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Perspectiva

La realidad barbárica de la sociedad estadounidense: asesinato policial y ejecuciones estatales

En su impulso de guerra contra Rusia para disputar Ucrania, la clase gobernante estadounidense y sus medios de comunicación proclaman incansablemente la santidad de los “valores” estadounidenses de la libertad y la democracia que supuestamente defiende en el exterior.

Sin embargo, en casa, la oligarquía capitalista preside un aparato barbárico de represión y violencia.

Patrick Lyoya, un refugiado africano de 26 años y trabajadores de autopartes, fue asesinado a plena luz del día el 4 de abril por un oficial policial en Grand Rapids, Míchigan. La presunta ofensa era estar manejando con una placa sin registrar, que es una situación menor y común.

Un vídeo grabado por un testigo, la grabación de la cámara corporal del policía y una autopsia independiente confirmaron que, después de un breve forcejeo, el oficial disparó a quemarropa en la nuca de Lyoya cuando tenía al joven inmovilizado en el suelo. A pesar de la clara evidencia, el oficial aún no ha sido identificado, arrestado ni sometido a cargos.

Una televisión muestra la evidencia en vídeo de la persecución de un oficial policial de Patrick Lyoya en Grand Rapids, Míchigan. Lyoya de 26 años fue acribillado y asesinado a las 8:10 a.m. el 4 de abril después de un control de tránsito, según la policía. (Vídeo publicado por el Departamento de Policía de Grand Rapids) [Photo: Video released by Grand Rapids Police Department]

El padre de Lyoya, Peter Lyoya, quien escapó con su familia de la violencia en el Congo a EE.UU. en 2014 quedó escandalizado cuando escuchó que su hijo había sido asesinado. “No lo pude creer… hay un genocidio en este país”, dijo en una conferencia de prensa la semana pasada. “No sabía que aquí en EE.UU. un oficial policial puede asesinarte a estilo de ejecución”.

Casi 600 personas han sido asesinadas por la policía durante controles de tráfico desde el 2017, según un análisis reciente de datos recolectados por Mapping Police Violence del diario Guardian. Los asesinatos en controles de tráfico representan aproximadamente el 10 por ciento de los más de 1.000 asesinatos policiales cada año. Los ejemplos citados por el Guardian incluyen a un hombre asesinado por la Policía de Miami después de haber sido orillado por un número de matrícula expirado y un hombre de Milwaukee asesinado por presuntamente no utilizar su luz direccional.

Solo ha habido cuatro días este año en que no se reportaron asesinatos policiales en alguna parte de Estados Unidos. Empleados por el Estado para defender los intereses de la propiedad privada y hacer valer la enorme brecha social, la policía opera en los barrios de la clase obreras como jueces, jurados y verdugos.

El jueves por la noche, Texas llevó a cabo la ejecución del hombre de mayor edad en su corredor de la muerte. A pesar de la oposición popular a la pena capital, siguen operando cámaras de muerte en 27 estados del país.

Después de más de tres décadas en el pabellón para condenados a muerte, Carl Wayne Buntion, de 78 años, fue atado a una camilla e inyectado una dosis letal de pentobarbital, un barbitúrico que, cuando se administra a una dosis alta, resulta en muerte por paro respiratorio. Los opositores comparan su efecto como morir ahogado o quemado vivo. Su fabricador danés bloqueó su venta a los estados que tienen la pena capital.

Oscar Franklin Smith, de 72 años, iba a ser ejecutado por Tennessee al mismo tiempo que Buntion, pero el gobernador le dio un aplazamiento de último minuto debido a “un descuido en la preparación de la inyección letal”. Smith, quien fue condenado por asesinar a su esposa tras una separación y a sus dos hijos en 1989, ha insistido en su inocencia. Los intentos de sus abogados de presentar evidencia de ADN que lo absolvería han sido rechazados.

La prisión ya le había servido a Smith su última comida clásica estadounidense: una hamburguesa con queso, una tajada de pie de manzana y un plato de helado de vainilla. Y le estaban leyendo las últimas exequias cuando llegaron las noticias de que seguiría con vida, al menos temporalmente.

Carolina del Sur está decidida a ejecutar a Richard Bernard Moore, de 57 años, por medio de un pelotón de fusilamiento la próxima semana después de un aplazamiento ordenado por la Corte Suprema estatal. A Moore le dieron la “opción” de morir por medio de la silla eléctrica o un pelotón de fusilamiento y eligió el pelotón. Si se lleva a cabo su ejecución, sería la primera ejecución de este tipo en EE.UU. en más de una década.

