El 26 de abril, dos días después de su sexto cumpleaños, Jimari Williams murió de una enfermedad aún no identificada. Era un estudiante de kínder en la academia Marcus Garvey en el este de Detroit, donde varios niños se enfermaron en un brote de “enfermedades parecidas a la gripe”.
En un periodo anterior, tales eventos —como la muerte repentina de un niño pequeño en un brote escolar en una ciudad estadounidense grande— eran tratados por el Estado como una emergencia seria. Las agencias como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) se movilizarían para manejar la situación, advertirle al público y salvar vidas.
Pero la respuesta oficial a la muerte de Jimari, apenas una semana antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara fraudulentamente el fin de la emergencia de salud pública por el COVID-19 y dos semanas antes el Gobierno de Biden haga lo mismo el 11 de mayo, ofrece un vistazo a la nueva era post salud pública. En el futuro, las muertes y las enfermedades a escala masiva serán ignoradas y encubiertas oficialmente y el lema será “cada hombre, mujer y niño por su propia cuenta”.
Jimari murió en un hospital el 26 de abril pero los funcionarios escolares ni siquiera les informaron a otros padres sobre su muerte. Una madre de uno de los compañeros de Jimari le dijo al WSWS: “Nunca lo mencionaron ni su muerte en ninguna de las comunicaciones con los padres”. Su muerte tampoco fue mencionada en una declaración del 3 de mayo del Departamento de Salud de Detroit intitulada Sobre el aparente aumento en enfermedades entre estudiantes de primaria. La declaración meramente apunta a “reportes de estudiantes con síntomas en Garvey”.
En una reunión poco promocionada el viernes 5 de mayo, cuando se preguntó sobre la muerte de Jimari, los funcionarios del consejo escolar le silenciaron el micrófono y el moderador reclamó: “Esa es una pregunta de prensa… esta no es una reunión de prensa”. La reunión demostró que los funcionarios no habían identificado la mayoría de los casos de los estudiantes en la escuela, que no instituirían la mascarilla obligatoria cuando reabra la escuela el 8 de mayo y que no se realizarán pruebas sistemáticas de COVID-19 ni otros patógenos.
Todavía no se sabe qué enfermedad mató a Jiamri. Hasta el momento de edición, cuatro de los casos en Garvey presuntamente fueron vinculados a la bacteria H. Influenza, pero Jimari no es uno de ellos.
La academia Marcus Garvey fue brevemente cerrada del 3 al 5 de mayo para una “limpieza profunda”, pero fue totalmente insuficiente. Limpiar las superficies con cloro y otras medidas no impactarán la propagación de enfermedades aéreas, incluyendo el COVID-19.
Si bien la prensa corporativa reportó inicialmente la muerte de Jimari, fue abandonada inmediatamente y ningún medio nacional ha cubierto el brote desde que la academia Marcus Garvey reabrió el lunes.
En todas las declaraciones oficiales y en la cobertura mediática sobre el brote ha brillado por su ausencia cualquier mención al COVID-19, que, según los CDC, ha matado a 2.203 niños en los últimos tres años. Pese a todas las mentiras y la propaganda que emanan de la Administración de Biden de que “la pandemia ha terminado”, el coronavirus sigue propagándose y mutando por todo el mundo. Aunque se ha desmantelado el seguimiento sistemático del virus, cada día se sigue atribuyendo a la pandemia un exceso de mortalidad de 12.000 muertes en todo el mundo.
Incluso si Jimari no murió de COVID-19, es casi seguro que su salud se vio afectada por él. En enero de 2023, los CDC estiman que el 96,3 por ciento de los niños estadounidenses (65,7 millones de niños) han contraído COVID-19 al menos una vez. Se sabe que la enfermedad puede dañar todos los sistemas orgánicos, incluido el sistema inmune, por lo que quienes lo han padecido tienen más probabilidades de enfermarse gravemente de otras enfermedades.
Los docentes también corren un enorme riesgo. Una investigación independiente del WSWS indica que hasta ahora más de 10.000 maestros estadounidenses han muerto probablemente por COVID-19. Muchos se han infectado repetidamente y, por tanto, es probable que hayan sufrido graves daños en su sistema inmunitario.
En estas condiciones, las políticas de la OMS y de todos los Gobiernos capitalistas son crímenes sociales que señalan el fin de la era de la salud pública y el renacimiento de la concepción del darwinismo social de la “supervivencia del más fuerte”.
Como señaló el WSWS en una perspectiva reciente:
La decisión de la OMS de acabar la PHEIC [Emergencia de salud pública de importancia internacional] representa un abandono completo y total de las políticas de salud pública modernas, que se han enfocado en prevenir y detener los brotes de patógenos mortales y combatir la eliminación y erradicación de las enfermedades transmisibles.
El plan de la Casa Blanca para poner fin a la emergencia de salud pública nacional del COVID-19 este jueves es la culminación de la política de la burguesía estadounidense de infecciones masivas bajo el republicano Trump y luego el demócrata Biden. En especial, Biden dependió de los sindicatos magisteriales liderados por figuras como Randi Weingarten, la presidenta del sindicato American Federation of Teachers, para llevar a cabo el experimento barbárico de reabrir todas las escuelas sin ninguna mitigación contra el COVID, sometiendo a los niños, docentes y sus familias a infecciones masivas.
En Detroit, controlada por el Partido Demócrata desde hace décadas, el alcalde demócrata Mike Duggan y el sindicato magisterial Detroit Federation of Teachers han guardado silencio sobre la muerte de Jimari Williams y el brote de enfermedades infecciosas en la academia Marcus Garvey.
El ejemplo de Jimari Williams muestra cómo la población será tratada por el Estado capitalista y los medios de comunicación a partir de ahora: los trabajadores y los niños se enfermarán y morirán en la escuela y el trabajo y no se hará nada. Ni siquiera se identificarán las causas de la muerte. No se informará a nadie de lo que ocurre. Se suprimirá la información. Y cuando surja otra pandemia, que los científicos advierten que es cada vez más probable a medida que se agrava el cambio climático, no habrá ningún intento de detenerla. No se hará nada para salvar vidas.
Esto es lo que el capitalismo tiene reservado para los trabajadores de EE.UU. y todo el mundo.
El único partido político que se ha opuesto continuamente a la mortífera respuesta a la pandemia orientada a priorizar el lucro es el Partido Socialista por la Igualdad, junto con sus partidos hermanos de todo el mundo afiliados al Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Llamamos a luchar por un programa socialista de salud pública, en el que la seguridad en los lugares de trabajo sea controlada por comités de base, y en las escuelas por comités de educadores, padres y alumnos.
En 2020 se fundó una red de Comités de Seguridad de Base de Educadores, que incluía Míchigan, para organizar la oposición y detener la propagación de COVID-19 en las escuelas y así salvar vidas. Estos comités son necesarios ahora más que nunca, ya que el COVID-19 y otros patógenos se siguen propagando innecesariamente y sin control por las escuelas y otros lugares de trabajo, y las élites gobernantes aplican despiadadas políticas de austeridad para financiar enormes presupuestos militares.
Fundamentalmente, la experiencia de la pandemia de COVID-19 ha revelado la brutalidad e irracionalidad del sistema capitalista, que debe ser sustituido por una sociedad socialista mundial planificada, en la que las necesidades humanas y la salud pública tengan prioridad sobre el lucro privado.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de mayo de 2023)