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El fracaso del Consejo OTAN-Rusia subraya el riesgo de guerra

Al igual que las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia del lunes, la reunión del Consejo OTAN-Rusia del miércoles también terminó sin ningún resultado tangible.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, calificó de 'señal positiva' que los 30 países de la OTAN y Rusia volvieran a 'sentarse en la misma mesa por primera vez en dos años y medio y se dedicaran a cuestiones sustanciales'. Añadió que existe una voluntad fundamental por ambas partes de continuar el diálogo. Sin embargo, sigue habiendo 'considerables diferencias de opinión', y no sólo sobre Ucrania.

Tanto Stoltenberg como la vicesecretaria de Estado de EE.UU., Wendy Sherman, reiteraron su falta de voluntad de cumplir las exigencias rusas de garantías de seguridad.

La vicesecretaria de Estado de Estados Unidos, Wendy Sherman, habla durante una conferencia de prensa tras una reunión del Consejo OTAN-Rusia en la sede de la OTAN, en Bruselas, el miércoles 12 de enero de 2022. (AP Photo/Olivier Matthys)

'No cederemos en nuestros principios básicos', subrayó Stoltenberg. Descartó categóricamente la exigencia de Rusia de no ampliar la OTAN. Rusia no tiene 'ningún derecho de veto sobre la cuestión de si Ucrania puede convertirse en miembro de la OTAN', declaró.

Sherman también declaró sobre la cuestión del ingreso de Ucrania en la OTAN: 'Cada país tiene el derecho soberano de elegir su propio camino'. Dijo que volvió a dejar claro este principio básico del orden internacional y la seguridad europea en las conversaciones con el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Alexander Gruschko.

De hecho, las conversaciones en Ginebra y Bruselas fueron menos un 'diálogo' que un ultimátum. Los miembros de la OTAN y los medios de comunicación occidentales llevan semanas acusando a Rusia de planear un ataque militar contra Ucrania, algo que Moscú niega rotundamente. Justifican la acusación con el hecho de que Rusia ha reubicado a 100.000 soldados cerca de la frontera ucraniana, algo que Moscú no ha negado ni confirmado. Sin embargo, Moscú subraya que Rusia es libre de desplazar tropas y realizar maniobras militares en su propio territorio.

EE.UU. ha amenazado con consecuencias importantes para Rusia. El sábado pasado, dos días antes de las conversaciones en Ginebra, el New York Times informó: 'El gobierno de Biden y sus aliados están preparando un conjunto de sanciones financieras, tecnológicas y militares contra Rusia que, según dicen, entrarían en vigor a las pocas horas de una invasión de Ucrania, con la esperanza de dejar claro al presidente Vladimir V. Putin el alto coste que pagaría si envía tropas al otro lado de la frontera'.

El Times citó a funcionarios que 'describieron por primera vez los detalles de esos planes'. 'Tales movimientos rara vez se telegrafían por adelantado. Pero con las negociaciones que se avecinan, los asesores del presidente Biden dicen que están tratando de señalar al Sr. Putin exactamente a qué se enfrentaría', escribió el periódico.

Los planes que Estados Unidos ha discutido con sus aliados en los últimos días 'incluyen la exclusión de las mayores instituciones financieras rusas de las transacciones mundiales, la imposición de un embargo sobre la tecnología fabricada o diseñada en Estados Unidos necesaria para las industrias relacionadas con la defensa y el consumo, y el armamento de los insurgentes en Ucrania que llevarían a cabo lo que equivaldría a una guerra de guerrillas contra una ocupación militar rusa, si se llega a eso'. También se está discutiendo la exclusión de Rusia 'del sistema SWIFT, que ejecuta transacciones financieras globales entre más de 1.100 bancos en 200 países'.

Moscú tiene motivos para estar preocupado. Desde que los últimos gobernantes estalinistas de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin, expresaron su lealtad sin límites al imperialismo y disolvieron la Unión Soviética en 1991, la mayor alianza militar occidental se ha acercado cada vez más a las fronteras de Rusia y ha roto todas las promesas que había hecho anteriormente. La OTAN ha incorporado a los antiguos miembros del Pacto de Varsovia y a tres antiguas repúblicas soviéticas del Báltico y los ha armado hasta los dientes. Ha atacado y destruido a varios aliados internacionales de Rusia, violando el derecho internacional, con el fin de lograr un cambio de régimen, incluyendo a Irak, Libia y Siria.

El Consejo OTAN-Rusia se creó en 2002 para aliviar las tensiones entre la alianza militar occidental y Moscú. El canciller alemán Gerhard Schröder (socialdemócrata, SPD) habló con entusiasmo de un 'acontecimiento histórico' con el que se había superado por fin el pensamiento de bloque, y de una 'nueva calidad' en las relaciones con Moscú.