Y Texas planea ejecutar a Melissa Lucio, de 53 años, en menos de una semana. Sería la decimoctava mujer en ser ejecutada desde que la pena capital fue reinstituida en EE.UU. en 1976. Madre de catorce hijos fue condenada por asesinato tras la muerte de su hija de 2 años en 2007.

Lucio se declara inocente e insiste en que fue obligada a confesar después de seis horas de una interrogación intensa por parte de la policía. La evidencia presentada por sus abogados corrobora la insistencia de Lucio en que la niña se lastimó cuando cayó por unas escaleras.

Más de 1.500 personas han sido ejecutadas en Estados Unidos durante los últimos 46 años. La mayoría fue por inyección letal (1.365), seguida por electrocución (163), cámara de gas (11), ahorcamiento (3) y pelotón de fusilamiento (3). Si bien la pena capital para menores fue abolida en 2005 por la Corte Suprema, 22 personas fueron ejecutadas tras ser condenados por crímenes cometidos cuando eran menores de 18 años.

Según el Centro de Información sobre la pena Capital, 187 personas han sido liberadas del corredor de la muerte después de que se descubriera su inocencia del crimen por el cual fueron previamente condenadas. Esto equivale a un promedio de cuatro personas condenadas incorrectamente y absueltas cada año después de prever su muerte a manos del Estado. Nunca se sabrá cuántas personas inocentes fueron ejecutadas para saciar la sed de sangre de los fiscales, jueces y políticos.

Esta es la barbárica realidad de la vida en Estados Unidos, una sociedad desgarrada por grotescos niveles de desigualdad social y gobernada por una élite capitalista que ha demostrado una y otra vez su indiferencia homicida y su franca hostilidad hacia las vidas de la clase trabajadora.

El aparato de opresión nacional se extiende mucho más allá de las matanzas policiales diarias y del asesinato oficial del Estado.

Aproximadamente dos millones de hombres y mujeres languidecen en la extensa red de prisiones y cárceles del país, la mayor población carcelaria del mundo. Diez millones de personas pasan por las cárceles de Estados Unidos cada año, y muchas de ellas permanecen atrapadas entre rejas incluso antes de ser condenadas por un delito porque no pueden pagar su fianza.

Mientras tanto, miles de inmigrantes, muchos de ellos nunca acusados de un delito, están encerrados en una extensa red de cientos de prisiones y cárceles simplemente porque carecen de la documentación adecuada. Entre ellos hay decenas de miles de niños que son objeto de aislamiento y abuso por parte de sus guardias .

La indiferencia de la clase dirigente estadounidense hacia la vida se ha puesto de manifiesto a lo largo de la pandemia, y se ha permitido que se propague un virus letal libremente, matando al menos a un millón de personas en Estados Unidos y a 20 millones en todo el mundo. Incluso cuando la esperanza de vida ha caído por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el mercado de valores ha alcanzado nuevos máximos, alimentado por una infusión de dinero por medio de rescates y una orgía de ganancias por la pandemia.

Los sentimientos retrógrados y anticientíficos se han fomentado y promovido abiertamente en los niveles más altos del Estado. La salud pública, como campo de la ciencia dedicado a proteger y educar al público sobre las enfermedades, ha sido casi completamente borrada, ya que se interpone en el camino de la acumulación de ganancias.

Esta indiferencia también se expresa en las más de 7.800 personas que murieron sin hogar en Estados Unidos en 2020, lo que significa que casi dos docenas de personas murieron cada día en las calles, en sus coches, en edificios abandonados o en refugios públicos. Las muertes por violencia armada, otro indicador de la profunda crisis social, se acercaron a las 45.000 en 2021, incluyendo un estimado de 24.000 suicidios.

El carácter del Estado estadounidense es un reflejo de las profundas tensiones sociales y de clase en el corazón del capitalismo mundial. Estados Unidos tiene los mayores niveles de desigualdad de todos los grandes países capitalistas.

El único camino progresista para la clase obrera en la lucha contra la guerra, la violencia policial, la represión estatal y la aplastante desigualdad social es la lucha por el socialismo.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el World Socialist Web Site están organizando el Mitin Internacional En Línea del Primero de Mayo el domingo 1 de mayo para proporcionar el programa para la unificación de la clase obrera en la lucha global contra el sistema capitalista, que es el origen de la desigualdad social y todos sus males.

Para registrarte al Mitin Internacional En Línea del Primero de Mayo, visita el siguiente artículo para más información.

(Publicado originalmente en inglés el 21 de abril de 2022)

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