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La contraofensiva de Bush en cuanto a las armas para la destrucción en masa

Nueva ola de mentiras e intimidación

Este artículo apareció en nuestro sitio por primera vez en inglés el 14 de noviembre, 2005.

El gobierno de Bush ha lanzado una contraofensiva contra nuevas acusaciones de que intencionalmente engañó al pueblo estadounidense y al mundo acerca de la amenaza que presentaban las "armas para la destrucción en masa" de Irak y así justificar la guerra de agresión que había planeado con muchos años de anticipación.

Que los ámbitos oficiales del poder en Washington ahora se encuentran en las garras de este debate - más de tres años y medio después que las tropas estadounidenses invadieran a ese país - nos da cierta idea de la crisis de desespero que el desastre de Irak está causando en la clase gobernante de Estados Unidos.

No cabe duda que el catalizador de la renovada controversia son los cargos que se le han imputado a I. Lewis "Scooter" [Patineta] Libby, jefe del personal del Vicepresidente de la república. Las acusaciones consisten principalmente de haber cometido perjurio durante las diligencias de un gran jurado federal sobre el caso acerca de la divulgación ilegal de la identidad de un agente secreto de la CIA. Lo evidente de este caso es el objetivo de las mentiras de Libby: encubrir las mentiras aún mucho peores de Bush y el Vicepresidente Dick Cheney para arrastrar al país hacia la guerra. Pero Libby es lo menor del caso.

Estamos atravesando por otro período de la historia de Estados Unidos que confirma el antiguo y sabio refrán de Abraham Lincoln: "A parte del pueblo se le puede engañar todo el tiempo, y a todo el pueblo parte del tiempo, pero a todo el pueblo no se le puede engañar todo el tiempo".

El torrencial de mentiras y propaganda que brotó de la Casa Blanca ha regresado para atemorizar a Washington. En primer lugar, esto se debe a presiones que resultan de la brutal guerra colonial en Irak, donde han muerto más de 2052 soldados estadounidenses y más de 100,000 iraquíes civiles. Pero también se debe a las condiciones sociales que se han deteriorado para millones y al enorme abismo que existe entre los ricos y los pobres de nuestro país; abismo que el desastre del Huracán Katrina hiciera tan evidente. El resultado ha sido que muchos han comenzado a comprender la realidad.

Una serie de encuestas extraordinarias de opinión popular durante la última semana ha mostrado lo mismo: por lo menos 6 personas de cada diez creen que Bush es un mentiroso — y más de siete en diez creen que Cheney también lo es — y que la razón que principal de ésto es la guerra en Irak.

Una de las encuestas, llevada a cabo por el Wall Street Journal y el Noticiero de la cadena nacional, NBC-TV, descubrió que el 57% del pueblo de Estados Unidos - 6 de cada 10 - cree que Bush le mintió al pueblo acerca de las razones para lanzar la guerra.

Dudamos que "Abe el Honesto" [Abraham Lincoln] alguna vez podría haberse imaginado una campaña de mentiras tan enorme y obvia como la que ha lanzado el gobierno de Bush para engañar al pueblo de Estados Unidos para que éste acepte una guerra delictiva, para no decir el fracaso deplorable de todos los sectores del sistema político en refutar semejantes esfuerzos.

Este aspecto de la extraordinaria campaña basada en la propaganda de las armas para la destrucción en masa ha servido como arma principal de la contraofensiva de la Casa Blanca. Bush y sus asesores acusan a los políticos Demócratas y exigen: ¿Cómo pueden ustedes ahora criticar las mentiras cuando siempre las apoyaron?"

El primer tiro de la contraofensiva del gobierno lo disparó el asesor de la seguridad nacional, Stephen Hadley, quien compareció ante el cuerpo de prensa de la Casa Blanca el jueves pasado para insistir que "ambos, Republicanos y Demócratas, igualmente creyeron que Irak presentaba una grave amenaza".

"Varios críticos de hoy día creyeron en el 2002 que Saddam Hussein tenía armas para la destrucción en masa", dijo Hadley. "Ellos declararon que así creían, y votaron para autorizar el uso de la fuerza en Irak porque creían que Saddam Hussein presentaba una peligrosa amenaza al pueblo de Estados Unidos".

