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Perspectiva

La crisis en los hospitales de niños de EE.UU. y la necesidad de una salud pública socialista

Durante el último mes, los hospitales pediátricos de todo Estados Unidos han entrado en una crisis sin precedentes. Se están viendo inundados por una ola de niños y bebés siendo ingresados por una amplia gama de enfermedades respiratorias mucho antes que el pico usual en diciembre. La causa más común de las hospitalizaciones es actualmente el virus respiratorio sincicial (VRS), pero el rinovirus, enterovirus, adenovirus, la gripe y el COVID-19 también están implicados, y hay reportes de niños que se están infectando con varios virus a la vez.

De costa a costa, los hospitales de niños han alcanzado o excedido su capacidad. Tres cuartas partes de todas las camas hospitalarias pediátricas en EE.UU. están ocupadas. Hay estados enteros que se encuentran a punto de llenarse, como Rhode Island (99 por ciento de las camas pediátricas ocupadas), Texas (91 por ciento), Missouri (89 por ciento), entre otros.

El Hospital de Niños de Seattle reporta que su sala de emergencias está al 200 por ciento de su capacidad. En el Hospital de Niños Randy de San Diego, el hospital pediátrico más grande de California, se han duplicado las visitas a Emergencias en los últimos días, y los tiempos de espera también se duplicaron a seis horas. Otras importantes ciudades con escasez de camas pediátricas y de personal incluyen Chicago, Nueva York, Nueva Orleans, Detroit, Washington D.C., Filadelfia, Baltimore, Austin, entre otras. Muchas familias han tenido que conducir por horas o incluso tomar vuelos a otros estados ante la saturación del hospital pediátrico en su región.

En el Centro Médico de Niños de Connecticut en Hartford los funcionarios están considerando solicitarle a la Guardia Nacional y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) que coloque una carpa médica en el césped del hospital para atender el exceso de niños con VRS. Catherine Morgan, una madre de la localidad vecina de Meriden cuyo hijo de dos meses, Grant, está hospitalizado con VRS, le dijo a un noticiero local: “Cuando entramos, los pasillos estaban llenos de camillas y familias esperando un cuarto”.

Refiriéndose a la terrible progresión de la enfermedad de su hijo, Morgan dijo, “Da mucho miedo. La dificultad respiratoria es muy preocupante. Tiene pulmones tan pequeñitos y realmente no puede respirar… En cuestión de cuatro horas estaba utilizando todo su cuerpo para respirar. Me pongo a llorar solo al pensarlo”.

En todo el país, miles de niños están sufriendo el trauma de una hospitalización, algo que los estudios muestran que puede tener consecuencias de largo plazo. Sus padres y cuidadores están esperando nerviosamente a su lado, sosteniendo a sus niños o siendo rechazados por hospitales sin el personal necesario.

La única hospitalización masiva de niños comparable ocurrió en enero del año pasado, cuando la variante supuestamente “leve” de ómicron hospitalizó en promedio a 914 niños a diario y mató a más de 200 niños solo ese mes.

Los expertos advierten que las olas anticipadas de gripe y COVID-19 en las próximas semanas, para los cuales la mayoría de los niños no han sido vacunados, causará una “amenaza triple” que hará colapsar los hospitales pediátricos.

El VRS es un virus estacional que puede causar neumonía y bronquiolitis en niños pequeños, impactando gravemente su capacidad para respirar. Puede ser letal. Históricamente, ha causado en promedio 58.000 hospitalizaciones y hasta 500 muertes anuales en niños menores de 5 años, además de 177.000 hospitalizaciones y 14.000 muertes anuales en adultos de 65 o más años. En su conjunto, los patógenos respiratorios se encuentran entre las enfermedades más letales del mundo y la Organización Mundial de la Salud (OMS) halló que causan el mayor daño global en términos de años perdidos por muerte o discapacidad.

Casi toda la cobertura de la prensa ha buscado atribuir la crisis actual a las medidas de mitigación de 2020 que limitaron la propagación del COVID-19, incluyendo los confinamientos, el uso de mascarillas, las clases a distancia y el distanciamiento social, alegando que esto provocó una “deuda inmunológica” en los niños por lo exponerlos al VRS y otros virus durante ese tiempo. Este término anticientífico es una distracción de aquellos políticamente responsables por la catástrofe.

En realidad, la ola de virus respiratorios es la consecuencia directa de la política de “COVID para siempre” avanzada actualmente por el Gobierno de Biden y todos los Gobiernos estatales, que han eliminado sistemáticamente todas las medidas de mitigación contra el COVID durante el último año. A diferencia de 2020 y 2021, este año escolar comenzó sin la mascarilla obligatoria en todos los distritos escolares grandes del país, permitiendo que todos los patógenos respiratorios se propaguen libremente entre más de 50 millones de niños, que en su mayoría no tienen inmunidad a muchos virus respiratorios debido al uso de la mascarilla y el distanciamiento social. A pesar de las muchas advertencias, no hubo preparativos para la ola en curso.

El inmunólogo, Dr. Anthony Leonardi, quien se ha pronunciado consistentemente en contra de las políticas de “inmunidad colectiva” del COVID-19 que han resultado en el contagio masivo de los niños, escribió recientemente sobre el concepto de “deuda inmunológica” y concluyó: “No debemos engañarnos pensando que las infecciones realmente confieren un beneficio o constituyen una deuda que debe pagarse. Son más como un impuesto que hacemos que paguen los niños por el hecho de que nuestra civilización no está lo suficientemente desarrollada para prevenir enfermedades virales que hospitalizan a miles de niños cada año”.

