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Perspectiva

El bombardeo del gasoducto Nord Stream: ¿Quién se beneficia?

El lunes, varias fuertes explosiones submarinas abrieron enormes agujeros en los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que transportan gas natural ruso bajo el mar Báltico hasta Alemania. Las explosiones, que se produjeron en aguas danesas, produjeron fugas de gas de un kilómetro de diámetro hasta la superficie. Decenas de miles de millones de dólares en infraestructuras vitales para la economía rusa y para la energía y calefacción de la economía alemana y europea, yacen en ruinas.

Mientras Estados Unidos y la OTAN libran una guerra contra Rusia en Ucrania, este suceso apunta a una temeraria escalada militar en Europa. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, dijo que las explosiones eran el resultado de una “acción deliberada” de partes desconocidas, mientras que el sismólogo sueco Bjorn Lund dijo: “No hay duda, esto no es un terremoto”.

Aunque los medios de comunicación europeos acusaron inmediatamente a Rusia de haber bombardeado los gasoductos Nord Stream, tales acusaciones se están desmoronando rápidamente.

Incluso el New York Times, normalmente una fuente de agresiva propaganda antirrusa, se abstuvo de culpar el bombardeo a Moscú. “A primera vista, parece contraproducente que el Kremlin dañe sus propios activos multimillonarios”, reconocía. “Mientras que algunos funcionarios europeos se apresuraron a especular sobre la culpabilidad rusa, los funcionarios estadounidenses se mostraron más cautelosos, señalando la falta de pruebas disponibles”, continuó, señalando que Washington “y la mayoría de sus aliados europeos se abstuvieron de nombrar a ningún sospechoso”.

El exministro de Asuntos Exteriores polaco Radek Sikorski, miembro de varios grupos de reflexión de la OTAN y casado con la destacada comentarista de política exterior estadounidense Anne Applebaum, sugirió abiertamente que Washington estaba detrás del atentado. Tuiteó una foto de la fuga de gas con las palabras: “Gracias, Estados Unidos”. Y añadió: “Ahora 20.000 millones de dólares de chatarra yacen en el fondo del mar, otro coste para Rusia de su decisión criminal de invadir Ucrania”.

Las acusaciones contra Rusia por los atentados carecen de toda credibilidad y restan importancia al autor mucho más probable: Estados Unidos. La primera pregunta que hay que hacerse sobre el atentado de Nord Stream es: ¿ Cui bono ? ¿Quién se beneficia y quién tenía el motivo para llevarlo a cabo?

Rusia no tenía ningún motivo para destruir el gasoducto Nord Stream. El conglomerado ruso Gazprom era propietario de la mitad del gasoducto, junto con accionistas alemanes, franceses y holandeses, y el gasoducto estaba en el centro de los planes de Moscú para reconstruir los lazos económicos con Europa, siempre y cuando la guerra con la OTAN en Ucrania terminara. No tenía ninguna razón para volar su propio oleoducto.

Para Washington, el bombardeo presentaba dos ventajas. En primer lugar, al producirse en medio de la escalada militar de la OTAN contra Rusia en Ucrania, ayudaría a alimentar más propaganda de guerra antirrusa. En segundo lugar, al hacer a Europa más dependiente de las importaciones de gas natural de EE.UU. para sustituir el gas ruso, correspondía a un importante objetivo de EE.UU. en la guerra de Ucrania desde el principio: poner a Europa más firmemente bajo el control de EE.UU. Estos objetivos han salido cada vez más a la luz en los últimos años.

En 2018, estallaron varios amargos conflictos entre la Administración de Trump y Berlín, ya que Trump impuso sanciones a las exportaciones de automóviles alemanes a Estados Unidos y exigió a Berlín que pusiera fin al Nord Stream 2.

El 7 de febrero de 2022, mientras intensificaba las amenazas económicas y militares contra el Kremlin antes de la invasión rusa de Ucrania, el presidente estadounidense Joe Biden invitó al canciller alemán Olaf Scholz a Washington para discusiones. Durante una conferencia de prensa conjunta con Scholz, Biden se comprometió a destruir el gasoducto Nord Stream 2. “Si Rusia invade”, dijo Biden, “entonces ya no habrá un Nord Stream 2. Le pondremos fin a ello”.

