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La perspectiva socialista sobre la guerra en Afganistán

Segunda parte

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Esta es la segunda y última parte de un informe presentado por Nick Beams en las reuniones públicas convocadas por el Partido Socialista por la Igualdad en Sydney y Melbourne, Australia, el 4 y el 8 de noviembre, respectivamente. La primera parte fue publicada en el inglés original el 9 de noviembre del presente.

Los Estados Unidos había mantenido su dominio mundial después de la Segunda Guerra Mundial basándose en las relaciones políticas establecidas durante la Guerra Fría. Ahora que ésta había concluido, ¿cómo habría de mantenerse la hegemonía mundial estadounidense? Esta es la cuestión principal que durante la última década ha dominado el pensamiento y los debates acerca de la política exterior de Los Estados Unidos.

Zbigniew Brzezinski, autor de la intervención en Afganistán, se encuentra entre las figuras más eminentes que han participado en esos debates. Permítanme citarles varios párrafos de su libro, El gran tablero de ajedrez, publicado en 1997.

“Durante la última década del Siglo XX se ha presenciado un cambio tectónico en los asuntos mundiales. Por primera vez en la historia existe un poder no eurasiático que no sólo es árbitro supremo de las relaciones entre los poderes de Europa y de Asia, sino que también es el poder supremo del mundo. La derrota y colapso de la Unión Soviética fue el último escalón en la rápida ascendencia de este poder del Hemisferio Occidental: los Estados Unidos, el único y, en realidad, el primer poder verdaderamente mundial.

“La importancia geopolítica de Eurasia, sin embargo, no disminuye. No solamente es su periferia occidental (Europa) el lugar donde se ubica gran parte del poder económico y político del mundo, pero la región oriental (Asia) recientemente se ha convertido en centro vital de expansión económica e influencia política creciente. Por lo tanto, el dilema sobre como Los Estados Unidos, con intereses por todo el mundo, puede manejárselas con las complejas relaciones entre los poderes euroasiáticos—y en particular si es que puede prevenir la aparición de un poder euroasiático dominante y antagonista—todavía es esencial para Los Estados Unidos poder ejercer su hegemonía mundial” (p. xiii-xiv).

Brzezinski sigue, indicando que el poder que llegue a dominar a Eurasia poseerá control de dos de las tres regiones más adelantadas y económicamente productivas del mundo. Quién controle a Eurasia controla a África. Eurasia contiene la mayoría de la riqueza mundial, no sólo con sus negocios, sino también con lo que se encuentra debajo del suelo. “Eurasia es, por ende, el tablero de ajedrez sobre el cual la lucha por la primacía mundial se juega” (p.31).

Este análisis pone bien claro el significado de las tres guerras que el imperialismo estadounidense ha lanzado durante los últimos diez años. No son solamente personas “de adentro”, tales como Brzezinski, que abiertamente se refieren a los objetivos de largo alcance de Los Estados Unidos. El significado de la lucha por materias primas y los recursos—sobretodo aquellos que han estado disponibles desde el colapso de la URSS—es aparente a cualquier persona que penetre las varias justificaciones que los poderes imperialistas han ofrecido para conducir sus intervenciones militares más recientes.

Por ejemplo, el artículo “La nueva geografía del conflicto”, publicado en el ejemplar de mayo-junio del presente en la revista estadounidense Foreign Affairs ( Asuntos Exteriores), tiene varias observaciones interesantes. Para comenzar, el autor indica que en octubre, 1999, los militares de Los Estados Unidos tomaron una decisión importante que reflejaba un cambio estratégico en su pensar. Sacaron al Asia Central del Comando del Pacífico y la incluyeron en el Comando Central. Previamente se le había considerado a esta región de ser de segunda importancia.

