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El Mundial y los derechos humanos: Qatar 2022 y Argentina 1978

Qatar, un país sin tradición en el juego del fútbol pero que posee billones de petrodólares, fue seleccionado por la FIFA (Fédération Internationale de Football Association) para albergar la Copa del Mundo de 2022. Esto se debió principalmente a las extensas relaciones comerciales del régimen de Qatar con las economías más grandes del mundo y sus servicios al imperialismo estadounidense, que mantiene hasta 10.000 soldados en la Base Aérea Al Udeid de Qatar. Junto con la presión política manifiesta, la larga historia de soborno y corrupción de la FIFA jugó su parte.

Mario Kempes de Argentina celebrando el gol contra Holanda en la Copa del Mundo de 1978 en Buenos Aires. [Photo: El Gráfico]

A lo largo de los años la FIFA se ha transformado en un cartel mafioso. Los funcionarios de la FIFA han ido a la cárcel por llenarse los bolsillos con millones de dólares, burlándose de los miles de millones de personas que aprecian la Copa del Mundo. Solo la FIFA anticipa ingresos de más de $7.5 mil millones, mientras que Qatar espera que los juegos agreguen $17 mil millones a su economía.

La Copa del Mundo de este año se ha visto ensombrecida por la grave opresión y las violaciones de derechos humanos cometidas por la despótica monarquía gobernante de Qatar, incluso en los preparativos de los juegos mismos, que requirieron la construcción de estadios y otras instalaciones desde cero. El trabajo fue realizado por trabajadores inmigrantes del sur de Asia, obligados a trabajar en condiciones peligrosas y similares a la esclavitud por salarios de hambre. En la década posterior a la selección de Qatar por la FIFA para albergar la Copa del Mundo en 2010, un total de más de 15.000 migrantes perdieron la vida, según Amnistía Internacional. Muchos más sufrieron lesiones que les cambiaron la vida, por las cuales pocos han sido indemnizados.

El papel que jugaron las enormes cantidades de dinero y las siniestras fuerzas políticas en la corrupción y el descrédito del “juego bonito” no es nada nuevo, como se ha puesto de manifiesto con la publicación de un caudal de documentos sobre la organización de la Copa de 1978 por parte de un país entonces gobernado por una de las dictaduras más brutales sobre la faz del planeta, Argentina.

El 25 de noviembre de 2022, mientras se desarrollaban los partidos de fútbol del Mundial de Qatar, 27 documentos desclasificados sobre el Mundial de Argentina 1978 fueron hechos públicos por organizaciones de derechos humanos, Abuelas de Plaza de Mayo, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Memoria Abierta. Los 27 documentos, en inglés, son parte de un arcenal de miles de documentos elaborados como un proyecto de tres años por los grupos de derechos humanos, con la ayuda de estudiantes y académicos. Se puede acceder a ellos a través del portal desclasificados.org.ar (haciendo scroll hacia abajo hasta Colección Mundial 1978).

Los documentos revelan la estrategia conjunta de la dictadura militar y el imperialismo estadounidense para explotar los juegos con el fin de “preservar” la “imagen en el orden internacional” de la junta militar gobernante de Argentina.

Bajo el régimen militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983, al menos 30.000 trabajadores, estudiantes, sindicalistas y activistas de izquierda fueron “desaparecidos” y asesinados. Muchas decenas de miles más sufrieron torturas y encarcelamiento.

Los documentos desclasificados revelan que meses antes de que comenzara la Copa del Mundo de 1978, un informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE.UU. (DIA, por sus siglas en inglés) había mostrado la preocupación de la administración Carter de que la información pública de fuentes de prensa extranjera sobre la brutal represión en Argentina podría desencadenar disturbios en todo el mundo. y sugirió que este gran evento deportivo debería ser una prioridad para las fuerzas militares y de seguridad, como una forma de lo que hoy se conoce como sportswashing, o cambiar la opinión pública internacional con el espectáculo de la Copa del Mundo.

El objetivo, según los archivos desclasificados, era “desactivar las críticas a los derechos humanos”. Con ese fin, la junta militar encabezada por el Gral. Jorge Rafael Videla invitó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a realizar una visita especial al país. Insinuó la posible liberación de los dirigentes sindicales detenidos y la suspensión de algunas restricciones a la libertad de prensa.

Al mismo tiempo, en nombre de la seguridad nacional, la dictadura había organizado unidades especiales para arrestar y amenazar con aniquilar a cualquier oposición organizada que pudiera poner en peligro la realización de la Copa del Mundo en Argentina.

Los carniceros argentinos claramente temían que la sede de la Copa del Mundo pudiera resultar contraproducente, lo que expondría aún más su brutal represión. Tales temores fueron alimentados por una campaña mundial para boicotear los juegos, que se compararon con los Juegos Olímpicos de Berlín celebrados en la Alemania nazi en 1936.

Los documentos también exponen la preocupación del Pentágono y de las agencias de inteligencia estadounidenses ante la amenaza de un estallido de la lucha de clases en Argentina, desencadenada por una posible huelga ferroviaria en medio de la Copa del Mundo. Un documento de la DIA advirtió que una huelga de trabajadores ferroviarios podría “conducir a otras huelgas solidarias” y señaló con aparente simpatía las “dificultades que tiene el gobierno para identificar dónde existe el liderazgo real [de los trabajadores ferroviarios]. Esto está siendo observado de cerca”.

