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Ver Primera parte: Advertencias; Segunda parte: Vigilando a los piratas aéreos; Tercera parte: Los Estados Unidos y el terrorismo del Medio Oriente; Cuarta parte: La negativa en investigar
No es necesario creer en una confabulación cuyos tentáculos se extienden por todas partes, desde la Casa Blanca hasta el personal de seguridad de las aerolíneas que permitió que los piratas aéreos abordaran los aviones, para sospechar que todo lo que sucedió el 11 de septiembre no se le ha revelado al público estadounidense. La verdad es que la explicación menos creíble—y la de menos probabilidad—es que la enorme estructura de espionaje interno estadounidense ignoró totalmente las actividades de los piratas hasta que los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center y el Pentágono.
Según la versión oficial, presentada de la manera más vulgar imaginable por el director del FBI, Robert Mueller, nadie en todo el gobierno de los Estados Unidos tenía la menor idea de las identidades de los piratas del 11 de septiembre, ni de sus métodos, ni de los blancos que escogerían. Un minucioso repaso de la información que poco a poco ha salido a relucir desde el 11 de septiembre muestra que estas declaraciones no son solamente superficiales, sino clara, evidente y conscientemente falsas.
El caso de Zacarías Moussaoui [Ver el artículo, “El extraño caso de Zacarías Moussaoui: rehusó el FBI investigar a hombre acusado de participar en los ataques del 11 de septiembre”, de Patrick Martin, publicado el 12 de enero, 2002,] comprueba, de la manera más evidente, que los ataques del 11 de septiembre representan un fracaso descomunal por parte del FBI y de la CIA y una negligencia inexplicable para tomar medidas [de defensa]. No sólo hubo suficientes advertencias acerca de la posibilidad de una piratería suicida, sino que varios de los piratas, inclusive Mohammed Atta, a quien se le sospecha de dirigente principal, habían estado activamente vigilados por agentes estadounidenses. No sería demasiado exagerado afirmar que los terroristas sólo pudieron llevar a cabo su asesina y destructiva labor debido a que las agencias de espionaje estadounidenses habían ignorado varias advertencias, rehusado poner en práctica las más básicas acciones de defensa y aparentemente manifestado indiferencia a la posibilidad que un ataque terrorista de semejante magnitud pudiera ocurrir en suelo estadounidense.
Incluso ha de notarse que todos los poderes del gobierno han rehusado conducir una investigación de las circunstancias de este ataque, que causó la muerte de más civiles estadounidenses en un solo día que todos los otros actos de violencia en la historia de los Estados Unidos. Durante los últimos cuatro meses que han transcurrido desde el 11 de septiembre, no se ha emprendido ninguna investigación, o aprendido alguna lección. Ni siquiera se ha asignado ninguna responsabilidad.
De por sí, estos hechos revelan que altos funcionarios de Washington tienen mucho que esconder.
Las advertencias de los gobiernos extranjerosDurante varios meses antes del 11 de septiembre, los gobiernos de por lo menos cuatro países—Alemania, Egipto, Rusia e Israel—le advirtieron con detalle a EE.UU. que un ataque terrorista era inminente. Cierto que estas alertas fueron fragmentarias, pero en conjunto no sólo sirvieron para pronosticar la magnitud del ataque y su blanco principal; también indicaron que aviones comerciales pirateados serían el arma preferida para llevarlo a cabo.
Según el artículo de uno de los principales periódicos alemanes, publicado inmediatamente después de la destrucción del World Trade Center, la agencia de espionaje alemán, BDN, le había indicado en junio a su contraparte estadounidense e israelí que terroristas del Medio Oriente “planeaban piratear aviones comerciales y usarlos como armas de ataque contra símbolos importantes de las culturas estadounidense e israelí”.