“Pero la región, que va desde los Urales hasta la frontera occidental de China, ahora se ha convertido en importante objetivo estratégico a causa de las enormes reservas de petróleo y gas natural que, según se cree, se encuentran debajo y alrededor el Mar Caspio. Puesto que el Comando Central ya controla las fuerzas estadounidenses en la región del Golfo Pérsico, su control del Asia Central significa que ahora las personas encargadas de proteger los abastecimientos de petróleo a Los Estados Unidos y a sus aliados ahora le darán la atención debida”.

El artículo deja saber que la nueva preeminencia del Asia Central era parte de una transformación más amplia del pensamiento estratégico de Los Estados Unidos. Durante la Guerra Fría, la confrontación entre Los Estados Unidos y los soviéticos dominaba los planes militares, pero ahora han surgido otras consideraciones.

“Detrás de este cambio en la geografía estratégica se encuentra el nuevo énfasis que se le ha dado a la protección de los recursos esenciales, sobretodo el petróleo y el gas natural. Si las divisiones de la Guerra Fría se crearon y formaron sobre bases ideológicas, ahora la competencia económica es lo que impulsa las relaciones internacionales y, de acuerdo, la competencia por el acceso a estos intereses económicos tan vitales se ha intensificado. Esto significa, según continúa el autor, que “los funcionarios a cargo de la seguridad han comenzado a prestarle mucho mayor atención a los problemas que surgen de la competencia intensificada para obtener acceso a estas materias cruciales, especialmente el petróleo, que a menudo se encuentran en regiones por las cuales se pelea o que son de política inestable”.

Otro artículo en el ejemplar de septiembre-octubre de Foreign Affairs, titulado “La energía del Mar Caspio se encuentra en una encrucijada”, también señala el significado primordial de los recursos de la región.

“Aunque la Organización de Países Exportadores de Petróleo continuarán dominando el mercado energético mundial durante las décadas venideras, el desarrollo del petróleo y el gas natural en la Cuenca Caspia podría diversificar, asegurar y estabilizar los abastecimientos mundiales de energía en el futuro, tal como anteriormente había ocurrido con los recursos del Mar del Norte. Estas reservas potenciales de energía, cuya existencia ya se ha comprobado dentro de, o adyacentes a, la región de la Cuenca Caspia—inclusive por lo menos 115 billones de barriles de petróleo—son en realidad muchas veces mayor que los del Mar del Norte y podrían aumentar de manera significativa con su continua exploración.

“Recursos tan abundantes podrían generar grandes ganancias para las compañías estadounidenses y sus accionistas. Las asociaciones estadounidenses ya han adquirido 75% del gigantesco campo petrolero de Tengiz en Kazakhstan, el cual ahora se valora en más de $10 billones. A través del tiempo, a medida que el capital proveniente del desarrollo de la energía caspia se esparce entre otros sectores, las asociaciones estadounidenses en otras industrias—desde las de la infraestructura, a las de telecomunicaciones, al transporte y a otros servicios—también podrían beneficiarse”.

He aquí la importancia geopolítica de Afganistán. Tiene frontera con la región del Mar Caspio, la cual contiene la segunda reserva mayor de petróleo en el mundo. Además, el país ofrece la posibilidad de construir un oleoducto para transportar estos abastecimientos a Los Estados Unidos y a otros mercados internacionales; oleoducto que no estará bajo el control de Rusia y que tampoco atravesará a Irán.

Formas neocoloniales de dominio

Esta renovada lucha de los poderes imperialistas por los recursos y las materias primas necesariamente resucita las formas de dominio que surgieron a finales del Siglo XIX.

La resolución del Comité Internacional, que se preparara con motivo de la conferencia en Berlín, explicó: “Las conquistas y anexiones, que según los apologistas oportunistas del imperialismo pertenecen a otra época del pasado, una vez más llegan a formar parte del programa político actual”.

