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Perspectiva

Randi Weingarten encubre el papel del fascismo ucraniano en el Holocausto

No hay ninguna otra acción que pueda revelar más claramente el carácter procapitalista y proimperialista de la confederación sindical estadounidense AFL-CIO que el encubrimiento de los crímenes históricos del fascismo ucraniano por parte de Randi Weingarten durante su gira de Ucrania esta semana para promover la guerra.

En un tuit de su viaje a Ucrania, Randi Weingarten alegó que había viajado “en representación” de los 1,7 millones de maestros que pertenecen al sindicato American Federation of Teachers (AFT). Esta es una mentira descarada. No realizó su gira de Ucrania como representante de los docentes, sino como una leal servidora del ejército estadounidense y de las empresas que lucran de la guerra gracias a las ganancias récord por los envíos de miles de millones de dólares en armas para el ejército ucraniano y los paramilitares fascistas.

Ninguna de sus discusiones lidió con los intereses de los trabajadores en Ucrania, ni mucho menos los de EE.UU. Durante su viaje, Weingarten se reunió con varios oficiales sindicales patrocinados por EE.UU. y que están siendo utilizados por el Gobierno de Zelensky para imponer enormes ataques a la clase trabajadora ucraniana. El viernes, se reunirá con los representantes de los sindicatos magisteriales polacos en Varsovia, que están intentando contener la creciente ira de la clase obrera ante una inflación desenfrenada.

Su gira militarista en Ucrania culminó con un viaje a Leópolis (Lviv), donde Weingarten tuvo la audacia de referirse a la masacre fascista en la ciudad para justificar su apoyo a la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia. El jueves, tuiteó: “Caminé hoy por el barrio judío de Leópolis y el monumento en el gueto judío. 140.000 judíos fueron asesinados entre 1941-1943. Eso era el equivalente al 98 por ciento de la población judía, que representaba el 30 por ciento de la población de Leópolis en ese momento”.

Tuit de Randi Weingarten del 13 de octubre de 2022 durante su visita al barrio judío de Leópolis. [Photo: Randi Weingarten]

Lo que Weingarten no mencionó es que la Organización de Nacionalistas Ucranianos, que era fascista y estaba liderada por Stepan Bandera (OUN-B) desempeñó un papel protagónico en el exterminio de la población judía de Leópolis. Esta omisión no fue un accidente. El día anterior, Weingarten se reunió con el alcalde de Leópolis, Andriy Sadovyi. Weingarten tuiteó que “tres palabras los guían: ‘inquebrantable, resiliencia y supervivencia’”. Sadovyi es, de hecho, un admirador abierto del fascista Bandera.

Uno de los tuits de Randi Weingarten de su reunión con el alcalde de Leópolis, Andriy Sadovyi el 12 de octubre. [Photo: Randi Weingarten]

En 2011, Sadovyi aclamó a Bander y a su aliado fascista Román Shukhevich como “nuestros héroes” que “defendieron nuestra tierra” y deberían ser honrados por “los niños y los jóvenes”. El 26 de febrero, urgió a los residentes que defendieran la ciudad con los que llamó “batidos Bandera”, su término para los cócteles molotov.

Bajo la gestión de Sadovyi, gran parte de Leópolis se ha vuelto un parque de atracciones fascistas. La ciudad se ha llenado de monumentos de fascistas ucranianos y colaboradores con los nazis, y muchos edificios y calles han recibido sus nombres. En 2012, el Simon Wisenthal Center criticó a Sadovyi directamente por intentar “encubrir las muestras muy fuertes de antisemitismo” en Leópolis y denunció a los administradores de la ciudad por seguir “tolerando el antisemitismo”, incluso entregando un premio dedicado a Bandera.

Según el historiador Per Anders Rudling, el Kriyvka, posiblemente el restaurante más popular local, está ambientado en el ala armada de la OUN-B, el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA). Su lema es “La lucha continúa” y dice recibir 1 millón de visitantes por año. Su menú ofrece platillos como “Cerdo hervido en frío ‘Hände Hoch’” y “Serenata de combate”. Los comensales se sientan en salones decorados con “retratos de Banderas más grande que envida” mientras que los baños están cubiertos de anécdotas rusas y judías. Este es solo un restaurante de todo un conjunto de cafés y tabernas “populares fascistas” administradas por uno de los emprendedores más exitosos de la ciudad.

