Una de las afirmaciones de los supuestos reformistas del sistema capitalista y sus mecanismos de mercado es que las consecuencias explosivas de sus contradicciones, especialmente en el sistema financiero, pueden ser contenidas mediante supervisión y regulación.
Sin embargo, las crecientes advertencias sobre el crecimiento del crédito privado —que se ha disparado como respuesta a los intentos de regular el sistema bancario tras la crisis mundial de 2008— desmienten tales afirmaciones.
Esta semana, el Financial Times publicó un importante editorial titulado “Advertencias del tambaleo del crédito privado”, en el que señaló signos inequívocos de que las condiciones están madurando para una nueva crisis.
“El floreciente sector del crédito privado está inspirando un rico léxico de alarma”, comienza el artículo. “Desde hace un tiempo, los observadores del mercado han descrito esta clase de activos alternativos —que ha crecido hasta alcanzar unos 3 billones de dólares a nivel mundial— como una ‘bomba de tiempo’.”
Como señaló, el auge de los mercados de crédito privado “tiene sus raíces en la regulación más estricta impuesta a los bancos tras la crisis financiera global. Esto ha canalizado más crédito a través del sistema bancario en la sombra, que es menos transparente y regulado”.
El objetivo declarado de tales regulaciones, como la ley Dodd-Frank en Estados Unidos y los estándares de Basilea promovidos por el Banco de Pagos Internacionales, era introducir medidas que supuestamente evitarían una repetición de la crisis de 2008 y los rescates masivos organizados por el gobierno estadounidense y la Reserva Federal.
Pero estos esfuerzos han chocado con una contradicción fundamental del capitalismo: que una economía y un sistema financiero basados en la propiedad privada, la ganancia privada y las relaciones de mercado caóticas derivadas de ellas, no pueden, por su propia naturaleza, estar sometidos a un control consciente.
Esto significa que los intentos por contener los efectos destructivos del sistema de mercado basado en la ganancia privada al cerrar una puerta, inevitablemente harán que reaparezcan por otra.
La preocupación por el crecimiento del crédito privado no es nueva. Pero las alarmas comenzaron a sonar con la quiebra en septiembre del fabricante de autopartes estadounidense First Brands y del prestamista automotriz Tricolor Holdings, ambos de los cuales habían recibido préstamos considerables de instituciones financieras no bancarias.
Como señaló el editorial, el director general de JPMorgan, Jamie Dimon, comentó que cuando se ve una cucaracha probablemente hay más, y el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, planteó que estas quiebras podrían ser una especie de “canario en la mina de carbón”.
En esta etapa, continuó el editorial, aunque “los riesgos de una conmoción inminente parecen limitados”, las advertencias recientes han traído atención a “varias tendencias preocupantes”. Sin duda, los redactores tenían en mente que en 2007 los problemas emergentes en el mercado hipotecario subprime fueron minimizados, sólo para descubrir 18 meses más tarde que estaban en el centro de la mayor crisis financiera desde la década de 1930.
Basándose en un análisis de la agencia calificadora Moody’s publicado el mes pasado, el editorial resaltó que los préstamos de los bancos a instituciones financieras no depositarias (NDFI, por sus siglas en inglés) ya representan más del 10 por ciento de todos los préstamos bancarios, el triple que hace una década. Y no son los bancos los únicos involucrados.
“Una preocupación particular es la creciente inversión de las aseguradoras en esta clase de activos opacos, lo que podría dejar expuestos a los asegurados si algo sale mal”.
El artículo planteó dudas sobre los estándares de otorgamiento de préstamos, con grupos de capital privado “buscando” calificaciones más favorables para sus inversiones por parte de agencias calificadoras especializadas, que han surgido recientemente, así como preocupaciones sobre las normas de suscripción de créditos.