Sin sorprendernos, la guerra contra Afganistán se ha llevado a cabo conjuntamente con exhortaciones para establecer nuevas formas de colonialismo. Paul Johnson, historiador británico derechista, le dio ímpetu al debate con un artículo que apareció en el Wall Street Journal titulado, “¿La respuesta al terrorismo? El colonialismo”. Según Johnson, la necesidad de ponerle paro a la piratería fue una de las razones para el establecimiento del imperio británico. La guerra contra el terrorismo podría requerir el establecimiento de nuevas formas coloniales.

Se podría decir que es un poco hipócrita para un vocero del imperialismo británico atacar la piratería, puesto que parte de la “acumulación primitiva” de la riqueza del Imperio Británico se obtuvo de las acciones de uno de los piratas más famosos: Sir Francis Drake.

“Los Estados Unidos y sus aliados”, escribe Johnson, “pueden encontrarse, por lo menos temporalmente, no sólo con tropas ocupantes, sino con la administración de naciones terroristas testarudas. Puede que éstas incluyan no sólo a Afghanistan, sino también a Irak, el Sudán, Libia, Irán y Siria. Se impondrán regímenes democráticos donde se pueda, siempre que respeten la ley internacional, pero en algunos casos la presencia política del Occidente será inevitable”.

Luego se publicó el artículo de Martin Wolf, comentarista sobre la economía mundial, para Financial Times. Titulado “La necesidad de un nuevo imperialismo”, se concentra en las llamadas “naciones fracasadas”. Gobernadas por élites corruptas, estas naciones no podían establecer las bases elementales para el desarrollo económico y se convirtieron en refugios para terroristas. De la única manera que el círculo podría quebrarse era por medio del establecimiento de un estado nuevo cuyo gobierno represivo se podría establecer desde el exterior. Por supuesto, el Sr. Wolf no se molestó en analizar como la política económica de los poderes capitalistas principales, en conjunto con los bancos e instituciones financieras internacionales, han creado las condiciones de una pobreza que se ahonda más y más. Ni tampoco se molestó en explicar como los poderes capitalistas principales, durante épocas anteriores, armaron a los varios caciques de guerra y a los dirigentes militares de estas naciones “fracasadas”.

El editor de la página de opiniones del Wall Street Journal, Max Boot, evidentemente inspirado por las contribuciones de Paul Johnson, decidió publicar su punto de vista. Su artículo, “Colonicemos a las naciones desobedientes”, sostiene que Los Estados Unidos tenía, para alcanzar sus objetivos, tiene que expandir sus luchas y ser más agresivo. El problema no es que Los Estados Unidos dicta demasiado. El problema es que no lo hace suficientemente.

“Afganistán y otros países problemáticos hoy gritan por los gobiernos extranjeros iluminados que una vez los ingleses administraban montados a caballos con sus pantalones ceñidos y cascos. ¿Es el imperialismo una reliquia de una era del pasado lejano?

Quizás. Pero es interesante notar que durante la década de los 1990, Timor Oriental, Camboya, Kosovo y Bosnia todas pasaron a ser tutelas de la comunidad internacional. Este precedente fácilmente podría convertirse en un sistema formal, compuesto de mandatos de la ONU, cuyo modelo serían los territorios mandatarios establecidos por La Liga de las Naciones luego de la derrota de los imperios alemán y otomán en la Primera Guerra Mundial. Es posible Los estados Unidos ya no pueda imponer su dominio unilateral. Pero EE.UU sí que puede encabezar una fuerza internacional bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas.

Boot sugiere que inmediatamente se tome acción contra dos blancos: primero Afganistán y luego Iraq. Es decir, olvidémonos que no existe ninguna prueba que vincule a Iraq a los ataques del 11 de septiembre. De todos modos, Los Estados Unidos debería terminar la labor que el primer gobierno Bush no completó.

Los ataques contra los derechos democráticos

No es difícil revelar los intereses materiales y económicos que motivan la política exterior de Los Estados Unidos. Pero estas preocupaciones con la economía no se pueden discutir abiertamente. Brzezinski , quien pone bien claro que el corazón de la política exterior estadounidense es la conservación de su dominio mundial, está bien consciente del hecho que gobernar un imperio mundial presenta problemas políticos.