Fue sólo bajo la interrogación de los corresponsales que el asesor de la seguridad nacional admitió, sin muchas ganas, que este espionaje "inconfundible" había estado totalmente erróneo y que su ‘fuerte causa" había sido completamente desacreditada cuando la invasión por parte de Estados Unidos fracasó totalmente en encontrar las armas iraquíes para la destrucción en masa.

Los comentarios de Bush el Día de los Veteranos el viernes pasado siguieron los de Hadley. Parado al lado de un Humvee y delante de una pancarta con el lema, "Estrategia para la Victoria", Bush pronunció un discurso a un público de soldados uniformados y grupos de veteranos que no presentaban ningún peligro. Todos se habían reunido dentro de un almacén en el estado de Pennsylvania.

"Cuando llegué a la decisión de sacar a Saddam Hussein del poder, el Congreso lo aprobó con el apoyo de ambos partidos", declaró Bush. Agregó que "Aunque es perfectamente legítimo criticar mi decisión o como la guerra se está conduciendo, es profundamente irresponsable escribir la historia de nuevo, como si hubiera empezado de otra manera. Varios Demócratas y críticos de la guerra ahora declaran que nosotros manipulamos el espionaje y que le mentimos al pueblo de Estados Unidos acerca de las razones para irnos en guerra. Estos críticos están bien conscientes que una investigación bipartita llevada a cabo por el Senado no encontró ninguna evidencia de presión política para cambiar la opinión de las agencias de espionaje pertinente a los programas de armas de Irak".

El gobierno parece tener planes anticipatorios: cuando las mentiras previas comienzan a desboronarse, hay que fabricar otras que sirvan de apoyo. Ni la investigación que el Senado llevó a cabo del espionaje sobre las armas para la destrucción en masa, ni la comisión que Bush nombró - encabezada por el Juez Lawrence Siberman - investigó la manera en que el gobierno "manipuló el espionaje y engaño al pueblo de Estados Unidos". Sólo investigaron la índole del espionaje mismo.

En este aspecto, el comité de Silberman concluyó que el espionaje había estado "totalmente equivocado" y que había sido "uno de los peores fracasos de espionaje en toda la historia de Estados Unidos". Debemos señalar que fue un fracaso del cual nadie se responsabilizó, precisamente porque lo que el gobierno quería era un informe basado en el espionaje falso.

Desde el punto de vista técnico, es verdad que el gobierno no trató de "cambiar las opiniones de las agencias de espionaje"; la CIA podía pensar lo que quisiera siempre que le diera credibilidad a la presunta evidencia que comprobara las acusaciones del gobierno contra Irak. Pero a la Casa Blanca no le interesaba engañar a la CIA o al Congreso tanto como al pueblo de Estados Unidos.

Fomentando el miedo luego del 11 de septiembre

¿Cómo se pudo llevar esto? Bush habla acerca de como la historia se está escribiendo de nuevo. Pero, ¿cuál es la historia de los preparativos y la venta de la guerra? Es, más que nada, una grotesca falsificación para atemorizar al pueblo, basada en la explotación de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington, para fomentar la guerra contra Irak, país que nada tuvo que ver con esos ataques.

La pandilla derechista que se apoderado de la Casa Blanca y del Pentágono recibió el 11 de septiembre con júbilo, pues les sirvió de pretexto para lanzar una guerra de agresión contra Irak por la cual habían abogado desde que terminara la primera Guerra del Golfo Pérsico bajo Bush Padre. Ambos gobiernos y el de Clinton se habían valido de las armas fantasmas de Saddam Hussein para justificar los ataques militares y las sanciones contra Irak, pero ahora presentaban la causa de que el cambio de régimen en Irak por parte de Estados Unidos no podía esperar.

Esto requería un diluvio de propaganda falsificada que vinculaba al régimen de Saddam Hussein a la red terrorista islámica de Al Qaeda y a los ataques del 11 septiembre.

Estas acusaciones fueron mezcladas con otras igualmente falsas: que Irak estaba a punto de adquirir armas nucleares y que pronto se las podría entregar a su presunto "aliado", Osama bin Laden.