El Dr. Leonardi ha señalado al conjunto cada vez mayor de investigaciones que demuestran que el COVID-19 puede dañar significativamente nuestro sistema inmune.

Según las últimas estimaciones de los CDC, el 86,3 por ciento de la población infantil de EE.UU. posiblemente se ha infectado al menos una vez con COVID-19. Incluso si solo un pequeño porcentaje de estos 62 millones de niños tuviera un sistema inmune deteriorado, muy posiblemente es un factor que está contribuyendo al aumento en marcha de niños hospitalizados. Muchos profesionales han señalado que hay niños sanos que usualmente no sufrirían casos graves, pero están siendo hospitalizados por VRS y otros virus.

Mapa con el porcentaje estimado de la población infantil que se ha infectado en cada estado de EE.UU. [Photo: CDC]

En el invierno de 2020-21, el VRS, la gripe y la mayoría de los otros patógenos respiratorios fueron casi eliminados en muchos países, un resultado extraordinario, si bien involuntario, de las políticas limitadas de uso de mascarilla y distancia social. Durante ese invierno, solo un niño falleció por la gripe en EE.UU. y esta semana en 2020 tan solo vio 10 casos confirmados de VRS, comparado a 7.000 la semana pasada.

Gráfico que muestra la cifra de infecciones confirmadas del virus respiratorio sincitial en EE.UU., de octubre de 2020 al presente, según los CDC.

Uno de los mayores logros científicos de la pandemia fue el reconocimiento temprano de que el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, se transmite casi completamente por medio de pequeñas gotitas en aerosol que emiten las personas al hablar, cantar o incluso solo respirar, y que estas gotitas permanecen suspendidas en el aire por minutos e incluso horas. La demostración de que el SARS-CoV-2 es aéreo impulsó más investigaciones sobre otros patógenos, incluyendo el VRS, que se sabe que es aéreo desde 2016.

En una sociedad racional, este conocimiento científico habría impulsado la mayor renovación de la infraestructura mundial de la historia, para modernizar los edificios con sistemas de filtración de aire y ventilación de alta calidad. En cambio, la ciencia fue suprimida y distorsionada por casi todos los Gobiernos y agencias de salud pública del mundo, sobre todo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.

Fundamentalmente, la ciencia de la transmisión aérea traslada la responsabilidad de la transmisión viral del individuo al nivel social, haciendo recaer sobre los Gobiernos la responsabilidad de limpiar el aire en todos los espacios públicos. Pero en el capitalismo, incluso esta mínima intromisión en el lucro privado está fuera de lugar.

En una notable conferencia de prensa el miércoles, el Dr. Ashish Jha, coordinador de la respuesta al COVID de la Casa Blanca, declaró que el COVID-19 “se transmite puramente por el aire”. Este es el reconocimiento más abierto de la transmisión por el aire de cualquier funcionario de la Casa Blanca. A continuación, contrapuso falsamente el COVID-19 al VRS, que, según dio a entender, podría reducirse simplemente lavándose las manos y “manteniendo a los niños en casa cuando están enfermos”, algo imposible para la mayoría de las familias de clase trabajadora. Cuando un periodista le preguntó si los padres deberían dar a sus hijos mascarillas para protegerse del VRS y otras enfermedades respiratorias, el Dr. Jha respondió que no.

Los mismo ocurre a nivel mundial. En Ontario, Canadá, donde se han abandonado todas las medidas de mitigación contra el COVID, los hospitales pediátricos también se están viendo inundados por el VRS y otros patógenos respiratorios, mientras que a los profesores de las escuelas ya no se les permite ni siquiera informar de posibles infecciones por COVID-19 en sus aulas.

La pandemia de COVID-19 ha demostrado que el capitalismo es totalmente hostil a los principios de la salud pública, que demuestran que el SARS-CoV-2, el VRS, la gripe y muchos otros patógenos pueden ser eliminados a nivel mundial a través de una expansión masiva de las pruebas, la modernización del rastreo de contactos, el acceso a la atención médica, la renovación de la infraestructura, los confinamientos temporales remunerados y más.

El “impuesto de las infecciones” que incurren los niños y toda la sociedad está siendo aplicado por la clase capitalista, que considera que la clase trabajadora no es más que un objeto para explotar, cuyas vidas “no productivas” deben ser acortadas lo más posible.

Con sus políticas, los capitalistas casi han destruido los sistemas de salud en todo el mundo. Solo en Estados Unidos, se estima que 333.942 profesionales de la salud abandonaron la fuerza laboral en 2021, mientras que una encuesta reciente encontró que más de un tercio de los enfermeros planean dejar sus funciones actuales a finales del año. El mismo proceso se ha desarrollado en las escuelas, los principales focos de contagio a lo largo de la pandemia. Hay una enorme escasez de educadores en todo Estados Unidos y a nivel internacional.

En respuesta a la crisis inflacionaria desencadenada por la interminable pandemia y el estallido de la guerra en Ucrania, la clase obrera está entrando en lucha en todo el mundo. Esta lucha de clases internacional en desarrollo debe convertirse en la base de la lucha por detener la pandemia, acabar con la guerra y ampliar masivamente la salud pública y todos los demás servicios sociales. La humanidad solo podrá reconstruir la sociedad y garantizar el derecho universal a una vida digna y larga, libre de pobreza y enfermedad, mediante el derrocamiento socialista de las relaciones de propiedad existentes.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de octubre de 2022.)

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