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Perspectiva

Veinte años desde la invasión estadounidense de Irak

Hace veinte años, el 20 de marzo de 2003, el Gobierno estadounidense inició uno de los mayores crímenes del siglo veintiuno, una guerra no provocada e ilegal contra Irak. Comenzó con un bombardeo saturado en el indefenso país para sembrar “conmoción y pavor”, aniquilando el grueso de sus fuerzas armadas y gran parte de su infraestructura social, incluyendo la eléctrica, hídrica, alimentaria y de producción de suministros médicos.

En esta foto de archivo del 19 de junio de 2004, los residentes de un barrio de Faluya, Irak, caminan por los escombros de sus hogares destruidos en un bombardeo estadounidense. EE.UU. inició la invasión de Irak el 20 de marzo de 2003, desatando una guerra que dejó más de 1 millón de muertos (AP Photo/Abdul-Kadr Saadi, archivo) [AP Photo/Abdul-Kadr Saadi, File]

Esto fue seguido por la invasión del devastado país de más de 130.000 tropas estadounidenses con las armas tecnológicamente más sofisticadas, aplastando lo poco que quedaba de la resistencia organizada iraquí y llegando a Bagdad en solo dos semanas. Tras otra semana de matanzas, las fuerzas estadounidenses capturaron la capital, sufriendo tan solo 34 bajas en esta batalla unilateral, comparado con miles y miles de iraquíes muertos.

Los métodos empleados por el Gobierno de Bush en Irak fueron totalmente criminales, en línea con toda la operación. La guerra comenzó con un ataque sorpresa: bombardeos con misiles de crucero contra los edificios gubernamentales donde se creía que estaba el mandatario iraquí Sadam Huseín, a fin de asesinarlo. Esto fue seguido por el uso de armas prohibidas por el derecho internacional, como bombas de fósforo blanco, que incendian ciudades enteras y causan quemaduras horrendas en humanos. Además, se estima que las fuerzas estadounidenses y británicas arrojaron 440.000 proyectiles de uranio empobrecido, que causan fuertes aumentos en las tasas de cáncer a largo plazo y producen horrendos defectos congénitos.

A lo largo de la guerra, las fuerzas estadounidenses emplearon las formas más horrendas de tortura, como lo revelaron las impactantes imágenes de la prisión de Abu Ghraib. La autorización para recurrir a la tortura fue elaborada por los abogados del Gobierno de Bush, quienes alegaron que el presidente tiene poderes prácticamente ilimitados como comandante en jefe.

El resultado de la invasión, después de una ocupación de ocho años, fue lo que WSWS calificó como un “ sociocidio “, la destrucción deliberada de toda una sociedad. La conquista imperialista dejó uno de los países más avanzados de Oriente Próximo en condiciones barbáricas propias de la época medieval, en términos tanto económicos como políticos. Los gobernantes estadounidenses promovieron sistemáticamente las divisiones religiosas y azuzaron los conflictos sectarios entre musulmanes sunitas y chiitas, así como entre los musulmanes y las minorías religiosas. Su objetivo era prevenir cualquier resistencia unificada a la ocupación estadounidense.

Al emprender deliberadamente una guerra agresiva, el Gobierno estadounidense y sus líderes —incluyendo George W. Bush, Richard Cheney, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y Colin Powell— fueron culpables de crímenes de guerra. Junto a aliados como el primer ministro británico Tony Blair, violaron el principio fundamental establecido por el Tribunal de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial, que halló que el crimen principal de los nazis, a partir del cual brotaron todos los demás crímenes, fue el lanzamiento de guerras no provocadas y agresivas (Ver el discurso debajo de David North en 2004, durante un debate en Dublín, Irlanda).

David North se pronuncia en Trinity College, Dublín, Irlanda, 14 de octubre de 2004

Los medios de comunicación estadounidenses solo han prestado una atención superficial al aniversario de la guerra de Irak. Lo que se ha dicho pretende encubrir la colosal magnitud del crimen, y del papel que cumplieron los propios medios de comunicación.

El cinismo, como siempre, encontró su expresión más pérfida en las páginas del New York Times. Un análisis periodístico de Max Fisher bajo el titular “20 años después, persiste una pregunta sobre Irak: ¿Por qué invadió Estados Unidos?” trata los motivos de la Administración de Bush para lanzar la guerra como inciertos e incluso “fundamentalmente incomprensibles”, en palabras de un “erudito” entrevistado por Fisher.

El artículo del Times rechaza de plano la “teoría otrora prevaleciente: que Washington invadió para controlar los vastos recursos petrolíferos de Irak”, sin referirse al protagonismo de antiguos petroleros como el vicepresidente Cheney y el propio Bush en la toma de decisiones para la guerra. Y atribuye la mentira sistemática de que Sadam Huseín tenía “armas de destrucción masiva” a una forma de pensamiento de grupo, en la que “[una] masa crítica de altos funcionarios llegó a la mesa queriendo derrocar a Huseín por sus propias razones, y luego se convencieron unos a otros para creer en la justificación más fácilmente disponible”.