El Consejo se reunía mensualmente a nivel de embajadores. Dos veces al año, los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa y los jefes de Estado Mayor se reunían para discutir el control de armas y la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, y para intercambiar información sobre las maniobras previstas.

Cuando Estados Unidos y Alemania apoyaron el golpe de Estado prooccidental en Ucrania en 2014 y Rusia respondió con la anexión de Crimea, de población rusa, tras un referéndum, el organismo entró en crisis. Tras el intento de asesinato del doble agente Serguéi Skripal en Londres, del que el Gobierno británico culpó a los servicios secretos rusos sin pruebas fundamentadas, la OTAN expulsó a varios diplomáticos rusos. El Consejo OTAN-Rusia no se ha reunido desde entonces.

Mientras tanto, Estados Unidos y otros miembros de la OTAN han armado sistemáticamente al ejército ucraniano y a las milicias fascistas que luchan contra los separatistas prorrusos en el este del país. Entre otras cosas, han recibido misiles antitanque Javelin de última generación. Son estas milicias ultranacionalistas las que, según el New York Times, Washington quiere utilizar en la 'guerra de guerrillas' contra Rusia.

La ayuda militar oficial de Estados Unidos a Ucrania en 2021 fue de 250 millones de dólares, y el gasto militar previsto para este año asciende a 300 millones. El lunes, CNN y Politico informaron que el presidente Joe Biden aprobó envíos adicionales de armas de fuego, municiones, radios y otros equipos militares. De este modo, la ayuda militar volverá a aumentar considerablemente.

El inestable régimen ucraniano, minado por las luchas oligárquicas y la corrupción, y las milicias ultranacionalistas en las que se apoya, pueden ser utilizados en cualquier momento para una provocación que obligue a Moscú a reaccionar. El este de Ucrania, en el que arde una guerra civil desde 2014, está poblado mayoritariamente por residentes de origen ruso. No sería el primer conflicto militar que Estados Unidos y sus aliados provocan de esta manera.

Si la OTAN vuelve ahora a la mesa de negociaciones con Rusia después de dos años y medio de glaciación, es por dos razones.

En primer lugar, la opinión pública de EE.UU. y Europa, que se opone en gran medida a una guerra contra Rusia, necesita estar en sintonía con una confrontación militar. Los medios de comunicación occidentales difunden constantemente la narrativa mendaz: 'Nosotros somos pacíficos y queremos negociar, pero Putin quiere invadir Ucrania y plantea exigencias que no se pueden cumplir'.

En segundo lugar, Estados Unidos está desarrollando el conflicto con Rusia como parte de su estrategia geopolítica, cuyo objetivo es frenar el ascenso económico y militar de China y mantener a los europeos bajo control. Por tanto, hay que evitar una estrecha alianza entre Rusia y China. El gobierno de Biden sabe que el régimen de Putin está sometido a una enorme presión social debido a su política asesina de COVID-19 y a la manifiesta desigualdad social, y por lo tanto es susceptible de maniobras y acuerdos políticos.

Los miembros europeos de la OTAN apoyan el curso agresivo contra Rusia, pero persiguen sus propios intereses. El imperialismo alemán, en particular, considera que Europa del Este y la antigua Unión Soviética son zonas tradicionales de expansión que intentó conquistar durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Berlín teme que Estados Unidos perjudique a Alemania si se somete a su línea.

Esto es particularmente evidente en el conflicto sobre Nord Stream 2. Washington quiere utilizar el gasoducto, terminado pero aún no aprobado, como palanca contra Rusia, mientras que Berlín quiere poner en funcionamiento el gasoducto, del que depende el suministro energético de Alemania. El conflicto atraviesa el gobierno alemán. Mientras los Verdes y los Demócratas Libres abogan por detener el gasoducto, el SPD lo apoya.

Las rivalidades entre las potencias de la OTAN son otro factor que aumenta el riesgo de guerra. La explosiva mezcla de rivalidades entre los aliados imperialistas, los preparativos para la guerra contra sus oponentes y las tensiones sociales recuerdan a las vísperas de la Primera Guerra Mundial. Así lo reconocen también los comentaristas burgueses de derechas.

El periodista de 83 años Michael Stürmer publicó en Die Welt un comentario titulado 'Los nuevos sonámbulos'. El título hace referencia al bestseller del historiador Christopher Clark sobre las causas de la Primera Guerra Mundial. El ex presidente del SPD y ministro alemán de Asuntos Exteriores, Sigmar Gabriel, calificó de 'dramática' y 'amenazante' la situación actual en el conflicto de Ucrania.

Esta locura sólo puede ser detenida por una ofensiva socialista de la clase obrera internacional contra la guerra y el capitalismo. Es la única fuerza social que no está motivada ni por el beneficio ni por los intereses nacionales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de enero de 2022)

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