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¿De qué consiste la ideología de bin Laden?

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Se acaba de publicar una carta de 4,000 palabras, presuntamente escrita por Osama bin Laden. Ésta presenta de la manera más clara la filosofía socio-política completamente reaccionaria que forma la base de su terrorismo islámico fundamentalista.

A pesar de amenazar con atacar varios objetivos estadounidenses, ni el gobierno de Bush ni los órganos de prensa le han prestado mucha atención. Pero su publicación no podría ser más oportuna; el gobierno de Bush ya ha emprendido la guerra contra Irak y recientemente se han revelado vínculos entre el espionaje estadounidense y saudita por una parte, y los piratas secuestradores del 11 de septiembre por otra.

Un año atrás, cuando fue necesario ganar apoyo para la invasión de Afganistán por los Estados Unidos, bin Laden hizo una celebración nauseante a la destrucción del World Trade Center y recibió muchísima publicidad. Pero ahora la política oficial de Washington no quiere distracciones a su campaña por convertir Irak en demonio y a su empeño por hacer parecer que las presuntas “armas para la destrucción en masa” de Bagdad son la amenaza principal. Como consecuencia, el supuesto autor de los ataques del 11 de septiembre, a quien Bush anteriormente había llamado “el malévolo” y a quien quería “vivo o muerto”, ha dejado de existir para el gobierno oficial de Washington.

Pero la carta merece estudio serio, primero porque amenaza con llevar a cabo otras atrocidades terroristas, las cuales pinta como venganza por el ataque militar venidero contra los iraquíes. Por ejemplo, la carta declara que “Aquel que trate de destruir nuestros pueblos y ciudades, vamos a destruirle sus pueblos y ciudades. Aquel que robe nuestras riquezas, le destruiremos su economía. Y todo aquel que mate nuestros civiles, le mataremos sus civiles”.

Estos renglones deja bien claro que bin Laden y sus compinches no son más que unos primitivos y salvajes que muchas veces le fueron muy útiles al gobierno de los Estados Unidos y a sus agencias de espionaje para agredir los movimientos revolucionarios y expandir el imperialismo en el Oriente Medio y en Asia antes que el tiro le saliera por la culata.

Gran parte de la carta de bin Laden es una defensa asquerosa de los ataques terroristas contra civiles. Además de afirmar que actúa con el divino permiso de Alá, justifica los ataques como venganza por los palestinos muertos debido a las fuerzas ocupadoras israelíes en el Transjordán, por las víctimas afganas de los bombardeos estadounidenses, y los iraquíes que han caído debido a las enfermedades y hambre causadas por las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos.

Aquellos que han seguido la pista de la evolución política de bin Laden han de notar su consternación por la condición de los palestinos bajo la ocupación y los aproximadamente 1.5 millones de iraquíes que han muerto debido a las sanciones de los Estados Unidos presenta un contenido relativamente nuevo en su programa ideológico, cuyo ímpetu proviene de un anti comunismo feroz y el fanatismo religioso.

Se opone a los reclamos de los sionistas derechistas que Dios le obsequió a los judíos Judea y Samaria, pero su argumento islámico fundamentalista se basa en la misma perspectiva religiosa y de tribu: que los musulmanes son los únicos verdaderos herederos de los profetas bíblicos.

Descarta con desdén toda protesta que los civiles estadounidenses, como los casi 3,000 oficinistas, pasajeros de avión, bomberos y otros que murieron el 11 de septiembre, no son respondables por la represión del pueblo palestino, el bombardeo de Afganistán o las sanciones contra Irak.

Escribe: “El pueblo estadounidense fue que escogió su gobierno por su propia voluntad libre; y lo escogieron porque están de acuerdo con su política. Es el pueblo estadounidense que paga las rentas internas para financiar los aviones que nos bombardean en Afganistán, los tanques que nos atacan y destruyen nuestros hogares en Palestina, los ejércitos que ocupan nuestras tierras en el Golfo Árabe, y las flotillas que aseguran el bloqueo de Irak...es el pueblo estadounidense, pues, quien financia las agresiones contra nosotros, es quien decide la manera de gastar este dinero tal como le place a través de los candidatos que ha elegido”.

Este ignorante diatriba es de las caracteríticas que definen un movimiento que no busca la transformación revolucionaria de la sociedad, sino el uso del terror para ponerle presión al imperialismo con tal de llegar a un convenio.