Ambas aseveraciones se hicieron una y otra vez antes de estallar la guerra, hasta mucho después que las agencias de espionaje de Estados Unidos y de otros países le habían informado al gobierno que esta información era evidentemente falsa.

En cuanto a los vínculos con Al Qaeda, Bush y Cheney repetidamente aludieron a cierta información, basada en el espionaje, que habían obtenido acerca de una presunta reunión en Praga, en abril, 2001, entre Mohammad Atta—que Washington había identificado como uno de los secuestradores el 11 de septiembre—y un espía iraquí.

Este alegato fue repetido durante meses a pesar de que el gobierno checo, la CIA y el FBI establecieron contundentemente que esta reunión nunca había ocurrido.

Esta semana, la revista Newsweek, citó un informe de la CIA de enero, 2003, que había sido enviado al Congreso. El informe muestra que "aún antes de Colin Powell y George Powell aseverar que Saddam Hussein había entrenado a los terroristas de Al Qaeda en el uso de armas para la destrucción en masa, la agencia había reportado que el líder de Qaeda capturado, que había sido la fuente de esa acusación, no tenía conocimiento directo del asunto". Newsweek agrega: "Un nuevo informe de espionaje del Pentágono que ha sido desclasificado, circulado por más de un año antes de la invasión por EE.UU. declara que ‘lo más probable'era que la fuente había inventado la historia para complacer a sus interrogadores".

El informe también afirmó lo obvio: que el régimen iraquí era "intensamente secular" y, por lo tanto, enemigo del movimiento islámico Al Qaeda, lo cual haría casi imposible una alianza entre los dos.

En cuanto a la amenaza de las armas para la destrucción en masa, tenemos el informe de la compra de los tubos de aluminio por los iraquíes junto a otro alegato: que funcionarios de la misma nacionalidad habían tratado de comprar uranio enriquecido de Niger. Pero las agencias de espionaje de Estados Unidos mismo comprobaron que ambas acusaciones eran falsas. Aún así, el gobierno continuó haciéndolas.

Fue la historia referente a Niger, que Bush incluyera en su discurso sobre el Estado de la Nación de 2003, que llevó al ex-embajador Joseph Wilson a criticar ferozmente en público las mentiras del gobierno. Wilson había sido enviado al país africano meses antes y al regresar reportó que las acusaciones no tenían ningún fundamento. El gobierno reaccionó con represalias. Reveló que la esposa de Wilson era agente secreto de la CIA, lo cual ha llevado a Libby al estrado de los testigos luego de ser imputado el cargo mayor de perjurio.

Nadie está escribiendo la historia de nuevo. Lo que sucede es que todas las viejas mentiras se están desintegrando en las mentes de millones de individuos.

La reacción del gobierno a este cambio en la realidad ha sido lanzar un ataque enloquecido a los integrantes del Partido Demócrata que lo critican.

"Más de 100 Demócratas en la Cámara de Diputados y el Senado, quienes tenían acceso a la misma información sobre el espionaje, votaron para quitar a Saddam Hussein del poder", declaró Bush en su discurso. Prosiguió a citar al candidato presidencial Demócrata del 2004, John Kerry, quien en el 2002 había declarado acerca de Saddam Hussein que "un arsenal de armas mortíferas para la destrucción en masa en sus manos es una amenaza — una grave amenaza — a nuestra nación".

Bien. ¿Cuál es el punto? El Partido Demócrata fue cómplice. Sabía que Bush mentía y se unió a los planes de guerra del gobierno. Esta decisión se basó en una política cobarde y deplorablemente equivocada: que la mejor táctica para ganar las elecciones parciales a mitad de legislatura en el 2002 consistía en postrarse ante la derecha Republicana en cuanto a la guerra y limitar la campaña electoral a temas sobre la economía. Sin embargo, la guerra contra Irak era también cuestión de una política basada en el consenso de la clase gobernante que domina la economía y a ambos partidos.