El periódico citó a estas fuentes del espionaje alemán sin nombrarlas, pero éstas indicaron que la información había provenido de Echelon [Escalón], sistema de 120 satélites bajo el control de los Estados Unidos que espía la comunicación electrónica mundial. Aunque el mundo oficial no reconoce la existencia de Echelon, se sabe que funciona por medio del esfuerzo colectivo de los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda. (Fuente: Frankfurter Allgemeine Zeitung, 14 septiembre 2001)
El 13 de junio, el gobierno egipcio la había enviado a EE.UU. un mensaje urgente basado en una videocinta de Osama bin Laden. El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, le declaró al periódico francés, Le Figaro, que la amenaza original ocurrió en Ginebra, justo antes de la Reunión Cumbre de los Ocho. Recibió suficiente atención como para desplazar a baterías antiaéreas alrededor del Aeropuerto Cristóbal Colón de la ciudad italiana. De acuerdo a Barak, bin Laden “hablaba de asesinar al Presidente Bush y a otros jefes de gobierno presentes en Ginebra. Era cuestión de usar un avión repleto de explosivos. Se tomaron, pues, precauciones”. [Fuente: New York Times, 26 septiembre 2001, “Dos líderes se refieren a complot para asesinar a Bush en Ginebra”, de David Sanger)
Según informes de la prensa rusa, agencias de espionaje del país le advirtieron a la CIA durante el verano que 25 pilotos terroristas habían sido capacitados específicamente para cumplir misiones suicidas. En una entrevista del 15 de septiembre con la cadena MSNBC, el presidente ruso, Vladimir Putín, confirmó que él mismo, en agosto, le había ordenado a las agencias de espionaje rusas que le advirtieran al gobierno estadounidense —“de la manera más enfática”—que ataques contra aeropuertos y edificios gubernamentales eran inminentes. (Fuente: Wildernes Web Site; MSNBC)
El Sunday Telegraph, periódico ultra conservador de Londres, que por lo regular apoya al gobierno de Bush con entusiasmo, reportó que el servicio de espionaje israelí, Mossad, le había advertido al FBI y a la CIA en agosto que aproximadamente unos 200 partidarios de Osama bin Laden se estaban colando en el país para preparar “una gran agresión contra los Estados Unidos”. La advertencia se refirió de un “blanco enorme” en que los estadounidenses se encontrarían “bastante indefensos”. El Los Angeles Times citó a funcionarios estadounidenses—sin nombrarlos—que confirmaron la advertencia de Mossad. (Fuente: Sunday Telegraph, 16 septiembre 2001, “Servicio de espionaje israelí advirtió urgentemente a la CIA de agresiones gravísimas”, de David Wastell y Philip Jacobson; Los Angeles Times, 20 septiembre 2001, “Funcionarios advertidos de planes para desatar ‘agresión gravísima'”, de Richard A. Serrano y John-Thor Dahlburg)
El Independiente, diario liberal británico, publicó un artículo que sostiene que al gobierno estadounidense “repetidamente se le había advertido que un ataque desvastador contra los Estados Unidos ya iba en marcha”. Este periódico citó una entrevista que al-Quds al-arabi, periódico escrito en árabe basado en Londres, le hiciera a Osama bin Laden a finales de agosto. Aproximadamente durante el mismo período, por razones que nunca se han explicado, medidas de seguridad más rigurosas fueron ordenadas para el World Trade Center. (Fuente: El Independiente, 17 septiembre 2001, “Bush le hizo caso omiso a varias advertencias sobre el ataque”, de Andrew Gumbel)
A pesar de todas estas alertas, ninguna agencia del espionaje estadounidense, durante los meses anteriores al 11 de septiembre, advirtió que existía la posibilidad que sucediera un ataque contra un blanco dentro del territorio mismo de los Estados Unidos. La CIA y el FBI habían avisado acerca de ataques probables contra bases militares o embajadas estadounidenses en el Medio Oriente, Europa y Asia. El 7 de septiembre, el Ministerio de Estado de los Estados Unidos lanza una alerta mundial acerca de un ataque inminente que bin Laden y sus fanáticos iban a desatar, pero ésta se enfoca en los establecimientos relacionados con los Estados Unidoses en el este de Asia, sobretodo en Japón, no dentro de los Estados Unidos mismo. Como admitiera Richard Shelby, senador Republicano de mayor antigüedad en el Comité del Senado sobre Cuestiones de Espionaje: “Evidentemente ésto fue un fracaso de gran magnitud. No teníamos ninguna advertencia específica que los Estados Unidos iba a ser agredido”.