El “análisis” del Times evita cuidadosamente cualquier discusión sobre el papel del propio Times como uno de los principales promotores de la campaña sobre “armas de destrucción masiva”. Los informes escritos por Judith Miller y Michael Gordon, el más notorio de los cuales fue una exclusiva de primera plana de septiembre de 2002 bajo el titular “Estados Unidos dice que Huseín intensifica la búsqueda de piezas para bombas atómicas”, repetían como loros las afirmaciones de altos funcionarios de la Administración de Bush, y fueron retomados por los medios corporativos en su conjunto. Los funcionarios de la Casa Blanca citaron entonces estos informes como “pruebas” contra Iraq, que ellos mismos habían plantado.

Los motivos de la guerra no son “incomprensibles”. De hecho, ya habían sido descifrados desde el comienzo. Decenas de millones de personas en todo el mundo participaron en manifestaciones antes de la invasión, rechazando las mentiras del Gobierno y exigiendo “no sangre por petróleo”. Las manifestaciones fueron tan grandes que llevaron al New York Times a comentar que había “dos superpotencias”: Estados Unidos y “la opinión pública mundial”.

El 21 de marzo de 2003, al día siguiente del comienzo de la invasión, el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North, publicó una declaración en la que explicaba la naturaleza de la guerra:

La invasión no provocada e ilegal de Irak por parte de Estados Unidos es un acontecimiento que vivirá en la infamia. Los criminales políticos de Washington que han lanzado esta guerra, y los miserables sinvergüenzas de los medios de comunicación que se deleitan con el baño de sangre, han cubierto de vergüenza a este país. Cientos de millones de personas en todo el mundo sienten repulsión ante el espectáculo de una potencia militar brutal y desenfrenada pulverizando un país pequeño e indefenso. La invasión de Irak es una guerra imperialista en el sentido clásico del término: un vil acto de agresión que se ha emprendido en nombre de los intereses de los sectores más reaccionarios y depredadores de la oligarquía financiera y corporativa de Estados Unidos. Su propósito manifiesto e inmediato es el establecimiento del control sobre los vastos recursos petrolíferos de Irak y la transformación de ese país oprimido por tanto tiempo a un protectorado colonial estadounidense.

La guerra forma parte de una serie interminable de invasiones y ocupaciones iniciadas por EE.UU. durante y después de la disolución de la Unión Soviética, tanto bajo los demócratas como los republicanos. Esto incluye la primera guerra del golfo Pérsico (1990-91); el bombardeo de Serbia (1999); la invasión de Afganistán (2001); el bombardeo de Libia (2011) y la guerra civil en Siria respaldada por Estados Unidos (2011). Lejos de reflejar la fuerza del capitalismo estadounidense, el intento de la burguesía estadounidense de utilizar la fuerza militar para conquistar el mundo se debe a una crisis extrema. Como explicaba la declaración del WSWS,

Cualquiera que fuere el resultado de las etapas iniciales del conflicto que ha comenzado, el imperialismo estadounidense tiene una cita con el desastre. No puede conquistar el mundo. No puede volver a colocar grilletes coloniales a las masas de Oriente Próximo. No encontrará por medio de la guerra una solución viable a sus males internos. Más bien, las dificultades imprevistas y la creciente resistencia engendradas por la guerra intensificarán todas las contradicciones internas de la sociedad estadounidense.

El vigésimo aniversario de la guerra de Irak se conmemora ahora en medio de una escalada de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia, que amenaza con convertirse en una guerra mucho más amplia en toda Europa y con involucrar el uso de armas nucleares por primera vez desde que la Administración de Truman llevó a cabo la incineración nuclear de Hiroshima y Nagasaki.

Si bien los antiguos críticos de clase media de la guerra de la Administración de Bush contra Irak se han convertido en los más fervientes defensores de la guerra contra Rusia, los intereses básicos que impulsan la política estadounidense siguen siendo los mismos. El imperialismo estadounidense, dirigido ahora por el Gobierno de Biden, instigó la guerra y está decidido a derrotar militarmente a Rusia, sin importar las consecuencias. Ante varias crisis simultáneas que fueron enormemente agravadas por la pandemia, la clase gobernante se está deslizando como por un tobogán hacia la catástrofe.

Los medios de comunicación que ayer promovieron las mentiras de las “armas de destrucción masiva” hoy venden la farsa de que el coronavirus se “filtró del laboratorio de Wuhan” para culpar a China por la pandemia, así como las afirmaciones de una “agresión rusa no provocada” y las ridículas acusaciones de atrocidades rusas propias de los nazis en Ucrania.

Las mentiras de 2023 son aún mayores y más descaradas que las de 2003. La invasión reaccionaria de Putin es un esfuerzo desesperado de la oligarquía rusa por defender sus intereses de clase contra una amenaza real: las fuerzas mucho más poderosas del imperialismo estadounidense y europeo.

Veinte años después de la invasión de Irak, todos sus responsables siguen libres. Pero el colosal crecimiento de la lucha de clases en todo el mundo proporciona la base objetiva y poderosa para un movimiento de masas que los someterá a una rendición de cuentas y pondrá fin a la guerra imperialista, como parte de la reorganización socialista de la sociedad mundial.

(Publicado originalmente en inglés el 20 de marzo de 2023)

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