Escribe: “Es un ... hecho que Los Estados Unidos es demasiado democrático en su política interna para comportarse con autocracia en el exterior. Esto restringe el uso del poder de país, sobretodo a la capacidad que tiene para intimidar con su poderío militar. Nunca antes en la historia ha alcanzado una democracia populista la supremacía internacional. Pero la búsqueda del poder no es un objetivo que despierta la pasión popular, excepto bajo condiciones de amenaza repentina o de dificultades que estremezcan la sensación de seguridad interna del público (Brzezinski, pp. 35-36. Nuestro énfasis).

Estas palabras nos ayudan a comprender la relación entre los sucesos del 11 de septiembre y la guerra que ahora se despliega.

Los dos aviones que se estrellaron contra el World Trade Center sirvieron de pretexto para el gobierno estadounidense poner en marcha la ofensiva militar. No sabemos si 20 años después del evento, como en el caso de Brzezinsky y su respaldo de los muhajeddin en Afganistán, algún espía o ex empleado del gobierno osará darnos información acerca de lo que había detrás del escenario el 11 de septiembre. Quizás nos ayude a contestar la pregunta sobre lo que las agencias de espionaje estadounidenses ya sabían que iba a ocurrir.

Sea lo que sea, sí sabemos que el gobierno de Bush afanosamente se valió del ataque terrorista como “ amenaza repentina o... dificultades que estremezcan el sentido de seguridad interna del público. Si los efectos del ataque terrorista comenzar a disminuir, tenemos los brotes continuos de ántrax.

Como Brzezinsli correctamente indicara, es difícil llevar a cabo una guerra imperialista cuando existe la democracia. Esa es la razón por la cual la “guerra contra el terrorismo”—que se supone es para garantizar la libertad y la democracia—los ataques contra los derechos democráticos han aumentado.

Hace un año notamos que la elevación de Bush a la presidencia de Los Estados Unidos por medio del voto 5-4 de la Corte Suprema, y la colaboración de todos los sectores de los medios de prensa liberales con la maquinaria del Partido Demócrata, dejó bien claro ninguna capa de la clase gobernante tenía el menor interés en defender los más mínimos elementos de la democracia.

En la burguesía no apareció un solo elemento que defendiera siquiera el derecho al voto. Ahora que los votos se han contado—y queda bien claro que Gore ganó la presidencia—las organizaciones prensa principales que auspiciaron el recuento han suprimido los resultados. Su programa político tiene otras cosas en mente.

La guerra contra Afganistán saca a la luz procesos que se han estado desarrollando rápidamente desde que la Unión Soviética se desplomara a principios de la década de los 1990. Es decir, una nueva lucha para la división y redistribución del mundo por parte de los mayores poderes imperialistas ha comenzado. Esto tiene implicaciones políticas de vasto alcance.

Es muy significante que varios comentaristas sobre la economía y la política han invocado el retorno al colonialismo. La máscara de la libertad y la democracia se está cayendo y los motivos verdaderos están quedando al aire. Igual nos damos cuenta que una batalla feroz está tomando lugar entre las elites gobernantes acerca de cuando lanzar la guerra contra Iraq. No importa que no existan pruebas vinculando a este país a los acontecimientos del 11 de septiembre, o que lo más probable es que los ataques de ántrax hayan sido causados por grupos derechistas en el interior de Los Estados Unidos. Irak tiene que ser atacado y las naciones “fracasadas” o “pillas” tienen que someterse al dominio colonial.

Pero aquellos que abogan por retornar a los días de gloria del Imperio Británico fracasan en hacerse una pregunta: ¿dónde terminó la lucha por las colonias? El resultado fue la explosión de la Primera Guerra Mundial. La lucha de cada poder capitalista principal por colonias, mercados y esferas de influencia eventualmente los condujo a pelear unos contra otros. Resultado? Dos guerras mundiales. La pugna actual contiene la semilla de los conflictos imperalistas. En la guerra contra el terrorismo, los aliados de hoy fácilmente se convierten en los enemigos visibles del mañana.

