Español
Perspectiva

Shanghái reabre tras suprimir el COVID: un triunfo para la ciencia y la salud pública

La mayor ciudad de China, Shanghái reabrió en gran medida el miércoles por la mañana después de un confinamiento de dos meses que derrotó con éxito el brote de la virulenta subvariante ómicron BA.2 del COVID-19. Este acontecimiento constituye un triunfo de la movilización de la salud pública dado que el brote, que alcanzó un pico de casi 30.000 infecciones por día a mediados de abril, se cobró menos de 600 vidas, en su mayoría de adultos mayores que no habían sido vacunados.

Durante estos dos meses, la mayoría de las oficinas, las fábricas y otros lugares de trabajo permanecieron cerrados, aunque la producción continuó en ciertas industrias clave donde los trabajadores pasaron a residir en las fábricas y prácticamente no dejaban los recintos, en un sistema llamado circuito cerrado. Las escuelas cambiaron a clases en línea; el transporte público estuvo casi vacío; y las pocas tiendas que permanecieron abiertas tan solo podían distribuir productos para recoger en la acera. En sí, la ciudad se mantuvo aislada del resto del país y los visitantes tan solo podían ingresar tras un periodo de cuarentena de 14 días.

La mayoría de los residentes permaneció en sus hogares y el internet fue su principal conexión con el mundo exterior. Las entregas de comida y el suministro de otras necesidades fueron organizados a través de las extensas redes de complejos de vivienda y comités de barrio en el país, cuya labor luego fue substituida por el Gobierno.

El miércoles, casi un millón de pasajeros tomó el metro para ir al trabajo, según las tiendas y centros comerciales abrieron pronto para un comercio concurrido. Casi 330.000 automóviles ingresaron en la ciudad. El centro comercial Yuyuan retomó su horario ordinario. Los supermercados abrieron sus puertas para los compradores locales. Incluso el principal fabricante de autos de Shanghái, SAIC Motor, reportó que ha reanudado la producción a un 80 por ciento.

Más de 22,5 millones de residentes (el 90 por ciento de la ciudad) ahora vive en distritos de bajo riesgo, lo que significa que estas secciones fueron declaradas libres de infección por más de dos semanas. La toma rigurosa de pruebas PCR de COVID dos veces por semana continúa y el aparato de salud pública permanece completamente en alerta. Como lo señaló un residente al South China Morning Post, “Las sirenas y el ruido de los vehículos volvieron a los niveles previos al confinamiento, pero ese es el Shanghái que conocemos, para bien o mal”.

La línea de tendencia del COVID en China desde el 1 de marzo (Fuente: WSWS media)

Es imposible exagerar la importancia política de la lucha exitosa contra el COVID en Shanghái. Ya no puede haber ningún debate sobre las políticas que deberían avanzarse para proteger a la población global de esta mortal infección.

Como declara la segunda de las merecidamente famosas Tesis sobre Feuerbach de Marx, “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”.

El ejemplo de China demuestra que Cero COVID es efectivo, incluso en contra de la variante más infecciosa que ha aparecido del coronavirus. El brote en Shanghái aparentemente tuvo dos causas: las infecciones traídas fuera de China, que son inevitables dada la relevancia de la ciudad en la economía mundial, y la aplicación floja de la política de Cero COVID por parte de los oficiales en la ciudad, la cual fue revocada por Beijing cuando los contagios comenzaron a dispararse.

Pero, aun así, el peor día de la pandemia en China, a mediados de abril, tuvo un promedio diario de 7 días de 26.109 infecciones de COVID. Durante ese mismo periodo, Estados Unidos alcanzó un mínimo de 27.000 infecciones nuevas diarias, entre la ola de ómicron y la nueva ola alimentada por la subvariante BA.2. Ahora, las infecciones diarias en EE.UU. están superando las 110.000 nuevamente, cuando los casos de transmisión comunitaria fueron 68 ayer en China. En Shanghái, solo hubo 11 casos de COVID en total. La última muerte por COVID ocurrió hace seis días.

En términos más generales, durante la pandemia, la esperanza de vida en China superó por primera vez la de EE.UU. A pesar de que EE.UU. es más rico y tiene una infraestructura médica más avanzada en términos técnicos, las desigualdades en el acceso a la salud, el recrudecimiento de la crisis social reflejado en las “muertes por desesperación” (por consumo de opiáceos, suicidios y otras muertes relacionadas con las drogas y el alcohol) y ante todo la pérdida completamente prevenible de 1 millón de vidas por la pandemia han resultado en una caída sin precedentes de la esperanza de vida, una de las medidas de viabilidad de cualquier sociedad.

Por el contrario, China ha limitado el total de muertes reportadas por COVID a 5.226. Según el reporte de exceso de mortalidad de la OMS publicado recientemente, China vio 52.000 muertes menos. En otras palabras, los esfuerzos para atender la pandemia también salvaron vidas que, de lo contrario, se habrían perdido por otras causas.