El dictador militar argentino, el general Videla, y su asesor, el criminal de guerra y exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, quien hoy enfrenta una orden de arresto que le impide salir de Estados Unidos por crímenes de lesa humanidad, intervinieron directamente para influir en el resultado de la Copa del Mundo de 1978 que coronó a Argentina como campeona mundial.

Las posibilidades de que Argentina llegara a la final eran extremadamente bajas después de que Brasil venciera a Polonia por 3-1. Este resultado le dio a Brasil una ventaja de cinco goles. La escuadra argentina debía derrotar a Perú por al menos cinco goles en el partido de semifinales.

Lo que siguió fue uno de los hechos más vergonzosos en la historia del deporte, la visita de Videla y Kissinger al vestuario peruano.

Como relató más tarde el exfutbolista peruano José Velásquez, “Videla entró al vestuario con el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, supuestamente para desearnos suerte. ¿Qué tenían que hacer allí? Era una forma de presionarnos y ver a los que se habían vendido”.

Otro jugador, Roberto Moquera, declaró: “Yo vi [a Videla] en el vestuario y me dio asco. Yo tenía 20 años y no le di la mano. Cuando un presidente entra al vestuario con ese tipo de prepotencia, te están abusando, porque no puedes hacer nada. Él está usando su poder para subyugarte psicológicamente. Te sientes agredido y abusado”.

Incluso los jugadores argentinos se avergonzaron de la presencia del presidente carnicero tras la victoria por 6-0 sobre Perú.

Leopoldo Jacinto Luque, integrante de la selección argentina de fútbol, autor personal de dos goles ante Perú, relató en ese momento cómo el júbilo por la victoria se vio truncado repentinamente por la abrupta entrada de Videla al vestuario: “Con su cobarde voz de macho me nos dijo 'Muy bien muchachos, llegamos a la final. El Mundial se cierra con nosotros. El objetivo era llegar a la final y ahora vamos por el título’. Ni una palabra más, ni una palabra menos”.

Años más tarde, en su testimonio ante un tribunal especial de derechos humanos argentino, el exsenador peruano Genaro Ledesma declaró que el gobierno peruano había accedido a regular el partido como parte de un trato con la junta de Videla para ayudar a “desaparecer” a los presos políticos peruanos. Ledesma, un organizador sindical en Perú, relató que él y otros 12 sindicalistas peruanos habían sido enviados a Argentina para ser encarcelados y torturados.

El estadio de River Plate, donde se disputó el partido Argentina-Perú de 1978, está a solo 10 cuadras de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el principal centro clandestino de detención de Buenos Aires, donde se torturaba y exterminaba a los presos políticos. Desde allí, muchos de los prisioneros serían drogados, cargados en helicópteros y arrojados al océano. Las mujeres embarazadas fueron detenidas allí, solo para ser asesinadas después de dar a luz, y sus bebés entregados a las familias de los oficiales militares y partidarios del régimen.

La macabra proximidad de los juegos a uno de los principales centros de tortura de la junta hizo que los presos pudieran escuchar claramente los cánticos de fútbol. Algunos incluso fueron invitados a unirse a sus torturadores para ver los juegos en la televisión e incluso salir a dar un paseo entre las multitudes que celebraban, solo para luego ser asesinados, arrojados semiconscientes o ya muertos desde un avión al mar.

La ESMA es ahora un museo en memoria de las víctimas de la dictadura de Videla. En 2018, en la inauguración de una exhibición por el 40 aniversario del Mundial de Argentina, un sobreviviente de la ESMA describió el día del partido Argentina-Perú:

Recuerdo que vimos el partido Argentina-Perú en el sótano. Yo estaba con un compañero, otro testigo, palabra que prefiero porque la palabra sobreviviente trae tanto sufrimiento. Ganamos 6-0 y obviamente estábamos contentos. En ese momento escuchamos el sonido de portazos —lo que ocurría cuando traían a otro secuestrado. Al salir, pasamos de esa pequeña euforia a ver a uno de nuestros compañeros en el suelo, muerto, lo que nos devolvió rápidamente a la realidad de dónde estábamos.

Los archivos recién difundidos sobre el Mundial de Argentina1978 se suman a la información ya existente sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura argentina y sus aliados estadounidenses: documentos sobre los desaparecidos, la apropiación de sus hijos y la Operación Cóndor, la operación respaldada por la CIA, una coordinación de las dictaduras militares latinoamericanas para cazar y matar a sus oponentes.

Los asesinatos en masa, la represión y la tortura que se llevaron a cabo en Argentina y en gran parte de América Latina en la década de 1970 son el amargo legado de la dominación del imperialismo estadounidense que aún se siente hasta el día de hoy. La crisis cada vez más profunda del capitalismo latinoamericano y global, combinada con el recrudecimiento de la lucha de clases, plantea una vez más la amenaza de que las venales clases dominantes de la región respaldadas por Washington volverán a los métodos sangrientos que la Copa del Mundo de 1978 pretendía blanquear.

(Publicado originalmente en inglés el 9 de diciembre de 2022)

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