Describiendo a la economía mundial como con “resiliencia”, el editorial sostuvo, sin embargo, que sigue siendo “frágil”—sin explicar cómo ambas condiciones pueden coexistir—y añadió que la incertidumbre sobre las políticas del presidente Trump aumentaba la “inquietud”.
Las voces que expresan preocupación por el papel del mercado de crédito privado, y su opacidad universalmente reconocida, piden una mayor supervisión y regulación.
Pero como comentó el FT, “el impulso de la administración [Trump] hacia una desregulación financiera más amplia podría alimentar un mayor apetito por el riesgo justo cuando los signos de burbujas tanto en los mercados bursátiles como de crédito se están volviendo más difíciles de ignorar”.
El informe de Moody’s citado también muestra cómo el capital financiero encuentra la manera de eludir las regulaciones que intentan controlarlo, impulsado por la sed de ganancias. Señala que el auge del crédito privado ha transformado el panorama, ya que los bancos han cedido “terreno significativo en el otorgamiento de préstamos a los gestores de activos alternativos, a raíz de las regulaciones más estrictas instauradas luego de la crisis financiera de 2007-08”.
Los activos de crédito privado bajo gestión se han “triplicado en la última década, una tasa de crecimiento muy superior a la de la mayoría de las otras formas de crédito”.
Advirtió que, a medida que los bancos compiten con prestamistas no bancarios mientras los financian, “podrían aflorar desafíos en cuanto a la calidad de los activos”, y señaló que la bancarrota de Tricolor demuestra que “los préstamos bancarios a las NDFI pueden generar pérdidas significativas”.
El informe apuntó a varios riesgos en aumento. Entre ellos, el crecimiento agresivo de bancos más pequeños debilitando los estándares de crédito, la concentración de los préstamos bancarios en un pequeño grupo de gestores de crédito privado, y la imposibilidad de evaluar adecuadamente el riesgo real de exposición, dado que “muchos instrumentos de crédito privado son ilíquidos y opacos, y sólo presentan valoraciones internas no verificables externamente”.
Una nota de la agencia calificadora Fitch publicada a finales de septiembre también subrayó los crecientes riesgos, señalando que un impacto negativo en el sistema financiero podría revelar hasta qué punto el sector del crédito privado ha pasado de ser un nicho exclusivo para “inversores sofisticados” a convertirse en un componente cada vez más relevante de los mercados de capital globales.
A continuación, describió las posibles consecuencias:
“La omnipresencia del crédito privado podría amplificar un choque sistémico y afectar a una amplia gama de inversores y prestamistas, incluidos fondos de pensiones y fondos soberanos, bancos, compañías aseguradoras, fundaciones, individuos con alto patrimonio y, cada vez más, a inversores minoristas. Esto podría tener consecuencias de gran alcance para la formación de capital, la disponibilidad de crédito, la confianza y el gasto del consumidor, las redes de protección social, el desarrollo nacional, la estabilidad de los depositantes y la disponibilidad de seguros”.
Lo que se describe en este escenario no es sólo una turbulencia financiera, sino un colapso de la economía y de su sistema de financiamiento.
El informe concluyó que la agencia “actualmente no considera que los riesgos asociados con el crédito privado sean sistémicos”. Esto se debe principalmente a que sigue siendo una parte relativamente pequeña del sistema financiero en su conjunto. Pero, dicho esto, advirtió que, en caso de un estrés económico más generalizado, podría convertirse en un “canal significativo de transmisión debido a su crecimiento e interconexión creciente con varias partes del sistema financiero”.
Como todos aquellos que han investigado el riesgo del crédito privado y sus implicaciones, Fitch pidió una supervisión más estricta y más transparencia. Pero esto ocurre en un contexto en el que precisamente el auge del capital privado ha demostrado la capacidad del capital financiero para escapar de los efectos de la regulación, y donde los mecanismos de control que aún persisten están siendo sistemáticamente desmantelados por el régimen de Trump.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de noviembre de 2025)