Además, hay que considerar la decisión del FBI de no tomar acción contra Zacarías Moussaoui, teniendo en cuenta torrente de advertencias desde el exterior del país. Al gobierno estadounidense repetidamente se le había advertido del peligro que corría con ataques devastadores por medio de aviones comerciales pirateados. No obstante, el FBI decidió no investigar a este hombre—quien el espionaje francés ha vinculado con bin Laden—que deseaba aprender a pilotear un jet jumbo 747, pero no a despegar ni aterrizar. No fue hasta después del 11 de septiembre que el Servicio de Inmigración y Naturalización entregó a Moussaoui al FBI.
Investigaciones e inquietudes estadounidensesA pesar de que las agencias de espionaje estadounidense han sostenido que antes del 11 de septiembre no habían tomado en cuenta la posibilidad de ataques suicidas por medio de aviones comerciales, existen varios signos que el gobierno de los Estados Unidos había tenido semejantes inquietudes durante los ocho años anteriores .
Un comité de peritos, formado por el Pentágono en 1993, debatió las maneras en que aviones podían utilizarse para bombardear puntos sobresalientes de la nación.”Se consideraba radical pensar de esa manera. Era demasiado espantoso para la época”, dijo el coronel Doug Menarchik, jubilado de la Fuerza Aérea, quien organizó un estudio, a un costo de $150,000, para la Oficina sobre Actividades Especiales y Conflictos de Poca Intensidad, auspiciada por Ministerio de Estado. “Luego de irme éste se murió silenciosamente”. Participantes del comité dijeron que la decisión de no publicar planes de acción detallados se debió, por lo menos parcialmente, al miedo que le tenían a la posibilidad que a los terroristas se les ocurrieran las mismas ideas. Un borrador de los planes llegó a circularse en el Pentágono, el Ministerio de Justicia y la Agencia Federal para la Resolución de Emergencias, pero funcionarios de alto nivel en gobierno optaron por no publicarlo abiertamente. (Fuente: Washington Post, 2 octubre 2001, “Antes del ataque, los Estados Unidos esperaba una agresión de índole diferente, dándole énfasis a preparaciones de guerra bacteriológica y química”, de Jo Warrick y Joe Stephens)
Tres ataques de aviones contra edificios tomaron lugar durante 1994. En el primero, que ocurrió en abril de año, participó un ingeniero de vuelos de Federal Express que iba a ser despedido. Luego de abordar un DC-10 como pasajero, invadió la cabina del piloto. Había planeado estrellar el avión contra un edificio de la empresa en Memphis (estado de Tennesse), pero el personal del avión logró subyugarlo. El segundo atentado sucedió en septiembre, cuando un piloto, actuando por su propia cuenta, estrelló un avión Cessna de un motor contra un árbol en los terrenos de la Casa Blanca—a poca distancia de la recámara del presidente. El tercero sucedió en diciembre, cuando el Grupo Islámico Armado se apoderó de un vuelo de Aïr France que había despegado de Algeria. Los piratas forzaron al avión a aterrizar en Marsella y ordenaron que se le llenara con 27 toneladas de combustible, o sea, tres veces más de lo necesario para llegar a París. Objetivo: chocarlo contra la Torre Eifel. Fuerzas especiales francesas tomaron al avión por asalto mientras éste todavía estaba en tierra. (Fuente: New York Times, 3 octubre 2001, “Piraterías anteriores ofrecieron signos a los que se les hizo caso omiso”, de Mathew Wald)
En enero de 1995, la policía filipina arrestó y torturó a Abedul Hakim Murad en un apartamento de Manila, donde se descubrió equipo para hacer bombas. Les informó acerca de planes para colocar simultáneamente, en 11 aviones estadounidenses de línea comercial, dispositivos explosivos de acción retardada y estrellar un avión contra la sede de la CIA en Langley, estado de Virginia. Las preparaciones para estas acciones ya habían avanzado tanto que Murad detalló los vuelos que iban a ser pirateados; la mayoría revetaría en pleno vuelo sobre el Océano Pacífico. Murad había asistido escuelas de pilotos en los Estados Unidos, había obtenido su licencia de piloto comercial, y le informó a los investigadores que él mismo iba a guiar el avión que iba a estrellarse contra la sede de la CIA. Otro fundamentalista islámico iba a estrellar otro avión contra el Pentágono. (Fuente: Washington Post, 23 septiembre, “Seguidores de bin Laden extienden su red de terror por todo el globo terráqueo”, de Doug Struck, Howard Schneider, Karl Vick y Peter Baker).