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Cuando se le preguntó cómo lo haría, ya que el gasoducto Nord Stream es propiedad conjunta de Rusia y de ostensibles aliados de la OTAN de Estados Unidos como Alemania, Francia y los Países Bajos, Biden se negó a responder, limitándose a decir: “Les prometo que seremos capaces de hacerlo”.

La disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en 1991 no solo allanó el camino para que la OTAN librara sangrientas guerras imperialistas en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia y Siria. También desembarazó a la OTAN de su principal enemigo, que había ayudado a unificar la alianza, y abrió Eurasia a las grandes corporaciones estadounidenses y europeas. Las tensiones entre las potencias imperialistas de la OTAN, al competir por el reparto del botín de la economía mundial, estallaron.

Trump exigió a Berlín que pusiera fin al Nord Stream 2 después de que pidiera un refuerzo militar de la UE y una política de defensa independiente de la OTAN. Mientras que la entonces canciller alemana, Angela Merkel, llamó a Alemania a “luchar por nuestro propio futuro nosotros mismos”, el presidente francés, Emmanuel Macron, pidió que la UE se preparara para enfrentarse a Rusia, China o Estados Unidos.

Los funcionarios de la UE rechazaron los llamamientos de Trump de acabar con el Nord Stream 2. Tales demandas, dijo el legislador alemán Rolf Mützenich, “afectan a las empresas alemanas y europeas y representan una interferencia en nuestros asuntos internos. Al parecer, la UE y Alemania no son socios aliados para Trump, sino vasallos tributarios...”.

La política de Estados Unidos hacia Europa recuerda la advertencia de León Trotsky, hace casi un siglo, de que en un período de crisis “la hegemonía de Estados Unidos operará de manera más completa, más abierta y más despiadada que en el período de auge”. Trotsky describió los planes del imperialismo estadounidense para Europa después de la Primera Guerra Mundial de la siguiente manera:

Rebanará los mercados; regulará la actividad de los financieros e industriales europeos. Si queremos dar una respuesta clara y precisa a la pregunta de qué quiere el imperialismo estadounidense, debemos decir: quiere someter a la Europa capitalista a raciones.

Esto describe de manera concisa la política actual de Washington. Este año, aprovechó la invasión rusa de Ucrania para escalar la guerra con Rusia y cortar el comercio energético de la UE con Rusia como tanto había deseado. El impacto en Europa es devastador.

Millones de trabajadores europeos se enfrentan a la posibilidad de pasar frío este invierno, y los precios del gas se multiplicaron por diez ya que Europa debe sustituir el gas ruso barato transportado por gasoducto por el gas natural licuado estadounidense. Las subidas de precios se magnifican aún más por la caída de las divisas europeas frente al dólar estadounidense, que sube a medida que la Reserva Federal de Estados Unidos aumenta sus tipos de interés. Las empresas europeas del acero, químicas y de otros sectores, señaló el Wall Street Journal, “están trasladando sus operaciones a Estados Unidos, atraídas por unos precios de la energía más estables y por las musculosas ayudas del Gobierno”.

Los imperialistas de la UE han accedido a ello, a medida en que la guerra es un pretexto para seguir desviando miles de millones de euros al rearme. La burguesía alemana, en particular, pretende, después de perder dos guerras mundiales, resurgir como primera potencia militar de Europa. Este mes, Scholz pidió que Alemania “se convierta en la piedra angular de la defensa convencional en Europa, la fuerza mejor equipada de Europa” y exigió un puesto alemán en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Aunque Berlín puso fin oficialmente a su apoyo al Nord Stream 2 tras la invasión rusa, está planteando la posibilidad de renovar los vínculos energéticos con Rusia. Esta semana, Merkel dijo que nunca hay que perder de vista “el día después”. Llamó a pensar en lo que es “absolutamente inimaginable en este momento, es decir, cómo se puede volver a desarrollar algo parecido a las relaciones hacia y con Rusia”.

En vez de un suicidio económico y político por parte de Rusia, es más creíble explicar el ataque al Nord Stream como una señal enviada por Washington a sus “aliados” de la UE: “Sí, pueden volver a militarizarse, pero su política energética y militar se ajustará a nuestras condiciones”.

Estos conflictos dejan aún más claros los enormes peligros a los que se enfrentan las masas de trabajadores y jóvenes mientras la OTAN y Rusia se tambalean al borde de una conflagración global.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de septiembre de 2022.)

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