“El pueblo estadounidense fue que escogió su gobierno por su propia voluntad libre...” Esto lo dice acerca de un país cuyo presidente llegó al poder mediante la supresión de la “voluntad libre” del pueblo tal como lo reflejara—de manera dócil y sólo parcialmente—el voto popular de dos años atrás. Es un país en que las masas se han enajenado del proceso político hasta tal punto que apenas el 33% del electorado participó en las elecciones del Congreso nacional a principios de noviembre. A bin Laden no le importa que cientos de miles de personas participen en manifestaciones por todo el país en oposición a los planes bélicos del gobierno de Bush y que millones más que se opongan al militarismo y a la represión.

A fin de cuentas, los Estados Unidos es, desde el punto de vista social, de los países más estratificados del mundo. Un enorme abismo separa a las masas del pueblo trabajador, que casi no tiene voz en la dirección del gobierno y de la economía, y la pequeña capa de multimillonarios que controlan los políticos de ambos partidos principales y dictan una política interna y externa que no tiene que ver nada con los intereses de la mayoría. Bin Laden no distingue entre las capas explotadas y oprimidas de la sociedad estadounidense y el sistema que los explota y los oprime. Todos son iguales y, por consiguiente, objetivos de su venganza.

Con ciertos pequeños cambios, gran parte de la crítica—basada en la religión—que le hace a la sociedad estadounidense podría llegar a ser parte del programa político de un sector muy vital del Partido Republicano: la Derecha Cristiana. Bin Laden se mofa de los Estados Unidos por tolerar la homoexualidad y la fornicación y permitir que las mujeres participen en anuncios comerciales.

Y como eco de la campaña histérica que la derecha republicana lanzó para enjuiciar a Clinton en 1998-199, bin Laden declara: “¿Y quién puede olvidar los actos inmorales que vuestro presidente Clinton cometiera en la Oficina Oval? Ni siquiera hicieron usetedes que pagara las consecuencias, excepto admitiera que había ‘cometido un error', luego de lo cual no hubo ningún castigo. ¿Existe peor acontecimiento por el cual vuestro nombre pasará a la historia y será recordado por las naciones?” Con varios cambios editoriales, estas palabras podrían fácilmente aparecer en una de las columnas del Washington Times o American Spectator.

La acusación principal de bin Laden contra la sociedad estadounidense—“la peor en la historia de la humanidad”—es que los Estados Unidos es “una nación que, en vez de gobernar por medio del Shariah de Alá, su constitución y sus leyes, ha optado por inventar sus propias leyes según su voluntad y deseos. Ustedes separan la religión de la política y contradicen la naturaleza pura, que afirma la Autoridad Absoluta a vuestro Señor y Creador”.

Este fascismo eclesiástico tiene paralelo muy incómodo en la política estadounidense, donde podemos oir los ecos de los ataques continuos de la derecha Republicana contra la separación de la iglesia y el estado. No sorprende nada, pues, que Bush y otros funcionarios del gobierno sólo se refieran a bin Laden y seguidores en términos oblicuos—“los malévolos”—sin atreverse a investigar la política que forma la base de sus actos tan horribles.

Vínculos estadounidenses

¿Pero son las similaridades entre la reacción islámica y la política de la derecha estadounidense una mera coincidencia formal? Bin Laden y otros tantos como él han gozado por largo tiempo de vínculos muy íntimos con el imperialismo estadounidense.

Como bien se sabe, las relaciones entre las familias de bin Laden y de Bush ya llevan muchos años. George Bush Padre sirvió de intermediario en varios convenios muy beneficiosos entre su Carlyle Group—empresa de inversiones—y la familia del líder de Al Qaida. Bin Laden empezó como socio menor de la CIA en la guerra oculta contra el régimen de Afganistán—respaldado por la Unión Soviética—que comenzó en 1979 y duró una década. Los Estados Unidos invirtió $5 billones en armas mortíferas y ayuda a los cofres de los mujahiddin, quienes consistían de reclutas locales y voluntarios árabes que bin Laden había reclutado y coordinado.

En términos que no dejaron duda, el asesor de Seguridad Nacional al Presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, describió la política estadounidense en una entrevista con el periódico francés, Le Nouvel Observateur, en 1998. Admitió que Washington deliberadamente había fomentado el fundamentalismo islámico para tenderle una trampa a la Unión Soviética para que ésta entrara en guerra. “Ahora tenemos la oportunidad de darle a la URSS su propia guerra de Vietnam”, le dijo a Carter en 1979 luego que las tropas soviéticas intervinieran.

Cuando se le preguntó a Brzezinski si lamentaba haber ayudado a crear un movimiento que cometía actos de terrorismo por todo el mundo, éste deshechó la pregunta y declaró: “ ¿Qué es lo más importante para la historia mundial, los talibanes o el colapso del imperio soviético? ¿Varios musulmanes fanáticos o la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?”

