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Cifra de muertos aumenta tras destrucción de Acapulco por huracán de categoría 5

La otrora emblemática ciudad portuaria y turística de Acapulco, en el sur de México, ha sido devastada por un huracán de categoría 5, después de que los meteorólogos y las autoridades no lo vieran venir.

“Hemos vivido el fin del mundo y todavía nos falta”, dijo un hombre a El País, cuyo reportero Pablo Ferri escribió el sábado: “Acapulco ha colapsado. No existe más. No se sabe cuánta gente ha muerto”.

Residentes en Acapulco esperan la entrega de ayuda el viernes 27 de octubre [Photo: Secretaría de Gobernación]

Aunque es preciso estudiar detenidamente los datos, los climatólogos y meteorólogos citados por los medios de comunicación ya apuntan al culpable más probable: el calentamiento global causado por el rápido aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Esta urbe de un millón de habitantes parece una zona de guerra después de que el ojo del huracán Otis llegara directamente en plena noche entre el martes y el miércoles, arrancando techos, derribando tendidos eléctricos y torres de telecomunicaciones y dejando hoteles, residencias y otros edificios cercanos a la costa como esqueletos.

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Las zonas de clase trabajadora más cercanas a las colinas y aquellas alejadas de los centros turísticos sufrieron inundaciones repentinas y deslizamientos, y las escenas son de caos absoluto. Los trabajadores se han visto obligados a retirar ellos mismos las montañas de escombros en sus colonias, e innumerables familias han perdido sus muebles, electrodomésticos y coches. Han quedado destruidas escuelas, clínicas y mercados.

En un contexto de desigualdad ya enorme, el impacto socioeconómico se sentirá durante años y afectará de manera desproporcionada a los más pobres, tras la destrucción de la noche a la mañana del sustento de cientos de miles.

Mientras tanto, el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, ha respondido con indolencia y una movilización masiva de tropas principalmente para intimidar a las víctimas a medida que crece la ira.

La cifra oficial de muertos es de 43 y 36 desaparecidos. Sin embargo, Eyder Peralta y James Fredrick de NPR fotografiaron el viernes a agentes de seguridad sacando cadáveres del agua. Uno de ellos dijo que habían recuperado 50 cuerpos ese día y advirtió que probablemente seguirían encontrando cadáveres durante semanas.

Cuatro días después del impacto, gran parte de la población carece de agua, electricidad, gasolina, alimentos, pañales y otros artículos de primera necesidad. Los comercios, pequeños y grandes, han sido vaciados, y la desesperación se está apoderando de la población.

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“No hay ni tortillas para llevarse a la boca”, dijo Ángel, de la colonia Radio Coco a Animal Político el sábado. “Han pasado ya muchos días y seguimos sin ayuda. Necesitamos agua, mucha agua, y también comida. Hay gente que ya está pasando hambre y que en su casa no les quedó ni una cobija”.

Los residentes de las colonias más pobres deambulan durante horas en busca de agua, comida, combustible y señal móvil. Las colas de personas con garrafas de gasolina para salir de la ciudad se extienden por kilómetros y se han producido refriegas con policías que cortaban la fila.

Por otro lado, el Gobierno intenta dar la falsa imagen de que tiene la situación bajo control. “Vamos a un ritmo muy rápido”, dijo la secretaria de Gobernación, Luisa Alcalde, a los periodistas en Acapulco el sábado. “Hay un despliegue de 15 mil elementos de las fuerzas armadas y vamos a llegar a todas las colonias”.

AMLO, que ha demostrado repetidamente su indiferencia por la vida y la salud de los trabajadores y los pobres a lo largo de la pandemia y otros desastres, declaró tras informar una cifra inicial de 27 muertos: “Aunque la muerte de cualquier persona es lamentable, no fueron muchos”.

Hasta que un juez revocó la orden el sábado, el Gobierno de AMLO impidió activamente que camiones de grupos de ayuda y donantes privados se acercaran a Acapulco. Los informes de los medios de comunicación locales, mientras tanto, dejan claro que los militares no empezaron a distribuir ayuda en cantidades significativas hasta el viernes, y que muchas comunidades siguen aisladas.

El fenómeno dejó atónitos a los meteorólogos. En unas 12 horas, Otis pasó de ser una tormenta tropical con vientos de 85 km/h a convertirse en un huracán de categoría 5, con vientos sostenidos superiores a 260 km/h, antes de precipitarse sobre Acapulco como el huracán más potente que haya tocado tierra en el Pacífico.

El Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. (NHC, por sus siglas en inglés) predijo inicialmente que la tormenta se alejaría de la costa y, solo 24 horas antes del impacto, pronosticó un máximo de intensidad de 110 km/h, por debajo de la categoría de huracán. El NHC luego advirtió de un “escenario de pesadilla” cuando elevó su aviso a categoría 5 poco antes de que tocara tierra. El director del NHC, Michael Brennan, señaló la falta de boyas oceánicas y radares en el Pacífico oriental, lo que obligó a los meteorólogos a depender en datos satelitales.

El Gobierno mexicano solo había emitido un aviso de tormenta tropical antes de ordenar evacuaciones cuatro horas antes del impacto.

Solo el huracán Patricia de 2015, que es el ciclón tropical más potente registrado en todo el mundo, igualó una intensificación tan rápida como Otis; sin embargo, se debilitó antes de tocar tierra en el oeste de México.

A principios de este mes, el huracán Lidia experimentó otra rápida intensificación y causó grandes daños en el suroeste de México como el quinto huracán más potente en tocar tierra en el Pacífico.

En todos los casos, los meteorólogos han señalado a las cálidas temperaturas oceánicas, asociadas a una mayor humedad, como el principal combustible o fuente de energía detrás de la rápida intensificación de estos ciclones tropicales. Así que, si bien en el caso de Otis hubo un elemento de cisne negro, la persistencia de condiciones favorables para una rápida intensificación debería haber llevado a preparativos mucho más agresivos.

En el océano Pacífico, los vientos suelen empujar las aguas más cálidas de la superficie hacia Asia, formando una gran piscina cálida en los océanos Pacífico occidental e Índico, junto con bandas de lluvia hacia el este. Estos patrones dominantes se denominan oscilación de Madden-Julian (MJO, por sus siglas en inglés).

La expansión de la piscina cálida del Pacífico occidental y las piscinas en el Pacífico oriental. [Photo: NOAA]

Un estudio de 2019 dirigido por Roxy Koll, autor principal del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), descubrió que el calentamiento global ha “deformado” la MJO y ha duplicado el tamaño y calentado aún más esta piscina cálida en el Pacífico desde 1900, incluso frente a las costas de México y Centroamérica.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de EE.UU., que financió el estudio, advirtió que estos cambios “pueden influir en todo, desde los monzones y la oscilación meridional de El Niño hasta los ciclones tropicales y otros fenómenos extremos como las olas de calor y las tormentas de nieve en Estados Unidos”.

Las aguas que atravesó Otis estaban “supercalientes”, declaró Karthik Belguru, científico del Laboratorio Nacional del Pacífico Noroeste, al Washington Post, que también citó un estudio reciente que descubrió que las intensificaciones rápidas de 24 horas han aumentado entre 1990 y 2021.

Aunque un fuerte fenómeno de El Niño pronosticado para 2023-2024, que debilita los vientos hacia el oeste en el Pacífico y permite que las aguas más cálidas se desplacen hacia el este, también puede haber influido, los meteorólogos destacan el calentamiento general de los océanos como el principal factor.

Según un estudio de la NOAA, la temperatura de la superficie marina (TSM) global promedio batió un récord en marzo de 2023 y estableció nuevos récords en abril, julio y agosto, acuñando un nuevo término: “superolas de calor marinas”. Atribuye estos récords principalmente a la tendencia al calentamiento que se viene registrando desde hace décadas, seguida de los cambios naturales de El Niño (que explicó el 17 por ciento de la anomalía de la TSM) y la oscilación del Pacífico, Atlántico y Ártico (que explica el 6 por ciento de la anomalía de la TSM).

Cuando los medios, los funcionarios y muchos científicos culpan a toda la sociedad por el calentamiento global y sus consecuencias, eso no podría ser más equivocado. Como señaló el WSWS en una perspectiva sobre las temperaturas récord más temprano este año:

La culpa no es de “la humanidad”, sino del capitalismo. Lo que realmente bloquea cualquier esfuerzo por abordar seriamente la crisis climática es el sistema de ganancias, la subordinación de la vida económica al lucro privado y la división del mundo en Estados nación rivales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de octubre de 2023)

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