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Perspectiva

¡No a la guerra ni al alza de precios!

En toda Europa, está creciendo la resistencia al alza masiva de precios que se está utilizando para transferir los costos de la guerra por delegación de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania al pueblo trabajador.

Una encuesta realizada por YouGov en Francia, Alemania, Polonia y Reino Unido concluyó que el aumento del costo de vida se ha vuelto la problemática más importante en los cuatro países.

Uno de cada cinco encuestados dijo que se ha visto obligado a recurrir a sus ahorros para sobrevivir. Uno de cada diez está saltándose comidas. Más de la mitad anticipa que no podrá mantener una calefacción adecuada en sus hogares este invierno. La mayoría espera revueltas sociales en los próximos meses. En Francia, cuatro de cada diez dijeron que querían que regresara el movimiento de protestas de los Chalecos Amarillos.

Incluso los asesores financieros están advirtiendo sobre el malestar social. “Hay muchos vientos en contra para el resto del año que podrían impactar el rendimiento de los inversores”, escribió Nigel Green de deVere Group. “Uno de los mayores y el más ignorado es el riesgo creciente de malestar social a gran escala. La crisis global del coste de vida es un factor que contribuye mucho”.

Según el índice de malestar civil de la empresa global de análisis de riesgo Verisk Maplecroft, más del 50 por ciento de los casi 200 países que cubre vio un aumento en el riesgo de movilizaciones masivas entre el segundo y el tercer trimestre de 2022. Este es el nivel más alto para estas naciones desde que el índice se creó en 2016. La lista la encabezan países tan pobres como Bosnia-Herzegovina y tan ricos como Holanda y Suiza.

La afirmación de que hay que culpar a Rusia por todo está perdiendo terreno, según una encuesta de YouGov. Muchos lo atribuyen a las empresas energéticas y sus propios Gobiernos. El ataque masivo a sus niveles de vida, mientras las empresas energéticas obtienen ganancias récord y el Estado las compensa con miles de millones cuando hay pérdidas, les ha abierto los ojos a muchos.

Cada vez menos personas creen la propaganda de que la OTAN está defendiendo la democracia, la libertad y la independencia de Ucrania. Las entregas gigantescas de armas para alimentar la guerra a pesar del peligro de una escalada nuclear están siendo rechazadas. Lo mismo ocurre con las sanciones, que tanto en Rusia como en Europa afectan principalmente a la clase trabajadora.

La burguesía está reaccionando a esto con cada vez más nerviosismo y agresividad. Está intensificando la guerra por medio del envío de armas cada vez más poderosas y preparándose para un enfrentamiento abierto con la clase obrera.

En Reino Unido, esto hizo primera ministra a Liz Truss, una mujer que declara sin pestañear su voluntad a iniciar una guerra nuclear y que odia incluso más a la clase trabajadora que su modelo Margaret Thatcher. En Italia, la admiradora de Mussolini, Giorgia Meloni, tiene una alta probabilidad de convertirse en la próxima jefa de Estado. En EE.UU., el expresidente Donald Trump está convirtiendo el Partido Republicano en un movimiento fascista que también cuenta con el respaldo del aparato estatal de seguridad.

Las élites gobernantes también reaccionan con tal agresividad ante la creciente oposición porque hasta ahora han sido incapaces de lograr sus objetivos militares, y sus sanciones económicas han sido contraproducentes. Esto las hace aún más peligrosas.

La guerra de Ucrania se ha convertido en una guerra de desgaste, similar a la Primera Guerra Mundial, que se cobra miles de víctimas mientras los frentes apenas se mueven. El intento de la OTAN de abrirse paso con armas más eficaces conlleva inevitablemente el peligro de ampliar y escalar el conflicto hasta el punto de una guerra nuclear.

Las sanciones económicas contra Rusia, especialmente en el sector energético, han provocado una explosión de los precios de la gasolina y el gas natural y han desencadenado la mayor inflación en décadas. En invierno, la economía europea está amenazada con una recesión y numerosas empresas están al borde de la quiebra debido a los altos precios de la energía.

Fuera de la OTAN, pocos países se han sumado a las sanciones. India se mantiene al margen, al igual que la mayoría de los países africanos y sudamericanos. Incluso Turquía, miembro de la OTAN, y Hungría, miembro de la UE, rechazan las sanciones y siguen obteniendo la mayor parte de su demanda energética de Rusia.

Rusia se ha visto afectada por la ausencia de piezas electrónicas occidentales y el éxodo de trabajadores de las tecnologías de la información, pero se ha beneficiado de los altos precios de la energía y ha ampliado sus vínculos económicos con China. De enero a agosto de este año, el volumen de comercio entre Rusia y China aumentó casi un tercio, hasta los 117.200 millones de dólares. Rusia es el principal proveedor de petróleo de China y una importante fuente de gas natural, carbón y productos agrícolas.