Que gobiernos estadounidenses sucesivos comparten responsabilidad por la muerte de miles de civiles estadounidenses a manos de terroristas islámicos fundamentalistas se hace aún más claro con las palabras de Reagan, quien en 1985 declaró que los mujahiddin eran “desde un punto de vista moral, iguales a los Padres de la patria y los valientes hombres y mujeres de la Resistencia francesa”.

Una vez que los Estados Unidos logró sus objetivos y Afganistán quedó reducido a escombros (y 1.5 millones de muertos), las actividades de la CIA culminaron y bin Laden se encontró abandonado a la intemperie. Fue entonces que le dio el virus del anti-americanismo. No obstante, para hacerle frente a la influencia rusa e iraní en Afganistán, Washington y sus aliados respaldaron a los protectores y co ideólogos religiosos de bin Laden: los talibanes.

Pero la relación entre el imperialismo y el fundamentalismo islámico tampoco fue único a Afganistán. Una y otra vez, Washington y sus voceros han alentado a estos elementos por todo el Oriente Medio para socavar el nacionalismo secular y todo movimiento socialista de los trabajadores. Y aún ahora, mientras tilda a Irán como parte del “eje del mal”, Washington se prepara a respaldar un iraní en exilio cuyo apoyo proviene de los Shiite Imams. Razon: Washington quiere fomentar la rebelión en el sur de Irak contra el régimen de Saddam Hussein.

La evolución del movimiento obrero revolucionario en el Oriente Medio y Asia Central siempre tenido la necesidad de entablar una amarga lucha contra las tendencias que bin Laden representa. En 1920, durante el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, Lenín presentó sus planes en una tesis acerca de las luchas de la clase obrera en los países en desarrollo que le hacía hincapié a este problema.

La tesis no sólo insistía en que los trabajadores de los países capitalistas avanzados tenían que apoyar la lucha contra la opresión colonial, sino también en “la necesidad de luchar contra las órdenes eclesiásticas y otros elementos medievales reaccionarios de influencia” en los países oprimidos. Se refirió en particular a “la necesidad de combatir el Pan-islamismo y otras tendencias similares, que buscan la manera de mezclar el movimiento de liberación contra el imperialismo europeo y estadounidense con fortalecer a los khans, los latifundistas y los mulahs, etc.”

Así describió Lenín la esencial socio política del “bin ladenismo”.No es movimiento político de liberadores desorientados que de alguna manera expresan los deseos de las masas oprimidas pero confusas desde el punto de vista político. Más bien, bin Laden representa un sector de la burguesía nacional, disidente e insatisfecho, en la Arabia Saudita y por el Oriente Medio en general.

Esta capa priviligiada siente que no se le ha tratado con justicia e imparcialidad en sus trámites con el imperialismo y se enfada ante las restricciones a sus propias ambiciones. No es coincidencia que bin Laden y otros movimientos similares al de él han recibido bastante ayuda económica de los ejecutivos del capitalismo saudita y de otros elementos que maniobran desde el interior del estado saudita.

Puesto que no pueden ofrecer una alternativa progresista al dominio mundial del capitalismo financiero internacional y estadounidense—y al despreciar los intereses sociales de las masas en sus propios países, para no mencionar del resto del mundo—estas fuezas promueven la utopia reaccionaria de una nación pan islámica que regresaría los países predominantemente musulmanes—y tal vez al mundo entero—mil años atrás, a la época cuando los califas y los sharias gobernaban.

Puesto que no existe una dirigencia revolucionaria, el fundamentalismo islámico es capaz de explotar el profundo descontento de capas amplias de la población del Oriente Medio para propósitos reaccionarios. Estos movimientos se han alimentado del fracaso que los proyectos seculares nacionalistas—del nasserismo a la Organización para la Liberación de Palestina—han tenido con la mejoría de las condiciones sociales de la masas o una verdadera independencia del imperialismo.

La política de Washington, con su apoyo a la ocupación y agresión israelí, el fomento de la guerra contra Irak y sus intentos de dominar militarmente a los países del Golfo, que son ricos en petróleo, ha fomentado la ira popular en la región.

La relación entre el imperialismo estadounidense y el terrorismo del fundamentalismo islámico es simbiótico. La llamada “guerra contra el terror” no es más que una cubierta para la violencia militar para lograr los objetivos estratégicos munidales de los Estados Unidos; y sólo creará más reclutas para los movimientos fundamentalistas islámicos. Y nuevos actos de terror contra objetivos estadounidenses serán la excusa para mayor agresión por parte de los Estados Unidos en todo el mundo. La falta de interés que el gobierno de Bush ha mostrado en capturar a bin Laden puede explicarse, en gran parte, en el utilitarianismo político que su terrorismo ofrece.