En las palabras de Rudling, la Universidad Nacional Iván Franko de Leópolis, donde Weingarten se reunió con oficiales del principal sindicato magisterial ucraniano, “está explícitamente comprometida con mantener la pureza étnica del cuerpo estudiantil y producir una élite con consciencia nacional”. Es una de las sedes más importantes de la academia ucraniana donde se borran sistemáticamente las líneas entre los estudios “legítimos” y la propaganda ultranacionalista.

La promoción de estos políticos e instituciones ultraderechistas por parte de Weingarten y su silencio deliberado sobre los crímenes de los fascistas ucranianos contra la población judía de Leópolis y Ucrania tienen las implicancias más siniestras.

Debido a la importancia geoestratégica y económica de Ucrania, el imperialismo alemán ocupó y trató de subyugarla en ambas guerras mundiales. Pero siempre lo hizo con la colaboración sustancial de la burguesía nacionalista y las fuerzas locales de extrema derecha. En la Segunda Guerra Mundial, esta colaboración adquirió proporciones monstruosas. Los fascistas ucranianos de la OUN, que surgieron de una violenta reacción nacionalista contra la Revolución de Octubre socialista de 1917, se convirtieron en un pilar central de la guerra nazi contra la Unión Soviética y, especialmente, del Holocausto. Estaban imbuidos de una ideología racista y fascista en la que el odio antijudío se fundía con el anticomunismo más violento.

Aunque Lviv era entonces una ciudad multiétnica de polacos, judíos y ucranianos, se convirtió en el corazón de la extrema derecha ucraniana. Fue aquí, el 30 de junio de 1941, a las 8 de la tarde, donde Yaroslav Stetsko, de la OUN-B, proclamó un Estado ucraniano independiente “bajo la dirección de Stepan Bandera” y prometió la cooperación de Ucrania con la “Gran Alemania nacionalsocialista, que bajo la dirección de Adolf Hitler, está creando un nuevo orden en Europa y en el mundo, y está ayudando a la nación ucraniana a liberarse de la ocupación moscovita”. Por toda la ciudad, los nazis y la OUN-B colocaron banderas amarillas y azules, así como esvásticas, junto con carteles con lemas como “Viva Stepan Bandera, viva Adolf Hitler”.

Mientras la OUN-B proclamaba su “Estado ucraniano independiente”, se estaba llevando a cabo el pogromo más horrible de la Ucrania occidental bajo la ocupación nazi. A partir de la madrugada del 1 de julio de 1941, los miembros de la milicia ucraniana que había sido creada por el OUN-B comenzaron a arrastrar a los judíos desde sus casas hasta los patios de las prisiones, donde se les obligó a participar en rituales que supuestamente demostraban su responsabilidad en los crímenes del servicio secreto soviético NKVD. Luego, los golpeaban brutalmente hasta la muerte. Las mujeres judías fueron pateadas, golpeadas, desnudadas y violadas; las mujeres embarazadas fueron pateadas y golpeadas en el estómago. Los autores del pogromo fueron sobre todo nacionalistas ucranianos, pero también fuerzas de ocupación alemanas, así como elementos de la población local ucraniana y, en menor medida, polaca.

Una mujer judía durante el pogromo del 1 de julio de 1941 en Lviv. El pogromo, aunque alentado por los nazis, fue llevado a cabo principalmente por nacionalistas ucranianos, especialmente de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN). (Wikimedia Commons) [Photo: Yad Vashem Photo Collection, 80DO2]

El historiador Grezgorz Rossoliński-Liebe, autor de la biografía fidedigna de Stepan Bandera, destacó que el pogromo fue “una acción bien organizada” en la que “la milicia ucraniana establecida por la OUN-B colaboró estrechamente con las formaciones alemanas...” (Grezgorz Rossoliński-Liebe, Stepan Bandera: The Life and Afterlife of a Ukrainian Nationalist: Fascism, Genocide, and Cult, Stuttgart: Ibidem Verlag, 2014, pág. 212).