Ningún Demócrata de renombre tenía interés en desafiar o en investigar la causa que Bush había presentado para justificar la guerra. Como reportara el Washington Post el domingo pasado, "El Congreso tenía el derecho a repasar las Consideraciones de Espionaje Nacional, de 92 páginas, acerca de Irak [que incluían la revelación que el régimen iraquí ni usaría las armas para la destrucción en masa, ni se las entregaría a los terroristas, a menos que fuera puesto contra la pared por la agresión militarista de Estados Unidos] antes del voto de octubre, 2002...Pero no más de seis senadores y un puñado de integrantes de la Cámara de Diputados leyeron, como máximo, las cinco páginas del resumen preparado por la rama ejecutiva".

Aún sin siquiera examinar superficialmente la evidencia, los dirigentes Demócratas del Congreso cedieron su poder constitucional para declarar guerra., apoyando una resolución que le dio a Bush carta blanca para lanzar, cuando le diera la gana, cualquier guerra de agresión sin provocación. Hasta hoy día, las críticas tardías que los Demócratas le hacen a las mentiras que el gobierno dijo antes de la guerra suenan fofas, ya que la dirigencia del partido continúa apoyando la guerra, y en varios casos sigue abogando para que se envíen más tropas a Irak.

Pero el problema del gobierno no son los Demócratas. Más bien es el pueblo de Estados Unidos, quien no tiene mucha fe a ninguno de los dos partidos. No es asunto de lo que los políticos Demócratas sabían o la información que recibieron, sino lo que las masas del pueblo trabajador en Estados Unidos sabían o fueron informadas. Ambos partidos intencionalmente las engañaron para llevar a cabo la guerra que la clase gobernante quería.

Ante la oposición de las masas, Bush pronunció un discurso cuyos argumentos no iban a convencer a nadie; cuya retórica solo tenía un fin: intimidar a todo el que cuestione la política de su gobierno.

"Estos ataques sin fundamento le envían la señal equivocada a nuestras tropas y a un enemigo que está cuestionando el temple de Estados Unidos", declaró. "A medida que nuestras tropas batallan un enemigo despiadado determinado a destruir nuestro modo de vida, ellos merecen saber que nuestro líderes elegidos que votaron para mandarlos a la guerra siguen apoyándolos. Nuestras tropas merecen saber que ese apoyo seguirá firme cuando las cosas se ponen duras. Y nuestras tropas merecen saber que aún cuando nuestras diferencias son grandes en Washington, que nuestra voluntad es fuerte, que nuestra nación está unida, y que no quedaremos satisfechos con nada excepto la victoria".

Los comentarios de Bush-gran parte copiados palabra por palabra de un discurso que pronunciara el mes pasado ante un grupo intelectual derechista, el American Enterprise Institute- estaban dirigidos a su base de extrema derecha.

Es la vieja táctica de "clavar el puñal en la espalda" típica de la política de la extrema derecha, cuyos orígenes se encuentran en Adolfo Hitler. El concepto es que las tropas están listas para luchar hasta la victoria, pero los políticos cobardes que se han quedado atrás en el país les están poniendo freno indebidamente. La lógica es simple: toda oposición a la guerra debería ser suprimida y aquellos que siguen insistiendo deberían ser arrestados.

El discurso de Bush es sintomático de la profunda crisis que la política en Irak ha creado para toda la clase política gobernante. Las recriminaciones recíprocas que actualmente estremecen a Washington son consecuencia de esa política, que ahora engendra la catástrofe. Al invadir y ocupar a Irak, al matar, encarcelar, y torturar a innumerables miles, Washington ha logrado crear algo que nunca antes había existido: una base de apoyo entre las masas para las acciones de Al Qaeda.

El gobierno de Bush y sus cómplices Demócratas se han convertido en los sargentos reclutadores del terrorismo islámico y son, en última instancia, responsables de todos los horrores que éste desate.

Lo que impulsó la guerra en Irak desde un principio fueron los intereses geopolíticos rapaces de la oligarquía gobernante de Estados Unidos. El círculo gobernante se había convencido de que podía alcanzar sus objetivos exclusivamente por medio de la fuerza militar y por lo tanto rechazó todas las negociaciones e intentos de llegar a un acuerdo. Pero ahora los métodos bestiales que favoreció le han estallado en la cara.

El despertar de millones de personas en Estados Unidos a las mentiras que le dijeron para justificar la guerra en Irak está creando las condiciones políticas para el nacimiento de una verdadera base de masas para un movimiento contra esta guerra y el sistema capitalista que la engendró.