Las elecciones de Australia

La lucha por la redistribución del mundo ha comenzado y este proceso domina la política. Esta es de las lecciones que la campaña electoral de este país ha manifestado. En cierto sentido se podría decir que el hecho que las elecciones australianas se están conduciendo bajo declaración de guerra es una casualidad.

El carácter bipartito de la reacción de los dos partidos prominentes no es nada casual. Como explicamos en nuestra declaración sobre las elecciones, aquí hay una ley política en acción. Mientras más profundo sea el abismo entre los mecanismos oficiales de gobierno y la necesidad de las masas de la población, más se acoplan esos mecanismos.

No se puede tolerar ninguna disidencia u oposición. Esto se vio en la reacción a los comentarios de Peter Knott, candidato del Partido laborista, quien hizo el punto indiscutible que el ataque contra Los Estados Unidos es consecuencia de la previa política estadounidense. Se podría decir que esta declaración no es tan política como parece; más bien indica un simple hecho verídico: Los Estados Unidos y sus aliados le alentaron la evolución de Osama bin Laden y a otros grupos cleros fascistas y terroristas cuando les convenía durante el período anterior. Pero Knott, quien desde el principio insistió que apoyaba la guerra y la participación de tropas australianas, ha sido forzado a retractar lo que dijo bajo amenaza de perder el apoyo a su candidatura.

La política militarista y pro guerra significa que los ataques contra los derechos democráticos y la situación social de la clase obrera dentro del país se van a profundizar. Los poderes imperialistas principales han lanzado una guerra sin fin, bajo condiciones en que la economía mundial va galopando hacia lo que podría ser la recesión sostenida más grave desde la década de los 1930.

La concurrencia de estos dos acontecimientos tampoco es casual. Al nivel más fundamental expresa los procesos que surgen de la economía capitalista mundial misma.

El impulso por las materias primas, por los recursos y por las esferas de influencia se arraiga, a fin de cuentas, en la presión continua para mantener la tasa de ganancias.

De la misma manera, el colapso y/o la fusión de empresas claves y la destrucción inexorable de empleos—sea bajo condiciones de la tan llamada expansión económica como la que se presentó durante los últimos diez años o durante el período de recesión como el que ahora comienza—tiene el mismo origen.

El estallido de la guerra imperialista y los ataques contra los derechos democráticos y las condiciones sociales de la clase obrera son parte del mismo proceso. Las clases gobernantes capitalistas buscan la reorganización del mundo para cumplir con las exigencias y los requisitos del sistema de ganancias. La clase obrera tiene que aprender las lecciones de toda la experiencia del Siglo XX.

Las últimas décadas del Siglo XIX, como el período por el cual hemos atravesado, fue testigo a la enorme expansión del alcance mundial del orden capitalista. Fue la primera fase de lo que ahora llamamos “mundificación”. Pero la misma expansión del capitalismo al concluir el fin de ese siglo inevitablemente condujo al estallido de la Primera Guerra Mundial a medida que las fuerzas productivas entraban en conflicto con las restricciones impuestas por el sistema de ganancias y los límites del estado-nación.

Al comenzar esa guerra, León Trotsky dio la siguiente explicación: “La única manera en que el proletariado puede sobreponerse a la complejidad imperialista del capitalismo es oponiéndole la organización socialista de la economía mundial como programa práctico del día. La guerra es el método mediante el cual el capitalismo, al llegar al apogeo de su evolución, trata de resolver sus contradicciones insolubles. A este método el proletariado debe oponerle su propio método: el de la revolución social”. ( La guerra y la Internacional , Trotsky, p.x).

