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Perspectiva

Otro ejecutivo del UAW acusado de robar cuotas, cuando el sindicato anuncia repetición de voto sobre contrato derrotado en Deere

Ray Curry en Chattanooga, Tennessee en 2015 (AP Photo/Erik Schelzig, archivo)

A última hora la noche del viernes, el sindicato United Auto Workers (UAW) anunció que iba a hacer que los trabajadores de John Deere volvieran a votar sobre el mismo acuerdo que acaban de rechazar los 10.000 trabajadores en huelga, con “modestas modificaciones”. El anuncio es un esfuerzo desesperado por hacer aprobar un contrato con concesiones a la empresa que ya fue derrotado dos veces por los trabajadores.

La última maniobra canalla se produce cuando se amplía el escándalo de corrupción del UAW.

La imputación esta semana de Timothy Edmunds, secretario-tesorero del Local 412 del UAW, eleva a 16 el número de funcionarios del UAW y las empresas procesados desde 2017 en una investigación federal en curso.

Edmunds ha sido acusado del robo de 2 millones de dólares en dinero de cuotas de los miembros. Supuestamente utilizó una tarjeta de crédito del sindicato para financiar su adicción al juego, así como la compra de automóviles, armas y pagos de manutención de niños. Los fiscales dijeron que era un cliente habitual del Casino Greektown de Detroit, apostando más de 16 millones de dólares —más de 10.000 dólares al día— entre 2016 y 2020.

Todo esto supuestamente pasó desapercibido para los funcionarios financieros de la UAW, incluido el actual presidente de la UAW, Ray Curry, quien se desempeñó como secretario-tesorero internacional entre 2017 y 2021.

En un informe publicado el 11 de noviembre, Neil Barofsky, el monitor federal que supervisa el UAW, reveló que el propio Curry había sido investigado por aceptar entradas para el campeonato de fútbol americano universitario por valor de 2.000 dólares de un proveedor, a pesar de que las normas del UAW prohíben aceptar tales regalos. Si esto es todo lo que se ha investigado sobre Curry, es solo porque la supervisión federal del UAW tiene como objetivo intentar salvar la credibilidad de la organización.

Dos expresidentes del UAW, Dennis Williams y Gary Jones, fueron condenados y enviados a prisión por malversación de fondos del sindicato. El predecesor de Curry, Rory Gamble, también fue sospechoso de recibir sobornos, pero no fue acusado. Hay investigaciones pendientes contra al menos otros 15 funcionarios del UAW.

A pesar del acuerdo del Gobierno con el sindicato y del nombramiento de un monitor independiente a principios de este año, el UAW sigue siendo un pozo de corrupción. Cada acusación, condena y exposición solo confirman lo que los trabajadores ya saben, que el UAW está organizado y dirigido por un aparato que se beneficia de la explotación de los trabajadores, acepta sobornos de las empresas y existe con el único propósito de suprimir la lucha de clases.

La “repetición de la votación” en Deere es solo el último intento del UAW de imponer un acuerdo al que se oponen los trabajadores. El UAW llevó a cabo una operación similar en la primavera y el verano. Cerca de 3.000 trabajadores de Volvo Trucks se declararon en huelga durante varias semanas y rechazaron tres acuerdos entreguistas del UAW, antes de que el UAW afirmara que la repetición de la votación del tercer contrato fue aprobada por 17 votos.

En Dana, una empresa de autopartes y proveedora de Deere, los trabajadores rechazaron casi por unanimidad un acuerdo impulsado por el UAW y el sindicato United Steelworkers (USW) a principios del otoño. El UAW y el USW respondieron manteniendo a los trabajadores en sus puestos de trabajo con extensiones de contrato diarias durante semanas, antes de imponer un acuerdo muy similar utilizando mentiras e intimidación.

La ira de los trabajadores se ha visto alimentada por la realidad de que, en medio de una pandemia mortal, la dirección y el UAW los han obligado a entrar en fábricas inseguras para una producción no esencial. Mientras tanto, los altos mandos de la UAW han permanecido a salvo en casa cobrando sus salarios de seis cifras durante todo el desastre sanitario.

Una facción de la clase dominante dirigida por el Gobierno de Biden considera que los sindicatos son instrumentos fundamentales para defender a las grandes empresas y reprimir la lucha de clases. La clase dominante es muy consciente y teme el creciente apoyo a los comités de base en las fábricas automotrices establecidos con la ayuda del World Socialist Web Site y el Partido Socialista por la Igualdad, incluso en Volvo Trucks, Dana y Deere.

Los demócratas cuentan con el apoyo de organizaciones como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), Labor Notes y Unite All Workers for Democracy (UAWD), que se dedican a promover el dominio del UAW y otros sindicatos corporativistas sobre la clase obrera. Estos grupos promueven la ilusión de que el UAW puede ser reformado mediante un referéndum dictado por el Gobierno.

Si bien el actual sistema de elegir a directivos mediante delegados seleccionados por el propio aparato sindical es antidemocrático, la campaña que promueve las elecciones directas es poco más que un intento de ponerle maquillaje al gigantesco y corrupto cerdo que es el UAW.

La corrupción de arriba a abajo que se ha puesto de manifiesto en el UAW no es un fenómeno de carácter individual, sino social, que no puede eliminarse mediante la sustitución de algunos funcionarios corruptos. Proviene fundamentalmente de la transformación hace décadas de los sindicatos en apéndices corporativistas de las gerencias.

Aunque las burocracias sindicales no eran ajenas a los sobornos y a los tratos turbios durante gran parte de su existencia en el siglo veinte, la corrupción sindical asumió un carácter sistémico y patológico a partir de la década de 1980. Basándose en su programa procapitalista y nacionalista, los sindicatos respondieron universalmente a la globalización de la producción alineándose con “sus” patrones corporativos contra la competencia extranjera.

El número de miembros del UAW se ha reducido en un millón desde principios de los años 80, y los trabajadores han sufrido una serie interminable de contratos con concesiones a la patronal, el cierre de fábricas, la devastación de comunidades enteras y la destrucción de las condiciones de trabajo. Sin embargo, las finanzas del UAW no se han visto afectadas en gran medida. Los activos del sindicato se mantienen en torno a los 1.000 millones de dólares, con los que se financia una plantilla de cientos de funcionarios que cobran sueldos muy superiores a los $100.000 anuales.

Durante 2020, el primer año de la pandemia, los activos netos del UAW ascendieron a $1.026, frente a los $994 de 2019, con ingresos que superaron los $228 millones. Curry, que entonces todavía era secretario-tesorero del UAW, recibió ingresos de $236.000 en concepto de salarios y gastos declarados oficialmente. El UAW pagó un total de $90,3 millones en “actividades de representación”, salarios de funcionarios y personal.

La idea de que una institución tan enferma puede ser “reformada” es falsa. El World Socialist Web Site y el Partido Socialista por la Igualdad están luchando por el desarrollo de comités independientes de base en las fábricas y en todos los lugares de trabajo como la auténtica voz de los trabajadores. Estos comités se esfuerzan por unir a los trabajadores a través de las industrias y las fronteras nacionales en defensa de sus puestos de trabajo, niveles de vida y condiciones laborales.

La construcción de nuevas organizaciones de lucha de la clase obrera debe combinarse con el desarrollo de un movimiento de masas para poner fin a la pandemia, a la creciente inseguridad económica y al peligro de guerra, luchando por la reorganización de la vida social y económica sobre bases socialistas para satisfacer las necesidades humanas, no el lucro privado.

(Publicado originalmente en inglés el 12 de noviembre de 2021)

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