Se calcula que el pogromo causó entre 7.000 y 8.000 muertos. Menos de dos meses después, del 25 al 28 de julio, los nacionalistas ucranianos organizaron el siguiente pogromo en Leópolis, en el que se calcula que murieron otras 1.500 personas. Los historiadores estiman que 39.000 personas fueron asesinadas en los pogromos antijudíos encabezados por la OUN-B en los primeros meses después de la invasión nazi en Ucrania occidental.

A pesar de estas horribles cifras, no son más que una parte relativamente pequeña de los crímenes de las fuerzas fascistas ucranianas durante la Segunda Guerra Mundial. Los miembros de la OUN-B fueron integrados masivamente en la policía bajo las autoridades de ocupación alemanas, que desempeñaron un papel central en el Holocausto en Ucrania. Al menos 1,6 millones de judíos ucranianos fueron asesinados en este genocidio.

Los crímenes del fascismo ucraniano no se limitaron a la población judía. En 1943-1944, la OUN-B y la UPA llevaron a cabo masacres genocidas de la población polaca que había vivido durante siglos en lo que ahora es territorio ucraniano. La Galitzia oriental, donde se encuentra Leópolis, junto con Volinia, se convirtió de nuevo en el centro de las masacres de la OUN-UPA. Entre 70.000 y 100.000 hombres, mujeres y niños polacos fueron asesinados por la OUN-UPA, a menudo con los mismos métodos tortuosos que los fascistas ucranianos habían aprendido de los nazis y que habían utilizado antes contra sus víctimas judías.

Los maestros podrían preguntarse por qué Weingarten está invirtiendo tanto esfuerzo en promover una guerra que el propio Biden ha dicho que podría llevar al “Armagedón”, cuando los maestros se enfrentan a una pandemia continua y medidas de austeridad cada vez mayores que pretenden destruir la institución de la educación pública.

En realidad, los docentes de EE.UU. son víctimas de las mismas políticas procapitalistas y militaristas que Weingarten y la AFL-CIO están imponiendo a los trabajadores de Europa del este. Weingarten se presenta como defensora de la “libertad” ucraniana, mientras que ella y su sindicato AFT han desempeñado un papel indispensable en aplicar la respuesta a la pandemia de COVID-19 de la burguesía, basada en la supuesta “inmunidad colectiva”. Esto lo hizo haciendo campaña para reabrir de forma insegura las escuelas en nombre de Wall Street y pese a la oposición de los docentes y los padres. Como resultado de estas políticas asesinas, han muerto más de un millón de estadounidenses, entre ellos al menos 8.000 profesores y 2.000 niños.

Para la clase gobernante estadounidense, el fortalecimiento de las fuerzas fascistas tanto en Ucrania como en casa es un componente necesario del impulso del imperialismo estadounidense para someter primero a Rusia, luego a China y, finalmente, a todo el mundo a su dominio irrestricto, y para preparar su enfrentamiento violento con la clase obrera. Como parte de esta estrategia de guerra a nivel nacional y en el extranjero, las burocracias sindicales desempeñan el papel fundamental de reprimir la lucha de clases y subordinar a la clase obrera a la maquinaria estatal y a los intereses de la clase dominante.

La visita de Randi Weingarten a Leópolis y su encubrimiento de los crímenes del fascismo ucraniano dejan muy claras dos cosas: en primer lugar, un movimiento para poner fin a la guerra debe implicar una rebelión de los trabajadores en EE.UU. y en todo el mundo contra estos aparatos reaccionarios, y el establecimiento de una red internacional de comités de base para organizar las luchas de los trabajadores de una manera internacionalmente unificada y coordinada. En segundo lugar, un movimiento socialista contra la guerra en la clase obrera debe estar preparado por y arraigarse en la defensa de la verdad histórica y la asimilación de todas las lecciones políticas clave de las grandes problemáticas no resueltas del siglo veinte.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de octubre de 2022.)

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