Luego ese mismo año, el presunto organizador del primer bombardeo contra el World Trade Center, Ramzi Ahmed Yousef, fue capturado en Pakistán, entregado a agentes estadounidenses y puesto en vuelo hacia los Estados Unidos, donde sería sometido a juicio. Se rumora que durante el vuelo, Yousef hizo alardes ante Brian Parr, agente del FBI, y otros agentes que lo vigilaban, de haber estado en varias ocasiones a punto de detonar, en un mismo día, bombas en una docena de aviones comerciales y de poner en práctica un ataque suicida tipo kamikaze contra la sede de la CIA. Yousef se refería al mismo complot por el cual Abdul Hakim Murad había sido detenido en las Filipinas. Murad fue entregado a los Estados Unidos por extradición. Su testimonio jugó un papel estelar durante los trámites de juicio, que terminaron en fallo de culpabilidad contra Yousef. (Fuente: John Cooley, Guerras Profanas, New York, NY, 2000, p. 247)
A principios de 1996, funcionarios de los Estados Unidos descubrieron que avionetas de aerofumigación y vuelos suicidas podían usarse como armas terroristas y comenzaron a tomar precauciones bien complejas para prevenir un ataque aéreo durante las Olimpiadas de verano en Atlanta [estado de Georgia]. Se desplegaron helicópteros tipo Black Hawk y jets bajo el mando del Servicio de Aduanas de los Estados Unidos para interceptar a cualquier tipo de transporte aéreo que se considerara sospechoso y que volara sobre los cielos de los eventos olímpicos. Agentes vigilaban los vuelos de avionetas de aerofumigación que tomaban lugar en una zona que cubría varios cientos de millas alrededor del centro comercial de Atlanta. Agentes de la policía también se esparcieron por los aeropuertos regionales a través de todo el norte de Georgia para “asegurar que nadie se apoderara de una avioneta y tratara de atacar a los eventos [olímpicos]”, declaró Woody Johnson, quien en esa época era el agente del FBI encargado de administrar las oficinas de Atlanta. Desde el 6 de julio hasta que los juegos terminaron el 11 de agosto, la Administración Federal de Aviación prohibió todo vuelo a una milla de distancia de la Villa Olímpica donde se hospedaban los atletas. También se ordenó que todo vuelo se mantuviera a una distancia de tres millas de otros torneos durante un período que comprendía las tres horas antes de los juegos y las tres horas después de éstos acabar. (Fuente: Los Angeles Times, 17 noviembre 2001, “Se considera que los vuelos suicidas y las avionetas de aerofumigación representan una amenaza para los juegos olímpicos de 1996”, de Mark Fineman y Judy Pasternak)
Ya para el 1996 el FBI había comenzado a investigar las actividades de estudiantes árabes en las escuelas secundarias de los Estados Unidos. Funcionarios del gobierno admitieron que “agentes de las organizaciones encargadas de hacer cumplir la ley estaban conscientes que menos de 12 personas vinculadas a bin Laden habían asistido a estas escuelas”. En 1996, agentes del FBI visitaron dos escuelas de vuelo para obtener información acerca de varios pilotos árabes que se habían capacitado ahí. Las dos escuelas estaban entre las que habían recibido a Abdul Hakim Murad, quien le había informado a la policía filipina y de los Estados Unidos acerca de los planes para estrellar un avión secuestrado contra la sede de la CIA. En 1998, agentes del FBI interrogaron a gerentes de la Airman Flight School [ Escuela de Vuelo para Pilotos] en Norman, estado de Oklahoma, acerca de un estudiante graduado, que estudiaba para la maestría o su doctorado, que cierto testimonio durante las diligencias de un juicio lo había señalado como piloto