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El imperialismo en Irak: lecciones del pasado

Tercera Parte

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El siguiente artículo concluye la serie en tres partes.

Gran Bretaña le entrega a Faisal aviones bombarderos de la Real Fuerza Aérea (RFA), escuadrones de camiones blindados y oficiales para dirigir a los reclutas locales para que pueda responder a todas las insubordinaciones de la población. Los bombarderos aéreos se encargan de todas las sublevaciones. Primero dejan caer volantes a los habitantes analfabetos de las villas y luego bombardean las propiedades y el ganado. Usan el bombardeo para aterrorizar a los campesinos y lograr que paguen los impuestos.

Una de las mayores acciones ofensivas que la RFA monta toma lugar en el sur de Irak en 1923-24. Los líderes de las tribus cuya responsabilidad consiste en cobrar los impuestos de los miembros semi nómadas de las tribus y de los campesinos—quienes han quedado paupérrimos porque el más poderoso de los seis jefes ha desviado los canales de agua—rehusan pagar. Se le ordena a la RFA que bombardee la región para "fomentar la obediencia al gobierno".

Durante dos semanas, mueren 144 y muchos más quedan heridos. De ninguna manera es un incidente aislado. Entre 1923 y 1934, la RFA repetidamente bombardea a los kurdos de la provincia de Mosul que se han rebelado contra la imposición de las rentas internas y el reclutamiento militar forzado.

Un oficial que ha hecho campaña en la Frontera Noroeste—por cierto nada ajeno a la bestialidad británica—expresa temor que el dominio aéreo sólo empeoraría la situación. Escribe: "Es necesario infligir mucha crueldad innecesaria; crueldad que en muchos casos no va a atemorizar a las tribus sino a convencerlas a que nos odien y busquen la venganza. Esta política causa que las tribus pierdan la fe en la justicia británica".

Pero los británicos no tienen que ver nada con la justicia. Un informe a las Oficinas Coloniales describe un bombardeo aéreo en el cual hombres. Mujeres y niños son ametrallados mientras tratan de fugarse de su aldea. Los políticos aseguran que el público británico permanezca ignorante de ello.

Sin la RFA, el régimen no puede durar mucho tiempo, como reconoce Leo Amery, secretario colonial, quien se expresa de la siguiente manera: "Si las órdenes del Rey Faisal se cumplen con eficacia por todo su reino, se debe completamente a los aviones británicos. Si los aviones abandonaran el país mañana, toda la estructura se haría añicos".

Pero puesto que la RFA no puede establecer la seguridad interna normal y los británicos exigen que los recursos de la tesorería iraquí se usen para suprimir a su propio pueblo, Faisal se ve obligado a establecer un ejército. Este ejército ha de servir como medio importante para avanzar y establecer una base social autoritaria que le ofrezca al gobierno o a cualquiera que controle dicho ejército enormes poderes dictatoriales. El nivel de descontento social se puede ver en el hecho que hacia finales de la década del 20, cuando - ya la RFA ya ha establecido su control sobre las tribus en el sur de Iraq—el gobierno todavía gasta 20% de sus ingresos en el ejército y 17% en la policía.

Luego de establecer un régimen que garantiza los abastecimientos de petróleo, Gran Bretaña ahora puede deshacerse del Mandato y establecer un tratado que todavía lo mantenga. El Tratado Anglo-iraquí le concede a Irak la independencia política formal, pero Gran Bretaña se queda con el control de la política exterior, de la defensa y de la económica a través de bases militares y un sistema de asesores. Irak gana la "independencia" en 1930 y es admitida a la Liga de las Naciones como miembro pleno en 1932. Pero aunque el fin del Mandato le da a la clase gobernante criolla mayor libertad para hacer lo que le plazca en el interior del país, la autoridad verdadera queda en manos de los británicos. Y el pueblo iraquí lo sabe.

Gran Bretaña derroca a un gobierno nacionalista

Durante la década de los 30, es mucho más difícil justificar ante el sentimiento popular la manera en que la clase gobernante suni depende de los británicos. Los nacionalistas iraquíes resienten que la Compañía Imperial del Petróleo controla el petróleo iraquí al mismo tiempo que los campesinos y los obreros de las ciudades empobrecen más y más. La política británica en Palestina—su apoyo al establecimiento de una patria judía, la inmigración judía [a la región] y la supresión de la Rebelión Árabe de 1936-39—sólo sirve para echarle gasolina al fuego.

Esto hace que varios políticos y militares iraquíes que recientemente se habían adquirido poderes estableciendo y derrocando a gobiernos se orientaran hacia la Alemania nazi. Esto se debe en parte a que creen que semejante política libraría a Irak de los odiados británicos, pero hasta cierto punto expresa simpatía política con el fascismo y su manera de usar el anti semitismo, que recibe el ímpetu de la situación en Palestina y la manera en que Gran Bretaña cultiva los financieros judíos en Irak. La situación empeora aún más cuando Hajj Amin al-Husseini, dirigente nacionalista palestino que había escapado de los británicos, se aparece en Bagdad en 1939.

