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Perspectiva

Los argumentos a favor de la expropiación

60.000 multimillonarios poseen tres veces más riqueza que la mitad de la población mundial.

En el fondo se ven un barrio marginal y edificios altos en Bombay, India, el martes 23 de julio de 2024 [AP Photo/Rajanish Kakade]

Un nuevo informe del World Inequality Lab, fruto de cuatro años de investigación exhaustiva, revela que la desigualdad económica a escala mundial sigue aumentando a pasos agigantados, con una enorme riqueza concentrada en un puñado de multimillonarios y centimillonarios.

Como declara el prólogo del informe:

Los datos que aquí se presentan son impactantes. El 10 % más rico de la población mundial posee cerca de tres cuartas partes de toda la riqueza, mientras que la mitad más pobre apenas tiene el 2 %. Menos de 60.000 multimillonarios controlan ahora tres veces más riqueza que la mitad de la humanidad junta. En la mayoría de los países, el 50 % más pobre rara vez posee más del 5 % de la riqueza nacional.

 El World Inequality Lab se creó gracias a los esfuerzos por investigar la desigualdad mundial, impulsados inicialmente por los economistas Thomas Piketty, Gabriel Zucman y Emmanuel Saez, coautores de una serie de estudios sobre la concentración de la riqueza y los ingresos.

Según el informe, el 0,001 % más rico ha visto crecer su participación en la riqueza mundial del 4 % al 6 % desde 1995, mientras que la mitad más pobre de la población mundial controla solo el 2 %. Los multimillonarios han aumentado su riqueza aproximadamente un 8 % cada año durante las últimas tres décadas, casi el doble de la tasa de la mitad más pobre de la población.

El informe caracteriza esto como una «acumulación extraordinaria en la cima». El resultado es un mundo en el que una pequeña minoría ejerce un poder financiero sin precedentes, mientras que miles de millones de personas siguen excluidas incluso de la estabilidad económica básica.

En términos de ingresos, el informe encuentra niveles de desigualdad que desafían la comprensión. Según su análisis, «el 0,1 % más rico gana tanto como el 50 % más pobre. Esto significa que un grupo de personas no mayor que la población de Singapur obtiene los mismos ingresos que la mitad de la población mundial». En la cima, «el 0,1 % más rico (unas 5600 personas) gana, de media, una octava parte de lo que ganan conjuntamente el 50 % más pobre. En otras palabras, un grupo de personas equivalente al aforo de un pequeño estadio de conciertos tiene unos ingresos anuales comparables a los de miles de millones de personas».

La brutal opresión de la gran mayoría de la humanidad por parte de un puñado de potencias imperialistas fue analizada hace más de un siglo por V. I. Lenin en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo. El Informe sobre la desigualdad mundial deja claro que, aunque los mecanismos han evolucionado, las relaciones de explotación subyacentes se han intensificado.

Como explica el informe, «Mientras que las potencias coloniales extraían recursos para transformar los déficits en superávits, las economías avanzadas de hoy en día logran resultados similares a través del sistema financiero». Las naciones más pobres se ven obligadas a transferir recursos al exterior —a través del servicio de la deuda, la repatriación de beneficios y los flujos financieros— «lo que limita su capacidad para invertir en educación, sanidad e infraestructuras».

Es sorprendente que estas salidas de capital asciendan a más del 1 % del PIB mundial, «aproximadamente tres veces más que la ayuda al desarrollo que fluye en la dirección opuesta».

Los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres también dentro de los propios países, y el informe señala que, en casi todas las regiones del mundo, el 1 % más rico es más rico que el 90 % más pobre en su conjunto.

El informe se basa en los escritos y las investigaciones de más de 200 académicos y ha sido elaborado con el apoyo de la Unión Europea y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas.

Este respaldo de una parte de la élite capitalista mundial tal vez explique la modestia de las reformas que defienden los autores del informe: impuestos más altos para los ricos y los flujos financieros mundiales, más gasto en educación, sanidad y cambio climático, especialmente en los países pobres del mundo. La desigualdad dentro de cada país se destaca menos en el informe, que promueve la perspectiva del «Norte y Sur globales», muy común en los círculos liberales de izquierda.

En ninguna parte del documento de 200 páginas del Laboratorio Mundial sobre la Desigualdad aparecen las palabras «capitalismo» o «socialismo». Sin embargo, lo que se desprende de los datos presentados es un argumento claro e irrefutable a favor de la expropiación de la oligarquía capitalista.