En materia de salud pública, los esfuerzos para contener las infecciones de un patógeno con una transmisibilidad aérea muy alta como ómicron, en una ciudad que alberga densamente a 26 millones de habitantes es un tributo impresionante a las iniciativas para eliminar la enfermedad de la metrópolis.

Desmiente las incansables afirmaciones de la prensa burguesa de que la población debe aceptar vivir con el virus y con reinfecciones indefinidamente, así como la posibilidad de tener COVID persistente si tienen la suerte de sobrevivir a la fase aguda de la enfermedad.

Los esfuerzos en Shanghái merecen ser tanto aplaudidos como sometidos intensamente a estudios clínicos y su asimilación. Dada la globalización y el cambio climático, se predice que va a multiplicarse la oportunidad de que más virus salten a las poblaciones humanas. Es crítico establecer una infraestructura internacional de preparación para pandemias, así como comprender cómo aplicar estas intervenciones complejas para contener los patógenos, como las de Shanghái. La política dinámica de Cero COVID es la esencia de la contención de cualquier enfermedad que amenaza a las poblaciones futuras.

Sin embargo, en lugar de aplaudir el éxito de China, la respuesta de los medios burgueses estadounidenses fue decididamente negativa o abiertamente hostil. El New York Times, después de pasar semanas describiendo el confinamiento como un esfuerzo inútil de las autoridades chinas para lograr lo imposible –derrotar ómicron— mediante métodos represivos y antidemocráticos, no estaba dispuesto a admitir que la política aplicada en Shanghái había sido correcta.

Describieron a los habitantes de Shanghái como si acabaran de sufrir la devastación de un huracán o un terremoto, o como si estuvieran conmocionados por un bombardeo militar de meses de duración, suspirando de alivio por el fin del sufrimiento masivo, en lugar de celebrar una victoria sobre un virus letal.

Los reporteros del Times incluso encontraron a un estudiante de posgrado de Shanghái que les dijo: “Siento que el daño de las medidas ante la pandemia es peor que el daño del propio virus”. Al parecer, los reporteros tenían la tarea de encontrar al menos una persona entre mil millones en China que se hiciera eco de las palabras del columnista del Times Thomas Friedman, que inauguró la campaña estadounidense contra los confinamientos hace dos años advirtiendo que “el remedio no puede ser peor que la enfermedad”.

Los medios oficiales de Wall Street no hablaron ni una sola vez del desastre económico que se produciría en el mundo si China permitiera que la política de “aprender a vivir con el virus” dictara su estrategia. Durante la ola de ómicron del pasado invierno, las muertes se dispararon fuera de China, al igual que el absentismo laboral. En un periodo de seis meses, China se habría enfrentado a 1,6 millones de muertes, a un colapso de su sistema sanitario y a una completa desestabilización de la sociedad.

La respuesta de los medios de comunicación corporativos está totalmente impulsada por los intereses de Wall Street y el imperialismo estadounidense. Querían que China sufriera un colapso ante ómicron, tanto para poner fin a la política de Cero COVID que constituye una condena permanente de la indiferencia de los Gobiernos imperialistas ante la muerte masiva de sus ciudadanos, como para infligir un importante golpe material contra China, a la que Washington ve como su mayor amenaza estratégica.

Una respuesta honrada y humana a la reapertura de Shanghái sería felicitar al pueblo chino por un logro épico; y plantear la cuestión de por qué Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y todos los demás países son incapaces de llevar a cabo una campaña para salvar vidas como ésta.

Por no llevar a cabo la política de Cero COVID, Hong Kong se enfrenta a una nueva ola de infecciones por las subvariantes BA.4/5 de ómicron, que son más contagiosas y patógenas. Sudáfrica sufrió una quinta ola de infecciones a pesar de tener una inmunidad de la población de casi el 100 por ciento. La Casa Blanca ha advertido que durante el otoño y el invierno podrían producirse 100 millones de nuevas infecciones en Estados Unidos, lo que vería un aumento en las muertes.

El WSWS ha explicado la necesidad de una estrategia de eliminación. China, un país de 1.400 millones de habitantes, ha demostrado que con iniciativa incluso estos patógenos altamente transmisibles pueden ser contenidos y eliminados. Sin embargo, dada la total indiferencia del resto del mundo ante la amenaza a largo plazo que supone el SARS-Cov-2, China se enfrentará a más presiones para abandonar sus defensas.

Hay una profunda lección política y estratégica: es posible que un país luche contra el COVID, pero no es posible eliminar el virus en un solo país de forma aislada, porque el mundo es una sociedad global interconectada. La lucha contra la pandemia tiene un alcance intrínsecamente internacional y requiere la movilización de la única clase cuyos intereses no están ligados al Estado nacional: la clase obrera internacional.

Como parte de la lucha por desarrollar la conciencia política revolucionaria de la clase obrera, el World Socialist Web Site lanzó el pasado mes de noviembre la Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19. Un examen de la experiencia de la clase obrera china en la aplicación de la política de Cero COVID es esencial para el trabajo de esta investigación.

(Publicado originalmente en inglés el 2 de junio de 2022)

Loading