Los más destacados de la facción favorable a Alemania son el nacionalista pan-árabe, Rashid Ali al-Gaylani y oficiales del ejército apelados "El Escuadrón Dorado". Los partidarios más prominentes de los británicos son Nuri al-Said y el regente de Faisal II, quien tiene sólo cuatro años de edad. El regente, tío de Faisal II, había sido nombrado tras la muerte del rey anti británico Ghazi en un accidente de carretera en 1939. La opinión popular considera que los británicos tuvieron las manos bien metidas en esta desaparición.

Según las provisiones del Tratado Anglo-iraquí de 1930, Irak está obligado a apoyar a Gran Bretaña y romper sus relaciones con los enemigos de ésta. Cuando Gran Bretaña declara guerra contra Alemania en 1939, el Primer ministro, Nuri al-Said, enseguida rompe las relaciones con Alemania, medida inmensamente impopular. Pero no puede convencer al gabinete que declare guerra contra Alemania o que rompa las relaciones con Italia. En marzo, 1940, renuncia su ministerio pero asume un puesto en el gobierno de Rashid Ali, rival pro Alemania.

Para 1940, las posiciones británicas en el Oriente Medio se ven agobiadas cada vez más. Las tropas del eje fascista amenazan a Egipto y al Canal de Suez. Francia cae y las tropas francesas en Siria y el Líbano quedan bajo el dominio del gobierno en Vichy. Con las tropas fascistas casi tocando las puertas de Irak, Gran Bretaña teme que Alemania invada a Irak y a Irán, de quienes depende para sus abastecimientos de petróleo y riqueza.

Las relaciones entre Gran Bretaña e Irak se deterioran rápidamente a medida que Rashid Ali maniobra para que Irak adopte una actitud más neutral en la guerra, compra armas a Italia y Japón y rehusa darle a las fuerzas militares británicas derechos de aterrizaje y movimiento de vehículos tal como el tratado dicta. Los británicos lo obligan a renunciar en enero, 1941, lo cual causa un escándalo político. Los oficiales del Escuadrón Dorado dan un golpe de estado en abril y Rashid Ali regresa al poder. Nuri al-Said y el regente se fugan a Transjordania.

El nuevo gobierno iraquí rehusa permitirle a los británicos que aterricen en Basra, lo cual significa que el tratado queda destrozado, declaran una "guerra de liberación" contra Gran Bretaña. Los pan-árabes consideran que esta guerra es parte un plan más generalizado para echar a los franceses de Siria y el Líbano y ponerle fin a la posibilidad de un estado sionista en Palestina.

Los británicos censuran a gritos las acciones del gobierno como una rebelión y envían tropas desde Transjordania y la India, derrocan a Rashid Ali, y restauran a Nuri al-Said y al regente al poder. Luego, con las tropas británicas ocupando el sur de Irak, el gobierno coopera completamente con los esfuerzos bélicos de Gran Bretaña [en la Guerra Mundial]. El próximo año Gran Bretaña logra usarlo como base para invadir a Siria y a Persia, donde instala un gobierno pro británico que apoye su participación en la Guerra. En 1943, Nuri al-Said declara guerra contra las potencias del Eje Fascista.

Aunque los británicos se deshacen de Rashid Ali y el Escuadrón Dorado de manera relativamente fácil, el régimen de corta duración adquiere bastante importancia porque demuestra el poco apoyo popular con que Gran Bretaña y sus colaboradores, Nuri al Said y la familia real, cuentan. Desde ese momento en adelante, el pueblo iraquí considera que los políticos que favorecen a Gran Bretaña son elementos podridos. Para siempre quedan con el estigma que han regresado al poder por medio de las bayonetas británicas. Como Louis explica en El imperio británico y el Oriente Medio, "El 1941 representa un punto culminante en la historia de la época británica en Irak, y su significado es esencial para comprender el rechazo nacionalista del tratado de alianza con los británicos en 1948 y el fin de la dinastía hashemita diez años después".

Gran Bretaña declina en el Oriente Medio: 1946-1958

Aunque Gran Bretaña sale de la Segunda Guerra Mundial con su imperio en el Oriente Medio intacto, se encuentra con unas situaciones muy diferentes a las del 1939. La manera en que el petróleo se produzca ha cambiado dramáticamente y ya para 1951 el Medio Oriente abastece 70% del petróleo del Occidente. Se cree que la mayoría de las reservas petrolíferas se concentran en Arabia Saudita y el Golfo Pérsico.