El presidente Putin representa los intereses de los oligarcas rusos, combinando una política reaccionaria de confrontación militar con los esfuerzos por volver a hacer negocios con las potencias imperialistas. Por eso se ha abstenido durante mucho tiempo de interrumpir totalmente el suministro de gas a Europa, a pesar de que la UE suspendió la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, cuya construcción ya finalizó, inmediatamente después del inicio de la guerra y resolvió independizarse completamente del suministro de gas ruso para 2027.

Esto solo cambió después de que los ministros de finanzas de los siete países industrializados más poderosos, el G7, acordaran un “tope de precios” para las exportaciones energéticas rusas. Por ejemplo, se aplicará dejando de asegurar a los petroleros que transportan petróleo ruso a Asia o África si el petróleo se vende a un precio más alto. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también publicó la semana pasada un plan de 16 páginas en este sentido.

En respuesta, Gazprom detuvo todas las entregas a través del oleoducto Nord Stream 1, lo que provocará una escasez masiva de energía en Alemania y otras partes de Europa, especialmente cuando caigan las temperaturas en el invierno, con consecuencias devastadoras. Ayer, en un foro económico celebrado en Vladivostok, al que también asistió China, el presidente Putin anunció que Rusia dejaría de cumplir los actuales contratos de suministro en caso de que se colocara un techo de los precios. Al mismo tiempo, ofreció poner en marcha el gasoducto Nord Stream 2, que eliminaría de un plumazo la escasez de gas en Europa.

La UE y la OTAN no estarán de acuerdo con esto e intensificarán la confrontación con Rusia y los ataques a su propia clase trabajadora. Los llamados “paquetes de ayuda” que muchos Gobiernos europeos están adoptando actualmente para amortiguar el impacto social no son más que la proverbial gota de agua, diseñada para ganar algo de tiempo. Gran parte del dinero se está utilizando para apoyar a las grandes empresas energéticas que han acordado contratos de suministro a largo plazo a precios fijos y que ahora tienen pérdidas.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en un artículo de opinión para el Financial Times, amenazó a cualquiera que cuestione la política de guerra de la OTAN. “Nos enfrentamos a seis meses difíciles, con la amenaza de cortes de energía, interrupciones y quizás incluso disturbios civiles”, escribe. “Pero debemos mantener el rumbo y enfrentarnos a la tiranía, por el bien de Ucrania y por el nuestro”.

Stoltenberg admitió abiertamente en el Financial Times que la OTAN lleva años preparándose para esta guerra y que no cejará hasta derrotar militarmente a Rusia, arruinarla económicamente y someterla a su dominio.

Desde 2014, se jactó Stoltenberg, “los países aliados han proporcionado miles de millones de dólares de apoyo al sector de la seguridad y las instituciones de Ucrania, y han entrenado a decenas de miles de tropas, incluidas las fuerzas especiales.” Desde el comienzo de la guerra, la OTAN ha proporcionado “un apoyo militar, humanitario y financiero sin precedentes”, dijo. “Y seguiremos ayudando al país a reforzar su sector de defensa y seguridad a largo plazo, y a realizar la transición de las armas de la era soviética a las capacidades estándar de la OTAN”.

La OTAN, dijo Stoltenberg, estaba realizando “el cambio más fundamental en su disuasión y defensa desde la Guerra Fría, aumentando significativamente nuestra presencia en el flanco oriental, colocando cientos de miles de tropas en un estado de preparación más alto y continuando la inversión en capacidades de vanguardia”.

Esta política, que amenaza con desencadenar una nueva guerra mundial, solo puede ser impedida por un movimiento independiente de la clase obrera internacional. Las huelgas y las protestas contra la destrucción del nivel de vida, contra los recortes de los salarios, de los puestos de trabajo y de las conquistas sociales necesitan una orientación y una perspectiva claras. Deben convertirse en un movimiento consciente contra la guerra y en una ofensiva socialista para derrocar al capitalismo, uniendo a los trabajadores de Europa, América, Rusia, Ucrania y todos los demás países.

Los partidos pseudoizquierdistas de la clase media-alta acomodada, junto con los sindicatos, han abrazado la campaña de guerra de los EE.UU. y la OTAN. Los Verdes se encuentran entre los partidos más abiertamente belicistas de Alemania, y la ministra de Asuntos Exteriores del Partido Verde, Annalena Baerbock, exige que Alemania se haga de armas nucleares. La creciente oposición a la guerra y el aumento del coste de la vida dentro de la clase trabajadora entrarán en conflicto frontal con todos estos partidos.

La lucha contra la guerra requiere la construcción de una dirección socialista consciente: el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad, PSI) y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de septiembre de 2022.)

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