tripulantes, quienes fueron rescatados por residentes que corrieron a la escena con escaleras. El dueño del ferrocarril, BNSF, reportó que el interruptor había sido inspeccionado tan solo dos días antes del accidente.

Vagones volcados del tren de Amtrak descarrilado cerca de Joplin, Montana, matando a tres e hiriendo a otros, 25 de septiembre de 2021 (AP Photo/Ted S. Warren)

Si bien Amtrak es subsidiado por fondos estatales y federales, los trenes viajan principalmente sobre rieles controlados de forma privada por las empresas de transporte ferroviario de carga como BNSF, una subsidiaria de Berkshire Hathaway, y son utilizados tanto por tráfico de pasajeros como de carga. BNSF reportó ganancias netas de $5,48 mil millones en 2019, mientras que su empresa matriz reportó ganancias netas de $42,5 mil millones en 2020.

Los servicios ferroviarios de pasajeros y carga ahora se encuentran bloqueados en una arteria clave del tránsito entre la costa oeste y el centro del país, según continúa la investigación y la limpieza. El Empire Builder transporta a pasajeros en una ruta de 3,540 km de Chicago, Illinois, a Seattle, Washington, o Portland, Oregón a través de St. Paul, Minnesota. En promedio, más de 400.000 pasajeros toman el tren transcontinental cada año.

Las tres víctimas han sido identificadas como un esposo y su esposa, Don y Margie Varnadoe del condado Glynn, Georgia, que celebraban su aniversario 50, así como Zach Schneider, un ingeniero informático de 28 años de Fairview Heights, Illinois.

A pesar de que apenas inicia la investigación de la Comisión Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés) sobre la causa de la colisión, a falta de 30 días para un reporte preliminar programado, ya hay indicios de qué falló.

El exinvestigador de accidentes ferroviarios de la NTSB, Russ Quimby le dijo al Associated Press que el descarrilamiento parece haber sido causado por un fallo relacionado al calor de los rieles. “Esto tiene todos los aspectos también de un ‘pliegue en el riel’”, explicó Quimby. “A veces una locomotora, que es más pesada, pasa por un” pliegue en el tramo “pero los vagones no la siguen. Eso fue lo que vieron en este accidente”, señaló.

Las temperaturas en Joplin el sábado superaban los 29 centígrados. Este verano atestiguo temperaturas prolongadas récord en Montana, como parte de una ola de calor más amplia que golpeo Canadá y el noroeste de EE.UU. El calor extremo, impulsado por el cambio climático producido por el hombre, resultó en cientos de muertes y llevó la infraestructura al límite en toda la región.

El experto en seguridad ferroviaria David Clarke, director del Centro de Investigación del Transporte de la Universidad de Tennessee, dijo a la AP que es posible que un defecto en la vía o en el interruptor, que no habría sido detectado por una inspección de rutina, pudiera haber desencadenado el accidente. “¿Tuvo el interruptor algún papel? Es posible que la parte delantera del tren haya chocado con el interruptor y haya comenzado a formar una cola de pez, haciendo que la parte trasera del tren se haya volcado”, dijo Clarke.

El descarrilamiento de Montana es solo el más reciente accidente mortal de Amtrak en la última década. Ocho personas murieron y más de 200 resultaron heridas en 2015 cuando el Amtrak Northeast Regional se salió de sus rieles en Filadelfia, Pensilvania; tres murieron y 57 resultaron heridos cuando el Amtrak Cascades se descarriló justo al sur de Tacoma, Washington; y dos miembros de la tripulación murieron en 2018 cuando el Amtrak Silver Star chocó con un tren de carga CSX estacionado después de ser desviado a una vía lateral.

Las décadas de recortes y falta de inversión han lastrado el sistema ferroviario de Estados Unidos. La infraestructura ferroviaria y los trabajadores del ferrocarril se han visto sometidos a una mayor presión, ya que las compañías ferroviarias han reducido el número de tripulantes de los trenes de mercancías, a veces a uno solo, al tiempo en que han vuelto más largos, con trenes que alcanzan hasta 4,8 km de longitud para hacer frente a la congestión portuaria en la costa oeste.