Pero al mismo tiempo que el valor de la región adquiere mayor importancia, Gran Bretaña se enfrenta a las inquietudes políticas de la clase obrera que se ha establecido. En Palestina, el respaldo soviético y estadounidense al establecimiento de un estado sionista es una manera de socavar la influencia británica en la región. Los horrores de la tragedia del pueblo judío a manos nazis abren las puertas al voto de la Organización de las Naciones Unidas para dividir a Palestina y establecer la nación de Israel. Desata la furia del mundo árabe. En Irak, Egipto e Irán, donde en 1942 los británicos toman acciones despóticas que repiten las que anteriormente descargaran contra Rashid Ali, casi todas las capas sociales se encuentran desesperadas por quitarse de encima el yugo del dominio imperialista.

En Irak, donde los colaboradores están completamente desacreditados, los británicos tratan de encontrar un títere más progresista en la persona del primer ministro shiíta, Saleh Jabr. Los británicos tienen esperanzas que éste instituya reformas, prevenga el descontento social que le da auge al crecimiento del Partido Comunista Iraquí, y prevenga que el régimen sea derrocado. También tratan de reformar las relaciones anglo-iraquíes con un nuevo tratado que les permita mantener sus bases militares y acceso a los pozos petrolíferos y que sirva como modelo para la reestructuración de las relaciones en toda la región.

El gobierno laborista de Clement Attlee que está a punto de tomar las riendas del poder esa tan inepto para asesorar el ritmo político de Bagdad como lo es el ultra imperialista Winston Churchill. Cuando las provisiones del tratado que Saleh Jabr y Nuri al-Said habían acordado con Gran Bretaña en enero, 1948—tratado que habría extendido el odiado Tratado Anglo-iraquí de 1930 otros veinte años—se hicieron públicas, estudiantes, obreros, y gente muerta de hambre en los pueblos se lanzan a las calles a manifestar en contra. La policía sólo puede suprimir los motines con una orgía de violencia que causa la muerte de casi 400 personas en un día. No obstante, el regente se ve obligado a repudiar el tratado. Saleh Jabr renuncia y el gobierno que ahora toma las riendas del poder desata la era de represiones más bestiales y de ley marcial. El modelo británico para la reestructuración de sus alianzas políticas en el Oriente Medio queda hecho trizas.

En 1950, la ola nacionalista crece y sirve de ímpetu para que se firme un acuerdo entre Aramco—empresa estadounidense—y Arabia Saudita para compartir los beneficios del petróleo 50-50. Lo que causa una reacción en cadena por todo el Oriente Medio. Al año siguiente, el gobierno nacionalista de Mossadeq en Irán toma los primeros pasos para nacionalizar la Compañía Anglo-persa de Petróleo. Esta acción obliga a las empresas británicas dueñas de la CPI a compartir las ganancias 50-50 con el gobierno iraquí o correr el riesgo de perder el petróleo y a sus títeres; es decir, a Nuri al-Said y sus ministros.

En 1952, las bases de los intereses imperialistas de Gran Bretaña en el Oriente Medio ya son frágiles. El rey hashemita, Abdullah de Jordania, había sido asesinado en 1951 y su vástago, de psicológica inestable, había cedido el trono a su hijo de diecisiete años de edad, Hussein. En julio, 1952, los Oficiales Libres bajo el mando formal del general Muhamed Naguib y el mando verdadero del Segundo Lugarteniente, Gamal Abdel Nasser, derrocan la monarquía egipcia y repudian el Tratado Anglo-egipcio.

Este es el fondo histórico en que el apoyo de Nuri al-Said a los británicos lo aíslan como traidor en el mundo árabe. Se ve forzado, pues, a llevar a cabo una ola de represión sin precedente: prohíbe todos los partidos políticos, cierra la prensa y escoge su propio parlamento que apruebe maquinalmente todos sus decretos. Es bajo estas condiciones que la producción del petróleo por fin adelanta. La producción petrolífera dobla durante los primeros cinco años después de la guerra; los ingresos aumentan diez veces como consecuencia de la crisis persa de 1951-53 y el acuerdo de 50-50 con la CIP. En 1948, aumentan del 10% del Producto Nacional Bruto y el 34% de las ganancias obtenidas a través del comercio exterior al 28% y el 59%, respectivamente, en 1958. Pero en vez de transformar la situación social del pueblo trabajador común, los ingresos se destinan a desarrollos agrícolas que favorecen a los latifundistas y al engrandecimiento de las cuentas bancarias de los políticos corruptos.