de Osama bin Laden. Por cierto que esta fue la escuela a la que Zacarías Moussaoui luego asistió. Un artículo publicado en el Washington Post concluye: “Desde 1966, el FBI había estado acumulando evidencia sobre terroristas internacionales que estaban valiéndose de escuelas de vuelo estadounidenses para aprender a ser pilotos de jets tipo jumbo. Según ciertos funcionarios, dos sucesos habían resultado en investigaciones del FBI en varias de las escuelas: en Manila se había descubierto un complot para reventar a aviones estadounidenses de línea comercial se había descubierto; y, ante un tribunal de la justicia, un socio de bin Laden había prestado testimonio incriminante. (Fuente: Washington Post, 23 septiembre, “El FBI sabía que los terroristas se aprovechaban de las escuelas de vuelo”, de Steve Fainaru y James V, Grimaldi)
En los Juegos Olímpicos preliminares en Sydney, Australia, según Paul McKinnon, ex superintendente de la policía de la ciudad, ya se había del peligro que “un avión de línea comercial, con el tanque lleno de combustible, se estrellara contra la ceremonia de apertura ante un público televidente mundial”. Añadió que a Osama bin Laden se le consideraba la primera amenaza. Funcionarios del Comité Internacional de las Olimpiadas [CIO] declararon que catástrofes causadas por aviones que se estrellan ya habían sido integradas a los planes de seguridad que regían todos los juegos olímpicos desde 1972. Dijo uno de los funcionarios del CIO: “Esa siempre fue una de nuestras pesadillas”. Durante 2001, el CIO llevó a cabo extensas conversaciones con el FBI mientras se planeaba la seguridad para las Olimpiadas de Invierno en Salt Lake City [estado de Utah] (Fuente: Sydney Morning Herald, “Pesadilla: se estrella un avión contra las olimpiadas”, de Jacqueline Magnay)
La edición del informe anual de la Administración Federal de Aviación, escrita en el 2000, se publicó a principios del 2001. Sus datos acerca de los actos delictivos contra la aviación afirmaron que “aunque a bin Laden no se le puede culpar de atacar a la aviación civil, él tiene el motivo y la voluntad para ello”. Añadió que las actitudes anti occidentales y anti estadounidenses de bin Laden lo convierten a él y a sus partidarios en una amenaza de gran significado para la aviación civil, sobretodo para la de los Estados Unidos”. (Fuente: Administración Federal de Aviación)
A principios de 2001, en la ciudad de Nueva York, se entabló juicio contra cuatro acusados a quienes se les había imputado el cargo de haber participado, en 1998, en el bombardeo de las embajadas estadounidenses en Kenya y Tanzania. Ese juicio reveló que dos militantes de bin Laden habían sido capacitados como pilotos en los estados de Texas y Oklahoma. A otro se le había pedido que tomara cursos. L'Houssaine Kherchtou, socio de bin Laden que se convirtió en testigo de cargo para el gobierno, le describió al tribunal la manera en que le habían pedido que tomara cursos de vuelo en 1993. Otro asistente de bien Laden, Essam al-Ridi, prestó testimonio que había comprado un avión de guerra para bin Laden y que lo había volado al Sudán. Al-Ridi se convirtió en testigo de cargo del gobierno en 1998, cuando le entregó al FBI información acerca de las actividades internas acerca del complot—para la formación de pilotos—que había tomado lugar tres años antes del ataque del 11 de septiembre. El juicio se prolongó de febrero a julio 2001, pero éso no causó que las autoridades se pusieran más alertas para proteger la aviación comercial de los Estados Unidos. (Fuente: Copia taquigráfica del tribunal disponible en www.cryptome.org)
Continuará