Los viajes en tren de alta velocidad, habituales en Asia y Europa, son casi inexistentes en Estados Unidos. Solo hay un único tren que pueda alcanzar velocidades de hasta 240 km/h, el Acela, que conecta Boston con Washington D.C. Sin embargo, la capacidad de este tren para circular a velocidades máximas está limitada por el hecho de que opera en líneas utilizadas también por trenes de mercancías y de pasajeros regionales. Los planes para una línea de alta velocidad en California se han visto obstaculizados por repetidos retrasos y sobrecostes. Se prevé que el primer tramo de la línea se habilitará en 2029, casi dos décadas después de que el proyecto fuera aprobado por los votantes.

Mientras los ricos acumulan cantidades cada vez mayores de riqueza, permitiendo a los multimillonarios volar en cohetes privados al espacio, la infraestructura pública de la que dependen decenas de millones de personas cada día se está desmoronando, con efectos mortales. Autopistas con baches, accidentes de tren, fallas en los puentes, derrumbes de condominios, apagones masivos e inundaciones importantes son solo algunas de las consecuencias de décadas de desregulación sistemática y desfinanciamiento para el enriquecimiento de la oligarquía financiera.

El informe de 2021 sobre la infraestructura de la nación realizado por la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles (ASCE, por sus siglas en inglés) dio a Estados Unidos una nota de C-. La ASCE encontró que el sistema ferroviario de pasajeros tiene un atraso de 45,2 mil millones de dólares en reparaciones, con solo 713 millones de dólares gastados en proyectos de reparación por Amtrak entre 2017 y 2019. Mientras tanto, las carreteras del país recibieron una calificación reprobatoria de D, con el 43 por ciento de las carreteras públicas en condiciones pobres o mediocres y un retraso de 786 mil millones de dólares en reparaciones o necesidades de mejora de carreteras y puentes.

La semana pasada, la Cámara de Representantes aprobó un presupuesto de 768 mil millones de dólares para el Pentágono para 2022, 15.000 millones más de los solicitados por el presidente Biden, incluyendo 24.700 millones para la modernización de las armas nucleares. Con solo un año de los fondos que se gastan en la guerra y en los preparativos para agresiones militares en el extranjero se podría costear las reparaciones pendientes de las carreteras.

Según el Costs of War Project, la llamada “guerra global contra el terrorismo” lanzada por el imperialismo estadounidense tras el 11-S, que mató a más de un millón de personas, le ha costado al país 9 billones de dólares en 20 años. La ASCE estima que menos de un tercio del dinero gastado en las guerras, 2,6 billones de dólares, es necesario para reparar todos los problemas de infraestructura de EE.UU.

A pesar de la urgencia de una gran renovación de las infraestructuras del país, el Congreso, controlado por los demócratas, está tramitando un proyecto de ley de infraestructuras de un billón de dólares que apenas rascará la superficie, con miles de millones de dólares que se canalizarán hacia los bancos y las empresas privadas. El objetivo principal de las medidas que se están debatiendo es preparar la guerra con China, una perspectiva que pone en riesgo decenas de millones de vidas.

El resultado más mortífero de la subordinación de todo a los intereses de Wall Street ha sido el colapso del sistema de salud pública y de atención sanitaria del país bajo la presión de la pandemia del COVID-19. La política bipartidista de “inmunidad colectiva” y de vuelta al trabajo y a la escuela aplicada por la élite gobernante ha provocado la muerte de al menos 700.000 estadounidenses, más de uno de cada 500 residentes.

Con el pésimo estado de las infraestructuras, los continuos estragos de la pandemia y el constante aumento de la desigualdad social masiva, la clase dominante demuestra la bancarrota del capitalismo, el orden social y económico del cual depende.

La solución a la crisis social en Estados Unidos, al igual que en todo el mundo, es la transformación de la sociedad bajo el control democrático de la clase trabajadora para que cumpla con las necesidades humanas y no el lucro privado. Hay que expropiar miles de millones a los ricos y convertir los grandes bancos y las mayores empresas en servicios públicos gestionados por los trabajadores.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de septiembre de 2021)

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