En febrero, 1955, Nuri al-Said auspicia la alianza para la seguridad regional (organizada por Gran Bretaña), conocida como el Pacto de Bagdad. Asisten Turquía, Irán, Pakistán e Irak. Éste le pone el toque final a la red de alianzas que atraviesa la frontera en el sur de Eurasia y cuyo objetivo es frenar a la Unión Soviética. Representa el esfuerzo de Gran Bretaña por contrarrestar el deterioro de su poder y quedarse con voz en los asuntos regionales. Pero esto es tan inaceptable para los iraquíes como había sido el tratado de 1948. Las otras naciones árabes no quieren ver nada con ello. Nasser, presidente de Egipto que se convierte en héroe del mundo árabe por oponerse a los británicos, estrepitosamente critica el pacto como alimaña de Gran Bretaña para reafirmar su dominio sobre la región y dividir al mundo árabe.

La campaña anglo-francesa en apoyo de la invasión israelí del Canal de Suez en 1956, cuyo objetivo es derrocar a Nasser y restaurar el control anglo-francés de Suez, enfurece al pueblo iraquí. Enormes manifestaciones contra los británicos se dan por todo el país. Nadie duda, ni siquiera por un momento, que Nuri al-Said y el regente respaldan a Gran Bretaña. No obstante promesas formales a Gran Bretaña para guardar las apariencias, el gobierno iraquí violentamente suprime las manifestaciones y una vez más recurre a la ley marcial.

Los estadounidenses, quienes siguen sus propios intereses nacionales, obligan a Gran Bretaña a retirarse. La crisis de Suez es un momento cumbre. Le pone humillante fin a la hegemonía británica sobre la región. Puesto que estos sucesos suceden no mucho después del golpe de estado dirigido por la CIA contra Mosaddeq en Irán, los Estados Unidos se queda en el Oriente Medio como única potencia no desafiada. Y esto a la vez significa que los días del régimen pro británico en Irak están contados.

Los partidos oposicionistas, inclusive el Istiqlal (nacionalistas), el Partido Nacional Democrático, el Partido Comunista de Irak y el pequeño Partido Baatista—extensión iraquí del partido pan-árabe fundado en Siria - se juntan para formar un frente de oposición nacional. En julio, 1958, a medida que las tensiones y las manifestaciones enormes contra el régimen aumentan, el grupo militar conocido por los Oficiales Libres dan un golpe de estado y derrocan a los insignificantes agentes políticos de Gran Bretaña: la monarquía hashemita de Faisal II y el gobierno del primer ministro, Nuri al-Said. La familia real y Nuri son asesinados. Tan odiado es el antiguo régimen que su cuerpo desnudo es arrastrado vejaminosamente por las calles de Bagdad y queda echo pulpa.

Cuarenta años de explotación bestial y represión política por parte de la Gran Bretaña y sus colaboradores ven su fin.

El imperialismo británico había dependido de la sumisión política de los pueblos coloniales, del control del sistema político y de su capacidad para prevalecer sobre, o por lo menos aplacar a, sus rivales imperialistas. Como la historia demuestra, es sólo con la mayor dificultad que Gran Bretaña puede mantener el dominio de Irak durante las décadas del 20 y el 30. Hacia finales de los 40, aún cuando Gran Bretaña ha salido de la Segunda Guerra Mundial como la potencia militar más fuerte entre las secundarias, ya ha entrado en decadencia total, completamente dependiente del respaldo estadounidense para mantener sus intereses imperialistas. Hacia finales de los 50, cuando los intereses estadounidenses divergen de los de Gran Bretaña, Palestina, Irán, Egipto, Jordania e Iraq la dejan en las orillas o la sacan totalmente fuera.

Cuarenta y cinco años después, la derrota de Saddam Hussein y el régimen batiista a manos de los Estados Unidos y Gran Bretaña (en papel de socio menor) significa el retorno del imperialismo puro y las represiones y explotación más bestiales que el pueblo iraquí creía que había destruido en 1958. Ya es aparente que muchos de los sucesos de los últimos meses pueden haber llegado directamente de la historia de la primera ocupación imperialista de Irak.

Las lecciones de la historia nos muestra, en primer lugar, que los Estados Unidos—con el respaldo de las Naciones Unidas—impondrá una ocupación militar con la fachada de un gobierno compuesto de emigrados corruptos, ex miembros del Partido Batiista y cualquier persona que le facilite a las empresas estadounidenses apoderarse de la industria petrolífera de Irak. En segundo lugar, el hecho que los Estados Unidos está determinado a controlar los recursos naturales más estratégicos del mundo conducirá a más invasiones y ocupaciones.

El resurgimiento de las guerras y el colonialismo muestra, con más fuerza que nunca, la necesidad de establecer un amplio movimiento internacional contra el imperialismo y el militarismo. Existe sólo una fuerza social capaz de resolver la crisis de la humanidad que el capitalismo imperialista ha creado: la clase obrera internacional. Ésta tienen que luchar por su propio programa independiente: la reorganización del mundo a base de una perspectiva socialista.

Fin

Bibliografía:

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