Estas palabras no han perdido su vigencia. ¿Qué significa la guerra contra Afganistán? ¿Cuál es el significado de las sanciones continuas contra Afganistán, o los horrores diarios en el Medio Oriente? ¿Tres guerras durante los últimos diez años? ¿Quién será el próximo blanco? ¿Cuándo llevará la lucha por los recursos, las ventajas y las esferas de influencia al conflicto entre los poderes imperialistas tal como sucediera a principios del siglo pasado?

Las clases gobernantes intentan reorganizar al mundo. Pero no tienen ninguna visión viable de como lograrlo. Esto se debe a que su sistema social, basado en la acumulación de las ganancias privadas y la política de estados-naciones contrincantes, es, desde el punto de vista histórico, un anacronismo. Sólo puede crear el caos sangriento y la anarquía exactamente como sucedía con los regímenes moribundos del feudalismo en una época anterior, excepto a escala mucho, mucho mayor.

La clase obrera debe contraponerle al caos, a la destrucción y la anarquía del sistema capitalista su propia perspectiva independiente basada en dos principios fundamentales. En primer lugar, tiene que arraigarse en el internacionalismo. La campaña electoral que ahora toma lugar se caracteriza ante todo por la fomentación del nacionalismo, el cual no es más que el intento de cubrir las divisiones de clases dentro del país al insistir que un presunto enemigo común existe en el exterior.

La clase obrera tiene que avanzar sobre una nueva perspectiva. Específicamente, esto significa el desarrollo de la oposición más activa posible a toda forma de nacionalismo y discriminación. En oposición a la política de todos los partidos que participan en estas elecciones—que hay que limitar la inmigración y que los refugiados y los llamados “ilegales” deberían encarcelarse y ser negados los derechos democráticos mínimos—hay que reconocer el derecho de todos a viajar libremente por todo el mundo sin restricciones y discriminación.

Los intereses de la clase obrera no están con la defensa y la protección de las fronteras nacionales impuestas por los estados-naciones. Esta forma de gobierno se ha convertido en un anacronismo histórico total. El mundo tiene que reorganizarse para satisfacer los intereses de la clase obrera, quien compone la mayoría preponderante de la población mundial. Los enormes recursos que la labor humana de los productores del globo ha creado, no sólo intelectual, sino física también, han de utilizarse para satisfacer sus necesidades.

El desarrollo de un movimiento independiente de la clase obrera tiene que ver ante todo con la ruptura completa con los mecanismos políticos en existencia y con la formación de un nuevo partido de masas. Aquí tenemos que sacar las lecciones históricas de mayor alcance. La expansión del movimiento obrero socialista tomó lugar hacia fines del Siglo XIX y a principios del XX. La política del imperialismo fue la que cementó las bases para la educación de millones de trabajadores de todo el mundo.

El desarrollo de este movimiento presenció la primera grieta en el dominio capitalista con la Revolución Rusa de 1917. Esa revolución, sin embargo, permaneció aislada; el peso abrumador de ese aislamiento causó el crecimiento de un cáncer maligno—el estalinismo, que eventualmente fue responsable de la restauración del capitalismo.

¿Cuáles son las lecciones de esa experiencia? ¿Qué el socialismo fracasó? ¿Qué no hay ninguna alternativa al capitalismo? Estos argumentos quizás tendrían validez si no fuera porque el movimiento marxista, encarnado en la Oposición Izquierdista y luego en la Cuarta Internacional, explicó que el estalinismo no era ni socialismo ni comunismo, sino el primer paso hacia la restauración del capitalismo.

Los eventos han comprobado la viabilidad de la perspectiva marxista. Ahora grandes dificultades se nos interponen en el camino. Basándonos en la perspectiva socialista, nuestra misión es la reeducación política de la clase obrera. Sólo así podremos salir del caos y el barbarismo en que el capitalismo ahoga la humanidad. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) y el Partido Socialista por la Igualdad se han comprometido a alcanzar este fin. Le instamos que consideren esto con toda la urgencia debida.