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Perspectiva

72 tiroteos masivos en 46 días en EE.UU.: ¿cuáles son las causas sociales y políticas?

Esta semana fue testigo de otra serie de tiroteos masivos en Estados Unidos. La noche del miércoles, una persona murió y tres más sufrieron heridas en el centro comercial Cielo Vista de El Paso, Texas. Esto siguió al letal tiroteo en la Universidad Estatal de Míchigan el lunes por la noche, cuando un atacante asesinó a tres estudiantes y dejó a cinco más heridos gravemente antes de suicidarse.

Dolientes asisten a una vigilia para Alexandria Verner en el estadio de fútbol americano de la secundaria de Clawson, Míchigan, el 14 de febrero de 2023. Verner fue una de las estudiantes asesinadas por un atacante que abrió fuego en la Universidad Estatal de Míchigan la noche del lunes (AP Photo/Paul Sancya) [AP Photo/Paul Sancya]

“No más peligro para el público”, declaró el Departamento de Policía de El Paso después del tiroteo del miércoles. ¡Si tan solo eso fuera cierto! Los tiroteos masivos están ocurriendo a diario en EE.UU. La base de datos de Gun Violence Archive ha registrado 72 tiroteos masivos en el país en los 46 días que han transcurrido en 2023. Estos incidentes trágicos han ocurrido en aproximadamente dos docenas de estados y el Distrito de Columbia. Ocurrieron en 37 estados en 2022.

Y se están acelerando. El total de 52 incidentes como estos en enero representó la cifra más alta para dicho mes desde que se comenzaron a guardar registros. El máximo anterior para enero fue de 34, el año pasado.

Mientras tanto, lo más que recibe el público ahora de los funcionarios públicos y la prensa son tributos a lo rápido que llegaron los policías, el FBI y otras agencias a la sangrienta escena después de los hechos.

Por ejemplo, el fiscal distrital de El Paso celebró “la fantástica coordinación de todos” en las organizaciones policiales. El jefe policial adjunto de la Universidad Estatal de Míchigan presumió sobre “la respuesta policial absolutamente abrumadora a la llamada inicial… Nuestros oficiales llegaron al edificio en cuestión de minutos”.

Las felicitaciones entre los mismos políticos, policías y medios de comunicación, cuando ninguno puede explicar lo que ocurre ni garantizar remotamente la seguridad del público, son obscenas.

La violencia a esta magnitud debe tratarse como un fenómeno social y no individual. La sociedad en sí se ha vuelto tóxica y peligrosa.

No cabe duda de que muchas personas en EE.UU. sufren enfermedades mentales. Sin embargo, esa no es una cuestión primordialmente biológica, sino social. La violencia ha permeado la sociedad. No es inusual que un individuo que teme a su propia inestabilidad contacte a la policía y que termine siendo asesinado.

La condiciones propensas al aumento de los malestares mentales a nivel social e individual son claras: la pandemia asesina de COVID-19, a la cual las autoridades han respondido con una indiferencia y negligencia criminales; las décadas de guerra y violencia perpetradas contra pueblos de todo el mundo por parte del Gobierno y el ejército estadounidense; la caída de los niveles de vida para decenas de millones de personas, incluyendo la pérdida de trabajos dignos y seguridad laboral; la inestabilidad y turbulencia políticas intensas; y la aparición de una ultraderecha política decidida a instaurar un régimen autoritario.

La vida en Estados Unidos nunca había presenciado niveles tan elevados de tensión social y política, ni de incertidumbre y amenazas, desde el periodo previo a la guerra civil.

Algunas fuentes oficiales han comenzado a reconocer que el estallido de homicidios podría tener causas más generales. Un estudio reciente del Servicio Secreto de EE.UU. sobre 173 ataques en lugares públicos o semipúblicos entre 2016 y 2020 descubrió que casi todos los atacantes (93 por ciento) sufrió “al menos un gran evento estresante en sus vidas en los cinco años previos al ataque”. Para el 77 por ciento de ellos, “el evento o los eventos estresantes ocurrieron menos de un año antes”. Estos factores estresantes involucraron su salud, divorcios, desahucios, cuestiones laborales, acoso en el ámbito escolar o laboral, “encuentros con la policía”, “contacto con los tribunales civiles”, entre otros.