Bajo el sistema capitalista, unos 56.000 multimillonarios y centimillonarios controlan el destino de los 8000 millones de seres humanos que habitan este planeta. Su riqueza, producto del trabajo colectivo de la humanidad, debe ser confiscada, y la economía mundial debe reorganizarse para satisfacer las necesidades humanas, no el lucro privado.

El crecimiento extremo de la desigualdad social documentado en el Informe sobre la Desigualdad Mundial ha sido facilitado y supervisado por todos los partidos de la clase dominante, en todos los países y sistemas políticos. El propio informe muestra cierta hostilidad hacia sectores de la clase trabajadora de los países capitalistas avanzados, al afirmar que «a mediados del siglo XX, los votantes con menos ingresos y menos estudios apoyaban en gran medida a los partidos de izquierda, mientras que los grupos más ricos y con mayor nivel educativo se inclinaban hacia la derecha, lo que creaba una clara división de clases y una creciente redistribución. Hoy en día, ese patrón se ha fracturado». 

Esto plantea la pregunta: ¿por qué los trabajadores han dado la espalda a los llamados «partidos de izquierda»? Es la consecuencia del colapso de los antiguos partidos socialdemócratas y burgueses de «izquierda», que hace tiempo abandonaron cualquier compromiso con las políticas de reforma social, lo que abrió la puerta a la extrema derecha para explotar los agravios sociales.

Si bien el informe sobre la desigualdad presenta una serie de propuestas de reforma, como gravar a los ricos e invertir recursos en educación, sanidad y otros programas sociales, no explica por qué las clases dominantes de todos los países capitalistas han rechazado esas políticas. En respuesta a la profundización de la crisis del sistema capitalista, la élite dominante ha emprendido una guerra contra todos los logros sociales que los trabajadores consiguieron tras duras luchas en el siglo XX.

El informe reconoce que la tributación de los súper ricos se ha derrumbado, lo que «no solo socava la justicia fiscal, sino que priva a las sociedades de los recursos necesarios para la educación, la sanidad y la acción climática».

En otras palabras, el control de la sociedad por parte de la oligarquía financiera (otra palabra que no aparece en el informe de 200 páginas) no es simplemente injusto. Es el principal obstáculo para el funcionamiento de una sociedad humana y civilizada, ya que priva a la sociedad de los recursos necesarios para los servicios esenciales y los canaliza hacia los bolsillos de los ricos.

El objetivo del informe parece ser convencer a sectores de la élite gobernante de que realicen reformas mientras aún hay tiempo. «Por lo tanto, la fiscalidad progresiva es crucial», afirma el informe, porque «refuerza la legitimidad de los sistemas fiscales al garantizar que quienes disponen de mayores medios contribuyan de forma equitativa».

Pero la respuesta de la clase dominante al crecimiento de la oposición, al surgimiento de la conciencia socialista y la lucha de clases, es el giro hacia la dictadura y el fascismo. La realidad es que la democracia es incompatible con un orden social en el que una pequeña fracción de la población controla la mayor parte de la riqueza y los recursos.

 En ningún lugar es esto más evidente que en Estados Unidos, donde la administración Trump representa la expresión más concentrada del dominio oligárquico. El régimen de Trump está desmantelando la educación pública, destruyendo la infraestructura de salud pública, recortando los programas sociales y eliminando todas las restricciones al saqueo corporativo y la especulación financiera. Al mismo tiempo, está construyendo un aparato estatal autoritario para imponer esta contrarrevolución social. Los mismos procesos son evidentes en todo el mundo.

No se persuadirá a los oligarcas para que renuncien a su riqueza mediante apelaciones corteses, como proponen Sanders, Mamdani y sus homólogos internacionales. Lo que se necesita es un movimiento político de masas de la clase obrera internacional para abolir el capitalismo y tomar el poder político. Esto significa la expropiación de la oligarquía. Hay que confiscar las fortunas de los multimillonarios, someter a las empresas al control democrático y reorganizar la economía mundial, no para el beneficio privado, sino para satisfacer las necesidades humanas.

La lucha por la igualdad es la lucha por el socialismo. Requiere la construcción de una dirección revolucionaria, arraigada en la clase obrera y armada con una comprensión científica de la crisis del capitalismo. Instamos a todos los trabajadores y jóvenes indignados por la injusticia del sistema actual a que se unan al Partido Socialista por la Igualdad y al Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista.

(Publicado originalmente en ingles el 10 de diciemre de 2025)

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