La cifra de 72 tiroteos masivos en Estados Unidos en lo que va del año es horrenda, pero es un hecho que las muertes causadas por las políticas deliberadas de la clase gobernante son muchas más. De manera grotesca, la prensa y el Gobierno pretenden que la muerte de un millón de personas a causa de una pandemia prevenible y sus repercusiones para decenas de millones de personas o más no han impactado el propio tejido de la sociedad estadounidense.

Ya se ha establecido una relación entre las muertes masivas y el reciente aumento de las tasas de suicidio. Los suicidios están aumentando en las comunidades especialmente afectadas por la pandemia. Intentando explicar el número de personas que se quitan la vida, el Dr. Sean Joe, profesor de la Escuela Brown de Trabajo Social de la Universidad de Washington, señaló el “estrés acumulado”.

Las dificultades sociales generalizadas, el “estrés acumulado” y su reflejo específico en “factores estresantes” individuales se hacen sentir a nivel masivo, pero solo un porcentaje diminuto de personas (aunque relativamente significativo y creciente) se derrumba dramáticamente ante ellos.

En cuanto a los tiroteos masivos, hay que tomar en cuenta las condiciones políticas, sociales y culturales específicas de Estados Unidos. La oleada de asesinatos es un síntoma, como dijo una vez Frederick Engels, sobre Rusia, de una sociedad “en plena descomposición económica, moral e intelectual”.

Las guerras interminables han embrutecido a la sociedad estadounidense. Ahora, tras décadas destruyendo las sociedades en Oriente Próximo y Asia central, con el resultado de millones de muertos y mutilados, la élite gobernante estadounidense se tambalea en dirección de una guerra con una potencia nuclear, Rusia, lo que implicaría consecuencias potencialmente incalculables. Cientos de millones podrían morir, y los funcionarios estadounidenses se encogen de hombros y repiten su determinación de no dejarse “disuadir” por esta posibilidad. ¿Qué pueden concluir las personas más vulnerables de tal grado criminal de ligereza e imprudencia? La vida resulta increíblemente barata.

El sistema político estadounidense está enteramente al servicio de los ricos. Todo para Wall Street, los oligarcas corporativos y las acomodadas clases medias-altas, nada para el resto de la población. Gran parte de la población siente que no vale nada, que su miseria no significa nada para los que están en el poder. Los dos partidos del gran capital y sus representantes en Washington son merecidamente despreciados. Nadie espera otra cosa más que golpes y abusos de las principales instituciones de la sociedad.

La supresión de la lucha de clases a lo largo de décadas, gracias sobre todo a los sindicatos, que se esfuerzan por sofocar todo desafío a la patronal y al Gobierno, ha sido un factor desastroso y destructivo en la vida estadounidense. La obstaculización de la combatividad obrera, que pondría de manifiesto la fisonomía real de la sociedad moderna y, lo que es más importante, señalaría un camino para salir del actual callejón sin salida económico y político, daña y deforma la conciencia popular.

La degradada situación cultural también desempeña un papel importante. En lugar de inspeccionar el estado real de las cosas, la cultura popular ensalza el dinero, a las celebridades, el atraso cultural y la indiferencia social. La cuasi pornografía lumpen que domina gran parte del mundo de la música y el entretenimiento funciona para contaminar la atmósfera, ahogando o borrando la crítica social y fomentando los peores y más bajos instintos.

Sin embargo, como fuerza social, la clase obrera está resurgiendo de forma poderosa. La “masa crítica” de las crisis entrecruzadas –la pandemia, la escalada de la guerra, el crecimiento extremo de la desigualdad social— ha engendrado un poderoso estado de ánimo de enfado y oposición. El desarrollo de la lucha de clases inspirará y proporcionará una chispa de luz también a muchos de los actualmente angustiados y desorientados.

El espantoso aumento de los tiroteos masivos revela una inmensa disfunción social. El capitalismo estadounidense y su élite gobernante obsesionada con la riqueza son el mayor y omnipresente “peligro para el público”. La única salida a esta situación es la revolución y el socialismo.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de febrero de 2023)

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